Kuroshitsuji~
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 =Concurso= Punto Final a Kuroshitsuji //FINALIZADO

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spiny21
Yue Jigoku
Angie
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Demonio
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MensajeTema: =Concurso= Punto Final a Kuroshitsuji //FINALIZADO   =Concurso= Punto Final a Kuroshitsuji //FINALIZADO Icon_minitimeLun Jul 15, 2013 3:41 am

Pongo este concurso nuevo aqui porque como se aceptaran One-shot's, drablees, fan art's, poemas lo que Dios les de a entender para plasmar un final de esta Obra tan querida <3

Participantes:
Angie
Pandora Michaelis


Si se quieren unir alguien mas con los brazos abiertos les recibiré.

EDITO:
tendran hasta el 28 de Julio para subir trabajos y del 29 al 5 de Agosto habra Votaciones :3
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Angie
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MensajeTema: Re: =Concurso= Punto Final a Kuroshitsuji //FINALIZADO   =Concurso= Punto Final a Kuroshitsuji //FINALIZADO Icon_minitimeLun Jul 29, 2013 2:39 am

Fic escrito hace tiempo para una persona "especial". Ha sido compartido con anterioridad por MP con algunas usuarias del foro, nunca publicado "oficialmente". Es un Sebas/Ciel...algo extraño. No tengo nada más que decir, sino darle MUCHISIMAS GRACIAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAS a los que comentaron por Mp. Gracias.


POR TODA LA ETERNIDAD


PRIMERA PARTE

EL ENCUENTRO

1


No lo recordaba. No tenía respuestas a nada.

¿De donde venía?

¿A dónde iría?

¿Quiénes eran realmente?

—Los Humanos nos llamaron en otros tiempos Ángeles—le dijo Armand una noche tan fría como cualquier otra, indescriptible e interminable como todas aquellas que le antecedieron y seguirían. La oscuridad le incomodaba y por lo tanto, la noche también. No se trataba de temor o miedo siquiera, sino un desagrado constante, punzante. Suponía que las tenumbras tenían una relación directa con su pasado, lo que en otro tiempo hubo sido, aquello que no recordaba—. Pintaban oleos sobre nosotros y nos adoraban, creían en nuestra existencia…con el tiempo, nos convertimos en meras figuras simbólicas del bien y luego desaparecimos. Ya no éramos importantes. Los demonios fueron derrotados. No teníamos razón de existir.

A Armand le gustaba hablar, así tuviera a un centenar de Ángeles dispuestos a escucharlo o a un compañero aburrido y sin más deseos que escuchar sus pensamientos, él siempre hablaba, horas si se lo permitían.

Al menos decía cosas entretenidas e interesantes, aderezado con comentarios carentes de valor.

—Y la gente nos olvido—concluyo Ciel girando hasta quedar frente a él, sus alas se desplegaron, frondosas e imponentes, cubrían casi por totalidad su pequeño cuerpo. De un blanco inmaculado, puro…las pequeñas plumas se agrupaban con la suavidad y precisión necesaria para formar una mayor obra, un conjunto de tendones, músculos y belleza capaces de conformar, más allá de su indiscutible perfección, un órgano, idóneo para desplegarse y volar hasta los confines del infinito. Si tan sólo estos hubieran existido.

—Cuando no tienes esperanza, no hay porque luchar y tampoco sufres desilusión. Loscomprendo. E incluso los envidio.

Armand se acercó hasta Ciel y deposito un beso sobre sus labios, fraternalmente.

Ciel no había conocido nunca a nadie tan melancólico como el muchacho de cabellos castaños y ojos verdes; en un momento se mostraba entusiasmado…al borde de la euforia y al siguiente, se sumergía en una melancolía tan densa que ni siquiera podías rozarlo.

Era su “Maestro”.

Eso significaba que ya recordaba aquello que en otro tiempo hubo sido y en este pequeño gran detalle residía su eterna frustración para con una existencia sin fin.

Ahora su única misión consistía en enseñarles a seres como él, esos que llamaban “Arcángeles” el camino hacia “La Verdad”, debían descubrir su verdadera naturaleza.

Ciel se preguntaba continuamente que habría sido Armand en su otra vida: un humano, un espíritu ancestral, un hechicero. Y en más de una ocasión había experimentado la quemante sensación de interrogarlo al respecto, pero dentro de su mundo, aquella era la peor afrenta que se podría realizar contra alguien…No estaba prohibido compartir la “Verdad” para con aquellos que resultaban allegados, pero sólo si este quería, cualquier cuestión relacionada con esta habría resultado de pésimo gusto.

—Maestro…—llamó suavemente.

El muchacho despego lentamente sus labios y tomando sus mejillas entre sus manos, asintió dulcemente. Él prosiguió.

—Una vez que descubres la “Verdad”, ya no queda nada… ¿cierto?

La sonrisa en el rostro de Armand se desvaneció, soltó su rostro y alejándose un par de pasos hasta darle la espalda, contestó con voz trémula, casi muerta.

—Eso sólo tú puedes decidirlo, Ciel.

Y abriendo sus alas, decidió que no quería escuchar más, emprendió el vuelo y se marchó.

Ciel sintió deseos de reclamarle el porque le negaba la verdad, ominosa y casi delirante por igual.

Una vez que lo descubriera, no habría “nada”. Únicamente una existencia infinita y tediosa, sin encanto…ni magia…

Siempre sería joven, siempre luciría hermoso, siempre estaría vacío.

¿Cómo es que dos palabras tan contradictorias, ancladas en extremos tan viscerales, podrían combinarse en un mismo pensamiento de una manera tan perversa?

—Siempre seré “nada”—concluyó y alzando el vuelo, se dirigió hasta el mundo de los Hombres.


2


Sebastián recordaba la voz de su hermano mayor contándole cuentos cuando era pequeño, una maraña de ropas y abrigo bajo una montaña de edredones, con la cálida chimenea calentando la agradable habitación.

—En otros tiempos los Humanos tenían aparatos gigantes, inmensos…donde se transportaban de un lado para otro, en cuestión de horas o minutos. Iban a almacenes gigantes donde compraban montañas de comida y cosas bonitas.

Su hermano a veces se detenía y le rascaba el estomago, provocándole cosquillas…él reía, reía hasta que las lágrimas le saltaban y el cuerpo le temblaba.

Le parecía que había pasado una eternidad de aquello.

Gracias a él había decidido estudiar Historia, porque era cierto…hubo un tiempo en que la civilización humana alcanzo logros inimaginables, rayando en lo absurdo; crearon objetos extraños a los que llamaron automóviles, trenes, aviones, produjeron cientos de artículos cuya utilidad era casi nula y creyeron en seres mitológicos: hadas, vampiros, duendes, fantasmas, dioses, demonios…

Pero ahora todo ello había quedado casi por completo en el pasado, enterrado bajo las ruinas dejadas tras la Última Gran Guerra.

Y su trabajo era desenterrarlo, estudiarlo e intentar darle forma en medio de esa locura en que el mundo se había transformado.

Pero él había nacido muchos, muchos años después de la Última Gran Guerra; así que sólo le quedaba escuchar las historias de su Familia y estudiar los pocos libros que aun quedaban de esa época, vagar por un mundo destruido por la miseria, el hambre y el dolor; en busca de respuestas que probablemente no servirían, más que para lamentarse por un pasado perdido y un futuro destrozado.

Pero incluso en esté detalle existía cierto placer. No podían reclamar aquello que jamás volverían a tener, pero si tomarlo como base de lo que aun eran capaces de crear.

Así que un día, ni mejor o peor que cualquier otro, abandonó la seguridad de la Mansión de su Padre y Madre, y se sumergió en aquel mundo, abrasivo y cruel por igual, pero lleno de misterios que descubrir y secretos que desentrañar. Lo llamaban “Apocalipsis”.

Tomó su maleta y salió de la Cúpula donde hasta entonces había vivido toda su vida en compañía de sus familiares y seres queridos. Completamente solo.

Sus padres le negaron cualquier apoyo e impidieron que alguien le extendiera la mano, él no se los reprochó, incluso comprendió. Creían que de esta manera impedirían que se marchara. Ilusos ego centristas.

No lo hacía para demostrar algo al mundo, ni siquiera a si mismo…sólo porque estaba aburrido y quería descubrir que había más allá de las paredes que durante toda su vida le aprisionaron.

Fuera un día o cincuenta años, quería vivir su vida tal y como lo deseaba. Si emprendía un camino de autodestrucción, lo aceptaba. Era el precio a pagar.

La noche caía como vado sobre la Tierra.

En la Ciudad, dentro de las Cúpulas habrían encendido las lámparas en un burdo intento de imitar la luz del día, bastante efectivo por cierto; aquí…Fuera, los animales nocturnos reclamaban su territorio y los diurnos se ocultaban en sus madrigueras, temblando y acobijándose, a sabiendas de que aquel podría ser su última noche con vida. Los Humanos exiliados también se estarían preparando para dormir, con lanzas, cuchillos, arcos y flechas…incluso una piedra serviría si se trataba de supervivencia.

Sebastián no dejaba de pensar en aquel mundo antes de la Última Gran Guerra, donde existían pequeños artefactos llamados “armas de fuego” capaces de matar a la bestia más feroz en cuestión de segundos, ante ellas los Humanos caían como mariposas en redes de niños.

Alguna vez su hermano le habría llevado hasta un Museo donde se exhibían este tipo de reliquias, incluso la habían permitido cargar algunas…recordaba la sensación, era pesada, pero no había dificultades para sostenerla…simplemente jalabas un gatillo y…moría, alguien moría.

El concepto sonaba incluso más absurdo que esas leyendas sobre hadas y duendecillos. Soltó una carcajada suave, contengo consigo mismo.

“¿Por qué ya no existen de estas, hermano?” había preguntado con la inocencia de un niño de tres años cuyo intelecto es superior al normal, pero madurez esta en espera de adquirir las experiencias de la vida.

“Porque los Humanos aprendemos de nuestros errores” había respondido el otro revolviéndole el cabello.

Con los años conocería las razones.

Encontró un edificio abandonado, no tenía techo y las paredes parecía que se derrumbarían de un momento a otro, resquebrajadas…por sus características, extensión y estructura supuso que se trataba de una fábrica. De esos tiempos en que las personas trabajaban hasta doce horas al día para comprar cosas que disfrutarían durante una hora o tal vez menos. Se recluyo en un rincón, uso su mochila como almohada y se entregó a un sueño, denso e inquieto…atento al menor detalle que le rodeará.


3


Ciel observaba al Humano dormir, su pecho subía y bajaba lentamente…respiraba.

Estaba vivo y era hermoso.

Lo era en verdad. No era la primera vez que se adentraba al mundo de los Humanos, pero cuando lo hacía, optaba por alejarse de las ciudades conocidas como Cúpulas, en cambio se introducía dentro de aquel denso follaje que llamaban “Apocalipsis”. Armand le hubo explicado alguna vez que se cuidará de los Humanos que habitaban esta zona, eran peligrosos; rechazados incluso por los de su propia especie, debían sobrevivir en un lugar para el que sus cuerpos frágiles no estaban preparados, ni las naturaleza les dotaba de herramientas.

Si lo hacían, casi siempre se veían obligados a mutar en otro tipo de seres…su cuerpo o mente se corrompía y su descendencia heredaba aquellos rasgos demenciales.

Ciel lo había comprobado en algunos casos, aunque en su mayoría, su apariencia física no distaba demasiado de aquellos Humanos que vivían dentro de la Cúpula.

Debajo de la apariencia sucia, las mejillas hundidas y las costillas sobresalientes eran tan iguales como sus hermanos.

Sin embargo, aquel humano era especial…le bastaba con verlo, magnifico, casi tanto como un Ángel. Ni siquiera la mugre en sus mejillas o el polvo en su cabello podían alterar su inescrutable belleza.

Observó a la mano del extraño aferrarse con fuerza sobre su muñeca, habría podido evadirla, pero no quería.

El hombre le observaba fijamente, incluso en la densa oscuridad podía sentir su mirada felina sobre él…escrutándolo.

—Buenas noches, mi buen amigo—saludo finalmente esté y lo libero. Se incorporó y recargó sobre la pared.

Ciel observó como sacaba una especie de candelabro e iluminaba débilmente el lugar, un brillo tenue, casi traslucido, incapaz de atraer a los animales.

El humano esbozó una sonrisa y permanecieron en silencio, mirándose…

Finalmente sonrió suavemente y añadió:

—¿Qué haces aquí?

—Te observaba dormir—respondió Ciel con naturalidad.

Sebastián lanzó un suspiro largo, prolongado, antes de inclinarse hasta adelante y volver a preguntar.

—¿Qué haces aquí?

—Te observaba dormir—repitió el otro con el rostro impasible, casi indiferente.

—Bien…sino quieres hablar, supongo que…

No le permitió terminar, ya que se arrojó sobre él y lo aprisionó contra la pared. Después lo beso.

Un contacto decadente, irracional, inclusive maniático…pero respondido en toda su absurda barbarie.

Y sólo el tenue resplandor de la vela fue testigo de cómo dos completos desconocidos, extraños al fin y al cabo, diferentes de punta a punta, se entregaban a una pasión desenfrenaba, tan irracional como el mundo dentro del cual se desarrollaba.

4

Sebastián se levantó al día siguiente, convencido que lo de la noche anterior no se había tratado más que de un sueño, dulce, prolífico y altamente seductor.

Seguramente sólo fueron sus ansias naturales de coito, una vez descubriera aquellas viejas ruinas, regresaría a casa…para participar en quizás, un par de orgías y más de un festín.

Pero al abrir los ojos descubrió que el pequeño cuerpo de un niño descansaba a su lado, sus ropas blancas estaban sucias y algunos mechones le caían sobre la frente, dormía plácidamente. Deseó lanzarse sobre la pequeña figura y mordisquear aquellos carnosos, casi comestibles labios rosados…

Fue en se momento que descubrió el hecho, pestañeo un par de veces y aceptó la realidad. No se trató de un simple sueño, sino de…

De acuerdo, no había problemas…es decir, al fin y al cabo no existía ninguna ley que impidiera acostarse con adolescentes, siempre y cuando estos lo desearán.

Había escuchado historias terribles de cómo en otros tiempos, la Sociedad había considerado esto terrible, algo inaceptable, antes de la Última Gran Guerra, pero muchas cosas habían cambiado después de esta, así que…

Lo importante era descubrir que hacía ese pequeño en los territorios del “Apocalipsis”, podía tratarse de que ese fuera su “Hogar”, más no encajaba dentro de aquel boceto, su estado físico era más que excelente y sus ojos inteligentes brillaban de manera excepcional, dentro albergaban un profundo conocimiento.

Además le rodeaba un aura extraña, algo que indudablemente le invitaba a acercarse, igual que una abeja lo hacía hasta el polen.

El menor abrió los ojos de pronto, estudió a su alrededor un par de segundos, antes de recostarse nuevamente.

—¿Quién eres?—le preguntó una vez más al muchacho.

—Soy un Ángel—le respondió sin dejar espacio para la duda o la especulación.

Decidió seguirle el juego.

—¿Y qué haces aquí?—preguntó haciendo caso omiso de la anterior respuesta.

—Nada en especial. ¿Y tú?

—Ando en búsqueda de unas ruinas.

—¿Puedo acompañarte?

Más que una pregunta, era una orden…una forma de ajustar las palabras para que no salieran con la severidad del mando.

—Por supuesto. Si eres capaz de seguirme el paso. Adelante—respondió confiado en que el niño se soltaría a reír de un momento a otro o titubearía en señal de miedo. Más no lo hizo.

Se puso de pie y sus ojos se posaron sobre la selva, profunda, densa y peligrosa.

Más que estudiarla, parecía contemplarla con la misma indiferencia con de un Padre que asiste por tercer año consecutivo al festival de su hijo.

Tras un fugaz desayuno, donde el niño se negó a probar bocado, emprendieron la marcha. Al principio en silencio, los acontecimientos de la noche anterior le seguían pareciendo increíbles, como si hubiera sido otro quién se hubiera entregado a los mismos.

Con el transcurso del tiempo descubrió que el pequeño tenía un sentido del humor irónico, incluso negro; hablaba poco, pero respondía a la mayoría de las preguntas en un tono sarcástico y burlón.

No parecía tener necesidad de descansar, probar bocados o tomar agua, sus pequeños pies daban un paso tras otro y su cuerpo no mostraba el menor signo de cansancio, ni siquiera sudaba.

“Quizás si es un Ángel” pensó, divertido ante lo absurdo del pensamiento.

Aquellos seres en otro tiempo fueron venerados por los Humanos, ahora sólo eran conocidos por los especialistas en el tema.

—¿Qué esperas encontrar?—le preguntó el niño en un momento en que se sentía especialmente agotado, jadeaba mientras bebía copiosamente de su cantimplora.

—Rui…nas…—alcanzó a responder dejándose caer, completamente agotado.

—¿Ruinas?—respondió a modo de pregunta, pidiendo más que una definición, una interpretación de las mismas.

—Muchos consideran que el pasado es inútil y estaríamos mejor si lo olvidáramos. Yo creo que es la única forma en que podemos recordar quienes somos y hacia donde vamos.

El niño lo escuchaba atento, con escepticismo.

—¿Y si ellos estuvieran en lo cierto y el pasado no fuera más que una pieza inútil a la que observar y desechar?

Había desprecio en sus palabras, también pasión.

—Supongo que eso significaría que estaría dedicando mi vida a una causa perdida—y haciendo gala de su mejor sonrisa añadió—. Y realmente no me importaría demasiado. Es mejor vivir una existencia corta y con significado, que una existencia larga y vacía.

El menor sonrió, aparentemente satisfecho con la respuesta.

Esa noche durmieron juntos, no se tocaron o besaron, apenas y sus cuerpos se rozaron, uno al lado del otro, aspirando su olor corporal, sintiendo la frialdad de su piel, escudriñando los infinitos de sus ojos.

—Si continúas con esto, quizás mueras…—le dijo el niño durante la noche y detectó cierto temor en su voz infantil—. Estas enfermo…—paso su pequeña mano por su frente—debes regresar con los Humanos, ellos te cuidarán y ayudarán a recuperarte. Aun hay tiempo.

—Si lo hago, significará que no podre volver a verte. Me quedaré contigo.

Debía delirar de fiebre, para preferir la compañía de un niñito perdido a los brazos de su familia, incluyendo su hermano.

—No, no volverás a verme. Pero se supone que jamás deberíamos habernos conocido.

El menor sufría, tomó su boca y vertió un líquido espeso, le escoció la lengua y provocó arcadas, gracias a su característico sabor metálico supo que era casi de inmediato.

—Es mi sangre. Te ayudará a mejorar o resistir lo suficiente para llegar con tu gente—le explicó obligándola a beber en pequeños sorbos. Su mano se cerraba en torno a su mandíbula con una fuerza desproporcionada con la figura de su dueño.

Después lo beso.

No existían razones, tampoco las pedían…la lógica constituía el más grande enemigo e invocarla un sacrilegio.

¿Se amaban, necesitaban o atraían?

No necesitaban una explicación.

Era agradable, placentero, adictivo…era lo único que importaba.

Durante la madrugada, lo escuchó levantase, el niño le dedicó una mirada fría, intentando ocultar sin mucho éxito cuanto le pesaba tener que marcharse.

—Mi nombre es Sebastián Michaelis. ¿Cuál es el tuyo?

—Puedes llamarme Ciel—contestó echando su rostro hacia atrás con el objetivo de visualizar el cielo, vasto e infinito.

—¿Cómo el Cielo?—preguntó estúpidamente.

—Quizás…

Comenzó a caminar y en segundos su pequeña figura se perdió entre las sombras, fantasmas y susurros de los arboles.

5

Ciel sabía que estaba haciendo lo correcto.

Había habido relaciones de ese tipo antes. Armand se lo había dicho.

Ángeles perdidamente enamorados de Humanos que renunciaban a su raza y traicionaban a sus principios. Se les perseguía hasta que se les encontraba y entonces encarcelaba.

“No es un precio que valga la pena pagar” le había dicho su Maestro haciendo alusión a que existían miles de Ángeles y Dioses de la Muerte de los cuales elegir “Ellos no conocen la inmortalidad y sus almas no siempre renacen. Muchos no están preparados para llegar hasta nuestro plano astral. Ganas poco y lo pierdes todo”

No era la primera vez que Ciel bajaba hasta el mundo de los Humanos y probablemente no sería la última, sin embargo, nunca antes se había sentido tan atraído hacia alguien más, humano o no; ni tampoco tan contento consigo mismo.

No quería verlo morir.

Así que cuido de él durante esa noche y se aseguro que regresará a su hogar, con los suyos.

Siempre en las sombras, oculto entre la oscuridad, perdido entre los pliegues de la realidad y fantasía.

Si un animal quería atacarlo, lo asesinaba antes.

Si un humano planeaba robarle, lo hería de muerte.

Si los alimentos escaseaban, conseguía más y se los ponía a la vista.

Pasaron días de esta forma, hasta que observó como las puertas de la Cúpula se abrían y Sebastián retornaba a su hogar.

Su padre lo besaba, su madre lo abrazaba y su hermano le daba palmaditas en la espalda.

Sintió una envidia atroz hacia estos, porque ellos podían amarlo tan libremente, cuando el debía ocultarse entre las sombras. Y experimento el impulso de asesinarlos, a todos los que se interponían entre Sebastián y él.

Sin embargo desistió de la idea y la desechó con la misma rapidez que en un instante la concibió.

Así que se alejo, en silencio…al Cielo.



SEGUNDA PARTE

LA MISIÓN



1

Armand supo que algo así, tarde o temprano habría de pasar, hubiera preferido tener un poco más de tiempo antes de arrojar a Ciel dentro de aquel tórrido universo de recuerdos, culpas y errores…pero no estaba en sus manos, si el destino así lo había decidido, no podía oponerse a esté.

Así que cuando Ciel apareció frente a él con una sonrisa cálida en el rostro y un ligero rubor en sus mejillas normalmente pálidas, supo que estaba casi feliz.

Una vez que descubriera “La Verdad” probablemente no volvería a estarlo o, por el contrario, se embriagaría de alegría.

De cualquier manera, tendría que encomendarle su Misión y vigilarle de cerca.

—Hay una nueva misión para ti—anunció fraguando una ligera mueca de descontento y le extendió un folder con toda la documentación relacionada con la misma.

Ciel lo tomó con indiferencia, le abrió…y aunque su rostro perdió de un segundo a otro, el escaso color de sus mejillas, el resto de su cuerpo no lo traicionó, ni tampoco su impasible mirada.

Se limitó a asentir con la cabeza y desaparecer.

Armand lanzó un pequeño bufido de desesperación, si tan sólo le permitieran agilizar toda esa parafernalia, podría evitar muchos malentendidos y dolores de cabeza.

— ¿Qué decisión crees que tomará?—le preguntó a aquel peculiar Dios de la Muerte, cuya presencia jamás le aburría.

—Por supuesto que tomará el camino del amor ¡Death!—pausó un instante y jugueteando con su cabello agregó—. ¿Qué te parece si tu y yo vamos a…?

—Olvídalo—concluyó de manera tajante, sin embargo no pudo evitar pasar un brazo por los hombros del otro. Verlo caer rendido en sus brazos era la mejor parte de esa rutina.

—Tenemos que verlos…—comentó Grell en poco más de un susurro abriendo un ojo—. Será divertido.

2

Un día despertó y no supo nada más.

No sabía su nombre, tampoco el lugar de donde vendría o a donde iría. Descubrió que tenía alas y que podía volar.

—¿Cómo quieres ser llamado?— le preguntó una voz con un rostro que no alcanzaba a recordar.

—Ciel—respondió, era su nombre, el único recuerdo que reclamaba como propio y podía jurar que le pertenecía.

Lo cuidaron durante un largo tiempo, su cuerpo tenía dificultades para sostenerse y lo que en un principio le parecieron hermosas aleaciones para volar, descubrió que no eran más que un puñado de alas frágiles, sensibles ante el menor contacto y que le provocaban un dolor tan lacerante y agudo que en ocasiones deseaba arrancárselas de raíz.

—No puedes—le dijo un muchacho que se presentó bajo el nombre de Armand—. No debes en realidad. Si las arrancas volverán a nacer y esta vez será más doloroso, renacerán en carne viva, sangrantes. Yo lo sé porque lo hice.

Y tomando sus manos le ayudo a soportar su dolor.

Poco después le dijo que ellos eran Ángeles y él, uno bastante pretencioso.

Le instruyó de sus funciones a lo largo de las eras, en unos tiempos indiferentes a todo aquello que se encontrará fuera de su plano astral, en otros ayudantes y amigos de criaturas débiles y enfermas, llamados Humanos…en esa época, en la que él había nacido, estaban en guerra con los Demonios. No había espacio para la tregua.

—¿Guerra?—preguntó sin comprender del todo que es lo que implicaba.

—Se las declaramos hace mucho tiempo. Los vencimos. Pero muchos escaparon y guardaron su alma. Destruiríamos sus cuerpos, pero no su esencia. Así que decidieron vivir entre aquellos a los que habían llevado al borde de la destrucción: los Humanos. Los Dioses de la Muerte nos apoyaron en un principio, poco después se mostraron indiferentes y finalmente se declararon neutrales.

—Los Humanos son detestables—repitió cual si recitará un sacramento.

Armand rio suavemente y acarició la palma de sus manos.

—Todas las razas, pequeñas o grandes, poderosas o débiles, terrenales o astrales, guardan dentro de si un espacio para la bondad y la maldad. ¿Lo comprendes?

No le exigía una respuesta, sabía que con el tiempo la encontraría.

—¿Quién soy yo?

—Eres el primero que ha aparecido en un largo tiempo, más no el último. Algún día, si permaneces con nosotros el tiempo suficiente, seguramente lo sabrás

No comprendía a que se refería, más lo aceptaba con una naturalidad innata, como si las cosas no pudieran ser de otra manera.

Así que cuando su cuerpo terminó de adaptarse y sus alas estuvieron completas, le explicaron cuales serían sus misiones.

Destruir a aquellos demonios cuya alma residía dentro del cuerpo de los Humanos. Capturar su esencia y arrojarlos dentro de un abismo en el cual serían prisioneros durante toda la eternidad.

Y lo hizo sin miramientos, sin cuestionarlo, sin titubeos.

No experimentó un solo momento de dudas hasta ese día en que el nombre del rostro y humano al cual debía capturar y asesinar le fue entregado.

—Sebastián Michaelis…—susurró hacia la nada y se encaminó hasta el mundo de los Humanos.

3

El muchacho había desaparecido en el mismo silencio y sobriedad con que apareció una fría noche en medio de la nada. Y no pasaba siquiera un minuto en que no dejará de preguntarse de donde o como había llegado hasta él. Porque estaba seguro, lo podía sentir en su sangre, todo su cuerpo se lo reclamaba a gritos, ellos debían estar juntos, se pertenecían.

Quizás lo supo desde el primer momento en que visualizó su rostro a la luz de las estrellas o lo averiguó un segundo antes de verlo desvanecerse entre los árboles.

Pero ese niño le pertenecía.

Lo quería. Lo amaba. Lo necesitaba.

Vertió el vino dentro de la copa y bebió el contenido de un trago, el sabor agridulce de las uvas invadió sus pupilas gustativas y el alcohol penetró dentro de su torrente sanguíneo, faltaba mucho antes de que el resto de su Sistema se viera afectado, motivado por su resistencia y pasadas experiencias volvió a llenar la copa y apuro el contenido, hasta el fondo.

La comodidad de su hogar, la seguridad de sus libros, la soledad de su escondite…todo esto no hacía más que ennegrecer sus pensamientos y teñir sus sentimientos.

Lo quería con él.

—Ciel…—llamo, seguro de que de nada serviría—. Ciel…—llamó una vez más y la habitación se iluminó, los cojines se impregnaron con su fragancia y el ambiente se solidifico hasta convertirse en una escena idílica, perfecta, por el simple hecho de que él estaba presente en ella.

El niño sostenía una espada entre sus manos y las alas que en un momento creyó producto de una mente febril y acosada por los fantasmas de la locura, se expandían cual Sol sobre la Tierra, lo envolvían casi por completo, en su magia y calidez. Ciel era perfecto, extraordinario y perfecto en cada centímetro de su piel inmaculada.

—Debes morir…—le dijo corriendo hasta él y alzando la espada.

Le iba a matar.

Debía correr o tal vez gritar, quizás defenderse…pero la escena tenía tintes surrealistas.

¿Y si todo se trataba de un sueño?

¿Y si de un momento a otro fuera a despertar?

¿Y si había sido víctima del veneno de algún animal y ahora agonizará en medio de la demencia sin más compañía que su locura?

Cuando la espada rasgo su camisa y penetró dentro de su cuerpo, lo supo…y se maldijo por olvidarlo.

La vida se le iba, la sangre también…su alma no, residía dentro de aquel débil e insípido cuerpo humano, quizás podría, tal vez…

Tomó la muñeca de su Joven Amo y la rasgó, la sangre mano, copiosa, igual que si brotará de un manantial, cálida y espesa…lista para ser servida, intercambiada y compartida.

Y se mezcló con la de Ciel, una sonrisa picaresca cruzo sus labios…

“Joven Amo, quizás pierda la poca cordura que le debe de quedar cuando lo sepa”

Y la idea nunca antes se le antojó más exquisita.




TERCERA PARTE

LA PROMESA



El tiempo apremiaba. No había tiempo para despedidas, ni lugar para las dudas.

Pero Ciel continuaba negándose, cual niñito caprichoso se mostraba reacio a tomar la única alternativa por la que podían optar.

Sebastián sintió el leve deseo de tomarlo por los brazos y abofetearlo, quizás de esta forma comprendería; sin embargo él continuaba siendo una Simple Mayordomo, por lo que el mero pensamiento resultara inadmisible para con su Joven Amo.

Ciel había perdido su humanidad al convertirse en Demonio, pero había recuperado parte de su corazón.

¿Cómo terminaron siendo algo más que Amo—Sirviente?

Quizás los cientos de años encadenados uno al otro constituyeron su salvación, en lugar de perdición.

Ahora no importaba, su trabajo era simple y sencillamente proteger y servir a su Contratista hasta el fin de los Tiempos e incluso más allá, si las circunstancias lo exigían.

—¡He dicho que no, Sebastián!—gritó Ciel una vez más, cansado de discutir un punto en el que no pensaba ceder—. Nací como humano, por lo tanto, algún día debo de morir. No se a donde irá mi alma o siquiera si tengo una, pero…

Sebastián se arrodilló hasta quedar al nivel de Ciel, arregló las agujetas de sus zapatos y acarició su rostro, las tersas mejillas.

—No hay orgullo en comportarse como un estúpido. Entre más pronto lo comprenda, más sencillo será para mi.

—Déjame morir con los Humanos…—musitó el niño dejándose acariciar.

Hacía tanto tiempo que no se sentía tan perdido y a la vez satisfecho.

Iba a morir. Realmente lo iba a hacer.

Con el cuerpo de un niño de trece años, tal y como siempre debió haber sido…pero la mente de un demonio milenario.

Si en este mundo existía algo similar a la justicia divina, aquella situación sería lo más cercano en que se encontraría de conocerla.

No tenía miedo, tampoco sentía alegría…simple y sencillamente paz. Sebastián no podría comprenderlo jamás.

Los Humanos nacían con el deseo de vivir, pero también de morir, porque les gustaba cerrar ciclos y quizás este era el más importante, el único que en verdad
merecía la pena.

—Me has servido bien durante todos estos años—exclamó esbozando una sarcástica sonrisa—. Te libero. Ya no tienes que hacerlo. Puedes irte si eso es lo que quieres, ¡Sálvate!

Porque los Humanos habían terminado por alcanzar el colmo de su irracionalidad y narcicismo; se mataban entre sí y caían igual a moscas, la raza humana se dirigía hacia su extinción.

Ese era el Fin de los Tiempos. Había llegado hasta él. Le tocaba morir.

Los Dioses de la Muerte y Ángeles albergaban la esperanza de que algunos se salvarán, con un puñado bastaría…ellos no podían intervenir, no era su Mundo, no tenían poder sobre ellos.

Solo les quedaba guardar la esperanza de que así sería y esos pocos sobrevivientes tuvieran el suficiente sentido común como para no repetir los errores del pasado y renacieran de entre sus cenizas.

Sin embargo, una raza habría de desaparecer para mantener el equilibrio.

Humanos, Ángeles, Dioses de la Muerte y…Demonios, estos últimos fueron los elegidos para desempeñar tal papel y pagar tal condena, no tenían función en este mundo ni razón de ser, egoístas y de naturaleza malvada, se dedicaban simple y sencillamente a alimentarse de los Humanos.

Así que votaron y optaron por su destrucción.

Después de todo, a falta de Humanos de los que alimentarse, no tardarían en atacar a los Ángeles o Dioses de la Muerte y entonces darían inicio a una guerra como nunca antes había habido.

Lo mejor era evitar aquel posible escenario.

Y la decisión recorrió los recintos de Ángeles y Dioses de la Muerte, pronto actuarían.

—¡Deben ser destruidos!

El Sepulturero se había abstenido de votar, a pesar del alto puesto que ocupaba, pero aceptaba la decisión de sus compañeros; de alguna forma lo lamentaba…a lo largo de los siglos había conocido a cientos de Demonios y estimaba a algunos. No eran seres perfectos, respondían a su naturaleza tal y como cualquier otra Criatura, tentaban y devoraban a los Humanos, sin embargo eran fieles a sus palabras y se regían por principios.

No obstante, lo admitía…si los Seres Humanos querían tener una oportunidad para redimirse, la mayor parte de los obstáculos debían ser destruidos. Y entre ellos, estaban los Demonios.

Así que entre los primeros en enterarse de la noticia, estuvieron aquella singular pareja demoniaca, cuya amistad se financiaba en siglos de bromas absurdas.

Los encontró simulando tomar el té en un restaurante destrozado casi en su totalidad.

Ciel tomaba la taza con parsimonia, elegancia y rectitud; igual que si se encontrará en un salón de té correspondiente a la época en que había nacido.

Asintió sin que su rostro delatara su verdadero sentir al escuchar lo noticia.

Sebastián en cambio se mostraba ligeramente ansioso, casi desesperado.

Ambos lo veían venir y estaban esperando.

La discusión dio inicio, uno intentaba convencer al otro de que aquella manera de obrar era por mucho, la mejor y el otro empecinado en que no tenía caso luchar contra el destino, sin importar cuan caprichoso fuera.

Y El Sepulturero se descubrió testigo de un duelo de voluntades, donde ningún bando estaba dispuesto a ceder.

Porque por los siglos de los siglos, jamás lo admitirían.

Se amaban y no soportaban la idea de separarse. No tras arrastrar tantos años de convivencia constante, casi inseparable.

Pero palabras como “Te Amo”, “Te necesito”, “Te extrañare” eran cosas que jamás se dirían. Sentimientos vedados entre seres de naturaleza perversa.

Sebastián sonrió al escuchar las palabras de Ciel. Lo liberaba de su Contrato.

—Joven Amo, durante todo este tiempo…esta obscena cantidad de siglos que hemos pasado juntos he tenido la oportunidad de romper con el contrato durante más de una vez. Me bastaba con matarlo y créame, no han faltado oportunidades ni razones para hacerlo.

Ciel abrió los ojos entre sorprendido y avergonzado, apartó los ojos y murmuró entre dientes.

—Eres un maldito bastardo.

Sebastián asintió, ladeo su rostro y llevo las gráciles manos del niño hasta sus labios, besándolas.

—Lo somos querido—agregó el Demonio—. Pero debemos hacer esto. ¿Lo entiende?

Ciel lanzó un largo suspiro, echó la cabeza hacia atrás y pregunto:

—¿Es una orden?

—Yes, My Lord—puntualizó Sebastián usando el usual juego de palabras, gastado e inservible en un mundo aberrante.

Los ojos de Ciel se encontraron con los de Sebastián, había pavor en los orbes carmesís del Mayordomo, pero no tenía miedo de su propia muerte, sino de perderlo. Tal vez no se lo dijera por una estúpida cuestión de orgullo, sin embargo, sus ojos lo delataban.

Finalmente Sebastián se inclinó y tomó a la pequeña figura del Conde, sujetándolo del talle suavemente y profundizando en de su boca, un beso suave y bestial a la vez, tan endemoniadamente agresivo como el primero, pero con toda la sutileza que correspondía a centenares de años de conocimiento. Largo y espeso…probablemente, no, seguramente sería el último.

Ciel tuvo el impulso de llorar como cuando era humano, hacía tanto años que sentimientos tan banales e inútiles no le carcomían, sentía las lágrimas escocerle tras los ojos, pero se contuvo. Los demonios no mostraban sentimientos, los demonios no lloraban, los demonios no amaban…

“Pero yo soy mitad humano” gritó dentro de su mente.

No quería separarse jamás del cuerpo de su Mayordomo, deseaba que ese momento se expandiera durante milenios, el universo podía ser destruido si así lo consideraban oportuno, los Humanos, Ángeles, Demonios y cualquier ser en la Tierra capaz de respirar también, a él sólo le importaba Sebastián.

Pero el furioso agarre termino y lentamente cedió al empuje de Sebastián separándose lentamente.

Ciel observó al Sepulturero, quiso gritar, llorar, rebelarse, pero no podía.

“Lo hago por él” se repetía cual letanía dentro de su mente y lo hizo hasta el último momento, hasta el final…

El Sepulturero había sido bastante claro al declararlo.

“Sólo puedo salvar el alma de uno de ustedes”

Habían elegido, era todo.

—Prometo que algún día volveremos a encontrarnos…—fue lo último que susurró al oído de Sebastián —. Es nuestra promesa.

Y ahora la cumpliría.

CUARTA PARTE

ETERNIDAD

Un niño, una familia, un perro llamado Sebastián, personas malvadas, fuego, un demonio, un contrato, una maldición, otro Condenado, muertes, sangres, ala, sufrimiento, un Demonio traidor, dolor, vergüenza, condena, decepción, resignación, amor, una trampa, ojos rojos, un cuerpo eternamente infantil, un
único ser…

Ciel abrió los ojos, se llevó las manos hasta la cabeza e intentó darle forma a la vorágine de recuerdos, emociones y sentimientos que amenazaban con destruirlo.

Esa era “La Verdad”.

Pensamientos, imágenes, sonrisas, rencores, temores, culpas…lo creyó olvidado para siempre, pero se equivocó.

Sebastián se moría. No podía permitirlo. Sus propios jadeos le regresaron a la realidad.

Corrió hasta el cuerpo cuya vida se deslizaba entre sus dedos igual que agua, roció su sangre sobre la piel abierta cercenada e inspiró, elevo una plegaria a un Dios en que no creía y rogo porque no fuera demasiado tarde.

Era el destino. Estaba predestinado. Ambos habían sobrevivido.

En cuestión de segundos todo en lo que creía se vino abajo, en minutos su mundo se desmorono nuevamente…pero no le importaba, aun estaba a tiempo, todavía podía salvar a su razón de existir. No era demasiado tarde. Buscaría un recipiente para la esencia de Sebastián, un cuerpo perfecto, uno con el que podría hacer un Contrato.

La herida no sanaba, la sangre no dejaba de correr, el olor nauseabundo de la muerte atiborraba sus sentidos.

¿Por qué?

Él tenía el cuerpo de un Ángel, podía alargar la vida y curar los cuerpos humanos.

Entonces porque.

¿Por que Sebastián moría? ¿Porque no le podía salvar? ¿Porque lo amaba como aquel último día?

¿Por que…?

El hombre cuya alma albergaba a Sebastián abrió los ojos, por un instante titilaron a la luz de la luna, carmesís, inyectados de rojo…la mirada de un Demonio, impenetrable y dominante.

Sus labios se abrieron, pero ningún sonido salió de ellos. Quería decirle algo y él no deseaba más que escucharlo, pero…

Su alma, la robaría…no, en realidad, la reclamaría, le pertenecía por justo derecho.

Era suya desde el día en que lo hizo su Mayordomo. Nadie más la tendría.

Tomó un pequeño anillo de jade y la introdujo dentro, la piedra brillo.

Sebastián era suyo. Y entonces rió.

Se puso el anillo y continúo riendo, ante la hilaridad de la situación, lo absurdo del momento.

Él que durante siglos no deseo otra cosa que verse libre de aquel Demonio, ahora no anhelaba más que compartir la eternidad junto a él.

Acarició la piedra con afecto, casi placer.

“Sebastián, ¿me escuchas?”

“Por supuesto, Joven Amo”

“Te conseguiré un cuerpo. ¿Estas de acuerdo?”

“Francamente los contras superan a los pros. ¿Seguro que quiere continuar con una tontería de ese tipo?

Dentro de su mente podía escuchar la burla, deslizándose con sorna, ofendiéndolo sutilmente. Le gustaba.

“Sólo sigue mis ordenes”

“La raza a la que pertenece ahora le perseguirá Joven Amo. Estará en constante peligro de ahora en adelante. ¿Esta dispuesto a correr tales riesgos?

“¿Estas dispuesto a servirme durante toda la eternidad?”

“Yes, My Lord”

“Entonces comprenderás que no puedo quedarme sin un Sirviente. Sólo lo hago pensando en mí”

Sintió el placer y la satisfacción de la esencia de Sebastián acariciando su cuerpo, pululando por mostrarse de una manera más física. Sonrió para si mismo y le dirigió una mirada al que hasta hace minutos había sido el cuerpo de Sebastián y se avergonzó del mismo.

Una muerte tan simple, en compensación a la aburrida vida que llevo. No era indigno de su amado Mayordomo. No lo lamentaba realmente. Le conseguiría un cuerpo hermoso y poderoso, digno de un Demonio de su talle, aunque eso significará adentrarse a las profundidades del abismo una vez más.

Batió sus alas y se encontró con Armand, observándole en silencio, Grell a su lado…sonriendo divertido, como si estuviera visualizando una escena esperada durante un largo tiempo, que sin embargo carecía de emoción, porque se conocía el desenlace de la misma desde el principio.

—¿No me detendrás?—le preguntó a Armand antes de penetrar en la Oscuridad.

—Siempre supimos quién eras realmente—le respondió el muchacho de cabellera castaña—. El Sepulturero vino un día y nos mostró lo que un día fuiste y en lo que terminaste por convertirte. Esperamos que una vez descubierta “La Verdad” eligieras el camino correcto.

—Los caminos correctos o incorrectos no existen—protestó él—sólo los senderos caprichosos dispuestos a conducirse hasta abismos engañosos.

Armand abrió la boca dispuesto a rebatir, pero sus labios se cerraron de pronto, impenetrables.

—Dime pequeño—le llamó Grell tomando la delantera—. ¿Cuál es tu elección?

—Lo elijo a él—respondió y se introdujo dentro de los abismos de la noche.

Le observaron alejarse. No se lo impidieron. Llegaría el día en que lo perseguirían e incluso intentarían matarle. El día en que lo repudiarían y fingieran jamás haberlo conocido. Pero no sería ese.

En ese momento, sólo existían él y Sebastián.

“¿No te arrepientes de haber abandonado el Cielo?”

Le preguntó Sebastián.

—Como podría hacerlo cuando lo llevo en mi nombre  y te arrastraré conmigo a esté…

Sebastián no contestó, en ese momento, pequeño instante, no importaba si existía un cielo o un infierno, un futuro o un pasado, un hoy o un mañana.

Se tenían al uno al otro. Por siempre.

Amo y Mayordomo.

Sirviente y Contratista.

Ángel y Demonio.

Hasta el fin de los tiempos.

Y por toda la eternidad.

FIN

Cualquier queja, comentario, crítica, sugerencia será bien recibida. Gracias por leer.


Última edición por Angie el Lun Jul 29, 2013 4:13 am, editado 1 vez
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MensajeTema: Re: =Concurso= Punto Final a Kuroshitsuji //FINALIZADO   =Concurso= Punto Final a Kuroshitsuji //FINALIZADO Icon_minitimeLun Jul 29, 2013 2:45 am

Drabble de 100 palabras del final de kuroshitsuji *se que ya me pase pero este tema quedo casi solo, no podia solo ignorarlo*

Inglaterra estaba en guerra contra si misma, las investigaciones que había mandado hacer a Ciel conducían a incriminarla por la muerte de sus padres y su casi asesinato en el pasado. El mayordomo estaba saltando entre los techos buscando a la anciana con prisa y el joven en brazos con unas heridas externas debido al caos total, edificios se derrumbaban y litros de sangre cubrían las calles mientras otro huían por sus vidas. La habían encontrado en su trono, el demonio casi la asesina pero su amo con una espada la atravezo robandole la vida, derramando sangre y muriendo lentamente.

lo se que gay pero no podia dejar sola aqui a Angie :3 vine a que me ganara Cool ajam Cool xD
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MensajeTema: Re: =Concurso= Punto Final a Kuroshitsuji //FINALIZADO   =Concurso= Punto Final a Kuroshitsuji //FINALIZADO Icon_minitimeLun Jul 29, 2013 2:45 am

Inician las votaciones :3
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MensajeTema: Re: =Concurso= Punto Final a Kuroshitsuji //FINALIZADO   =Concurso= Punto Final a Kuroshitsuji //FINALIZADO Icon_minitimeMar Jul 30, 2013 1:18 am

LOOOL... yo pasando a votar..
no le hace... no sabía realmente ne que consistían cada cosa...
*suspira algo triste*
me hubiera gustado participar..pero.... no supe hacer una historia.o más bien..un final... carajo...¬¬#
en fin....
me han gustado ambos...pero

mi voto es para...


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MensajeTema: Re: =Concurso= Punto Final a Kuroshitsuji //FINALIZADO   =Concurso= Punto Final a Kuroshitsuji //FINALIZADO Icon_minitimeMar Jul 30, 2013 6:59 am

Wuooo me ha emocionado la historia de Angie =Concurso= Punto Final a Kuroshitsuji //FINALIZADO 987752 =Concurso= Punto Final a Kuroshitsuji //FINALIZADO 987752 

Mi voto es para:
Voto supermegasecretodeesosquesolosaleenspoiler:
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MensajeTema: Re: =Concurso= Punto Final a Kuroshitsuji //FINALIZADO   =Concurso= Punto Final a Kuroshitsuji //FINALIZADO Icon_minitimeMar Jul 30, 2013 3:31 pm

La historia de Angie: Recuerdo esta historia, la ame en ese entonces y la amo ahora de nuevo

El drabble de Miss: Es un final que muchas quisieramos, sin duda XD

Y mi voto es para
voto secreto, no mirar:
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MensajeTema: Re: =Concurso= Punto Final a Kuroshitsuji //FINALIZADO   =Concurso= Punto Final a Kuroshitsuji //FINALIZADO Icon_minitimeMiér Jul 31, 2013 7:21 pm

Mi voto es para Angie ~ Por supuesto me encantó el drabble de Miss,y más sabiendo que es muy difícil escribir algo en 100 parabras (al menos algo más profundo que "va un caracol y vuelca") y todos sabemos que ese sería el final perfecto.
Pero lo que escribió Angie es un tocho muy retorcido (?) y por eso me gusta ♥ La historia es muy hermosa y original *v*
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MensajeTema: Re: =Concurso= Punto Final a Kuroshitsuji //FINALIZADO   =Concurso= Punto Final a Kuroshitsuji //FINALIZADO Icon_minitimeJue Ago 01, 2013 2:45 pm

Voto por Angie definitivamente
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Marie Deus.
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MensajeTema: Re: =Concurso= Punto Final a Kuroshitsuji //FINALIZADO   =Concurso= Punto Final a Kuroshitsuji //FINALIZADO Icon_minitimeJue Ago 15, 2013 12:54 am

Aw, finales hermosos *C*
el drabble de Miss es super aw.


Pero... Mi voto va para Angie, pienso que está tremendamente elaborado y pensado, suerte Cool
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MensajeTema: Re: =Concurso= Punto Final a Kuroshitsuji //FINALIZADO   =Concurso= Punto Final a Kuroshitsuji //FINALIZADO Icon_minitimeMar Sep 10, 2013 10:04 am

 FIN DE LAS VOTACIONES ^^

GANADORA: ANGIE cheers .

FELICIDADES Y GRACIAS A TOD@ LOS PARTICIPANTES.
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MensajeTema: Re: =Concurso= Punto Final a Kuroshitsuji //FINALIZADO   =Concurso= Punto Final a Kuroshitsuji //FINALIZADO Icon_minitime

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