En un Lugar Desconocido

Le había escuchado, le había sentido.

Desde el principio sabía en que lugar se encontraba, pero desconocía a sus captores. Quería alargar más la espera, pero el llamado de su amo era más poderoso que su sorna.

Miró la hora. No se había tardado tanto desde la mansión hasta ese remoto lugar, afueras del pueblo más lejano de londres. Por lo menos esperaba llegar a la hora del té, y alcanzar a asiar a su joven amo quien, logicamente, estaría en condiciones no aptas para sus bulliciosos visitantes.

Analizó el entorno. ¿Poca vigilancia, o era una trampa?

La edificación estaba desastrosa. Al parecer, esa casona de campo llebava abandonada más tiempo del que él se encontraba sirviendo a su joven amo. Por la situación, era lógico que su amo se encontraba en el subterráneo, sin tener que recurrir al contrato para hallarlo.

Pero el silencio le inquietaba.

Sintió que habían más personas en el interior. Ocho a lo mucho. Se encontraban charlando entre sí, descuidadamente.

Sebastian sonrió. Los captores no estaban, y que esos inexpertos se encontraban allí era porque se les había contratado para vigilar a un niño. Pero... ¿qué tanta atención podrían poner en un niño, si este es indefenso?

Sacarlo de ahí, sería más fácil de lo que él creía y eso lo desconcertó un poco. Quería, por lo menos, que aquello fuera más entretenido.

Ingresó sutilmente, pasando desapercibido por los inexpertos guardias, pero tuvo una extraña sensación de que alguien le estaba mirando. Por un momento se le ocurrió que tal vez, sólo tal vez, eso no era más que una prueba para saber hasta donde llegaba el poder de su amo. Si eso era cierto, y sacaba a su joven amo de ahí, ellos volverían a atacar.

Y esta idea le provocó una extraña emoción.

- No será tan aburrido como lo pensé.

Al ingresar, notó que el único guardía que vigilaba la puerta de la celda de su amo, dormía, y sutilmente se acercó a él, para que este cayera secamente hacia el suelo, inerte, dejando libre el acceso hacia su amo.

- Vaya, vaya, joven amo... ¿Cuántas veces le he dicho que sea más precavido? - susurró al ingresar, acercándosele poco a poco.

Se extrañó al no recibir respuesta y con seriedad comprobó que la fiebre había aumentado y que su amo se encontraba desmayado. Rompió sus amarras y cogió la manta que estaba cerca de su niño, para arroparle y cargarle en brazos.

- Ve, joven amo... ahora usted tendrá que guardar doble reposo....

Ciel reaccionó al sentir movimiento fuera de su prisión, pero se encontraba demasiado débil como para abrir los ojos.

La puerta...unos pasos y una voz familiar que habló con su natural sarcasmo. Pero era incapaz de responder.

Sólo cuando Sebastian lo tomó entre sus brazos fue capaz de entreabrir sus ojos, mirandole con su usual frialdad.

- Te...tardaste demasiado - dijo con una voz casi inaudible, pero incluso aquel pequeño gesto le había significado demasiado esfuerzo, volviendo a perder la conciencia apoyando su cabeza en el pecho de su mayordomo.

Sonrió.

- Disculpe la demora... pero usted tardó el llamarme - respondió, sin mirar a su amo, caminando hacia la salida, pendiente de cualquier elemento extraño o...

- ¿QUIEN ERES TU??? - se escuchó desde el fondo. De inmediato aparecieron los guardias inexpertos que había visto al entrar. Suspiró.

Se había olvidado completamente de ellos.

- Vaya... eran tan insignificantes que los olvidé por completo - se dijo para así, siguiendo su camino, pasando entre ellos - Es mejor apurarme, la hora del té se aproxima.

-Hey tu!!! - gritó uno, apuntándole con una escopeta - ¿Quién te crees que eres para burlarte de esa manera de nosotros?? ¡Deja al niño, si no quieres que te llene de agujeros!

Sebastián los miró detenidamente, antes de sonreir.

- ¿Qué quien soy yo? Oh!, disculpen mis malos modales. Soy el mayordomo de la casa de los Phantomhive y estoy aquí en busca de mi amo - y suavemente hizo una reverencia, para que Ciel no resbalara de sus brazos.

- ¿Mayordomo? ¿Y que le hace pensar a un simple mayordomo que puede salir ileso de aquí, teniendo en contra tantos hombres?

La sonrisa del oscuro mayordomo se amplio mucho más.

Se acercó a ellos suavemente, firme, como siempre, pasando por entremedio, mientras una ligera brisa le acompañaba. De inmediato, las escopetas se partieron por la mitad, haciendo que los hombres retrocedieran entre sorprendidos y asustados.

- ¿Qué fue lo que hiciste?

- Nada. Sólo soy un simple mayordomo... tú lo dijiste.

Siguió caminando con su joven amo en sus brazos, pero la voz de uno de ellos le detuvo.

- ¡Stark está muerto!

Al parecer habían encontrado el cadaver del guardia.

- Bastardo!!! ¿Cuántos más viene contigo?

- ¿Cuantos más? - dijo, volteando suavemente para verles por sobre el hombro - ¿Acaso esta tarea tan simple requiere ayuda? Si no fuera capaz de hacer esto, no sería digno de ser un mayordomo de los Phantomhive - y un extraño briilo en sus ojos, acompañó sus palabras.

Los hombres, campesinos de nacimiento, cuya crianza se basa en supersticiones, retrocedieron aterrados. No necesitaban más pruebas para saber que enfrentarle sería peligroso.

- ¿Qué clase de mayordomo eres??

- Sólo soy eso... un endemoniado mayordomo.

Y se alejó, tranquilo, con su amo en brazos, sin que los hombres se atrevieran a hacer algo.

Después de todo, Sebastian tenía razón. Sólo eran unos hombres inexpertos e idiotas.

En condiciones normales habría ordenado a Sebastian que apresara y obligara a confesar a alguno de sus captores, pero toda aquella situación pasó desapercibida para el joven Conde, a causa de las frialdad de la celda su fiebre había empeorado.

Gritos cargados de desesperación y luego silencio...humo y fuego. Horrosas imagenes se apoderaron de su mente. Unos ininteligibles balbuceos salieron de su boca mientras se retorcia entre los brazos de su mayordomo.

¿Simples desvarios de un niño enfermo o tortuosos recuerdos que surgían debido a su actual fragilidad? Pero cualquiera de las dos opciones jamás sería admitidas ante nadie por el orgulloso Ciel.

- ¿Joven amo?

Se detuvo en seco y le miró algunos segundos. No debía hacer nada más para comprender que la demora, empeoraría la situación del pequeño.

Se preocupó.

Y sin perder más tiempo, lo acercó fuertemente a su pecho para sostenerle con fuerza y emprender rapidamente el regreso a la mansión, dando un salto y desapareciendo entre los árboles.

[TEMA CERRADO]