ROSAS Y PASTELES
Sebastián había cocinado centenares de pasteles a lo largo de su vida, conocía el método de preparación a la perfección y podía considerarse más que un experto en el arte de la gastronomía, pero ese día en especial, no se sentía con ánimos para cocinar un postre, pese a que era el cumpleaños de su Joven Amo; realmente no quería hornear un pastel en esta ocasión. Lo hacía cada año, pero este en particular al que podía considerar especial, no se sentía con entusiasmo para prepararlo. Tomó su chaqueta y decidió dar una vuelta con la esperanza de que su mente se tranquilizará, sus pensamientos se disiparán y finalmente tomará una decisión. Aún cuando optará por hacerlo, Ciel no probaría aquel pastel…ese único pensamiento le desanimaba.
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Ciel le dio un trago a la taza de té negro que sostenía entre sus manos, estaba delicioso, Sebastián era el único que podía satisfacer sus papilas gustativas de aquella manera, el pastel de rosas también estaba exquisito…cuando se unían de esa manera creaban dentro de su paladar un oasis de dulzura; pero jamás lo admitiría en voz alta frente a aquel demonio.
-Quiero más-Exigió de manera altanera cuando hubo terminado la rebanada, Sebastián quién limpiaba le observó con una sonrisa, su mirada reflejaba placer.
-Me temo que no puedo darle más, Joven Amo- Contestó educadamente recogiéndole el plato- Sólo se le permite un postre por día, de lo contrario, podría perder su figura. ¿Qué pasaría si como Mayordomo de la Familia Phantomhive no pudiera guiarlo por los modales que caracterizan a los de su clase?
-¿Mi clase?- Inquirió Ciel con escepticismo.
-La nobleza, claro esta. Dentro de su mundo la apariencia es muy importante.
-No me interesa, dame un poco más- Repitió expresándose de la misma manera que si diera una orden.
-Deberá esperar hasta mañana- Contestó el demonio y continuó con sus labores, Ciel refunfuño por debajo y abandonó el despacho, no quería estar cerca de él, odiaba que le impusieran reglas o normas que seguir.*************************
El niño tomó la rosa roja, este color era considerado por los humanos como el más importante, simbolizaba pasión, fuerza, liderazgo…el prefería el negro. Observó su reloj, su paquete de rosas negras tendría que llegar ese día, no quería rosas rojas…eran demasiado comunes, deseaba rosas negras…estas iban acorde con la persona que las recibiría y por supuesto también con su personalidad; al igual que él, con el correr del tiempo habían evolucionado, de un intenso rojo se tornaron negras…la naturaleza podía ser tan caprichosa como el destino.
Una niña se sentó a su lado en la banca, era un día precioso y había muchas personas divirtiéndose, además de que la Navidad se acercaba y todos parecían contagiados por aquello que llamaban “Espíritu”, él en cambio sólo esperaba que aquella terrible época pasara y por lo tanto el frío se marchará con ella.
-Hola- Lo saludó la niña, cabellera pelirroja, ojos verdes, labios carnosos, bonita figura…aunque su nariz desentonaba en aquel rostro, al igual que un invitado indeseable en una exclusiva fiesta, arruinaba los rasgos bellos -¿Cómo estas?- Inquirió esta un tanto sonrojada.
-Bien-Se limitó a responder sin entusiasmo- Es un bello día-Admitió en voz alta dirigiéndole una bella sonrisa-Un hermoso día para comer algo delicioso.
-Toma- La joven le extendió un dulce, le recordaron a los que su Compañía producía, más no dijo nada; se limitó a aceptarlo y degustarlo de inmediato. La chica le observó complacida- ¿Esta rico?
-No sabes cuanto- Contestó sonriente y se hizo el flequillo para atrás- Me gustaría comer algo más dulce, realmente…quisiera algo diferente. ¿Me acompañas a almorzar?
La joven enmudeció, apenas creyendo que un niño tan guapo como ese la estuviera invitando a comer, tardó unos segundos en reaccionar para finalmente contestar tímidamente.
-Si…- Tomó aire intentado reunir el valor suficiente para terminar la frase- Mi nombre es Lina, ¿Cómo te llamas?
-Ciel Phantomhive- Respondió y poniéndose de pie, le ofreció la mano y salieron juntos del parque.
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Sebastián observó los pasteles, si lo comprará sería más sencillo, cumpliría su cometido y no sufriría por el detalle de que su niño no lo comería, pero sentía como si en el proceso de compra-venta se perdiera parte del encanto. Suspiró con un dejo de fastidio, no podía negarlo, era un romántico empedernido…
Continuó caminando, comprarlo no figuraba entre las opciones; entre la ajetreada multitud que se preparaba para la Navidad reconoció a esa melosa voz, no podía tratarse de otro mas que de…
-¡Sebas-chan!- Grell no tardó en abalanzarse sobre él, apenas y resistió el impulso de arrojarlo lejos de si, pero ya tenía suficiente espectáculo por el momento.
-Hazme el favor de soltarme- Pidió con evidente irritación, pero el otro continuó con sus esfuerzos.
-Hoy es el cumpleaños de ese mocoso, ¿no?- Preguntó con un dejo de ignorancia.
-Ese mocoso se llama Ciel y si, hoy es su cumpleaños. Si me sueltas podríamos conversar sobre los viejos tiempos.
-¡Genial!- Gritó en voz alta rompiendo el agarre y arrastrándolo hasta una cafetería cercana.
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Sebastián observó la irritación en el niño, casi creyó que se echaría a llorar por la rebanada de pastel, pero eso era algo que Ciel jamás haría; de alguna manera sentía como si combinará lo mejor de ambos mundos…la belleza e inocencia que caracterizaba a los infantes y las normas a los que los adultos estaban atados. En definitiva era un chiquillo único y por ello era tan especial, su alma también tendría un sabor exquisito.
Se dirigió al jardín, seguramente lo encontraría ahí, cuando no tenía trabajo le gustaba sentarse en medio de las flores en completo silencio, como si recordará viejos tiempos y de vez en cuando le veía esbozar una sonrisa, quizás demasiada pequeña para que alguien la percibiera, pero él si era consciente, una fugaz muestra de felicidad.
-La cena estará lista dentro de poco- Le dijo al verlo, tal y como lo esperaba permanecía ahí, en silencio…
Ciel asintió con la cabeza, ese día estaba especialmente melancólico.
-Sebastián…- Llamó valiéndose de un tono dulce, como si por un breve momento simplemente volviera a ser un niño- ¿Cuándo tomes mi alma, será doloroso?
El adulto debía admitir que la pregunta le había sorprendido, nunca hablaban de ese tema, casi podía considerarlo como un tabú.
-Si, dolerá- Contestó con sinceridad. Ciel volvió a sonreír.
-Eso esta bien- Agregó con nostalgia- Deseo que mi vida terminé como fue…dolorosa, pero…- Se detuvo de pronto, Sebastián percibió la indecisión en su voz, aunque su rostro continuará sosegado- Pero…-Prosiguió con mayor seguridad- Yo creo que mi vida no fue siempre dolorosa, un día tuve a unos padres que me amaron y un perro al que quería… ¿No sé si esos detalles también deberían verse involucrados? ¿Qué opinas?
-Los seres humanos son complejos- Admitió en voz alta, no tenía una respuesta que le satisficiera.
-Entonces- Ciel se puso de pie y arrancó una rosa blanca- cuando llegue el momento simplemente improvisáremos.- Sonrió con satisfacción y tomando la mano de Sebastián colocó la rosa en la palma- El blanco se puede teñir de muchos colores- Agregó divertido- Me recuerda a ti…
-Joven Amo…- Exclamó depositando un suave beso en su mejilla, Ciel no se mostró sorprendido, en cambio se lo devolvió, pero en los labios…El chiquillo sonreía satisfecho y con arrogancia.
-¿Qué color de rosa crees que debería ser yo?- Cuestionó separándose unos centímetros, aunque continuaba sosteniendo su mano.
-Usted, Joven Amo, debería ser una rosa negra- Contestó sin temor a equivocarse, Ciel frunció el seño con molestia.
-¿Ese color no existe?- Repuso ante la obviedad- No hay rosas negras.
-Quizás ahora no, pero en el futuro seguramente las habrá, será única, tal y como usted…
-Sebastián, realmente me gustaría ver una rosa negra algún día.
Ciel se apartó por completo, Sebastián sonrió, no había malicia en aquella expresión, simple y sincero afecto y con un tono acorde a su sonrisa concluyó.
-Algún día la verá, yo me aseguraré de ello. Es una promesa.******************************
Lina observó el callejón, realmente era oscuro, pero ese chico le había prometido que le mostraría algo realmente interesante, alguien tan atractivo como él, no podía ser malo.
-Cierra los ojos y experimentarás algo que ni siquiera imaginas - Indicó una vez más, la chica así lo hizo y…
-Los demonios realmente son seres despreciables- Comentó Will quién le observaba desde un edificio alto, el cadáver inerte de la chica estaba a los pies de Ciel quién se limpiaba la boca.
-¿En serio?- Inquirió con escepticismo el niño- Supongo que es cierto, aunque el alma de esta humana en verdad estaba deliciosa.
-Asesinó a su mejor amiga- Completó el Dios de la Muerte revisando sus notas.- Todo porque estaba celosa, pero aún no era el momento de que muriera.
-Era un persona despreciable- Dictaminó Ciel- Fingiendo ser dulce cuando en realidad odiaba a la mitad de las personas que conocía; tenía un buen equilibrio en cuanto a sabor, pero debo admitir que por momentos se desbalanceaba, no es lo mejor que he probado- Dio media vuelta con seguridad.- Si me disculpas, tengo asuntos que atender- Y se marchó sin agregar nada más.
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-Así que ese es el problema- Comentó Grell tarareando la canción que tocaban en la radio, Sebastián la consideraba horrible, los seres humanos iban en decadencia.- ¡Hazme un pastel a mi!- Completó tomando sus manos con emoción.
-En definitiva eso jamás pasará.
-¿Entonces que piensas hacer?
-No lo sé…
Permitió que Grell hablara, tras 87 años de conocerlo se había acostumbrado a su presencia y hasta le agradaba su compañía e incluso toleraba a Will.
Este mismo entró a la cafetería, se sentó al lado de ellos y reprendió al pelirrojo por haber descuidado su trabajo otra vez.
-Hace algunos días vi a ese niño al que convertiste en demonio- Afirmó dirigiéndose hasta Sebastián- En verdad eres despreciable- Agregó, el demonio sonrió…había cosas que nunca cambiarían, pero si Ciel había vuelto a la ciudad, sólo podía significarse una cosa.
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El terreno donde hacía años había estado la orgullosa mansión Phantomhive yacía desolado, no quedaban más que ruinas de la majestuosa propiedad y los bellos jardines se habían convertido en pequeños nidos para animales silvestres y plantas carentes de gracia.
Colocó el pastal recién horneado en medio de la propiedad, un pequeño sombrero azul decoraba la punta, hoy se celebraba su cumpleaños numero 100 y esperaba verlo después de tanto tiempo. Pero las horas pasaron y Ciel no hizo acto de presencia, tristemente aceptó que ese año tampoco le vería, con gesto adolorido prefirió retirarse.
-Soy un demonio solitario- Se dijo a si mismo avanzando entre la espesa nieve.
El ruido de unos suaves pasos resonaron dentro de la propiedad, Sebastián los identificó de inmediato.
-Espero que pese al tiempo, no hallas perdido tu toque- Dijo Ciel acercándose hasta el adulto, ambos con ropas informales, pero de marca desentonaban terriblemente con el lugar. El menor se aproximó hasta el pastel, tomó un poco con los dedos y se lo llevó a los labios, sabía delicioso.
-Hoy cumplo 100 años…- Murmuró y ambos recordaron ese momento.
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Ciel cerró los ojos en espera de que Sebastián tomará su alma, no temía, pero lo que a continuación paso en verdad le sorprendió. Sebastián le estaba besando en la boca, cuando consiguió liberarse preguntó indignado.
-¿Qué significa esto?- Preguntó bastante ofendido alejándole de golpe su mano.
-Le prometí que usted vería una rosa negra…- Respondió el demonio con naturalidad- El proceso ha dado inicio, pronto usted será igual a mi.
-¿Igual a ti?- No entendía a lo que se refería, pero su cerebro asimiló pronto la idea- ¿Acaso quieres decir que yo…?
-Será un demonio- Concluyó por él.***********************
Hacía mucho tiempo de eso, 87 años para ser exactos…
-He vuelto- Declaró Ciel con una seductora sonrisa- Y quizás permanezca más tiempo esta vez…
Sebastián se preguntó cuantas veces Ciel había huido de su lado desde aquel día, dos o tres veces, pero siempre volvía…ellos estaban unidos por algo tan poderoso que ni el tiempo podría borrar.
Ciel había aprendido pronto a sobrellevar su condición como demonio, jamás sentía hambre, sed o cansancio, sólo necesitaba tomar una que otra alma de vez en cuando, sabía aprovecharse de sus atributos naturales para sobrevivir y Sebastián estaba orgulloso de su creación, era poderoso, independiente y bello. Cada cierto tiempo se separaban, pero siempre se volvían a encontrar; temía que siendo su cumpleaños número 100 no se vieran, hacía 23 años de su última separación.
-Mira- Ciel extendió su mano y le ofreció a Sebastián un ramo de rosa negras- Has cumplido tu promesa, he vivido para verlas.
El demonio la tomó complacido entre sus manos, se acercó al Conde y lo cargó en brazos, le dio un beso largo y profundo en la boca que el otro correspondió, podría tener el aspecto de un niño, aunque ello no significaba que lo fuera ni debiera comportarse como tal.
-Feliz Cumpleaños, Mi Señor- Felicitó como en los viejos tiempos, Ciel sonrió un segundo y contestó.
-Te amo.
FIN