=Concurso de Rol en parejas= MonsexEvangeline

Aclaración: Esta es una adaptación libre utilizando personajes del rol de nuestra familia.Para este rol Monserrat utilizara 3 personajes, no entraran en escena simultáneamente, pero para distinguir a cada uno de ellos usara un color distinto.
____________
Había llegado la muerte a nuestras vidas, de una forma  grotesca, casi burlesca, todo a nuestro alrededor se teñía de rojo, rojo brillante, rojo de sangre, rojo de muerte.
No pude soportar la visión de tantas muertes y tomé a mi familia, mis amigos y nos recluimos todos en una mansión oculta en el bosque, donde sabía que la muerte no llegaría. Quise huir de la miseria llevando conmigo todo aquello que fuera necesario mientras la peste y la muerte afuera se llevaba al resto de los habitantes del pequeño poblado cercano a la mansión Di Rousseau, mi hogar.
Ya seguros y encerrados, con familia, amigos y sirvientes para atendernos, me sentí más tranquilo, sin importarme  lo que ocurría en el exterior, solo una cosa tenía  claro, dentro de esta mansión tan fabulosa como la que había dejado atrás nada nos podría afectar, nada nos podría dañar. Y fue así como luego de 6 meses de estar allí decidí que era momento de celebrar que habíamos engañado  a la muerte roja y que nada nos podía dañar ya.
Estaba todo preparado para el baile de mascaras. Los candiles, las mesas llenas de todos aquellos manjares que podíamos permitirnos tener, la música, el baile, mi familia y amigos con sus trajes y mascaras puestas, todo era espléndido según mis deseos, los deseos de Alexander Di Rousseau, el cabeza de familia de la mansión Di Rousseau.

Vague por las distintas habitaciones, todas ellas inundadas de gentes que se divertían, hablaban, danzaban, reían. Los observaba a todos. Mi hermana Jill danzaba en el centro de la habitación azul acompañada de su esposo Leonard, mientras a su lado mi sobrina Rima bailaba con Evan. Mi gemela Monserrat y su esposo Roxte en un rincón de la sala púrpura parecían olvidarse del mundo atrapados uno en los ojos del otro. Mis hijas Amelia y Rosse hablando con sus primos Samuel, James y Ewan en la sala verde. En la sala naranja Saine y Charle hablaban con sus hijas Asaine y Mitse, acompañados de mi querida Angela, mientras que en la sala blanca mi hermano Nathaniel y Momo jugaban con los niños de la casa, Lily, Tsuki, Ethan y Sophia. En la sala violeta en cambio Yue y Evangeline parecían querer fundirse en el beso que se daban.
Llegue a la última habitación, la de cortinajes y paredes negras cuya ventana de cristal rojo parecía lanzar destellos de sangre sobre el suelo también negro. Todos parecían evitar aquella habitación ya que nadie estaba allí, además el reloj de ébano que cada hora repicaba en campanadas sobre toda la mansión sonaba más fuerte en ese lugar. Cada vez que sonaba, las voces, la música, cada una de las acciones de los presentes se detenía y lo único que se escuchaba era el sonido de ese reloj, alarmante, como anunciando cada vez con sus campanadas que algo se acercaba. Cuando se detenía la vida volvía a las otras habitaciones, con excepción de la habitación negra, donde estaba yo ahora, a punto de recibir la medianoche.
Las campanadas sordas comenzaron a sonar, una tras otra hasta completar las 12, y por más tiempo la música, el baile y las conversaciones se detuvieron dando tiempo a todos a pensar en lo que había en algún lugar allá afuera, aquello de lo que escapábamos.

De improviso desde las otras habitaciones las personas que observaban hacia el reloj de ébano de la habitación negra miran hacia mi y me señalan, pero luego me doy cuenta que no es a mi quien observan, sino a mis espaldas. Miro hacia atrás y veo la silueta de un hombre a quien no reconozco a primera vista, al fijarme un poco mas noto porque los demás se han quedado con esas expresiones de asco y horror. Allí frente a mi el hombre lleva puesto un traje que mas parece una mortaja, la ultima vestimenta que usan los mortales cuando descansan para siempre en la profundidad de la tierra. Me molesta esa obvia burla a nuestro baile celebrando la vida, pero me molesta aun mas la mascara que lleva puesta. Esa mascara que simula perfectamente un cadáver, ademas de la sangre que manchaba la mascara y sus ropas, todo parecía ser una vil copia de la muerte roja
- ¡¡¡Quien se atreve a dar semejante espectáculo!!? - pregunto rojo de ira, acercándome a la figura que me observa como si se burlara de mi- ¡¡¡Quitaos la mascara para que contemple tu rostro y sepa a quien debo castigar mañana!!!

Lo contemplo lívido de ira, pavoneándose con esa desfachatez que solo poseen aquellos que se sienten seguros de que nada deben temer, o de los locos quizás.
- ¿Quién te crees que eres para hablarme en ese tono? ¿Acaso crees que con tus palabras y apariencia debería temblar de miedo y dejar que sigas perturbando a los presentes? Repito de nuevo, quien eres, y quítate esa mascara si te consideras tan valiente- a medida que hablaba me acercaba a él – Yo no he condenado a nadie, yo los he salvado, aquí estarán mejor que en cualquier otro lugar – exclamé al fin a punto de tocarlo.

Observe su rostro, que digo rostro, su imagen espectral. De alguna manera había entrado a la mansión la misma muerte que asechaba los campos, retrocedí un paso asustado por lo que veía, la daga que llevaba en la mano, cayó al suelo provocando un ruido sordo que se escuchó por los siete salones. Los demás solo contemplaban la escena sin saber qué hacer.
- Rafael – dije reconociendo al fin la figura cadavérica que se ocultaba bajo la máscara de la muerte roja. Era ese ángel maldito que tantas veces nos había dañado, llevado por su propio capricho, y ahora entraba a mi hogar portando el estandarte de la muerte y la destrucción. Mire hacia atrás, a los demás, todos ellos se revolvían en igual agitación que yo, pero al volver a contemplar su rostro la debilidad se apoderó de mi cuerpo y sin poder decir ni una palabra más, caí de rodillas, creyendo que era mi fin, que perdería de ese modo la vida y lo que vi después solo fueron tinieblas.

Los rayos del sol entraban a raudales por las descubiertas ventanas de las habitaciones. Unos rayos rojizos danzaban sobre mi rostro pálido impidiéndome seguir soñando. Abrí con lentitud los ojos acostumbrándome a la extraña luz roja de la habitación, entonces recordé lo sucedido a la medianoche y la presencia del ángel maldito invadiendo mi hogar. Me puse de pie rápidamente queriendo buscar a mis seres queridos. Pero solo encontré desesperación. La desesperación de verlos a todos caídos y cubiertos de sangre.
Con frenesí me acerque a cada uno de ellos, descubriendo que sus corazones habían dejado de latir, la parca se los había llevado dejado solo sangre y cuerpos sin vida tras sí.
Me arrodillé junto a Angela y mis hijas, todas ellas muertas, las acune en mis brazos repitiendo sus nombres una y otra vez esperando que mi voz llegara hasta sus almas y que de esa manera regresaran a ocupar sus cuerpos nuevamente.
A los lejos alguien se agitó, no uno, si no dos cuerpos se agitaron, incorporándose a medias. Mi hermana Monserrat y cerca de ella Yue. Ambos vieron a su alrededor y al igual que yo se acercaron a sus seres queridos ahogándose en la misma tristeza.

Estaba consternado por lo ocurrido, incapaz de pensar con claridad sobre lo que hacer, al menos pude evitar que a mi hermana Monserrat también se la llevara la muerte, aunque me hubiese gustado hacer lo mismo también y morir en ese momento, pero aun quedaba ella, por lo que la envié de regreso a la mansión Di Rousseau, acompañada de Yue, quien parecía un autómata y apenas respondía a lo que se le decía.
Ambos se marcharon dejándome solo en esa gran mansión. Las habitaciones de colores, ahora todas ellas manchadas de sangre fueron cerradas para siempre.
A solas en mi despacho pasaba los días, pensando y sumido en los recuerdos de mi amada Angela.
Fue así como una noche demasiado concentrado en las paginas de un libro de magia oscura, con el que pensaba traer de regreso a mi familia, escuche unos golpes en la puerta de mi despacho, lo cual no podía ser ya que nadie mas estaba en la mansión aparte de yo mismo.

- ¿Quien se habrá atrevido a cruzar los umbrales de esta mansión para llamar así a mi despacho? - me pregunte a mi mismo, algo perdido ya en la locura que había despertado la desesperación. Los recuerdos de mi amada Angela se confundían en los pliegues de las cortinas como si su presencia me llamara a la noche.
Me quede quieto escuchando, esperando nuevamente que algo, o alguien entrara a la habitación
- Debe ser solo uno de esos campesinos que han violado mi hogar, nada más. Ya no hay más nadie en esta mansión aparte de mi. - me repetí más que nada para acallar mis profundos temores. Sin saber quien era quien tocaba a la puerta si la locura o la muerte, ambas me dejarían con la dicha de la inconsciencia y el olvido, pero aun tenía que cumplir la misión de regresar a mi familia.

Escucho nuevamente los toques, esta vez no hay duda, hay alguien tocando al otro lado de la puerta del despacho. Me acerco a ella diciendo:
- ¿Quien osa tocar de esta manera entrando a mi hogar sin ser invitado? ¿Es que acaso no hay modales en las gentes de los alrededores que irrumpen en cualquier lado?
Al abrir la puerta solo veo la negrura de la oscuridad, solo eso, nada más. Me quedo atónito observando el pasillo largo y oscuro en el que parecían ondular los murmullos de un nombre, solo un nombre.
- ¿Angela? - dije hacia la oscuridad quien me devolvió en un eco aquel preciado nombre "Angela".
Cerré la puerta y me senté de nuevo en mi silla, mirando la habitación, demasiado ansioso y perturbado por lo que acababa de ocurrir.

Nuevamente los sonidos, los toques, pero esta vez desde la ventana. Quizás desde el primer momento eran desde la ventana y yo con mi mente confundida he creído que es desde la puerta. Pero quizás solo sea las ramas de los arboles movidas por el viento que hacen ese ruido tan perturbador.
Me acerco a la ventana y corro las cortinas, nada se ve afuera, ni un visitante.
- Es solo el viento y nada más - digo abriendo la ventana de par en par, esperando.
No se que espero, si el susurro de los árboles me den un mensaje de ultratumba, o el viento que lleve mi alma donde están mis seres queridos.

Para mi sorpresa un cuervo entra en el despacho y se posa sobre el busto de Palas que hay sobre el dintel de la puerta. Lo miro y sonrió burlándome de mis propios temores. Me giro hacia el dándole la espalda a la ventana aun abierta.
- Solo un cuervo, solo eso - digo mirándolo - ¿acaso también escapas de la noche? ¿Evades el miedo que la oscuridad provoca? Dime cual es tu nombre cuervo, con quien hablo esta noche de evidente locura.

Me sorprendo al oírlo hablar con claridad, nunca había escuchado animal o ave hablar con la claridad con la que lo hacia el cuervo.
- Extraño nombre para un cuervo - digo observando como no mueve ni una pluma, estático observándome como si mi alma quisiera descubrir, o atravesarla con la mirada - Otros amigos y familia han estado a mi lado antes, y todos ellos se han marchado, el cuervo también me dejará en la mañana como me han abandonado mis esperanzas.

Al oirlo pienso que el desdichado animal solo ha escuchado esas palabras de su antiguo dueño, quien llevado por la deseperacion solo podía pronunciar una y otra vez "Nunca más"
Me siento frente a él contemplandolo, perdido en mis locos sueños, pensando quizás que el podría traerme una respuesta a mis mas oscuros temores, pero nuevamente mis pensamientos volvieron a mi Angela, en esa habitación donde nunca más podría albergarla.
- Olvidar deseo - digo repentinamente - olvidar y descansar, olvidar los recuerdos de Angela