Serie de one-shots independientes livianos que ya fueron publicados por aqui hacía tiempo, centrados en mi queridisimo Alois...en su momento la termine sin más con 6 one-shots, pero dependiendo de la recepcción podría continuarlo.
YES, YOUR HIGHNESS
"Todos ven lo que tú aparentas; pocos advierten lo que eres."
Nicolás Maquiavelo
Alois amaba y odiaba esas palabras, arrastraban consigo tanto dolor, pero también evocaba bellos momentos, días en los que recordaba haber sido feliz…porque para él, su pequeño hermano Luka había representado su mundo, su todo y no habría necesitado de nada más si lo tenía a él.
"Hermano"
Recordaba con tristeza y alegría el momento en que ese juego de palabras inicio, debía de tener cinco años, Luka apenas tres…Un carruaje atravesó por el campo, su hermanito le pregunto quién iba dentro de este…
"Un príncipe"
Respondió sin ocurrírsele otra mejor respuesta, más la curiosa mente de Luka no se vio satisfecha sólo con esta sentencia, así que pregunto cual era el trabajo de un Príncipe.
"Un Príncipe protege a su gente y a cambio la gente le ama y respeta"
Sus padres seguramente estarían preocupados por ambos, así que decidió que lo mejor sería volver a casa. Tomó la pequeña y frágil mano de Luka y se sorprendió mucho cuando su hermanito se soltó e hincando una rodilla sobre el suelo, exclamó con una gran solemnidad.
–Yes, Your Highness.
Luka después rio y corrió a abrazarlo.
–Tú eres mi Príncipe, hermano–dijo entre risas, besos y abrazos.
Tras esto tales palabras se volvieron un juego, mismo que Alois usaba para reconfortarlo cuando Luka lloraba o estaba enfermo. Sus padres murieron por causa de una epidemia y él se vio ante la enorme responsabilidad de cuidarlo, quería hacerlo feliz, habría dado su propia alma con tal de conseguirlo. Si sólo se hubiera tratado de él habría podido cargar con el maltrato de los aldeanos, pero también lastimaban a Luka, realmente deseaba que murieran…todos merecían morir.
–Y ellos murieron, todos…–susurró echado sobre la cama en medio de la habitación alumbrada por velas…las lágrimas escurrían por sus mejillas, no le importó...
"Luka"
Él había muerto por su culpa, por su incapacidad de protegerlo…jamás sería un Príncipe, ni él de Luka ni el de nadie más, estaba demasiado sucio como para…
Claude entró a la habitación tras tocar un par de veces a la puerta para anunciar la hora de la cena, le observó…ese maldito demonio, era todo lo que tenía, redundante y deprimente.
–Hoy no cenaré…–susurró girando para darle la espalda.
Claude asintió en silencio y se dispuso a marcharse…
–Oye, Claude…–llamó con voz amarga–. ¿Cuándo me conseguirás a Ciel? Sino me lo traes jamás podrás disfrutar de mi putrefacta alma.
Escuchó los pasos de su Mayordomo detenerse.
–El día en noche, el azúcar en sal, los vivos en muertos y el azul oscuro en oro.
Esas palabras le agradaban, al igual que Claude, frías, apáticas, firmes…se puso de pie y camino hasta dirigirse al demonio.
–Dime, te gusta el olor de mi sangre… ¿quieres devorarme hasta el final?
Y ansiaba escuchar esas palabras, porque él nunca había significado nada para nadie a excepción de su hermano Luka, siendo despreciado e insultado a donde quiere que fuera, humillado por todos…no amaba a ningún otro ser y ninguno lo amaba a él, quizás de esa manera debería ser, no lo sabía ni quería conocer la respuesta.
Y Claude inclinó la cabeza, se arrodilló en el suelo y postrándose ante él respondió.
"Yes, Your Highness"
E inevitablemente el recuerdo de Luka vino consigo y supo que él jamás sería el Príncipe, el verdadero y único Príncipe en esa habitación era y sería por siempre Claude. Aquel demonio de atractivo aspecto que le dio una razón para vivir, algo por lo que continuar, incluso un nuevo nombre y la oportunidad de vengarse de aquel que le arrebato lo único que en verdad le importó alguna vez en la vida.
Entonces recordaba que él era igual a aquel ser que asesino a Luka, un traicionero demonio cuyo único objetivo y razón de estar a su lado era su alma, pero…
"Me necesita"
Tal vez fuera una razón tonta y se estuviera engañando, sin embargo sentía qué al fin alguien volvía a necesitarlo y eso era razón suficiente para que cada día fuera más llevadero y no se hundiera en esa profunda desesperación que amenazaba con ahogarlo.
–Creo que si bajaré a cenar–concluyó saliendo de la habitación.