Sacrificio

Evangeline miraba a sus hijos desde la torre más alta de su mansión del bosque. Ethan y Sophia habían crecido mucho, parecían dos jóvenes de 18 años, pero ya tenían más de 30. Pero al ser mitad ángeles y mitad demonios su apariencia no cambiaría a menos que ellos lo quisieran.

Evangeline y Yue más que los padres parecían hermanos de los gemelos, ambos con más de un siglo de vida no aparentaban más de 18 años también.

Ella observó desde la torre como Evan se les acercaba a sus hijos, sonriendo. El si había cambiado, había crecido, más lento que un humano ordinario, pero si estaba envejeciendo. Cuando los gemelos habían nacido él aparentaba 17 años, ahora parecía un joven de 23.

Ella vio como Sophia se le acercaba corriendo y se le colgaba del cuello. Ethan los observaba sonriendo. Evangeline sonrió tranquila.

Una de las pocas personas por las cuales Ethan no sentía celos por estar con su hermana era justamente Evan. Hacía años que habían dejado de llamarlo tío.
Yue se acercó a Eva, abrazándola por la espalda y depositando un beso en su cuello.

- ¿Qué observas? – le preguntó casi en un susurro.

- A los niños – contesto ella sonriendo ante los actos de Yue y tomando las manos de este.

- Parece que se divierten.

- Siempre lo hacen, y espero que siempre lo hagan – Evangeline rió luego de decir esto.

Casi como un conjuro o una maldición que se había activado por las palabras y la risa de la demonio Evan cayó al suelo. Ethan y Sophia gritaron hacia sus padres y se arrodillaron junto a Evan.

En menos de un segundo Eva y Yue se habían aparecido junto a ellos para transportar a Evan a una de las habitaciones. Llamaron a Antare para pedir consejo, ya que nadie sabía que podía estar ocurriéndole a Evan.

Luego de examinarlo y probar su sangre Antare muy serio dijo:

- Está muriendo.

Eva lo miró sorprendido. Solo estaban ellos y Evan en la habitación. Sophia y Ethan escuchaban atentos tras la puerta y Yue lo hacía sin necesidad de estar cerca.

- No puede estar muriendo – dijo Evangeline – Yo fui por un alma para él precisamente para que esto no ocurriera.

- El no es un ser completo – dijo Antare.

- ¡Claro que lo es, tiene cuerpo y alma!

- Lo creaste tu misma en base a tu propia existencia. Con tu propia sangre, pero él nació como una sombra y por más alma que le hayas dado aun así no está completo. Es más, el alma que le diste no hizo otra cosa que transformar su cuerpo, ya que el ya no posee tu sangre, cuya energía le permitía vivir.

- No entiendo ¿Cómo un alma podría hacer eso?

- Porque tomaste un alma de la fuente misma y probablemente es u castigo por haberlo hecho.

El rostro de Evangeline se transformo a uno de dolor, pero dijo con decisión

- ¿Cómo lo salvo?

Ethan y Sophia escuchaban atentos tras la puerta.

- No puedes sola esta vez. Tú tomaste el alma y la pusiste en su cuerpo, solo tú puedes mantenerla allí el tiempo suficiente hasta que se encuentre una solución.
Ella parecía desmoralizada

- Yue – susurró.

Ethan y Sophia se aparecieron frente a su padre y comenzaron a explicarse atropelladamente.

- Lo se – dijo Yue tranquilo.

Ethan se calmó y Sophia en apariencia. Muchas de las cosas que habían escuchado decir a Antare y su madre no las entendieron y le pidieron a Yue que les explicara. Este les contó como su madre había creado a Evan a partir de ella misma en un momento es que se sentía sola, y como años después le había dado un alma para que dejara de ser una sombra y pudiese tener todo tipo de sentimientos.

- ¿Entonces no es hermano de mama? – pregunto Sophia.

- No, no lo es, es como una parte de ella, pero por lo que dice Antare ahora ni eso.

En la mente de Sophia se fraguaba un plan. Pero lo más importante de todo era la información que acababa de recibir. Para ella no era justo que justo ahora que se enteraba que no era el verdadero hermano de su madre y que no había ningún motivo para que no pudiesen estar juntos el estuviese a punto de morir. Se sonrojó al pensarlo, pero es que Evan siempre había estado allí y hacía años que pensaba en el de manera diferente y se contenía solo porque era el hermano de su madre y se imaginaba que nadie lo aceptaría.

Sophia era tan atrevida como Eva, amaba el peligro igual que ella y Ethan, pero también tenía un corazón romántico que trataba de ocultar para los demás.

Recordó la historia que su padre le había contado alguna vez, hacía años, de cómo Evangeline había ido por las partes del cuerpo de un demonio para devolverle a Yue el control total de su cuerpo. Como había sacrificado algunas cosas, como su voz, uno de sus ojos, el color de cabello entre otras cosas. Sophia a veces pensaba en eso y tenía el vago recuerdo de que su madre había estado una temporada sin hablar y que su cabello era negro y no blanco como lo tenía ahora. Los ojos de Sophia brillaban de emoción al oir esta historia y siempre había querido demostrar de manera similar su amor por alguien especial y siempre era Evan quien ocupaba su mente.

Ahora era su oportunidad de demostrar su amor, porque ya no tenía miedo de reconocerse a sí misma que lo que sentía por Evan era amor. Además el pensar que podría perderlo para siempre la hacía sentirse más ansiosa.

- Haré lo que sea necesario – declaró Sophia – salvaré a Evan.

Yue la miró y sonrió

- Se que lo quieren mucho, pero yo me hare cargo de eso, quiero que se queden con su madre y la apoyen.

Los gemelos se miraron, ambos algo molestos por ser dejados fuera de la situación, pero Sophia aun más.

Evangeline fue unida a Evan en letargo para mantenerlo con vida. Yue emprendió un viaje al inframundo para pedir consejo y hallar una solución. Antare también se había de viaje para encontrar una solución.

Ethan se quedaba acompañando a su madre y Evan, uno junto al otro, quienes parecían estar en un sueño eterno, lo cual lo angustiaba.

Sophia pasaba los días en la biblioteca personal de su madre, cuyos libros habían aumentado considerablemente. En ese lugar encontró un manuscrito en el que se contaban algunas historias acerca de los dioses y ángeles y la forma en que podían llegar a dar vida.

Al parecer solo un dios podía salvarlo, pero ella no conocía a ninguno, solo demonios y algunos ángeles. Había un lugar en el séptimo cielo, decía la historia, donde se guardaban las alma de de aquellos que iban a nacer pero no era suficiente el alma y el cuerpo, algo o alguien debía influir el soplo de vida para que cuerpo y alma se fusionaran.

Sophia sabía que ella era hibrido, sabía que el padre de su madre era un arcángel y que por ese motivo ella podía llegar al séptimo cielo, pero también sabía que el arcángel Miguel odiaba a su hija y a los hijos de esta.

Ella hizo aparecer una nota frente a Ethan en la que le decía que haría un viaje para ayudar a encontrar una solución. Al leerla Ethan se levantó sobresaltado y con un mal presentimiento, pero no podía seguir a su hermana y dejar a su madre prácticamente desprotegida.

Se comunicó con Yue y le informó de la situación, quien de inmediato regresó a casa para encontrar a Sophia.

Mientras tanto ella había llegado al séptimo cielo y exploraba el lugar llevando consigo el manuscrito que además tenía una especie de mapa donde podía ubicar el boj, lugar donde se encontraban las almas y junto a él el elixir que podría darle el soplo de vida que necesitaba.

Siguió el mapa y llegó a la habitación indicada. Hasta el momento todo era demasiado fácil y eso la preocupaba. Con cautela se acercó a lo que parecía ser un gran tubo transparente que salía desde el suelo y se elevaba hasta el techo. Dentro de él parecía flotar e un líquido transparente pequeños puntitos brillantes que se unían y separaban constantemente.

- Así que realmente tenemos un intruso – dijo una voz tras ella.

Sophia se giró rápidamente haciendo aparecer en su mano derecha una bola de fuego que no lanzó, en posición de defensa.

- Tan mal educada como tu madre – dijo Miguel al reconocerla como la hija de su hija. Se acercó a ella sonriendo – Sabes que no tienes ninguna posibilidad, estás en mis dominios y soy mucho más fuerte que tu, aun si pudieras darme un golpe mis hermanos no te dejaran salir de aquí con vida.

- Eso es lo que tú crees – dijo Sophia de manera socarrona, aparentando seguridad.

- Las visitas familiares son una molestia cuando no son bienvenidas ¿a qué se debe que estés aquí?

Sophia estaba alerta, le preocupaba la aparente calma del arcángel frente a ella.

- ¿Visita familiar? ¿Acaso eres Miguel? – Sophia miró disimuladamente hacia el tubo transparente, calculando las posibilidades de salir de allí con lo que había ido a buscar.

- Un demonio que no viene por almas si no por el elixir ¿Quién se está muriendo? – Miguel había notado las miradas de Sophia y sonreía irónico.

- No es de tu incumbencia – Sophia se alejaba un poco cada vez que hablaba.

En un impulso ella lanzó la bola de fuego hacia el supuesto tubo para romperlo y tomar algo de elixir como pudiera, pero en lugar de reventarse ese contenedor la bola pasó a través de él sin hacer ningún daño.

Miguel la atrapó en el aire cuando ella se lanzaba contra el elixir y la detuvo.

- No tan rápido, si me dices lo que quieres quizás pueda ayudarte – dijo Miguel a quien le pasaba una idea algo macabra por la cabeza

- ¡¡Ya te dije no es de tu incumbencia!! – Sophia se revolvía entre los brazos del arcángel tratando de liberarse

- No tienes ninguna posibilidad – Miguel clavó sus colmillos en el cuello de Sophia y bebió su sangre, eso le permitió saber el propósito de la visita. Al soltarla le dijo – Ya veo, así que quieres salvar a la persona que amas – el rió – puedo darte el elixir, pero deberás hacer algo por mí.

Sophia lo miró desconfiada.

- Tranquila niña, solo debes quedarte aquí conmigo, para siempre y te dare el elixir necesario para mantener viva la aberración de Evangeline.

- ¡El no es ninguna aberración! – Sophia se giró molesta tratando de golpearlo, pero Miguel la contuvo fácilmente.

- Yo te entrenaré, ya verás como llegaras a ser más poderosa que cualquiera, pero para eso debes quedarte aquí conmigo y te daré lo que quieras, claro que no podrás volver a ver a nadie de tu familia, solo yo seré tu familia, después de todo, soy tu abuelo.

Sophia sabía que no tenía ninguna otra oportunidad, pero no podía aceptar la propuesta sin luchar.

- No hay trato, ya verás como….

- Te daré una garantía – la interrumpió Miguel – si consigues que Evan te declare su amor en el transcurso de una semana desde el momento en que recobre la conciencia, no será necesario que regreses aquí, de lo contrario, habrán terribles consecuencias.

Al oír esto Sophia sintió algo de esperanza, por lo que aceptó.

Miguel le puso un collar al cuello, y le dio una botella con el elixir de la vida.

- Debes dárselo a beber desde tu boca y en una semana sellar la maldición del collar que te acabo de poner con un beso o de lo contrario me pertenecerás para siempre, y serás lo que tu madre debió haber sido.

Sophia en unos momentos se dio cuenta que ya todo estaba listo.

- Ahora vete – le dijo Miguel.

Ella lo miraba sorprendida, no entendía por qué había sido entre comillas fácil.
- Vete antes de que me arrepienta – dijo Miguel furioso.

Sophia no se hizo repetir la orden y se marcho de allí de regreso a su casa donde un padre y un hermano muy preocupados la esperaban. Nada más al verla Ethan la abrazó, y ella sintió alivio al fin.