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| Halloween en el foro: Concurso fic Kuroshitsuji | |
| | Autor | Mensaje |
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Evangeline Reina de las letras
Cantidad de envíos : 70865 Localización : Anywhere Fecha de inscripción : 03/08/2011
| Tema: Halloween en el foro: Concurso fic Kuroshitsuji Sáb Oct 05, 2013 5:13 pm | |
| Hola
Abro el tema del concurso para fics de Kuroshitsuji con tema de Halloween.
Espero se animen a participar, por el momento esta abierto, no es necesario inscripción, simplemente posteen su fic y están participando.
Pueden subir sus trabajos hasta el 25 de octubre
26 de octubre comienzan las votaciones que se cerraran el 30 para anunciar a los ganadores de las distintas categorías para el 31 de octubre
Según la cantidad de participantes se premiaran a los 3 primeros lugares con un pequeño reconocimiento
¡¡Anímense y participen!! | |
| | | Hwesta Duque
Cantidad de envíos : 1263 Edad : 31 Localización : Por ahí andaré Fecha de inscripción : 14/08/2013
| Tema: Re: Halloween en el foro: Concurso fic Kuroshitsuji Lun Oct 07, 2013 8:32 am | |
| Yo me apunto a este ^^ Ya estoy trabajando en ello | |
| | | Evangeline Reina de las letras
Cantidad de envíos : 70865 Localización : Anywhere Fecha de inscripción : 03/08/2011
| Tema: Re: Halloween en el foro: Concurso fic Kuroshitsuji Lun Oct 07, 2013 2:46 pm | |
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| | | Hwesta Duque
Cantidad de envíos : 1263 Edad : 31 Localización : Por ahí andaré Fecha de inscripción : 14/08/2013
| Tema: Re: Halloween en el foro: Concurso fic Kuroshitsuji Mar Oct 08, 2013 12:40 pm | |
| Me ha salido laargo con avaricia xD Disfrutadlo igualmente. Lo he ambientado en una leyenda castellana que me gusta mucho. Leedlo la noche de brujas a ser posible ^^ - Spoiler:
-¿Qué le trae a un lugar tan apartado, joven amo?
-Trabajo, Sebastian. Trabajo.
Era otoño de 1889, octubre para ser exactos. En un carruaje tirado por dos caballos iban un niño y un hombre. El niño tendría unos trece años de edad, pelo corto y negro y ojos azules como el zafiro de los cuales el derecho estaba cubierto por un parche negro. Iba elegantemente vestido, lo que denotaba que pertenecía a la nobleza y, a juzgar por su acento, era inglés. A su lado iba un hombre alto y fibroso, de pelo negro y ojos rojos, ataviado con un grueso abrigo negro, debajo del cual vestía su uniforme de mayordomo.
-No me diga que piensa asistir a aquella fiesta…
El niño resopló, cubriendo el cristal con un pequeño círculo de vaho que se fue desvaneciendo poco a poco.
-Tengo que hacerlo si queremos que Funtom tenga franquicias en España.
-La carta explicitaba que se iba a celebrar una fiesta el 31 de octubre, coincidiendo con la celebración de Halloween –dijo Sebastian sacando del bolsillo de su abrigo una carta arrugada y con el sello roto y con un nombre escrito en ella “Ciel Phantomhive”-. Además, el Día de todos los Santos, el 1 de noviembre, tendrá lugar una cacería en el conocido Monte de las Ánimas. ¿No le parece fantástico, joven amo? –añadió sonriendo de oreja a oreja.
Ciel le miró, entornando los ojos.
-Cuentos de brujas, nada más.
Días atrás, el conde de Phantomhive había recibido una carta de la nobleza española para pasar un par de días en una pequeña finca al aire libre y celebrar el Día de todos los Santos. La carta detallaba que la asistencia era voluntaria, pues la celebración tendría lugar en el famoso Monte de las Ánimas, en Soria, donde contaba la leyenda que los fantasmas de antiguos guerreros deambulaban por la noche, atormentados por no poder descansar en paz.
-Todavía queda un rato hasta que lleguemos –comentó Ciel desplomándose sobre su asiento-. Sebastian, ¿cuéntame otra vez esa leyenda?
Como si de un cuento se tratara, Sebastian deleitó a su amo con la leyenda:
-“Aproximadamente en el s. XI tuvo lugar la Reconquista en España. Los cristianos refugiados en el norte del país empezaron a descender hacia el sur, recuperando sus tierras perdidas a manos de los árabes, comúnmente conocidos como moros. En el monte de las Ánimas hubo una batalla entre árabes y los caballeros templarios. Claramente, ganaron los Templarios y expulsaron de allí a los árabes. Acto seguido, el rey les ordenó que custodiaran la zona, ofendiendo a los nobles de la Corona de Castilla, quienes tenían preferencia y eran más poderosos. Como consecuencia, hubo una lucha entre templarios y nobles hasta que el rey detuvo la batalla. Los cuerpos de ambos bandos enemigos fueron enterrados en la capilla del Monte y desde entonces, por las noches, Templarios y Condes siguen peleándose, hasta el Día del Juicio Final.” Ciel empezaba a quedarse dormido, hasta que dio una cabezada y se despertó.
-Meras leyendas sin importancia –comentó el conde, incorporándose.
-Oh, eso lo averiguaremos en los próximos días…
El conde y su mayordomo llegaron a la finca al caer la noche. El conde Rodríguez fue a recibirles nada más llegar.
-Tienen habitación en la tercera planta. Manuel les llevará allí.
Otro mayordomo apareció de pronto, se reverenció ante el conde y lo guió a sus aposentos, seguido de Sebastian que cargaba con las maletas. Una vez les hubo mostrado la habitación, Sebastian echó de allí al joven mayordomo.
-Podía haberle dado una propina, joven amo –comentó Sebastian ayudando a su amo a quitarse la chaqueta.
-Estaremos aquí poco, no veo necesidad de andar perdiendo el tiempo.
Tras prepararse para la cena, Ciel y Sebastian bajaron al salón, donde el conde Rodríguez lo presentó a la sala.
-¡Damas y caballeros, ha llegado el Conde de Phantomhive!
Tras un cálido aplauso, Ciel se mezcló con los invitados. Aquella fiesta le recordaba a las muchas que él había dado en su mansión, solo que su mansión era más grande y los invitados distintos. La nobleza española no distaba mucho de la inglesa, si acaso los diversos acentos y algunas excepciones, como el Conde Camacho, que presumía de ser el mayor exportador de armas del país. Alcanzada la medianoche, sonaron las campanas de la iglesia del monte, interrumpiendo la alegre velada y haciendo que los invitados enmudecieran. Durante varios segundos solo se oían las campanadas, nadie hablaba o siquiera respiraba. Era por miedo. Miedo a una fuerza superior que habitaba con ellos.
Finalizadas las campanadas, el silencio siguió reinando hasta que el Conde Rodríguez animó a sus invitados a seguir con la fiesta. El joven conde, cansado del largo viaje que había hecho, quería retirarse a sus aposentos, pero aquello sería de mala educación, así que tenía que aguantar como fuera. En un momento dado, Ciel reparó en un pequeño grupo que se había formado alrededor de la chimenea. Uno de los condes invitados estaba contando a su prima y a otros invitados la famosa leyenda. Ciel decidió acercarse para oír la historia una vez más…
-¡Qué miedo! –exclamó la joven prima del narrador.
-No te preocupes, Elvira. Es solo una leyenda.
-Lo sé, Jorge, pero, ¿y si es verdad?
-Lo descubriremos mañana, en la partida de caza –anunció Jorge con delirios de grandeza.
Hubo un murmullo entre los allí reunidos hasta que el caballero Jorge reparó en Ciel.
-Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí? ¿No deberías estar en la cama, pequeño?
Si había algo que Ciel odiara más en el mundo y en la vida era que lo trataran como a un crío. Pero tenía que hacer de tripas corazón si quería que su empresa emergiera en España.
-Oh, déjale Jorge –lo recriminó su prima-. No pasa nada, pe…
-Conde Phantomhive –se apresuró a decir Ciel, dejando boquiabiertos al pequeño grupo que se había reunido alrededor de la chimenea, excepto a Jorge.
-¿Conde? ¿Tú? Imposible.
-El joven amo, es un prestigioso conde de Londres –dijo la voz de Sebastian detrás de Jorge, muy cerca de su oído-. Por favor, respétele como él le respeta a usted. Jorge se sobresaltó de tal manera que se cayó de su asiento. Al volverse hacia Sebastian, éste sonreía amablemente, con las manos recogidas a la espalda. El mayordomo desprendía un aura de maldad tras aquella amable sonrisa. Justo cuando Jorge pensó que Sebastian iba a hacerle algo, el Conde Rodríguez anunció el final de la fiesta de bienvenida.
-Muchas gracias a todos por venir y que descansen.
Los invitados fueron a sus aposentos a descansar y a recuperar fuerzas para el día siguiente. Cuando Ciel y Sebastian subían las escaleras, el Conde Rodríguez lo detuvo para pedirle perdón.
-Disculpe a mi amigo, joven conde.
-No es culpa suya, Rodríguez –dijo Ciel dándose la vuelta y encaminándose a su cuarto.
-Jorge es un buen chico, de verdad. Es solo que, quizá esta situación se le hace muy repetitiva.
Ciel se detuvo de pronto y se giró.
-¿Qué relación tiene con ese hombre?
El Conde Rodríguez invitó a Ciel a quedarse un poco más y tomar algo. A excepción de la bebida, Ciel accedió, acompañado como siempre de Sebastian.
-Verá, Jorge es hijo de mi mejor amigo. Hace dieciocho años que murió. En su agonía, le prometí a mi amigo que cuidaría de su familia. El pobre sufrió infidelidad por parte de su mujer, así que alguien tenía que ocuparse de los niños. Jorge era muy pequeño por entonces y solo tenía a su hermano mayor, Gregorio. Jorge ha crecido bien, fuerte y sano, como puede ver, pero ese carácter tan infantil… A sus veintiún años tendría que empezar a plantearse qué hacer con su futuro.
-Entiendo. Un hombre hecho y derecho como Jorge ya es capaz de velar por sí mismo.
-Exacto. Y en lugar de eso sigue aquí, en Soria, su hogar, en vez de buscar trabajo, esposa, asentar la cabeza… Gustavo no estaría nada contento.
Ciel reparó en el nuevo nombre y preguntó por él.
-¿Quién es Gustavo?
-Mi amigo, el padre de Jorge. Gustavo Adolfo Bécquer, gran poeta del Romanticismo. Yo fui su mecenas durante largos años.
Una tímida sonrisa de orgullo y nostalgia se reflejó en su rostro.
-Siento mucho la pérdida –comentó Ciel automáticamente, sin sentir pena alguna. El conde Rodríguez meneó la cabeza.
-Ya lleva mucho tiempo muerto. Seguramente esté en un lugar mejor. Sebastian trató de reprimir una risita ante el comentario de Rodríguez, pero aun así no pudo evitar que se escapara parte de ella.
-En fin, Jorge lleva casi treinta años aquí. Creció con la reputación de su padre a su espalda y con el agobio de ser “el hijo de…”. Se conoce todas sus obras de memoria. Esta noche, sin ir más lejos, recitó una de las más famosas.
-Si no recuerdo mal, narró la leyenda del Monte de las Ánimas –dijo Ciel.
-Sí, Gustavo recopiló numerosas leyendas en su obra Leyendas. Entre ellas está la del Monte de las Ánimas. Ya es casi tradición que Jorge narre la leyenda cada año por estas fechas.
Ciel no pudo reprimir un bostezo. El conde Rodríguez dio por finalizada la charla y ambos se fueron a acostar.
-Espero que pueda dormir tranquilo lo que queda de noche –comentó Sebastian mientras descalzaba a su amo.
-Te tengo a ti para vigilar el perímetro –añadió el niño mirando por encima del hombro a su mayordomo.
Ciel cayó rendido enseguida por lo que Sebastian apagó las luces del candelabro y salió al exterior. La noche era tranquila y fría. Cualquier humano moriría de frío en pocas horas.
-El clima del norte español es bastante extremo –comentó Sebastian mirando hacia el horizonte.
Naturaleza pura. Era todo lo que se veía en varios metros a la redonda. De repente, los agudos oídos de Sebastian sintieron algo y se volvió rápidamente hacia su izquierda, pero allí no había nada… aparentemente. El demonio se adentró en el monte, siguiendo el rastro del sonido que había oído. Parecía como una flauta.
-Hace más de quinientos años que no oigo ese instrumento.
Cuando el demonio llegó a la cima del monte, se encontró con una iglesia abandonada y medio en ruinas. El ruido procedía de ahí dentro. Sebastian dio un paso al frente, pero algo rozó su mejilla, haciendo que se detuviera. Un fino hilo de sangre empezó a correr por la mejilla del mayordomo. -Ja… Así que la leyenda era cierta…
En sueños, Ciel era atormentado por terribles pesadillas. En ellas, veía a una mujer, descalza y ensangrentada, corriendo desesperada de un grupo de jinetes de armadura blanca que la perseguían. La mujer producía terribles chillidos de miedo y desesperación mientras corría. Ciel trató de ir a su lado y socorrerla, pero justo entonces la mujer se ponía a dar vueltas alrededor de una tumba. Ciel se acercaba lentamente y a escasos metros podía ver el nombre del difunto.
-Alonso…
Con el corazón en un puño, sudando copiosamente y temblando como una hoja, Ciell se despertó. Delante de él estaba Sebastian, inclinado ligeramente, seguramente para despertar a su amo. Al verle despierto, Sebastian le sirvió el té. El joven conde miró por la ventana. Fuera estaba nublado, pero brillaba el sol.
-¿Ha tenido una pesadilla, joven amo? –preguntó Sebastian tendiéndole el té.
Ciel no respondió. Con manos temblorosas, tomó la taza entre sus manos y bebió su contenido hasta vaciarlo. Después, Sebastian le preparó para desayunar y juntos bajaron al salón. Pocos se habían levantado aquella hora: el conde Rodríguez y el joven Jorge. Al ver a Sebastian, Jorge dio un respingo, pero Ciel lo tranquilizó.
-Sebastian es un mayordomo inglés, educado para servir en la Corte y con unos exquisitos modales –comentó el conde mientras se sentaba al lado de Jorge.
Jorge seguí mirando atónito a Sebastian, que burlaba las miradas del joven.
-Bien, he oído que eres hijo de un prestigioso poeta –comentó Ciel, sonriendo.
-¿Eh? Oh, sí. Sí, soy el hijo menor del famoso poeta Gustavo Adolfo Bécquer. ¿Y qué?
-Por tu actitud, diría que no fuiste bien tratado en tu familia…
Jorge enarcó una ceja al oír aquello.
-Más o menos… Mi hermano mayor, Gregorio, acaparó todas las miradas. A mí me quedó lo que tengo: una vida cómoda en este páramo desolado.
-Soria es un lugar maravilloso con unas vistas preciosas.
-Sí, hasta que te acostumbras. En un par de meses, estás deseando salir de aquí.
-¿No te gusta España?
-Poco. Al menos preferiría ir al sur, a Sevilla, donde nació mi padre, y escapar de este frío que se te mete entre los huesos.
Durante el desayuno, ciel y Jorge charlaron animadamente. A lo largo del día empezaron a bajar más invitados al salón, hasta que cayó la tarde. El resto del día, Ciel y Jorge lo pasaron juntos, charlando sobre todo de poesía, del padre de Jorge y de España.
-¿Y esa leyenda? –preguntó Ciel justo cuando el sol se ponía tras las montañas.
-¿La leyenda del monte? Mi padre la oyó hace muchos años en una fiesta como esta y la escribió en su libro Leyendas. También recopiló más leyendas, como la de la Cruz del Diablo.
Ciel y Sebastian pusieron la oreja ante la nueva leyenda que les iban a contar. Desgraciadamente, la fiesta de Halloween dio comienzo. Halloween era una festividad inglesa y en España no se practicaba, pero se decidió celebrarla en honor al joven conde. El servicio, incluyendo a Sebastian, se vistió para la ocasión, emulando ser vampiros. Los invitados por su parte podían elegir si disfrazarse o no. Cerca de las once de la noche, Jorge empezó a mostrarse temeroso, mordiéndose las uñas y mirando a todas partes.
-¿Ocurre algo, Bécquer? –preguntó Ciel sentándose a su lado en la chimenea.
-No… Nada…
-¿Por qué está tan inquieto, entonces? –inquirió el niño.
Jorge miró de soslayo antes de contarle un terrible secreto.
-La leyenda del monte, no es solo lo que cuentan por ahí o lo que cuento yo. Hay más.
Ciel abrió los ojos como platos e instó al joven a que siguiera con la historia.
-Hace unos años, un joven fue la noche de Todos los Santos a buscar una cinta que había perdido su amada y, a la mañana siguiente, el joven no había aparecido. Lo habían atacado los lobos.
Ciel entornó un poco los ojos.
-¿Qué clase de insensato sale de noche a…? –Jorge detuvo al joven conde.
-El joven Alonso no apareció, pero en la alcoba de su amada estaba la cinta que había perdido. La cinta, azul celeste, estaba salpicada de sangre y… atada a uno de los postes de la cama de la chica. Murió de terror.
Un escalofrío recorrió la espalda del joven conde, que seguía sin creer en ese tipo de historias. De repente, un aullido resonó por todo el monte, entrando en los corazones de los invitados. Algunos gritaron, presas del pánico, otros dejaron caer sus copas del susto y todos se quedaron pálidos ante el aullido.
-Es peligroso si esa bestia entra en la finca –dijo entonces el conde Camacho-. Propongo ir en su búsqueda y darle muerte.
La sala entera estalló en murmullos que se alzaron lentamente hasta convertir la velada en un mercado. El conde Rodríguez dio una fuerte palmada, callando a todo el mundo. Su expresión seria denotaba que iba a hablar en serio.
-Los lobos reinan en el monte. Este es su territorio al fin y al cabo. Somos intrusos en sus tierras. Dejémosles estar.
-¿Y esperar a que nos maten uno a uno? ¡Jamás!
El conde Camacho logró que el pánico se apoderara de todos los presentes. Así pues, el conde Rodríguez no tenía otra opción.
-Muy bien. Los que quieran ir a dar muerte al lobo, pueden ir. Mi puerta estará abierta.
De todos los invitados, surgió un pequeño grupo formado por veinte hombres y sus pajes o mayordomos dispuestos dar caza al lobo. Armados con escopetas y portando linternas, se adentraron en el monte tan pronto como les fue posible. Quedaban quince minutos para medianoche.
-Señor, no debería trasnochar –dijo Sebastian, que portaba la linterna y encabezaba su pequeño grupo.
-Lo que sea con tal de ver si esa leyenda es cierta o no.
El grupo contaba con la ayuda de un cazador que conocía el monte y rastreaba de vez en cuando las pisadas de la bestia.
-No deberíamos estar aquí. Hace escasos días vi cerca de aquella capilla una horda de esqueletos persiguiendo el fantasma de una mujer ensangrentada que huía de ellos y luego se ponía a dar vueltas como una loca alrededor de una tumba.
Aquello le sonaba a Ciel de algo. Al recordar su sueño, Ciel dio un respingo y se quedó petrificado por el miedo. Sebastian se dio cuenta de que no avanzaba y se rezagó por él.
-Joven amo, ¿quiere quedarse aquí solo, en medio de un monte atestado de lobos, con el frío que hace y sin armas?
Ciel entró en razón y fue corriendo al lado del mayordomo. Ambos continuaron el camino, pero estaban tan atrás que habían perdido a los demás.
-Fantástico, nos hemos perdido.
-Si el joven amo no se hubiera separado del grupo…
-¡Cállate!
Nuevamente los aullidos inundaron el monte, esta vez más cerca.
-Vamos –dijo Sebastian tomando en brazos a su amo y corriendo hacia la capilla que había descubierto el día anterior.
Ambos entraron y Sebastian cerró la puerta.
-Aquí deberíamos estar a salvo.
La luz de la Luna era lo único que iluminaba la capilla a parte de la linterna de Sebastian. Ciel echó un vistazo a su alrededor y vio con horro que aquello no era una capilla.
-Esto es un panteón –murmuró al ver lo que creía eran las figuras de las tumbas.
Sebastian iluminó la sala y, en efecto, había tumbas por todas partes. Unas intactas, otras quebradas, profanadas, pero todas de piedra y todas coincidían con las tumbas de la leyenda.
-Ay, mi…
-Son tumbas de caballeros templarios –dijo Sebastian mirando el interior de una de ellas-. A juzgar por el estado de descomposición, diría que hace más de setecientos años que llevan muertos.
De nuevo los aullidos resonaron por el monte y esta vez, acompañados de una figura negra que pasó por delante del panteón. Fuera se oían pisadas como de perro. Las pisadas al principio iban rápido, luego despacio y cada vez sonaban más cerca… hasta que se detuvieron. Ciel no se atrevió ni a respirar. De repente, un enorme lobo empezó a embestir contra la puerta de la supuesta capilla. Al segundo golpe había derribado la puerta, llevándose por delante al joven conde. Antes de que el enorme lobo pudiera hacer nada, Sebastian le había matado lanzándole una enorme losa encima.
-¿Está bien, joven amo? –le preguntó ayudándole a incorporarse.
-Sí… -respondió Ciel, que seguía con el susto en el cuerpo
-Supongo que la partida de caza ya puede retirarse…
*Tong* *Tong*
Las campanadas que habían oído la noche anterior resonaron por todo el monte. Para horror de Sebastian y de Ciel, procedían del panteón en el que estaban refugiados.
-Ya es… -dijo Ciel, muerto de miedo
-El Día de Todos los Santos –terminó Sebastian, volviéndose.
Una a una, las distintas tumbas se fueron abriendo, levantando una gruesa capa de polvo que hizo imposible la visión. Sebastian aprovechó el camuflaje para coger a Ciel en brazos y subir a lo alto de la torre, donde permanecieron hasta el conde se tranquilizó.
-Esto no puede estar pasando… Eran cuentos de brujas.
-Joven amo, le recuerdo la experiencia con fantasmas en la torre…
-¡Sí, lo sé! No me lo recuerdes…
Sebastian le puso una mano en la boca para que callara. El silencio precedió a los acontecimientos siguientes. Hubo un estruendoso crujir de piedras y pisadas de caballos que hicieron temblar el suelo. Sebastian y Ciel se asomaron por las almenas de la torre para ver un grupo de jinetes fantasmales salir del panteón y cabalgar monte abajo.
-Si se encuentran con el resto del grupo puede haber problemas –musitó Sebastian.
En ese momento, Ciel se quedó mudo de asombro. Una bella joven salía también de la capilla. Era la chica que había visto en sus sueños. Ciel bajó las escaleras de la torre sin importarle el despertar a más fantasmas o al mismísimo diablo para reunirse con la chica. Ciel se paró en seco a escasos metros del fantasma. Podía ver a través suyo, pero su belleza le cegaba.
-Disculpa… -dijo el niño en un susurro.
La joven se dio la vuelta. Si no fuera por su palidez y por la sangre que cubría sus ropajes, parecería una joven inocente y viva.
-Eres… ¿Beatriz?
La chica asintió con la cabeza y con una tímida sonrisa dibujada en su rostro. Mientras hablaban, las pisadas de Sebastian se hacían cada vez más fuertes.
-¡Señor!
Sebastian se encontró con una curiosa escena: su amo estaba hablando con el fantasma de una bella joven. En un momento dado, la joven se volvió hacia todas partes y echó a correr monte abajo. Ciel trató de detenerla, quería saber más cosas, pero su mayordomo le detuvo.
-Joven amo, déjela ir.
Ciel respiraba entrecortadamente mientras se aferraba al abrigo de su mayordomo.
-Se… Sebastian… -jadeó.
-¿Qué le ha dicho? –susurró Sebastian.
-Sé cómo salvarla…
Mientras Sebastian se reunía con el resto del grupo y los ponía a salvo de los fantasmas de los soldados, Ciel iba a buscar la cinta que había perdido Beatriz. La Leyenda cuenta que Alonso se la dejó en su alcoba y Beatriz murió de horror al saber de la muerte de Alonso. Si Ciel encontraba la cinta, el fantasma de Alonso saldría de su tumba, momento que aprovecharía Ciel para llevarle hasta Beatriz.
Una vez estuvo ante la tumba de Beatriz, Ciel levantó la enorme lápida, que se rompió al chocar contra el suelo. Una nube de polvo cegó al conde, que empezó a toser y a agitar las manos para disipar el polvo. Cuando reparó en la cinta de Beatriz, Ciel volvió corriendo a la capilla. Por el camino, el conde se dio cuenta de que había demasiado silencio. Algo no iba bien…
-¡Beatriz!
Un gritó sonó a sus espaldas. Ciel se volvió para ver la figura lamentable de un hombre que se arrastraba más que andar. Su cuerpo estaba putrefacto y tenía heridas por todas partes. Heridas de mordeduras y zarpazos. Era Alonso, que iba a recuperar la cinta de Beatriz. El terror que sentía el joven conde fue tal que no pudo moverse. Alonso le alcanzaría en seguida si no se movía.
-Con permiso.
Sebastian apareció de pronto para cargar nuevamente con su amo y ponerle a salvo.
-¡Sebastian!
-El grupo está a salvo –dijo Sebastian adelantándose a su amo-. Están en la finca, aguardando que le encuentre.
-¡Liberemos a Beatriz y volvamos a casa!
-Yes, my Lord.
Sebastian entró en el panteón sin perder de vista en ningún instante al zombia Alonso. Tras poner a salvo a su amo tras una fortaleza de piedras, Sebastian fue en busca del fantasma de Beatriz. La joven seguía corriendo como llevaba haciendo desde hacía medio siglo. Tras ella iban los caballeros templarios, centrados más en matarse entre ellos que en la chica. Cuando Beatriz estuvo ccerca, Sebastian dejó caer el lazo celeste. Beatriz reparó en él, se agachó para cogerlo y se quedó mirándolo un rato. Los jinetes pasaron de largo sin inmutarse. Sebastian miraba a Beatriz y al panteón; Alonso se acercaba.
-Si no me doy prisa, matará al joven amo.
Sebastian se mostró ante la joven quien dio un respingo al verle. Sebastian se limitó a señalarle el panteón con el dedo. Beatriz siguió la trayectoria que le marcaba Sebastian y, en cuanto vio a su amado, una extraña y mística luz inundó sus ojos. En un abrir y cerrar de ojos, Beatriz se situó al lado de Alonso, quien estaba prácticamente dentro del panteón. En cuanto sus miradas se conectaron, los dos no muertos fueron envueltos en una misteriosa luz blanca que empezó a hacerse cada vez más intensa. La última imagen que tuvo Sebastian de la pareja fue cómo sus labios se aproximaban hasta rozarse.
Acto seguido, la luz desapareció, llevándose consigo a los dos enamorados. Sebastian entró entonces dentro del panteón par aliberar a su amo, que temblaba en el suelo.
-¿Tiene miedo, señor? –preguntó burlón el demonio.
-¡Idiota! ¿Sabes el frío que hace?
Sebastian cargó nuevamente con su amo y ambos volvieron a la finca donde los demás nobles aguardaban. Eran las dos de la mañana cuando entraron por la puerta.
-¡Menos mal! ¿Están los dos bien? –preguntó el conde Rodríguez.
-Sí, estamos bien, señor –comunicó Sebastian.
Ciel dormitaba plácidamente en sus brazos. La aventura le había agotado. Al día siguiente, 1 de noviembre, no tuvo lugar la cacería después de lo acontecido la noche anterior. Así pues, concluyeron el fin de semana con una tranquila comida entre todos y, al atardecer, cada uno volvió a su casa. El último en marcharse fue el conde Phantomhive, pues era el que más lejos vivía.
-¿Seguro que no quiere quedarse a pasar la noche? –le preguntó el conde Rodríguez.
-Muy amable, Rodríguez, pero tengo asuntos que tratar en Londres –Ciel se refería a una nueva misión de parte de la Reina, pero aquel tipo de información era confidencial.
-Entiendo. Jorge le echará bastante de menos.
Desde lo alto de las escaleras se oyó un improperio hacia el conde Rodríguez. Tras estrecharse la mano, Ciel se volvió dispuesto a salir y tomar su carruaje, pero una tormenta arreaciaba en ese momento.
-Sobre lo de quedarme una noche más…
Mientras Ciel se preparaba para irse a la cama, Sebastian le recordaba los asuntos a tratar en Londres.
-Y me congratula decirle que después de lo de anoche, Funtom tendrá puestos en España –finalizó el mayordomo, sonriendo.
-¿Ah, sí? ¿En qué ciudades?
-Soria, claramente, Madrid, Barcelona y Sevilla. De momento está bastante bien, señor.
-Sí, no puedo quejarme.
En aquel momento, alguien llamó a la puerta. Jorge Bécquer asomó por ella, pidiendo permiso para entrar.
-Estaba a punto de irme a la cama –le informó el conde-. ¿Quería algo?
-Desearle buenas noches y… darle esto.
Jorge se acercó al joven conde y le tendió un enorme libro algo antiguo.
-Es el original de Rimas y Leyendas de mi padre. Espero que lo disfrute.
Ciel dejó el libro sobre la cama y le agradeció a Jorge su acto de buena fe.
-Pero yo no sé español.
El alma de Jorge cayó a sus pies. No había reparado en ello. Todos estos días hablando en inglés con el conde, se le había olvidado que no hablaba español.
-Es igual, quisiera que lo tuviera, por favor. Como un recuerdo.
Ciel le dio las gracias de nuevo y ambos se despidieron.
-Un joven muy simpático, ¿no cree? –alegó Sebastian arropando a su amo.
-Sí, la verdad es que sí. Por cierto, Sebastian, ¿qué quería la Reina que hiciera?
-Oh, parece ser que hay una joven novia rondando por el cementerio de la ciudad.
Ciel enarcó una ceja al oír aquello.
-¿Quiere que investigue eso? En fin, no me quedará más remedio.
Sebastian ya se marchaba cuando Ciel lo detuvo.
-Sebastian, respecto a la leyenda de la Cruz del Diablo… ¿Te suena de algo?
Sebastian ladeó la cabeza sin volverse.
-Dejémoslo para el próximo Halloween, ¿le parece?
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| | | ayal92 Sirviente
Cantidad de envíos : 401 Edad : 31 Localización : Acosando a Sebastian Fecha de inscripción : 25/04/2012
| Tema: Re: Halloween en el foro: Concurso fic Kuroshitsuji Sáb Oct 12, 2013 10:45 am | |
| Bueno, aquí está el mio. Disfrutadlo ^.^ - Spoiler:
A Halloween party in Phantomhive´s Manor.
Ciel Phantomhive dio un suspiro y miró a su alrededor con resignación. Esa mañana su prometida había aparecido repentinamente con la idea de celebrar una fiesta de Halloween con disfraces y todo. El conde había protestado y dado todos los argumentos posibles en contra: era una fiesta americana, a Lizzie no le gustaban las temáticas oscuras y él no sabía cómo organizar ese tipo de eventos. Pero su prometida había heredado la terquedad de su madre y los ojos de cachorrito de su padre, por lo que la mansión ya estaba decorada y Ciel vestido con una túnica negra, una máscara de esqueleto y una guadaña en la mano.
Si tenía que ser honesto consigo mismo, la cosa no estaba tan mal. Cualquier ocasión de poder hartarse a dulces era buena y la mansión cubierta de negro e iluminada por unas tenues velas se sentía acogedora. Aún así el toque de Lizzie podía notarse en “pequeños” detalles como los murciélagos rosas que cubrían las paredes, las calabazas con cintas rosas y los esqueletos ataviados con vestidos de volantes…rosas también.
—Maylene—oyó a Sebastian a su espalda—, trae la bandeja de dulces que he dejado en la cocina.
—V-Voy, señor Sebastian.
Casi en cámara lenta Ciel pudo ver a su sirvienta (vestida de bruja para la ocasión) darse la vuelta y derribar el contenido de una estantería con la escoba. En ese momento, Finny se adelantó para tratar de detener el estropicio, pero tropezó con una de las vendas de su disfraz de momia y en su intento por mantener el equilibrio tropezó con Bard, quien justo traía una bandeja con un pedazo de carbón de color y composición indefinida.
En apenas unos segundos los sirvientes estaban en el suelo, junto el contenido de la estantería (o lo que quedaba de ello) y el último experimento culinario de Bard había salido por la ventana. Antes de que Ciel pudiese ordenar a Sebastian limpiarlo todo la puerta se abrió.
— ¡Ciel! ¡Qué guapo estás! —gritó Lizzie dirigiéndose hacia él, apenas reparando en el pandemónium en que se había convertido su sala de estar. — ¿A que es lindo? —preguntó mostrándole su disfraz.
—B-Bueno, te queda bien—murmuró sin saber muy bien que decir. Aquel vestido de hada brillante y rosado con alas a juego le sentaba bien, pero no es lo que Ciel calificaría de lindo. Aunque a él nada le parecía lindo. — ¿Dónde has estado, por cierto?
—Estaba escogiendo un disfraz adecuado para el señor Snake. El pobre es tan tímido que ni siquiera quería venir. Pero yo creo que ha quedado muy guapo ¡Señor Snake, pase!
Ciel miró ansiosamente a la puerta, temeroso de lo que su prometida podría haberle hecho al más traumatizado de sus sirvientes, pero tenía que admitir que no estaba mal. Snake, encogido contra la pared y totalmente colorado, estaba vestido de vampiro y la verdad es que le quedaba bien. Incluso sus serpientes llevaban pequeñas capas alrededor de sus cuellos. Bueno, al menos ellas tenían los colmillos de fábrica.
—Yo creo que ha hecho un maravilloso trabajo, señorita Elizabeth—intervino Sebastian, quien ya había limpiado todo.
—Gracias—respondió ella con una sonrisa—. Pero, Sebastian, ¿por qué no estás disfrazado?
—Yo soy el mayordomo. No sería apropiado que…
—Tonterías—interrumpió Ciel, con una sonrisa escondida tras su máscara y sintiendo ganas de fastidiar a su mayordomo un poco—, o nos mojamos todos o no se moja nadie. Así que, Sebastian, ve a buscar un disfraz acorde a la ocasión y no vuelvas hasta que lo encuentres.
—Como ordene, joven amo—dijo el mayordomo haciendo una reverencia y saliendo de la estancia.
Satisfecho, Ciel se sentó en una butaca y tomó un dulce de la bandeja preguntándose que clase de disfraz elegiría Sebastian. No sabía lo mucho que se iba a arrepentir de esa orden.
No habían pasado ni dos minutos cuando Sebastian llamó a la puerta.
—Joven amo, ya estoy listo.
Ciel arqueó una ceja sorprendido ¿Tan rápido? Bueno, era Sebastian después de todo.
—Adelante. —dijo mientras todos miraban hacia la puerta con curiosidad.
Cuando Sebastian entró, el alarido de horror se escuchó hasta más allá de la Mansión Phantomhive. Ciel vio como todos y cada uno caían inconscientes, sus caras torcidas en un rictus de horror. Él mismo no podía creer que Sebastian se hubiera atrevido a tanto.
Lo primero que hizo tras recuperarse del shock fue encararse con su mayordomo.
—Vamos a ver, Sebastian, ¿¡en qué estabas pensando!?
—Usted me pidió un disfraz acorde a la ocasión…—respondió el otro con una macabra sonrisa.
— ¡Pero esto es demasiado! —interrumpió Ciel. Se dio la vuelta y miró con preocupación los cuerpos desmayados. — ¿Seguro que están vivos?
—Todavía puedo sentir sus almas, o sea que sí.
—Pues llévalos inmediatamente a sus habitaciones. E invéntate una explicación para darles mañana.
—No hay nada que explicar—repuso el mayordomo, mientras se los llevaba. —. Solo es un disfraz de Halloween muy realista.
En cuanto se cerró la puerta, Ciel cogió un dulce de la bandeja y empezó a saborearlo tratando de calmarse. Jamás se habría imaginado que Sebastian mostraría su forma de demonio a su prometida y a los sirvientes. Al menos esperaba que se creyesen que había sido solo un disfraz de Halloween. O una alucinación colectiva.
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| | | KuroNeko. Demonio
Cantidad de envíos : 5766 Edad : 24 Fecha de inscripción : 29/02/2012
| Tema: Re: Halloween en el foro: Concurso fic Kuroshitsuji Lun Oct 14, 2013 3:41 pm | |
| Yo!!!! Yo quiero participar ;A;!!! -Hace drama para poder participar- (?) asdfasdfgas Hace mucho que no escribo ;w; Y quiero volver a hacerlo aunque sea mala :'DDD | |
| | | Evangeline Reina de las letras
Cantidad de envíos : 70865 Localización : Anywhere Fecha de inscripción : 03/08/2011
| Tema: Re: Halloween en el foro: Concurso fic Kuroshitsuji Miér Oct 30, 2013 1:08 am | |
| Recuerden que deben empezar a votar Q_Q | |
| | | sailor Demonio
Cantidad de envíos : 15364 Edad : 30 Fecha de inscripción : 24/09/2010
| Tema: Re: Halloween en el foro: Concurso fic Kuroshitsuji Jue Oct 31, 2013 3:55 pm | |
| Primera en votaaaaaaar ♥
*después de siglos leyendo y meditando*
Mi voto va para... *chun chun chun* Hwesta!! Me gustó mucho la idea de Sebastian y Ciel en España, y realmente hiciste que todo se sintiera muy español (?) Además la forma en la que mezclas a Sebas y a Ciel con leyendas y personajes españoles (aunque Becquer esté bien muerto, pero me encantó que se mencionara!) que muestra que controlas el tema ♥ Me pareció una historia muy propia de Yana!
El fic de Ayal también me encantó, me hizo reir mucho y amé el final!! Amaría ver un OVA inspirado en eso!! QvQ Si,si, sin duda el disfraz de Sebas es el mejor! | |
| | | Evangeline Reina de las letras
Cantidad de envíos : 70865 Localización : Anywhere Fecha de inscripción : 03/08/2011
| Tema: Re: Halloween en el foro: Concurso fic Kuroshitsuji Lun Nov 04, 2013 8:55 pm | |
| Ambos fic muy buenos, pero debo decir que mi voto es paraa - Spoiler:
Hwesta
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| | | Yue Jigoku Demonio
Cantidad de envíos : 51022 Edad : 31 Localización : Mansión di Rousseau... Fecha de inscripción : 13/09/2010
| Tema: Re: Halloween en el foro: Concurso fic Kuroshitsuji Dom Nov 10, 2013 5:34 am | |
| woooow... a pesar de solo ser dos... a quedado muy bien el escrito de ambas competidoras -w- increíble para las dos...xD mew mew... mi voto será para . - Spoiler:
ayal92
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| | | Evangeline Reina de las letras
Cantidad de envíos : 70865 Localización : Anywhere Fecha de inscripción : 03/08/2011
| Tema: Re: Halloween en el foro: Concurso fic Kuroshitsuji Dom Nov 17, 2013 6:31 pm | |
| Les traigo el resultado del concurso La ganadora del primer lugar es Hwesta, felicidades!!! Aqui su reconocimiento :3 - Código:
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[URL=http://s1072.photobucket.com/user/EvangelineRave/media/Firmas/cdj_zps0d7eea99.jpg.html][IMG]http://i1072.photobucket.com/albums/w376/EvangelineRave/Firmas/cdj_zps0d7eea99.jpg[/IMG][/URL] | |
| | | Hwesta Duque
Cantidad de envíos : 1263 Edad : 31 Localización : Por ahí andaré Fecha de inscripción : 14/08/2013
| Tema: Re: Halloween en el foro: Concurso fic Kuroshitsuji Lun Nov 18, 2013 11:13 am | |
| Muchas gracias a todos de corazón ^^ Espero que hayáis pasado un buen halloween | |
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| Tema: Re: Halloween en el foro: Concurso fic Kuroshitsuji | |
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| | | | Halloween en el foro: Concurso fic Kuroshitsuji | |
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