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~ Bienvenidos sean a la Mansión Phantomhive ~
 
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 Fanfic Sweet Revenge por Alicia Campbell

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Alicia Campbell
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Alicia Campbell


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Fanfic Sweet Revenge por Alicia Campbell Empty
MensajeTema: Fanfic Sweet Revenge por Alicia Campbell   Fanfic Sweet Revenge por Alicia Campbell Icon_minitimeVie Ago 21, 2015 7:44 pm

Buenas!!! Aqui les dejo mi fanfic debut de el mayordomo negro con la pareja SebasxCiel Disfrutenlo!!! Very Happy

Dedicatoria:
A los fans que amamos el anime y manga japonés, sobre todo a Kuroshitsuji: El Mayordomo Negro de la genial mangaka Yana Toboso. A ella y a los lectores que son los que me inspiran.

El cuervo dijo nunca más

Estaba solo. Inmerso en la oscuridad. Como aquella primera vez que le conoció.
Ciel entreabrió sus ojos azules. Solo una tenue luz proveniente de una única vela junto a la cama en donde estaba acostado iluminaba lo suficiente para verse a sí mismo. Su cuerpo pequeño a la edad de trece años, de piel blanca, cabellos negros de un brillo azulado que le caía sobre su frente ocultando parcialmente sus ojos grandes y azules, su cuerpo delgado, pero esbelto que en esos momentos estaba cubierto por una blanca camisa que le cubría hasta la mitad de sus muslos y se le hacía grande para él.
Al instante de despertar supo que esa no era su cama. Había dormido y despertado tantas veces en ella que era imposible de olvidar la sensación al recostarse sobre sus propias sábanas. Era igual de blando y las sabanillas eran del más exquisito satén, pero no eran suyas. Volvió a mirar a su alrededor, ya sentado sobre la cama, pero no podía ver nada. Pareciera que la habitación en donde estaba estuviera compuesta solo de la elegante cama y la mesita a su lado, todo envuelto en tinieblas. Su primera reacción no se hizo esperar.
- ¡Sebastian! - llamó él con imperiosidad.
Pero no hubo respuesta. Todo estaba envuelto en el mayor silencio.
- ¿Dónde se metió ese demonio? - se preguntó el chico frunciendo el entrecejo - Más importante aún: ¿dónde diablos estoy yo?
Trató de hacer memoria. Si mal no recordaba, estaba…
Súbitamente sufrió un sobresalto.
- Es cierto - masculló con los ojos totalmente abiertos de la sorpresa - Mi venganza… El contrato fue cumplido. Sebastian, él… Debió tomar mi alma.
¿Estaba acaso muerto? ¿Su alma ya había sido consumida?
Miró sus manos. Posó una encima de la otra. Podía sentir el roce de su propia piel. No parecía estar muerto. ¿Los muertos soñaban? Podía ser una posibilidad. Pero tampoco pensó que se tratara de un sueño. Entonces, ¿qué ocurría?
Se bajó de la cama lentamente. No veía el piso dada la oscuridad, pero al descender sus pies de la cama con cuidado sintió que tocaba la plana y fría superficie que había debajo de él. Recorrió un tramo con desconfianza, alejándose de la cama. Llevó consigo la vela colocada en un candelabro plateado, pero nada se iluminaba a su alrededor salvo él mismo. Pareciera que aquella habitación no tuviera más muebles y no había salida visible. Caminó durante unos minutos adelantando una mano frente suyo en busca de alguna pared u objeto entre la oscuridad, pero no encontró nada.
De pronto se vio a si mismo inmerso en la oscuridad protegido solo por la leve iluminación de la vela. Ya no veía la silueta de la cama. No veía nada. Se sentía solo.
- ¡Sebastian! - volvió a llamar, esta vez con un deje de súplica en su voz.
No hubo respuesta. Corrió. Intentó llamándolo una vez más, pero sufrió la misma silenciosa respuesta. Lo intentó una vez más. Y otra vez. Y otra. No se detuvo hasta que sintió seca su garganta y húmedos sus ojos. Entonces detuvo su carrera contra la soledad.
Estaba solo. Inmerso en la oscuridad. Como aquella primera vez que le vio.
Recordó su traumático pasado, cuando sus padres murieron y él quedó en manos de aquellos que le hicieron sufrir. Aquella vez que conoció a Sebastian y realizó el contrato.
- Sebastian - susurró sin mucha esperanza de ser escuchado –, no me dejes solo.
- Yes, my lord.
La oscuridad se disolvió, desapareció con aquellas palabras. En un parpadeo del chico todo se volvió cegadoramente luminoso, todo blanco.  El suelo era de mármol blanco, las paredes también. No había velas, pero alguna extraña luz inundaba toda la habitación.
Ciel dejó caer el candelabro de su pequeña mano y se giró de la sorpresa. El lapso de tiempo en que caía el candelabro y provocaba un resonante sonido al chocar con la superficie de mármol fue el tiempo que el chico se tomó para procesar en su cabeza la aparición de Sebastian ante él, su alta y esbelta figura parada frente a él, vestido con su característico frac negro de mayordomo, su piel tan blanca como el mismo mármol, su cabello negro que enmarcaba su bello rostro, sus ojos rojos como sangre que le miraban con astucia y sus labios curvados en una endemoniada sonrisa.
- Me da gusto que haya despertado - dijo con fingido regocijo el mayor - ¿Qué le pareció su pequeño recorrido por la habitación?
- ¿Me estabas mirando? - el pequeño dio rienda suelta a su furia - ¡¿Por qué no viniste cuando te llamé?! Nuestro contrato…
- No existe tal contrato - le interrumpió Sebastian sin dejar de sonreír - Nunca más. ¿Quiere comprobarlo?
El mayor señaló a la pared junto a Ciel donde había aparecido un espejo de cuerpo completo sin que el chico se diera cuenta. El menor se miró y lo primero que comprobó fueron sus ojos. Se sorprendió al ver sus dos ojos totalmente azules. No había marca en su ojo derecho. No había contrato. Ya no tenía nada que le uniera a Sebastian, salvo los recuerdos. Se acercó al espejo y apoyó su delicada mano de infante en su reflejo. Al instante visualizó a Sebastian junto a su imagen en el espejo luego de que este se aproximara a él por detrás.
- ¿Por qué no has tomado mi alma? - exigió saber Ciel.
- Sentí que sería un poco aburrido si solo tomaba su alma, así que me tomé la libertad de crear un pequeño juego. Le gusta jugar, ¿verdad, joven amo?
Ciel giró su rostro ceñudo hacia quien fue su mayordomo.
- ¿Cuál sería el punto de seguir en tu juego? De todas formas consumirás mi alma tarde o temprano.
- ¿Disfrutó su estancia en la oscuridad entonces?
Un estremecimiento recorrió el cuerpo del menor al recordarse solo en aquella oscuridad y sin nadie que contestara sus súplicas. La expresión encrespada del niño no pasó desapercibida por el demonio, quien agrandó su sonrisa al verle temblar.
- Esa será la misma sensación que sentirá cuando tome su alma para mí. Tal vez incluso empeore dependiendo de cómo fue su trato hacia mi durante nuestro pacto - le explicó mientras se inclinaba hacia él con malicia - ¿Está seguro que no desea aplazar un poco más esa sensación?
Sebastian le tenía acorralado. Sabía que el menor le temía a la oscuridad y a sentirse solo. Él le conocía mejor que nadie. Ciel volvió a mirarse al espejo con indecisión. El reflejo de la burlona sonrisa de Sebastian no se escapaba de la mirada del chico.
Finalmente Ciel decidió ceder.
- ¿De qué trata ese juego tuyo?
- Estoy contento de que aceptara - expresó el mayordomo con fingida alegría - Y sobre eso…
Sus palabras quedaron en suspenso por unos segundos que le parecieron eternos a Ciel, quien se había girado completamente hacia el hombre frente a él, como un prisionero esperando por su sentencia.
- ¿Qué le parecería convertirse en mi mayordomo?
Las palabras de Sebastian volvieron a quedar suspendida en el aire. Cuando el mayor se fijó en el rostro del chico notó que este le miraba con una expresión seria y pasaron unos segundos mirándose mutuamente.
- ¿Qué has dicho, Sebastian? - preguntó con seriedad el chico.
- Bueno - el mayor se cruzó de brazos y tomó su mentón entre su dedo índice y pulgar como si estuviera pensando -, tal vez exageré al decir mayordomo. En su condición actual creo que solo sería sirviente… No, tampoco… Mmm. ¿Mascota?
- ¡Como si fuese a dejarte hacer algo así! - resonó el grito de un mosqueado Ciel - Olvídalo. Prefiero estar nuevamente en la oscuridad a ser tu juguete.
- Supuse que diría eso - suspiró Sebastian - Después de todo usted no es bueno en ese tipo de cosas. A pesar que es uno de los más poderosos nobles en Inglaterra, es imposible que pueda dominar el arte de servir.
- ¿A qué le llamas arte, estúpido demonio?
- ¿Acaso cree que ser mayordomo es fácil? Pobre niño mimado.
Sus palabras eran intencionadas. Pretendía tentarlo a aceptar. Ciel lo sabía. Pero… ¡El chico ardía por silenciar a aquel demonio que se creía muy superior a él! Su orgullo estaba en juego también.
- Oh - sonrió con rabia contenida el chico - ¿Así que me desafías? Está bien. Jugaré a tu juego, Sebastian. Me convertiré en un mejor mayordomo que tú. Si logro eso, exijo que me dejes en libertad y vuelvas a convertirte en mi perro. Es una orden.
La sonrisa se acrecentó en los labios del demonio.
- Yes, my lord. Oh eso cree que diré, pero…
Sebastian se acerca a Ciel sin que este dedujera que lo levantaría como si fuese un saco cualquiera y lo colocara sobre su hombro sin ninguna delicadeza.
- Desde ahora será mi sirviente - anunció Sebastian mientras caminaba con Ciel al hombro - Por lo tanto, quien deberá seguir mis órdenes es usted.
- ¡Bájame, Sebastian! - gritó el chico con exasperación.
- Y no es más “Sebastian”. Es “amo”.
- ¡Idiota! ¡Jamás diré algo como eso!
- Que mal. Deberé instruirle cómo debe comportarse un verdadero sirviente y eso incluye los castigos que deberá asumir si se equivoca.
En un parpadeo, ambos se hallaron en otra habitación. Esta estaba tan blanca como en donde se encontraba Ciel anteriormente, toda hecha de mármol, pero en el centro de ella estaba una cama con dosel de sábanas negras. Y opuesta a ella, en la pared contraria, una puerta blanca. Aquella cama era el único mueble de aquella habitación. No había vela alguna, pero la habitación estaba muy bien iluminada por la misma misteriosa luz.
Sebastian dejó al menor en la cama sin mucha delicadeza y antes de que este pudiera lanzar una protesta el demonio le acalló con sus propias palabras.
- Esta será su habitación desde ahora. Solo si yo lo permito podrá salir. No intente nada fuera de mis deseos o sufrirá las consecuencias.
- ¿Y qué consecuencias serían esas? - le retó Ciel - Lo dejaré claro, no me importa si me infliges dolor físico. Eso es lo de menos, pero no permitiré que me degrades como a un perro. Por el nombre que poseo, Ciel Phantomhive, juro que no me dejaré humillar por ti.
- Siempre adoré su actitud rebelde, pero en estos momentos no estoy para lidiar con ese tipo de juegos.
- Oh. ¿Y no es eso de lo que se trata esto? Al final nuestras vidas siempre dependen de un juego - le lanzó una sonrisa que mostraba cuán superior se sentía - Y ambos sabemos cuál de los dos es mejor en este tipo de juegos, Sebastian.
Bruscamente el chico es halado por los cabellos quedando arrodillado en la cama y su rostro fue acercado peligrosamente al de su captor, quien le miraba con una roja y sagaz mirada.
- La paciencia es una virtud de la cual me enorgullezco, pero todo tiene límites. Sé muy bien que el daño físico no lo domesticará, ¿pero qué tal si le despojo primero de ese orgullo suyo? - los labios del demonio se acercaron al oído izquierdo del menor y le susurraron lujuriosamente: - ¿Preferiría ser mi puta en vez de mi sirviente, joven amo?
Aquellas palabras unidas al peligroso acercamiento que sentía entre sus rostros provocaron miedo en el chico. Si en algún momento se entregase al demonio de esa forma no volvería a poder alzar la mirada ni para mirarse a sí mismo al espejo. Sería tanta la humillación que preferiría una eternidad de castigos y torturas.
- Nunca dejaría que me tocaras - le desafió Ciel con el resto de valor que le quedaba - Un perro engreído como tú… ¡Ah!
Las palabras fueron interrumpidas por el fuerte agarre con que tomó Sebastian uno de los redondos glúteos del chico. Sus manos, que en ese momento estaban desnudas mostrando las largas uñas negras del demonio, se escurrieron dentro de la camisa y lastimaban la aterciopelada piel del niño. Sonrojado y adolorido, Ciel fijó sus ojos en el blanco techo y se mordió el labio inferior en un intento de no lanzar el grito que amenazaba con salir de su garganta.
- ¿Cuánto tiempo permanecerá callado? - sonreía Sebastian con crueldad - ¿Cuánto pasará antes de que su máscara de orgullo se rompa?
Ciel le dirigió una feroz mirada en desafío y al segundo en sus labios se formó una sonrisa altanera.
- Woff - ladró él con burla.
Los dedos de Sebastian se movieron sobre la piel, haciéndola sangrar con sus uñas, y uno de ellos se posó sobre el pequeño botón rosa que mostraba la entrada al interior de Ciel. Aquel toque le anunció al menor de lo que iba a pasar si se resistía.  Se debatió entre las manos de su captor intentando escapar de su agarre sin muchos resultados. Su último intento se vio castigado con la intromisión de aquel dedo que le desgarró desde adentro. Su espalda se arqueó dolorosamente y sus ojos se agrandaron. Quedó sin aliento y sus piernas le comenzaron a temblar hasta que le fallaron y solo quedó suspendido por la mano de Sebastian que le tomaba de los cabellos. Cerró los ojos intentando burlar el dolor, pero era algo imposible. De lo único que se felicitaba era de no haber gritado, aunque la mayor parte se debía a la falta de aire que sintió.
- Está así solo por un dedo - se mofó Sebastian sádicamente - Ya quiero ver cómo estará cuando entre en usted completamente.
- Inténtalo y te mato - logró decir Ciel a duras penas.
- Tal vez acepte ese desafío, pero no ahora. ¿Qué decide, joven amo? ¿Prefiere servirme o convertirse en mi prostituta? Realmente me da igual, pero si acepta ser mi sirviente deberá aceptar todas mis órdenes.
Ciel aún le miraba sanguinariamente, pero el dedo había comenzado a retorcerse dentro de él, apresurando su respuesta.
- ¡Está bien! Acepto ser tu sirviente. ¡Ahora suéltame!
El dedo fue aún más profundo y esta vez Ciel no pudo evitar que un gemido de dolor se escapara de sus labios.
- Pídelo como un sirviente a su amo - exigió Sebastian.
Pasaron unos segundos hasta que Ciel se decidiera aceptar pronunciar las palabras que Sebastian le pedía.
- Por favor - suplicó - Déjame ir.
- Amo - puntualizó el demonio y Ciel repitió lastimosamente la palabra.
El dedo se retiró de un golpe. Ciel no tuvo tiempo de asimilar su liberación, tanto de los dedos de Sebastian como de su agarre en los negros cabellos, y se derrumbó en las negras sábanas. Una vez libre, Ciel gateó lejos de Sebastian hasta el extremo opuesto de la cama y le miró con ferocidad desde allí. El demonio había introducido en la boca el dedo con que lo torturó y degustaba el sabor del chico que se había impregnado en él. Sus ojos se habían vuelto de un rojo aún más candente y le miraba con excitación.
- Su alma no es lo único que sabe bien, joven amo - expresó el demonio con una amplia sonrisa - Estoy tentado a probarle de esa forma también.
- ¡Acepté ser tu sirviente! - le gritó Ciel con su actitud desafiante recuperada - ¡Prometiste no hacerme nada como eso una vez que aceptara…!
Sebastian realizó un gesto negativo con el dedo índice y la cabeza.
- Jamás prometí nada de eso. Pero no se preocupe. No le voy a obligar. Lo de ahora fue solo el castigo que le prometo si continúa resistiéndose. Usted solo se abrirá de piernas para mí. Tarde o temprano.
Dicho eso el demonio desapareció fugazmente y al medio segundo de hacerlo una almohada negra fue lanzada por Ciel donde antes estuviera Sebastian.
- ¡Maldito demonio! - gritó Ciel.

Dulce tentación

Había pasado toda una semana desde que Ciel se iniciara como el “mayordomo” de quien una vez fue su sirviente. Todas las mañanas se levantaba perezosamente a las 6:00 a.m. y se vestía con un pequeño frac hecho a su medida, tan negro como las alas de un cuervo, y que siempre aparecía en su habitación cada mañana. Entonces comenzaba sus labores.
El primer día supo que se hallaba en la mansión de Sebastian localizada en el  Infierno. Ciel se sorprendió con la idea de estar en aquel lugar, pero no por la razón que siempre creyó. También le sorprendió saber que Sebastian era un noble, miembro de la realeza infernal portador del título de duque, miembro del gabinete de gobierno y un posible candidato para asumir el trono del Abismo.
La primera vez que Ciel pudo observar las afueras de la mansión a través de las ventanas se impresionó aún más al ver que no existía aquel paisaje lleno de fuego y sangre que se imaginó que sería el  Infierno. La lujosa mansión estaba ubicada en el campo, el cual mostraba una vista de estar en pleno otoño con el césped dorado y las hojas naranjas en los árboles cayendo a diario.
El menor conoció al resto de la servidumbre, pero nunca tuvo conversación con ellos. Solo con una mujer, una demonio como todos los que había allí, pero de bello aspecto y amable llamada Mary. Tanto sus ojos como el cabello eran dorados y desde ese momento era su instructora en los deberes como el nuevo mayordomo de Sebastian. Había sido enviada por este último para enseñarle al chico lo básico de cada tarea que debía realizar en la mansión.
Al principio no le iba muy bien. Siempre terminaba rompiendo alguna vajilla o dificultándole el trabajo a los demás sirvientes, pero ninguno de ellos intentó ofenderlo o lastimarlo. Aunque Ciel estaba preparado para ello jamás tuvo algún inconveniente con los demás criados. Supuso que Sebastian les había advertido que no intentaran nada con él y por eso, incluso en un lugar como ese, estaba siendo protegido por el demonio. Ciel se molestó a un más con él. Y mucho más aun consigo mismo al sentirse tan incompetente.
Ahora debía llevarle el té de las mañanas a Sebastian. Mary siempre lo preparaba y su deber era el de entregarlo. Sebastian había dejado en claro que no se le permitiría al menor preparar comidas sin la supervisión de alguien más. Temía que el chico se lastimara o se quemara. Ciel lo asumió como una medida por parte del demonio para que su “cena” no se dañara así que no le dio mucha importancia.
Mientras empujaba el carrito en donde llevaba el té y algunos bizcochos, Ciel comenzó a preguntarse si todo aquello era realmente necesario o solo era por el capricho del demonio. Jamás vio a Sebastian comer, por lo que asumió que no lo necesitaba. Tampoco sabía si dormía en el mundo humano, pero ahora que estaban en el  Infierno sí lo hacía. Muchas más preguntas se tornaron alrededor de aquella figura de la cual alguna vez pensó que conocía tan bien como a sí mismo, pero no era así.
Al llegar a la habitación del demonio Ciel tocó suavemente la puerta. Aquello era uno de los momentos más difíciles del chico, pues debía actuar como sirviente frente a él y rebajarse a lo que una vez el demonio fue. En su interior el chico se lo creía merecido, pero su orgullo le impedía admitirlo.
- Pasa - se escuchó la voz de Sebastian a través de la puerta.
El menor abrió la puerta y se adentró en la ya conocida habitación. Toda la mansión había sido construida con mármol blanco, así que no le extrañó ver igual de blanca la habitación de Sebastian. Siempre pensó que sería un poco más tétrica, pero no era así. Su habitación tenía un par de altas ventanas, ambas estaban ocultas por cortinas negras dejando la habitación en penumbras, cada una al lado de la gran cama con dosel de sábanas negras como las suyas y dos mesitas a cada lado, en la pared opuesta a la entrada, a la izquierda, un gran sofá con varios cojines de terciopelo violeta, casi negro, y a la derecha un armario de madera blanca. Todo era una combinación entre la luz y la oscuridad.
Ciel dejó el carrito junto a la cama y fue hasta las cortinas. Las descorrió, dejando entrar la luz del falso sol en también aquel falso cielo nublado y gris.
- No es muy diferente de Londres - susurró Ciel para sí.
Cuando finalmente descorrió las cortinas fue hacia el carrito. Comenzó a preparar el té como Mary le había enseñado, siempre con algo de desconfianza pero logrando hacerlo bien. En su fuero interno celebró cómo comenzaba a dominar todas aquellas tareas, pero no lo demostró. Tomó la taza en ambas manos y la llevó hacia la cama.
- El té de hoy es French Earl Grey - comenzó a decir Ciel.
- Oh- sonrió Sebastian - ¿No es acaso una bella coincidencia? Se trata de su té favorito.
Una variación, para ser exactos.El té French Earl Grey le añadía pétalos de rosas a la mezcla tradicional Earl Grey. Realmente Mary había preparado la mezcla original de té negro aromatizado con aceite de bergamota, pero Ciel se sintió un tanto indignado ofreciéndole a Sebastian el mismo té que él adoraba consumir en su tiempo como conde. Por eso se decidió en agregar unos pétalos de rosa para transformar la bebida.
El demonio se hallaba envuelto en las sábanas negras. Estaba desnudo y Ciel pudo admirar su piel blanca en perfecto contraste con el negro de la tela. Su cabello estaba despeinado, dándole un aspecto atractivamente informal. Ciel nunca lo había visto así hasta que comenzara a servirle. Sebastian se sentó en la cama, dejando a la vista su desnudo pecho y figura esbelta, oculta solo la cintura y el resto hacia abajo. Tomó la fina taza que le entregara Ciel y bebió un poco. Al cabo de un rato en el que Ciel se mantuvo en espera de la sentencia del demonio, Sebastian le dedicó una sonrisa.
- Le felicito, joven amo - dijo él - Ha mejorado considerablemente.
- El té lo hizo Mary - dijo él con un refunfuño altanero, evitando la mirada del demonio, sintiéndose avergonzado y feliz por el halago - Yo solo lo traje.
- Un té sin buen servicio no es bueno. Fueron sus propias palabras, joven amo.
- Hmph.
Ciel había notado que Sebastian aún le llamaba como cuando fue su sirviente. Siempre con sus fríos modales, nunca lo tuteó. Cuando le preguntó la razón, Sebastian pareció pensarlo por unos segundos hasta contestarle que era pura costumbre. Le había preguntado luego si deseaba que le tratara de “tú”, pero Ciel le dijo que no. Se sentía con mayor confianza cuando le llamaba así.
- Su mejora amerita una recompensa - sonrió Sebastian mientras le entregaba la taza a Ciel - ¿Me pasa los dulces, joven amo?
Ciel buscó los bizcochos en el carrito y al girarse hacia la cama Sebastian se había acercado, sin salir de la cama, y le tomó por los costados para levantarle con gran facilidad y sentarle en la cama frente a él, entre sus piernas envueltas con las sábanas. Aun con el plato en sus manos y sentado sobre sus pantorrillas el menor le miró sorprendido y desconfiado cuando Sebastian tomó un pequeño pedazo del dulce y lo acercó a los labios del chico.
- Diga ah~ - decía Sebastian con una sonrisa.
<< ¿Planea burlarse de mí? >>se preguntó seriamente Ciel para sí mismo.
El chico abrió recelosamente su pequeña boca y dejó que Sebastian le entregara el dulce directamente a la boca. Lo saboreó por unos momentos evitando mirar directamente al demonio frente a él. Había extrañado el familiar sabor a chocolate, pero evitando pensar en eso decidió devolverle la broma a Sebastian. Levantó el rostro hacia él y le entregó una dulce sonrisa, claramente fingida pero convincente.
- Muchas gracias, amo - expresó el niño.
Pasó unos segundos hasta que Sebastian reaccionara. Empujó al menor hasta acostarlo en la cama, provocando que los dulces cayeran también en las sábanas junto a él. Se colocó sobre Ciel apoyándose en sus brazos sin tocar al chico y mirándole lascivamente.
- Es usted un niño muy travieso, joven amo - dijo mientras lamía los restos de chocolate de sus dedos sin dejar de mirar a los dilatados ojos azules - ¿Intenta provocarme?
- ¡No era eso, idiota…! - en el último segundo de decir aquella ofensa Ciel se arrepintió - Lo siento, no…
- Ya es tarde - le susurró el demonio cerca de su rostro.
Ambos labios se encontraron. Aquel fue el primer beso de Ciel y no fue para nada inocente. La lengua de Sebastian se había deslizado entre sus labios y lamía la pequeña lengua de Ciel. El menor intentó no resistirse. Conocía muy bien las consecuencias, pero no le devolvió las caricias. Cerró los ojos fuertemente y aquello profundizó la sensación del beso.
Lo que más le dolía era que le gustaba. No sabía si era porque Sebastian era un demonio capaz de liberar de todo humano su parte salvaje y lujuriosa o si era él mismo que gustaba de aquel trato por parte del demonio.
Las manos de Sebastian bajaron por todo el cuerpo del menor. No había señal de garras, solo sus uñas negras de un tamaño moderado, por lo que no temía lastimar al chico con ellas. Abrió las ropas del chico y exhibió su blanca piel. Sin dejar de besarle pasó sus manos por la expuesta piel y acarició sus diminutos pezones sacándole para su satisfacción un gemido al chico. Los rosados botones se elevaron, buscando más caricias. Cuando Sebastian liberó los labios de Ciel para comenzar un rastro de besos en su arqueado cuello, este se apresuró a cubrir su boca con ambas manos para ocultar sus gemidos. El mayor tomó un poco del chocolate impregnado en las sábanas y lo esparció en los pezones del menor para luego lamerlos. La espalda de Ciel se arqueó y su cabeza quedó hacia atrás al instante de sentir la lengua de Sebastian lamerle. Sebastian levantó la mirada hacia Ciel, admirando su rostro perdido en el placer y adelantando una mano para posarla en la mejilla sonrojada del chico en una caricia. Entonces Ciel abrió los ojos y los fijó en los de Sebastian. Era claro el mensaje lanzado en aquella mirada azul.
<< Dos pueden jugar el mismo juego>>
Ciel tomó la mano de Sebastian con la suya y la acercó a sus labios. Sin despegar la ardiente mirada azul de los lascivos ojos rojos del demonio llevó el dedo índice cubierto de chocolate de Sebastian a sus labios y le lamió. Era un claro desafío. ¿Cuál de los dos caería primero en las tentaciones del otro?
- Nada mal - dijo Sebastian con una amplia sonrisa.
Liberó al chico de su agarre y se alejó de él. Se levantó de la cama sin sentirse avergonzado de su desnudez y caminó hacia el armario. Ciel por su parte se había sentado en la cama y se arreglaba su vestimenta sin dirigirle mirada alguna al demonio. Al terminar se levantó y procedió a recoger el estropicio de dulce en la cama. Lo colocó todo lo mejor que pudo en el cochecito y se apresuró a salir disfrazando su vergüenza con enfado.
- Ordenaré que limpien las sábanas – comunicó el menor antes de cerrar con un fuerte tirón la puerta.
Sebastian tampoco le había mirado hasta que salió de la habitación. Entonces miró a la puerta y sonrió.
- Aprende rápido, joven amo - susurró divertido en su soledad.

Descontrol

Ese día Ciel debía ayudar con la colada. Como siempre, Mary estaba con él. Estaban en el patio trasero de la mansión mientras ella lavaba las ropas y él las colgaba para secarse. Se había despojado de su chaqueta y chaleco, quedando solo con la camisa blanca y los negros pantalones. Solo en esos momentos podía salir de la mansión. Se había quedado sin zapatos para poder sentir el césped bajo los pies. El toque de la naturaleza en su piel le recordaba los viajes que hacía en el pasado con sus padres antes de que fueran asesinados. Tenían una casa en el campo y en el otoño viajaban allí, lejos de la civilización.
Ciel miró al azul cielo que se encontraba despejado, cerró sus ojos y respiró profundo. Se sentía vivo, frase un poco irónica sabiendo que se encontraba en el  Infierno. Nunca había sentido tanta calma. Ya no se debía preocupar por su posición de noble, ni por la reina, su mansión o su venganza. Ahora ya no era el conde Ciel Phantomhive. Era solo Ciel.
- Ciel - le llamó Mary.
- Oh, lo siento - expresó el chico al verse distraído de su trabajo.
Corrió hacia ella con la canasta y esperó a que la llenara con la nueva ropa lavada. Solo con ella podía estar relajado en aquel lugar. Mary había sido muy amable con él a pesar de ser un mero extraño, por no decir humano, y por eso siempre intentaba devolverle esa amabilidad dándole el mismo trato.
- ¿Estás bien, Ciel? - le preguntó preocupada la joven mujer - Te veo más distraído que lo normal.
- Solo estoy… algo melancólico - se giró para ver el paisaje a lo lejos - Este lugar me trae muchos recuerdos.
- Si te molesta le puedes pedir al amo que lo cambie.
Ciel se giró a ella sorprendido.
- ¿Él puede cambiarlo?
- Es su territorio después de todo - asintió ella con una sonrisa - Puede controlar las estaciones. Incluso el aspecto de la mansión y sus alrededores, pero lo demás que esté fuera de su comarca es diferente. La mayoría de las veces el clima cambia dependiendo del humor de nuestro amo. Hoy tal vez esté de buen humor.
Ciel evitó que Mary le viera sonrojarse al pensar que ese buen humor de Sebastian se debía a lo que había pasado esa mañana. El menor alejó ese pensamiento de su mente sacudiendo la cabeza. Tomó la canasta y se apresuró a colgar la ropa. Entonces vio a lo lejos lo que podría ser un carruaje tirado por dos criaturas semejantes a dragones del tamaño de un caballo negro y notablemente peligroso acercarse a la mansión.
- Mary, ¿hoy anunciaron alguna visita? - preguntó él.
Al escuchar eso en el rostro de Mary apareció preocupación. Ella corrió hacia Ciel para ver el carruaje y confirmar sus sospechas.
- Vamos dentro - dijo ella y tomó a Ciel de una mano para llevárselo adentro.
- ¿Qué sucede? - exigió saber Ciel.
- Es un miembro del gabinete de gobierno - explicó Mary sin dejar de caminar apresuradamente por los pasillos de la mansión - Tal vez solo venga para hablar con nuestro amo sobre asuntos políticos, pero…
- No pueden verme aquí, ¿verdad?
Mary negó con la cabeza.
- Un humano en el  Infierno, sobre todo uno vivo, es algo muy serio. Incluso nuestro amo puede salir perjudicado de esto. Nosotros no decimos nada porque se trata de nuestro señor y le estamos muy agradecidos, pero si alguien de afuera la supiera…
Ciel evitó pensar en las consecuencias, tanto para Sebastian como para él mismo, y continuó corriendo a donde Mary le conducía. Finalmente llegó a una habitación que reconoció como la de Mary y ambos entraron en ella. Esta era menos lujosa que la suya propia a pesar de ser ambos de la servidumbre, con un aspecto normal como el de toda habitación para una sirvienta. La chica se apresuró a una estantería junto a su cama y sacó de ella un frasco azul y ropas.
- Ven conmigo - le pidió la chica volviendo a salir seguida de Ciel.
Volvieron sobre sus pasos hacia el patio.
- Debes bañarte con esto para ocultar tu olor - le explicó Mary mostrándole el frasco - El amo predijo que algo así ocurriría y me lo dio. Lo siento, pero no hay tiempo para un baño a estas alturas.
Ciel sabía lo que significaba y asintió. Comenzó a despojarse de su ropa mientras Mary quitaba toda la ropa húmeda de la redondeada cubeta donde lavaba. El chico se introdujo en la gran cubeta y se sentó en ella. Mary había tomado un balde con agua donde echara el líquido azulino y luego tirarlo sobre el cuerpo del chico. Ciel se tensó al sentir la fría agua entrar en contacto con su piel. Rápidamente la mujer comenzó a tomar un poco del restante líquido en su mano y a frotarlo en el cuerpo y rostro de Ciel. Entonces le secó y le pidió que se pusiera la ropa que le ofrecía, una camisa algo sucia y pantalones.
- ¿Esto bastará? - le preguntó el chico tiritando del frío que sentía incluso luego de estar parcialmente seco, ya que sus cabellos aún estaban mojados.
- Ya no siento olor humano proveniente de ti, pero no puedo confirmarte con seguridad si funcionará o no.
Entonces ambos notaron que todo se había vuelto nubloso y un viento frío corría cercano a ellos.
- Parece que la visita no es del agrado del amo - comentó Mary.

En el despacho de Sebastian se encontraba él y su inesperado invitado. El primero vestía informalmente con una camisa blanca bajo un chaleco que se adhería a su figura y pantalones negros. Le sonreía al hombre frente a él, un moreno de ojos verdes y penetrantes que vestía majestuosamente dando a entender qué era de la realeza. Este mantenía una expresión no muy jovial y Sebastian fingía no notarlo.
Las paredes de la habitación estaban cubiertas de estantes con libros a excepción de la pared opuesta a la mesa en donde estaba la salida y a ambos lados del escritorio, en la pared detrás de él, estaban las ventanas con cortinas negras. Ambos demonios estaban sentados uno frente al otro, Sebastian tras su escritorio blanco.
- Me alegra volver a verte, Marcus - dijo Sebastian con aparente goce - Ha pasado un tiempo.
- Dejémonos de esas cosas - dijo cortante el hombre - ¿Por qué no te has presentado ante el gabinete luego de tanto? Tu deber era de informarnos al instante de tu llegada.
- Eres tan aburrido como siempre - suspiró Sebastian - Apenas llegué hace una semana. ¿No pueden dejarme descansar un poco?
- ¿Luego de que terminaras de jugar en la Tierra? - bufó Marcus - No veo necesidad de ningún “merecido descanso”. Dejaste de cumplir tus obligaciones para perseguir a un humano como un perro. Has manchado la dignidad del gabinete con tus acciones.
Sebastian torció los ojos en un claro gesto de molestia. Echó el asiento hacia atrás y luego apoyó las piernas en el escritorio sin nada de escrúpulo.
- Dime qué quieres y márchate - dijo Sebastian despojándose de todo fingimiento - Cuando sienta algún deseo entonces iré a presentarme ante el gabinete.
- No será necesaria la espera. Esta noche habrá un baile y es tu obligación asistir. También lleva al humano que trajiste contigo.
Sebastian no se inmutó al escucharle. Permaneció tan frío como antes, pero ciertamente se sorprendió.
- Es muy difícil engañarte - suspiró el demonio y luego le lanzó una amenazante mirada roja a su invitado - No permitiré que me lo quiten.
- El humano no me importa. Pero Grey quiere verlo.
Ante esto Sebastian pareció alarmarse, pero guardó toda sorpresa en una impecable expresión calmada.
- Si el presidente del gabinete lo desea entonces no puedo oponerme - asiente Sebastian - También dile a los demás que mi nombre ahora es Sebastian Michaelis. No quiero que me llamen por otro nombre en adelante.
- ¿Otra vez recibiste un nuevo nombre? - suspiró con molestia Marcus - ¿Cuánto durará este?
- Este es definitivo - el demonio le dedicó una sonrisa de satisfacción.

- Parece que el invitado se marcha - dijo Mary mientras ella y Ciel miraban desde una ventana hacia afuera.
- Supongo que no me ha notado…
Antes de terminar de hablar Ciel, Marcus giró su mirada hacia la ventana en donde estaba y los ojos azules se encontraron con los verdes. Una sonrisa ladeada se formó en los labios del demonio y Mary y Ciel sufrieron escalofríos.
- Definitivamente sabe que estoy aquí - susurró Ciel sudando frío.
Un sirviente se acercó a ellos entonces.
- El amo les llama a ambos. Les espera en su despacho - les dijo.
Ciel y Mary se miraron y preguntaron en silencio qué sucedería a continuación. Ambos fueron a donde Sebastian, en su despacho y al llegar esperaron unos segundos antes de tocar. Al instante de que Sebastian les diera permiso abrieron las puertas y se introdujeron en la habitación. Sebastian miraba por la ventana como Marcus se marchaba en su carruaje.
- Lo siento mucho, amo - se apresuró a disculparse la chica adelantándose hacia Sebastian y haciendo una reverencia - Hice lo que me pidió, pero…
Sebastian le detuvo al girarse a ella y apoyar una mano en su cabeza en un gesto condescendiente que sorprendió a Ciel. El demonio le sonrió amistosamente a Mary antes de hablar.
- Prepara el baño, Mary. Tu amo deberá participar en un baile hoy. También prepara una ropa para él - dijo refiriéndose a Ciel - Él también fue convocado.
Mary le miró sorprendida y preocupada. Sebastian sabía que la mujer había desarrollado un gran sentimiento de cariño hacia el chico y por eso se preocupaba de que algo le pasara.
- No te preocupes - le sonrió de forma tranquilizadora - No le ocurrirá nada. A ninguno de los dos. Ahora ve.
La chica asintió confiada en las palabras de su señor y antes de marcharse le lanzó una mirada amistosa a Ciel, el cual le correspondió.
Luego de que se cerraran las puertas tras la sirvienta Sebastian llamó a Ciel. Ya no sonreía y su mirada era seria. Ciel llegó a él desconfiadamente. Sebastian tomó una de sus manos y la llevó cerca de su rostro. El chico le miró sorprendido cuando el demonio comenzó a olfatear su palma.
- Mary me dio el líquido - explicó Ciel.
- Lo sé - asintió Sebastian - Solo quería comprobar que era cierto.
- Tu invitado… ¿Lo sabe?
- De alguna manera - Sebastian le miraba con recelo sin soltarle de la mano.
- ¿Qué sucede? ¿Por qué me miras así?
- Ya no siento el olor a humano en usted y aunque era necesario para ocultar su identidad ahora que Marcus lo sabe estoy desconfiando de si realmente es usted o algún truco ilusorio de mi “querido” invitado.
- Entonces deja que me quite el líquido…
- Para eso es el baño.
- No pensarás entrar conmigo… - Ciel le miró con sospecha.
- Como dije, estoy desconfiado.
Permanecieron mirándose, estudiándose uno al otro. Ciel le desafiaba con la mirada a que lo hiciera y Sebastian aceptaba el reto. A los pocos minutos ya estaban luchando en el baño. Ciel estaba desnudo en brazos de Sebastian e intentaba ocultar su cuerpo lo mejor que podía.
- Ya le he visto desnudo antes - suspiró Sebastian - No tiene que estar avergonzado.
- ¡No estoy avergonzado! - negó Ciel, pero sus mejillas rojas no le ayudaban mucho - Es solo que desconfío de ti. Demonio…
- A veces pienso que lo hace a propósito para tentarme - comentó Sebastian colocando con cuidado a Ciel en la tina llena de nítida agua e hincando una rodilla en el suelo hasta bajar a la altura del chico.
Al entrar en contacto con la tibia agua Ciel suspiró agradecido. Desde el chapuzón en el patio había sentido un terrible frío correrle por el cuerpo. Ahora estaba más relajado, pero el toque de Sebastian le hizo despertar de su ensueño. El demonio le tomó de la mano y la acercó a su nariz.
- ¿Y…? - le apresuró Ciel incómodo.
- Ya estoy convencido - le sonrió finalmente Sebastian.
Pero él no parecía querer dejar ir a Ciel. Había vuelto a acercar la pequeña mano a su rostro y volvía a oler con mayor calma.
- Q- ¿Qué pasa? - balbuceó el chico con vergüenza.
- Es mi olor favorito - susurró Sebastian mientras cerraba los ojos y se concentraba en el olor cercano a si - El olor de mi amo…
Ciel se sorprendió y retiró la mano bruscamente. Sebastian le miró también, sorprendido más por sus propias palabras que por la acción del chico.
- Disculpe - susurró Sebastian mientras se levantaba y giraba para irse.
En aquel momento sintió un débil tirón en su camisa que fue suficiente para detenerle y volver a girar la cabeza hacia el chico que le sostenía del jubón.
Por un momento Ciel no supo qué decir. Se quedó con la boca entreabierta sin saber qué hacer, totalmente indeciso. Finalmente balbuceó con las mejillas sonrojadas:
- ¿No ibas a entrar tú también?
Sebastian agrandó sus ojos de la sorpresa. Aquello no parecía otro de los juegos del chico. Era más un pedido. Uno muy tentador. Uno que Sebastian no supo cómo rechazar.
En cuestión de segundos se encontró besando desenfrenadamente al menor. Sus lenguas se encontraron en una lucha por ver quien ganaba mayor territorio. Ciel se había levantado de la bañera y estaba casi a la misma altura de Sebastian gracias a la altura extra que le daba la alta tina de mármol negro. Sebastian sostenía el rostro del chico entre sus manos mientras este descansaba sus manos en los amplios hombros del demonio. Decidieron no hablar, solo besarse. Temían que la magia se perdiera.
Las manos del mayor se deslizaron desde el rostro del chico por su cuerpo hasta las caderas. Le atrajo más hacia sí sin importarle que la húmeda piel del menor mojara sus ropas.
- Quítate las ropas de una vez, Sebastian - consiguió decir Ciel por unos segundos que sus labios estuvieron libres.
- Yes, my lord - sonrió Sebastian más que agradecido por esa orden.
 Sebastian levantó a Ciel de la tina y mientras él estaba suspendido en el aire tomado de los brazos del mayor este los transportó hasta su propia habitación, directamente en la cama en donde dejó suavemente el cuerpo desnudo y fresco del chico. Ciel envolvió el cuello de Sebastian con sus brazos y buscó sus labios. El demonio se dejó besar mientras se despojaba frenéticamente de sus ropas. Cuando todo su ser se dejó mostrar Ciel perdió la respiración al ver la virilidad de Sebastian. Tal vez no tuviera experiencia en ese tipo de cosas, pero no era ningún ignorante. Como adivinado los pensamientos del menor, el demonio le tomó el rostro entre sus manos y le hizo mirarlo a los ojos.
- Prometo que no dolerá - le dijo él y Ciel asintió confiando en sus palabras.

Sebastian buscó la conocida marca que llevaba Ciel en la parte baja de su espalda. Le acarició mientras recordaba aquel día en el que se conocieron. Aquella marca que corrompió su cuerpo, marcado como un animal, al ser capturado por la peor calaña de su especie. El sufrimiento y la desesperación de esos días como esclavo no se borraron en la mente de Ciel así como la marca en su cuerpo.
- Ya no duele – le aseguró Ciel.
Sebastian le miró con tristeza. Tan pequeño y había sufrido lo que ningún humano se puede imaginar.
- Prometo que nunca más recordará esos días – le aseguró el mayor.
Volvieron a besarse, esta vez con más calma, y disfrutando los labios del otro. Una vez más las manos de Sebastian bajaron hasta las caderas de Ciel y buscaron el ya elevado miembro del chico. Al sentir los dedos del demonio en su sensible extremidad, Ciel elevó instintivamente las caderas en busca de las caricias que tanto necesitaba. Sebastian le concedió lo que en silencio pedía y comenzó a masajearle en aquel lugar con una mano mientras que con los dedos de la otra también acariciaba la entrada trasera del chico. Con esa caricia Ciel recordó el pasado dolor que sintió aquella primera invasión sufrida durante el inicio de su pequeño juego amo-sirviente y le lanzó una mirada suplicante a Sebastian. Este asintió y silenciosamente le pidió una vez más al menor que confiara en él.
Cuando Ciel le dio su consentimiento, Sebastian adentró cuidadosamente un dedo. Al principio el chico se sintió incómodo, pero no le dolía. Tal vez se debía a que era Sebastian quien le hacía todo aquello.
Mientras le invadía suavemente desde atrás, Sebastian continuó dándole placer a su pequeño miembro. Pronto los gemidos del chico inundaron la habitación, encendiendo de sobremanera al demonio. Su propio miembro comenzó a elevarse aún más y no veía hora para calmar sus deseos. Apresuró el dedo dentro del chico, entrándolo lo más profundo que pudo para luego sacarlo, cuidando de no dañarle y provocando que el chico se viniera en su mano.
Ciel arqueó su cuerpo, desde su espalda hasta su cuello. Le lanzó una mirada libidinosa a Sebastian que este no pasó inadvertida, con los ojos dilatados a punto de llorar del placer que sentía y lo desbordaba por dentro.
Sebastian se acercó a él y buscó sus labios. Ciel le lamió el labio antes de introducir su incitante lengua dentro de la boca del demonio. Era mucho el atrevimiento y los deseos, pero él ya no sentía lo que era vergüenza o pudor. Nada de eso existía en esos momentos.
El mayor se posicionó sobre el chico sin dejar de besarle, sostenido de sus brazos a ambos lados del rostro de Ciel, y sin que este lo sospechara se introdujo poco a poco en él. Su palpitante miembro finalmente entraba en aquel húmedo lugar y el placer le embriagó más de lo que todo el vino del mundo hubiese podido hacer. El cuerpo de Ciel se tensó con la invasión, pero al cabo de unos segundos se relajó. En aquel momento comenzó a moverse y junto con él lo hizo el menor, moviendo las caderas sin un ápice de pavor. Se sintieron más unidos que cuando hubieron hecho el contrato.
De pronto aquel rígido miembro dentro de él presionó contra un punto que Ciel desconocía que tuviera. El éxtasis se volvió tan intenso que el menor pareció ver las estrellas por un momento. El placer iba en aumento con cada envestida. Ciel tomó los cabellos de Sebastian en sus manos, presionando el rostro del mayor en su pequeño y palpitante pecho, y arqueó su cuerpo por completo. Llevó su cabeza hasta atrás y lanzó un lascivo gemido que llegó a los oídos del demonio. Este tomó en sus brazos a Ciel, sin salir un centímetro de su interior, y lo sentó a horcajadas en sus muslos hasta lograr profundizar su unión.
Los gemidos volvieron a brotar de la garganta de Ciel e incluso Sebastian comenzaba a perderse con aquel goce fuera de lo natural. En algún momento el vaivén de sus movimientos se volvió incontrolable, volviéndose algo salvaje y desenfrenado. Entonces ambos se liberaron, Sebastian dentro de Ciel y este último dejando que su líquido corriera por su vientre empapando incluso el de Sebastian. Ciel pareció ser transportado al Paraíso a pesar de encontrarse en el mismísimo  Infierno. Se dejó caer en los brazos de Sebastian sin energía alguna y el mayor le recibió complacido. Sebastian sintió la agitada respiración del menor sobre su cuello, en donde Ciel tenía apoyado su sudoroso rostro, y repentinamente el demonio se sintió diferente.
De pronto Sebastian se separó del chico, saliendo bruscamente de él y provocando que Ciel se tensara al sentirse de pronto libre. El chico levantó la vista hacia donde estaba Sebastian, a casi un metro de distancia. Él permanecía dándole la espalda,arrodillado en el borde de la amplia cama, y se tomaba la cabeza con ambas manos mientras trataba de controlar su respiración. Ciel notó que el cabello de Sebastian había crecido, aunque no mucho, solo pasando unos centímetros después de sus hombros, pero era notable el cambio.
- ¿Qué ocurre, Sebastian? - se aventuró a preguntar Ciel cuando sintió que recuperaba su voz.
- No es nada - pero su voz sonó aún más ronca y distorsionada.
Ciel gateó lentamente hacia él y apoyó una mano en el hombro del demonio.
- Déjame verte, Sebastian - dijo él enuna extraña mezcla de orden y súplica.
Entonces Sebastian giró el rostro lentamente hacia el chico. Sus ojos se habían tornaron aún más rojos de lo normal, mostrando una mirada felina y en el fondo blanco se había tornado gris. Sus labios entreabiertos le permitieron a Ciel observar los colmillos que habían aparecido y también las garras negras en las manos.
- Nunca quise que me viera así - declaró Sebastian con pesar - Para un mayordomo digno de usted esto es…
Ciel se arrodilló en la cama y abrazó la cabeza de Sebastian hasta ocultar el rostro del mayor en su pecho.
- Ya no eres mi mayordomo - declaró Ciel - No tienes que ocultar tu verdadera naturaleza. Y no te sientas avergonzado por ella. Es un bello color el de tus ojos.
Sebastian permaneció en silencio por unos segundos hasta que le devolvió el abrazo al chico.
- Gracias.
Continuara...
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Fanfic Sweet Revenge por Alicia Campbell Empty
MensajeTema: Re: Fanfic Sweet Revenge por Alicia Campbell   Fanfic Sweet Revenge por Alicia Campbell Icon_minitimeVie Ago 21, 2015 7:45 pm

Continuacion

Pesadilla

Por primera vez había perdido el control. Sebastian nunca creyó que el simple goce que sintió al liberarse dentro de Ciel le impediría limitar su apariencia. Incluso pensó que en el momento de tener relaciones con el menor él continuaría siendo el amo de sus acciones, pero su piel, sus labios, sus azulinos ojos de mirada desafiante y su pequeño cuerpo que buscaba el suyo propio le llenaron de un profundo sentimiento que le hizo hundirse en la lujuria. Un demonio había caído en la lujuria por un humano. ¡Cuán absurdo e irónico! Pero era cierto hasta tal punto que su verdadera naturaleza demoníaca había sobresalido por solo unos segundos, o al menos la mitad de ella. Sebastian estaba seguro que en el momento que Ciel le viera en su verdadera forma, en su totalidad, pronto le rechazaría y temería.
Era tarde y el sol comenzaba a caer. Sus reflexiones de lo sucedido le dejaron pasar el tiempo que estuvo esperando por el menor. El demonio había terminado de vestirse para la fiesta. Vestía con un elegante traje de camisa blanca, casaca negra, un pañuelo rojo vino al cuello, pantalones negros y botas altas de mediano tacón. Su cabello estaba peinado hacia atrás, dándole un aire más distinguido. Finalmente sus manos iban forradas con guantes blancos.
- Está listo, amo - escuchó la voz de Mary.
Sebastian miró hacia lo alto de la escalera y quedó complacido al ver a Ciel. El menor vestía una casaca azul oscuro con una cola dividida en dos que le caía elegantemente hacia atrás, de cuello alto con adornos dorado en el borde de este y en las largas mangas, pantalones negros hasta la altura de sus rodillas en donde comenzaban unas calzas blancas y finalmente unas zapatillas negras de poco tacón. Sus manos también estaban enguatadas, pero con guantes negros.
- Se ve bien, joven amo - dijo con una sonrisa el demonio.
El menor no le miraba. Mantenía sus ojos fijos en el suelo, pero no parecía muy concentrado en ello. Sus mejillas estaban levemente sonrojadas. Parecía que su cordura había vuelto y su mente divagaba en sus actividades pasadas. Aquellas “desenfrenadas actividades”.Sebastian sonrió al verle en ese estado y confirmó que no era el único que se encontraba perdido en sus pensamientos.
Ciel descendió de las escaleras seguido de Mary. Al llegar junto a Sebastian prefirió huir de la penetrante mirada escarlata de este.
- Si me permite, amo - dijo Mary con una sonrisa - , estoy alegre por verle de buen humor. Pensé que con la visita del señor Marcus sería lo contrario, pero no parece ser así. El jardín de la mansión nunca estuvo tan bonito.
- ¿Jardín? - dijo Ciel como sacado de su trance.
- ¿A qué te refieres, Mary? - preguntó Sebastian también dudoso.
- ¿No ha mirado fuera, señor?
Sebastian se apresuró a abrir las puertas de la mansión y se sorprendió al ver las afueras de la residencia. El frío otoñal había desaparecido para abrirle paso a la primavera. El atardecer aun dejaba apreciar el verde césped y los arbustos de rosas blancas sembradas alrededor de la casa. Incluso los árboles poseían un aspecto más joven y fresco.
- Comenzó hace unos momentos - explicó Mary sin dejar de sonreír felizmente - Los sirvientes nos sorprendimos. Jamás había ocurrido. Incluso comenzaron a crecer por si solas las rosas blancas.
- Son mis favoritas - comenta Ciel entre sorprendido y fascinado ante tanta belleza.
Sebastian por otra parte era el más sorprendido. No solo su control, el chico había aturdido sus sentidos. Nunca supo sobre aquel cambio que se desarrollaba al frente suyo, justo en su territorio, lugar que reflejaba sus propios sentimientos y estado de ánimo. El demonio miró hacia el chico, quien no se percató de ello, con una mirada aún más sorprendida. ¿Cómo había ocurrido? ¿Qué le sucedía? ¿Quién era aquel humano que le tenía a su merced incluso sin necesidad de un contrato?
El sonido de aleteos llamó la atención de los tres. Un carruaje negro con un par de dragones igual de negros esperaba frente a la mansión. Absortos con el cambio producido ninguno de los tres tuvo en cuenta al carruaje sin cochero.
- Debemos apresurarnos - dijo el demonio saliendo de sus propios pensamientos y caminando hacia el carruaje seguido de Ciel.
Ambos entraron y se sentaron uno frente al otro, pero sin mirarse entre ellos. El carruaje comenzó a andar por si solo y poco a poco se alejaron de la mansión. En ese momento de intimidad Sebastian decidió hablar.
- Está muy callado, joven amo - comentó él con una sonrisa ladeada - ¿No piensa decir nada?
- Pues claro - Ciel le devolvió la sonrisa con malicia - Dime, Sebastian, ¿qué se siente ser abrumado por un humano?
- Su lengua sigue siendo filosa como me esperaba. Pero le recuerdo que quien me sedujo fue usted. Se lo dije, ¿verdad? Que tarde o temprano por sí mismo abriría sus piernas para mí.
- Demonio - masculló Ciel con molestia y un leve sonrojo.
La batalla entre ambos había comenzado de nuevo. Lo sucedido horas atrás había sido parcialmente olvidado.
- Y, ¿de qué se trata esta “fiesta”? - dijo Ciel cruzándose de brazos - No confío en que podamos salir bien de esto.
- Te recuerdo que sigues siendo mi sirviente. Habla como es debido.
- Tsh - chasqueó su lengua el menor - Amo querido, ¿qué piensa que sucederá en su reunión?
- Como siempre eres desafiante - suspira Sebastian - En cuanto a la fiesta, solo le diré que no deberá separarse de mí en ningún momento. Es una orden.
- Sí, amo - dijo él con un mohín.
Permanecieron callados por unos minutos. Ciel no hacía más que mirar al suelo y Sebastian no paraba de mirarle a él hasta que decidió romper con el silencio.
- Venga aquí, joven amo.
- ¿Eh? - Ciel le miró dudoso - ¿Para qué?
- Ven aquí, Ciel.
Ciel se sorprendió al escucharle nombrar con tanta familiaridad. Era algo raro viniendo del “perfecto mayordomo” que hablara sin tanta sofisticación. Sebastian le hizo un gesto apremiante con la mano para que cumpliera con su orden. Ciel se levantó sin mucho deseo de hacerlo y fue a sentarse junto al mayor cuando este le tomó de la cintura y le hizo sentarse a horcajadas en sus piernas.
- ¡¿Qué haces, estúpido demonio?! - dijo el menor con el rostro totalmente rojo e intentando alejarse de él.
- Quédese quieto - expresó el demonio con imperiosidad.
Ciel permaneció quieto con su cintura siendo aprisionada por las manos de Sebastian y con sus propias manos apoyadas en el amplio pecho del demonio. Bajó la cabeza para no mirar a los ojos escarlatas y para no mostrar su propio sonrojo. Sorpresivamente Sebastian le obligó a levantar la cabeza con el dedo índice bajo su barbilla y sus labios se encontraron.
El beso fue suave. Sus labios podían separarse en un simple movimiento del chico, pero este no hizo nada de eso. En cambio correspondió al beso de la misma forma. Solo quería saborear una vez más al demonio antes de llegar al verdadero Infierno y estaba seguro que Sebastian pensaba lo mismo.
Las manos de Sebastian descendieron hasta los glúteos del chico y los tomó uno en cada mano, estrujándolos y acercándole más hacia sí. Sus ojos se encontraron, los de Sebastian con una mezcla de burla y maldad, los de Ciel desafiantes. Ambos estaban tan absortos que prácticamente olvidaron respirar hasta que separaron sus labios, pero no sus cuerpos.
- Si al menos fuera así de sincero siempre - suspiró Sebastian.
- Cállate y bésame - dijo Ciel sin esperar su contestación y yendo por sí mismo a adueñarse de sus labios.
- Dejaré mi olor en usted - susurró Sebastian sobre los labios del menor - Así todos sabrán que me pertenece.
- Pues yo digo que será al revés - dijo Ciel - Estoy seguro que volverás a ver a tus amantes en aquel lugar. Les recordaré que ahora me perteneces a mí. No intentes alejarte, Sebastian. Es una orden. Eres mío.
- Yes, my Lord - dijo el demonio sin evitar sentirse emocionado por las palabras del chico.
Volvieron a besarse y continuaron así hasta que el coche se detuvo. Entonces ambos se separaron y ordenaron sus ropas. Antes de bajar del carruaje Sebastian le susurró a Ciel al oído:
- Luego continuaremos.
El menor volvió a tener la cara absolutamente roja y casi caía al suelo al sentir sus piernas fallarle. Pero entonces observó sorprendido a su alrededor.
Todo era diferente de la mansión de Sebastian y sus alrededores. El suelo no tenía césped, solo tierra y grietas, como en un desierto sin arena. No había vida, solo oscuridad. La noche había caído, pero no había estrellas, solo una luna menguante y roja como la sangre. Los árboles que rodeaban al castillo infernal estaban secos, de madera oscura y sin hojas en sus ramas. El castillo era alto, sus torres parecían tocar el cielo, era oscuro y siniestro. Un sudor frío corrió por el cuerpo de Ciel al pensar que debía entrar allí. No se escuchaba música, algo extraño contando que se trataba de un baile.
- Debemos entrar - dijo Sebastian junto a él.
- Está bien - asiente Ciel controlando el miedo que sentía.
Caminaron juntos hacia el castillo. Entraron por la gran puerta y una vez dentro estas se cerraron al instante. El sonido del chirrido de las puertas tras de sí casi descontrolan los fuertes nervios de Ciel, quien se mantenía aparentemente inalterable. Guiado por Sebastian, se adentraron en aquel oscuro lugar hasta llegar a la que sería la sala designada para la “fiesta”. Pero lo que Ciel encontró fue a cuatro hombres vestidos elegantemente, todos demonios, entre ellos Marcus, cada uno sentado alrededor de una gran mesa de mármol negro. Los cuatro se giraron hacia ambos cuando se adentraron en la estancia.
- Bienvenido, querido amigo - dijo quien parecía ser el jefe de todos, sentado en el centro. Tanto sus cabellos como sus ojos eran dorados y era extremadamente hermoso, casi como un ángel. Casi.
Sebastian se acercó a la mesa y dirigió una reverencia hacia los presentes.
- Es bueno estar de vuelta - dijo sonriente él - Me alegra volver a verte, Grey.
- Dejémonos de formalidades - dijo Marcus cortante - Señor Grey, el ahora nombrado Sebastian Michaelis ha traído consigo a un humano. ¿Qué piensa hacer al respecto?
- Sebastian, ¿eh? - el rubio parecía ignorar las palabras de Marcus y se dirigió a Ciel - ¿Fuiste tú quien le dio ese nombre? Tienes buenos gustos.
- Era el nombre de mi perro - se aventuró a decir Ciel con expresión altanera.
Grey comenzó a reír mientras los demás comenzaron a mirar a Ciel con desagrado. Sebastian por su parte prefirió no quitarle la mirada a Grey.
- Eres interesante, chico - comentó Grey - Me sorprende que no hallas caído en la desesperación al llegar hasta aquí. Después de todo el campo que divide mis tierras de las de Sebastian está repleto de las almas sin salvación siendo torturadas por mis esbirros. Sus gritos son algo que no se escapa a ningún oído, y en los de un humano puede ser algo perturbador.
Ciel miró hacia Sebastian, sin poder encontrarse con su mirada. Entonces era por eso que las cortinas habían sido corridas en el carruaje. Con sus desafíos y luego con sus besos Sebastian distrajo la mente del chico para que no fuera torturado por las imágenes y los sonidos del Infierno. Eso sorprendió al menor, pero no lo demostró.
Uno de los hombres, uno de avanzada edad, cabello oscuro y ojos negros, se levantó de su asiento y caminó hacia Ciel. Este no retrocedió y Sebastian tampoco intentó hacer nada, solo mirar a Grey.
- Es inaudito que un simple humano halla ensuciado nuestra imagen ante el reino. Uno de los nuestros siendo controlado por esta frágil criatura… - decía él mientras levantaba una manos para tomar a Ciel entre sus garras.
- Aldrich - le detuvo la imperiosa voz de Sebastian, quien ladeó levemente su rostro hacia el mencionado con una falsa sonrisa en sus labios - , si le tocas estás muerto.
Aldrich le miró con desprecio, pero prefirió no desafiarle. En cambio se giró y volvió a retomar su puesto.
- El chico es de mi propiedad - comenzó a decir Sebastian volviendo a mirar a Grey - Es solo una distracción hasta que decida tomar su alma.
Aquellas palabras dejaron una profunda herida en Ciel. Aunque lo sabía desde un principio, ahora que él lo decía algo en su interior se quebró.
- Siendo así no veo inconveniente - dijo Grey - Solo si prometes terminar con él, puedo darte un poco más de tiempo.
- Como diga –aceptó Sebastian.
- Espero volver a verte, chico - sonrió por último Grey - Bueno, entonces… ¡Que inicie la fiesta!
Y con esa orden el cuarto cambió. Justo frente a Ciel se iluminó la habitación, mostrando las paredes forradas del color rojo escarlata con detalles dorados y el suelo de baldosas negras y blancas. Una misteriosa música se inició, un conjunto de violines tocaron una elegante melodía y cientos de bailarines aparecieron en el gran salón. Sin entender de donde aparecieron, Ciel miró a los bailarines vestidos todos aristocráticamente, tanto hombres como mujeres portaban máscaras que ocultaban sus rostros. Cuando giró la vista hacia Sebastian y los miembros del gabinete, la mesa había desaparecido. Sebastian se dirigió hacia él y le tomó de la mano llevándoselo de allí.
-¿A dónde vamos? - preguntó Ciel cuando Sebastian prácticamente le arrastró fuera del gran salón.
Sebastian no le respondió. Caminaron por los oscuros pasillos unos minutos hasta que Sebastian decidió entrar en una de las habitaciones con Ciel atrás suyo. El menor observaba la expresión severa que Sebastian mantenía en su rostro y eso le puso nervioso.
- ¿Qué sucede? - volvió a preguntar el chico.
- Grey no se conformará con solo mis palabras - dijo Sebastian mientras lanzaba a Ciel a la gran cama de sábanas rojas y llena de cojines y se colocaba sobre él - Debemos darle un buen espectáculo para que nos deje salir.
- ¿Espectáculo…? ¡¿No dirás que…?!
- Lo siento - dijo entonces Sebastian en un susurro lleno de pesar.
El demonio aprisionó las pequeñas manos de Ciel sobre la cabeza de este y presionó su cuerpo sobre el suyo.
- ¡Detente, Sebastian! - gritó con desesperación el chico.
El demonio no contestó. No dijo nada más. En cambio comenzó a despojar al menor de sus ropas, desgarrándolas hasta dejarlas hechas añicos en sus manos. Ciel gritaba que se detuviera, pero Sebastian, con una expresión se tormento jamás vista por el chico, parecía no escucharle.
Una vez que Ciel estuvo totalmente desnudo el demonio le hizo girarse hasta dejar expuesto a sus ojos el redondo y pequeño trasero del menor. Sin soltar sus manos tomó un cojín de la cama, uno cilíndrico, y lo colocó bajo las caderas del menor haciendo que su retaguardia se elevara y quedara más expuesta.
Ciel continuaba retorciéndose en un intento de liberarse de ese doloroso agarre en sus manos hasta que sintió como uno de los dedos desnudos de Sebastian se introducía en su interior. Sin estar preparado para aquella intromisión Ciel comenzó a llorar y sollozar, no solo por el dolor, sino también por sentirse impotente como un muñeco en manos de quien creyó estar enamorándose. Aquel dedo comenzó a estimular su entrada, dejándolo en una línea entre el dolor y el placer que le hacía sollozar y gemir al mismo tiempo.
Sebastian por otro lado sentía como los ojos de Grey, a pesar de no estar presente físicamente en la habitación, les fulminaba a ambos. Le desagradaba todo aquello, pero si no lo hacía posiblemente no saldrían vivos de allí. Pero sobre todo sentimiento de enojo estaba el de desesperación al verse torturar a la criatura que más deseaba proteger. Se odiaba más de lo que odiaba a Grey.
Apresurándose para terminar con todo, pero intentando no causarle más dolor del que ya sentía el menor, Sebastian retiró su dedo del interior del chico y procedió a liberar su propio miembro sin despojarse de sus pantalones. Entonces dirigió una mirada a Ciel, quien a su vez le miraba a él con sus ojos lagrimosos y llenos de súplicas para que parara. Ignorando aquellas súplicas silenciosas, el demonio comenzó a introducirse en Ciel. El pequeño cuerpo se tensó y su espalda se curvó dolorosamente. Un penetrante grito salió de la adolorida garganta del chico y sus ojos se agrandaron del malestar.
- ¡Detente, por favor, Sebastian! - gritó Ciel.
Sintió su muerto corazón dar un vuelco. Sebastian no quería moverse, pero lo necesitaba para terminar con aquello. Ignorando los gritos del menor llevó hasta el final su miembro dentro del chico y volvió a salir de él, y así continuamente. Pronto sus arremetidas se volvieron más rápidas en un intento de terminar todo de una vez y al llegar ambos a su dolorosa liberación Ciel había perdido la conciencia.
Sebastian se apresuró a salir de él y tomar su sudoroso cuerpo en sus brazos, ocultándole de los ojos de Grey.
- ¡¿Estás satisfecho?! - gritó Sebastian con desprecio.
El silencio reinó en la habitación, pero en otro cuarto Grey sonreía cínicamente al presenciar todo lo que sucedía entorno a sus dos invitados en aquel cuarto.
Sebastian tomó la sábana escarlata de la cama y envolvió con ella a Ciel. Luego lo cargó sosteniéndole fuertemente contra su pecho, con miedo de perderle si no lo hacía. Caminó apresuradamente por los pasillos del castillo hasta llegar a la salida, pero no se sentiría tranquilo hasta que llegara a su mansión. Se introdujo en el carruaje y ordenó la marcha.
Ya dentro, Sebastian sentó al menor en sus piernas y le abrazó con desesperación. Su pequeño cuerpo adolorido y bañado en un frío sudor temblaba en sus brazos. Sus lágrimas no parecían querer parar a pesar de la inconsciencia y su tez se había vuelto más pálida. El mayor ocultó su rostro entre los cabellos del chico y le abrazó con más fuerza mientras lanzaba un millón de disculpas al silencio.

Cálidoinvierno
Dos días habían pasado y desde entonces Ciel no había salido de su habitación. Temía encontrarse con Sebastian. Solo veía a Mary, quien se encargaba de entregarle su cena en la habitación. Siempre intentaba convencerle de que saliera, pero él se negaba. Siempre terminaba recordando la tortuosa situación que vivió en aquel oscuro castillo.
Ahora en su habitación a oscuras y con las cortinas corridas se encontraba en su cama, envuelto en sus sábanas negras. Su cuerpo no parecía querer olvidar nada de lo sucedido. A cada segundo se estremecía del miedo. En sus sueños siempre encontraba a unos ojos dorados observándole con una mirada funesta llena de oscuridad. Supo al instante que pertenecían al demonio Grey. Pero consecuentemente se veía a sí mismo en la misma situación dolorosa que le produjera Sebastian. Recordaba a la perfección el dolor, los gritos, el color rojo de las sábanas, su cuerpo siendo partido en dos y al girar sus ojos azules y cristalinos por las lágrimas intentaba ver en las tinieblas tras de sí. No podía ver a Sebastian por la oscuridad, pero sí podía sentirle. Y al instante aquel demonio alzaba la mirada, clavando sus ojos escarlatas en los suyos, pero siempre, y sin saber por qué, aquella mirada roja parecía llorar. Entonces despertaba agitado.
Ciel se levantó de la cama por primera vez en todo aquel tiempo. Se dirigió a la ventana y descorrió las cortinas preparado para que la luz le cegara, pero para su sorpresa el campo primaveral había desaparecido. Ahora todo estaba bañado en blanco. Sus estremecimientos se debían tal vez al frío invernal y no solo a sus miedos. Entonces recordó las rosas.
Corrió fuera de su habitación. No sabía por qué, pero aquellas rosas le parecían muy importantes. Ignorando sus pies descalzos en el frío mármol del suelo corrió tan rápido como sus piernas le permitieron. Pasó de largo a Mary, quien se hallaba en el pasillo en ese momento y le miró sorprendida. Bajó las escaleras del salón y corrió a la puerta para abrirlas.
Estaban aún intactas. Las rosas blancas no habían sido tocadas por el invierno. Extrañamente los rosales permanecían como en la primavera a pesar de haber llegado el invierno y la nieve caía alrededor suyo, pero sin tocarles.
- ¿Cómo…? - se preguntó Ciel abriendo desmesuradamente sus ojos.
- Es el amo - dijo la voz de Mary tras de sí con una expresión melancólica - Incluso antes de que ambos llegaran de aquella fiesta, todos observamos como la mansión era consumida por la nieve. Todo menos las rosas. ¿Qué ocurrió para que el amo estuviera triste?
Ciel le miró entre perplejo y dudoso.
- ¿Dónde está él? - preguntó Ciel.
- En el jardín.
Ciel miró a su alrededor, pero no veía a Sebastian.
- No aquí - negó Mary - El jardín de la mansión está en lo profundo de la residencia. Es como el interior del corazón del amo. Desde que anunciaste que no querías verle se encerró en lo profundo de sí mismo. Ha estado todo el tiempo durmiendo.
- ¿Los demonios duermen?
- Tenemos esa posibilidad, pero no es necesario. Algunos lo hacen para recuperar fuerzas, pero el amo… Él lo hace por miedo.
- ¿Miedo? - Ciel le miró dudoso - ¿De qué?
- De que el invierno le vuelva a atrapar.
Ciel permaneció en silencio mientras observaba las rosas blancas. Entonces se dirigió a Mary con una expresión decidida.
- Llévame con él.



El jardín oculto en lo profundo de la mansión parecía una enorme cueva envuelta por la vegetación. Las blancas paredes estaban parcialmente cubiertas por enredaderas con flores silvestres. El césped verde se asemejaba a una alfombra natural y diversas flores crecían alrededor del enorme árbol ubicado en el centro del iluminado lugar. Absolutamente todas las flores estaban cerradas.
En la base del árbol Ciel encontró a Sebastian. Parecía estar durmiendo con la espalda apoyada en el tronco y alrededor de él crecían rosas blancas. El menor permaneció observando aquel bello cuadro, intentando adivinar cuales eran más blancos, las rosas o la piel del demonio. Al cabo de unos segundos decidió acercarse al durmiente. Sus pies, aun descalzos, sonrieron ante la caricia del pasto bajo suyo. El ambiente era cálido a pesar de que afuera estuviera frío.
Ciel se detuvo frente a Sebastian. Le miró unos segundos más antes de descender hacia él. Afirmó sus rodillas en el césped, entre los pies abiertos del mayor y le abrazó. Aferró la cabeza del mayor y la acercó a su pequeño pecho mientras apoyaba su propia barbilla entre los cabellos despeinados y oscuros.
- Despierta, Sebastian - dijo el pequeño suplicante - Estoy aquí.

Como siempre, se sentía inmerso en la oscuridad. Sin nada a su alrededor. Todo se sentía inalcanzable. Pero podía sentir aun su aroma mezclada con la de las rosas. Era su olor favorito. Escuchaba la bella música de su corazón al palpitar. Sus brazos parecían abrazarle. Su pequeño cuerpo cerca del suyo. Y su alma… La esencia misma de su existencia parecía llamarle, diciéndole "Estoy aquí". Quería abrir los ojos, pero temía que todo fuera un sueño. Jamás había soñado, pero temía que hubiese comenzado en ese momento.
Con solo eso le era suficiente. Si no le podía ver más, al menos deseaba permanecer en aquel lugar, de esa forma, hasta que el invierno llegara a él. Entonces no le importaría morir.
- ¡Despierta, Sebastian! ¡Es una orden!
Esta vez la voz de Ciel inundó la oscuridad. La cubierta negra que rodeaba a Sebastian parecía romperse como el cristal. Los pedazos destrozados cayeron mientras la luz se abría paso hacia él con gran velocidad. Entonces sus ojos se abrieron.

Ciel le miró despertar. Sus pupilas rojas se asomaban por los entreabiertos párpados. Pronto comenzó a parpadear como despertando de un largo y agotador sueño. Su rostro se levantó hasta fijar la mirada confundida en la azulina del menor y sin dejarle tiempo para procesar qué sucedía, Ciel buscó sus labios. Le besó dulcemente, haciéndole entender que era real. Un beso inocente, sin lujuria o sentimientos ocultos como los anteriores.
Pronto Sebastian comenzó a devolverle el gesto. Sus manos envolvieron el cuerpo de Ciel, al principio con recelo al pensar que aun dormía y luego con anhelo.
Y las rosas a su alrededor comenzaron a florecer al igual que su amor, fuera de temporada.
Sus besos fueron intensificándose hasta que sintieron que no podían respirar y tuvieron que separar sus labios, pero no sus cuerpos.
- ¿Se encuentra bien? - preguntó con preocupación el demonio.
Ciel asintió con la cabeza mientras un leve sonrojo persistía en sus mejillas.
- Realmente lo siento - comenzó Sebastian - Mi intención no era dañarle…
- Lo sé - asintió nuevamente el menor - Yo también podía sentir a aquel demonio mirarnos. Pero más que el dolor físico, me dolió que solo lo hicieras por obligación. Quiero que cuando lo hagamos sea por deseo de ambos.
- Así será - asintió Sebastian, aferrándose a esa promesa.
- También me dolió cuando dijiste que solo era tu distracción - admitió sonrojado y con la mirada evitando la de Sebastian.
- También me disculpo por eso.
Se miraron por unos segundos y Ciel lanzó un suspiro.
- ¿Ahora qué sucederá? - preguntó el chico - Conozco a los tipos como ese Grey. No le bastará con solo eso y nos dio un límite de tiempo… ¡Oye! ¡No es tiempo para eso!
Sebastian había comenzado a descender sus manos hacia las caderas del chico y acercaba sus labios a su delgado cuello.
- Finalmente se sinceró conmigo - Sebastian posó una expresión infantil en su rostro - Necesito un poco de ayuda con "eso".
En eso Ciel miró hacia la entrepierna de Sebastian y divisó el crecido bulto. Entonces volvió la mirada al demonio.
- Luego de lo que ocurrió…
- Soy un demonio, después de todo - se justificó el mayor con una sonrisa.
Ciel le miró por unos instantes hasta que se decidió actuar. Quedó a gatas frente a Sebastian, dejando a este confundido, y aún más cuando bajó la cremallera de su pantalón y dejaba salir su dura virilidad.
- Eh… ¿Qué…? - balbuceaba el demonio.
- Calla y déjame hacer - le detuvo el chico.
Ciel tomó el miembro de Sebastian en una mano, provocando un gemido en el mayor. Comenzó a acariciar aquella virilidad que comenzaba a elevarse cada vez más. Cuando estuvo en lo alto el chico descendió sus labios hasta llevarlos a la punta de su masculinidad. Una vez más el demonio gimió al sentir la lengua del menor lamer aquel lugar. Eran caricias inexpertas, pero fueron suficientes para que Sebastian comenzara a sentir su interior descontrolarse. Si no mantenía la concentración volvería a perder la cordura, pero era muy difícil cuando veía a Ciel dar lo mejor para hacerle sentir bien.
Entonces el chico introdujo el miembro por completo en la boca de un movimiento. La espalda de Sebastian se arqueó y su mano se dirigió a la cabeza de Ciel. Pronto se inició el vaivén de los labios de Ciel en aquel lugar y Sebastian se sintió desfallecer. Sus ojos se encontraron con los de su torturador. Estaba seguro que pronto se vendría por solo verle sonreír con los ojos. Y así fue. Se liberó en la boca de Ciel y este hizo lo mejor para poder tragarlo todo. De la garganta de Sebastian salió un gruñido fuera de lo natural, lleno de placer y semejante al de un animal salvaje.
Sebastian tomó el rostro de Ciel entre sus manos y le hizo levantarse hasta acercar sus labios. Primero limpió los restos de su semen en la comisura de los labios de Ciel con su lengua y entonces fundió sus labios en un beso.
- Es su turno, joven amo - susurró Sebastian en sus labios.
Sus manos se deslizaron por todo el cuerpo del chico. Le acercó a si y lo sentó a horcajadas sobre él. Comenzó a desabotonar la camisa blanca que llevaba, disfrutando de la ansiada imagen de su piel blanca y tersa. Acercó sus labios a los rosados botones en su pecho y los lamió. Ciel abrazó su cabeza para acercarle más hacia sí y gemía del placer que sentía. Las manos del demonio llegaron a los pantalones negros y despojó al chico de la prenda, dejándole absolutamente expuesto. Tomó el miembro palpitante del chico que gritaba por atención y comenzó a estrujarlo en sus manos con delicadeza. Pronto los gemidos se incrementaron y las manos de Ciel intentaron despojar a Sebastian de sus propias ropas. En pocas movidas Ciel se vino en la mano del demonio. Había añorado tanto sus caricias y ahora ya estaba en su límite.
Cuando finalmente Sebastian quedó desnudo bajo Ciel, este último se posicionó sobre las caderas del otro. Tomó el miembro de Sebastian con una mano para ayudarle a encontrar su entrada. No necesitaba de estímulo. Si pronto no le sentía entrar en él se volvería loco. Poco a poco dejó que aquella masculinidad entrara en sí, pero no sintió el dolor que esperaba. El placer le sorprendió, dejándole sin aliento y parecía que Sebastian sufría de lo mismo. Pronto comenzó a moverse, marcando un ritmo en sus movimientos. Una mano había aprisionado uno de los glúteos de Ciel, oprimiéndolo y guiando sus movimientos, y la otra mano volvía a darle placer en su pequeño miembro. Sebastian quedó fascinado con la imagen de Ciel sobre él, completamente absorto en su placentera tarea y su piel perlada con su propio sudor.
Antes de descubrir en donde sentía mayor placer, Ciel volvió a venirse y con él Sebastian. Su interior fue llenado de la esencia de Sebastian y se dejó caer pesadamente en sus brazos, quienes le recibieron con adoración.
Intentaron por unos segundos recuperar el ritmo de su respiración mientras permanecían abrazados. Finalmente Sebastian salió a regañadientes de Ciel, causando que este volviera a gemir. Luego colocó su camisa en los hombros del menor y le volvió a abrazar en un posesivo gesto.
- ¿A desayunado ya, joven amo? - preguntó Sebastian mientras acariciaba una sonrojada mejillas del chico y le hacía mirarle al rostro.
- Aun no - negó Ciel - ¿Y tú?
- Sí - asintió sonriente el demonio - A usted.
El rostro de Ciel volvió a sonrojarse, esta vez más intensamente e intentó ocultarlo en el pecho de Sebastian.
- Maldito demonio - mascullaba con vergüenza el menor mientras escuchaba la burlona risa de Sebastian.

No me dejes

- Sebastian - dijo Ciel.
- ¿Sí?
- Entiendo que estés un poco desconfiado dado la situación en la que nos encontramos con respecto al gabinete y Grey, pero… ¡¿Realmente es necesario que me tengas en esta posición?!
Sebastian y Ciel se encontraban en el despacho del primero. La razón por la que Ciel se sentía mosqueado y avergonzado era porque Sebastian, sentado en su fino sillón tras el claro buró, tenía al menor sentado en su regazo y aprisionado por sus brazos mientras escribía unos informes. Con su trasero apoyado en la delantera de Sebastian, en donde un prominente bulto persistía bajo suyo a pesar de los pantalones negros que el mayor llevaba, y su espalda apoyada en el amplio pecho oculto por una camisa blanca, Ciel apenas podía moverse por miedo a dar una equivocada señal y volver a…
Al volver a recordar que esa misma mañana habían vuelto a tener sexo Ciel se sonrojó de sobremanera. Había pasado más de una semana desde el “incidente” en el castillo de Grey y no estaban seguros de en qué momento aquel demonio aparecería, pero eso no deterioraba la pasión de ambos y menos el hambre que sentían por el otro.
Sebastian dejó de escribir y abrazó el torso de Ciel por debajo de los brazos de este como si de un peluche se tratara. Descansó la barbilla en el hombro izquierdo del chico y acarició su mejilla con la suya propia en un tierno gesto.
- ¿Qué le pasa, joven amo? - dijo maliciosamente el demonio al oído del menor - Luego de todoloque hemos hecho, ¿se siente avergonzado por algo como esto? Creo que su concepto de pudor está algo averiado.
- Al menos tengo algo de vergüenza - le espetó Ciel - El otro día me hiciste… eso cuando salimos al prado. ¿Y si alguien nos hubiese visto?
- Disculpe, pero no pude evitarlo - decía Sebastian mientras trasladaba una de sus manos hacia la mejilla opuesta a la que acariciaba con su propia mejilla - Su piel es tan bella cuando la sutil luz del atardecer cae sobre ella. Y su olor junto al del césped de la primavera y las flores silvestres… Pensé que moriría embriagado por aquella vista que me brindó de usted desnudo…
- ¡Stop! - le detuvo Ciel con el rostro totalmente rojo y girándolo para ver a Sebastian a la cara - No necesitas decir nada más.
La primavera había vuelto luego de que ambos se reconciliaran y ahora estaba aún más bello el paisaje fuera de la mansión.
- Realmente adoras molestarme, ¿verdad?
- Hm - sonríe el mayor - Por supuesto. Después de todo, soy su amante y demonio.
Amante.
Ciel había tardado un poco en reconocer el significado de esa palabra y corresponder a Sebastian como su amante. Pero al reconocerlo, esa misma noche luego de que hicieran el amor y permaneciera unos minutos observando a Sebastian dormir junto a él, había susurrado repetidas veces aquella palabra mientras acariciaba la fría mejilla del demonio y cada segundo un dulce sentimiento crecía en su pecho. Y cuando creyó que estallaría de la inexplicable felicidad cerró los ojos y se abrazó a su amante con el deseo de no soltarle nunca.
- Joven amo - dijo Sebastian con un deje de seriedad en su voz sacando así al menor de sus pensamientos -, ¿qué le parecería la idea de volver al mundo de los humanos?
- ¿Contigo?
- Sin mí.
- Me suicido antes de que ocurra.
Al escuchar “suicidio” viniendo de la boca del menor Sebastian se aferró con más fuerza a él.
- Por favor, piénselo - insistió Sebastian - Aquí solo habría muerte para usted.
- Prefiero que primero tomes mi alma.
- Nunca podría…
Hace mucho que Sebastian había desechado la idea de tomar el alma del chico. De solo pensar que una vez que eso ocurriera solo tendría en sus brazos un cuerpo vacío, el cuerpo de la persona que más quería, por primera vez sintió terror.
- Pero sí podrías abandonarme, ¿verdad?
- Grey vendrá pronto por usted. Sería peor…
- ¿Piensas que ese demonio me dejará en paz una vez que me marche?
Sebastian guardó silencio por unos segundos.
- No eres ningún estúpido, Sebastian. Estoy seguro que sabes que él podría ir a buscarme aunque me dejes… - entonces Ciel sospechó de las intenciones de Sebastian - ¿O acaso tú…? ¿Pensabas entregarte a cambio de que me dejaran en paz?
El silencio de Sebastian y su expresión culpable bastó para responder la pregunta de Ciel. Este se abrazó al demonio con desesperación.
- Lo siento - dijo Sebastian.
- ¿En qué momento te di una orden como esa, idiota? - le espetó Ciel con el amor creciendo en su pecho una vez más.
Permanecieron unos cortos minutos abrazados, en un tiempo que les pareció eterno, hasta que Ciel decidió cortar el silencio.
- ¿Has pensado enfrentarles?
- Si se tratase solo de Grey - asintió Sebastian - Pero los miembros del gabinete estarán en mi contra también. No puedo esperar un duelo justo viniendo de ellos. Lo más posible es que me declaren la guerra y aunque tengo gran influencia en el reino ellos también la tienen y podrían usar el hecho de que traje a un humano al Infierno en mi contra para ganar más puntos con el reino.
Ciel permaneció pensativo por unos segundos. Debía encontrar alguna solución, pero por el momento lo único que encontraba era o entregarle su alma a Sebastian para calmar las cosas en torno a él o…
- Amo - se escuchó la voz de Mary desde el otro lado de la puerta.
- Dime, Mary - respondió Sebastian desde donde estaba sin soltar a Ciel.
- Un mensajero ha llegado. Dice que el señor Lowell le pide su asistencia en estos momentos en su mansión.
- Dígale que pronto iré - responde Sebastian y luego se dirige a Ciel con esperanza en su mirar - Se trata de un conocido. Tal vez pueda tenerle de mi parte en todo este lío. No se preocupe. De alguna forma resolveré esto.
- Ten cuidado - le pidió el menor con preocupación antes de que el demonio le besara una última vez y se marchara.
Al sentir la puerta cerrarse Ciel permaneció sentado en el sillón con una expresión reflexiva. Al cabo de unos largos minutos buscó papel y pluma y escribió unas líneas. Luego fue a la habitación de Sebastian y buscó una capa en su ropero. Se la colocó en los hombros y corrió hacia la salida de la mansión. Vio a Sebastian partir vestido elegantemente y en el carruaje. Al asegurarse que no veía el carruaje a lo lejos salió de la mansión y corrió a los establos. Vio a uno de los dragones negros y se alegró al ver que le reconocía. Había cuidado de ellos durante un tiempo en el que estuvo jugando a ser sirviente con Sebastian y sabía cómo montarles incluso. Entonces agradeció las enseñanzas del demonio en equitación.
Ciel montó al gran animal y partió al trote con él. En el camino se ocultó la cabeza con la capucha de la capa y bajo la mirada hasta casi clavarla en el escamoso cuello de la criatura que montaba. Entonces vio el suelo cambiar y supo que había sobrepasado los límites del territorio de Sebastian. Fue cuando comenzó a escuchar los alaridos de las almas y los gemidos.
Ciertamente era una tortura escucharles. El sonido de unos látigos se sincronizaban con los gritos y la esencia a azufre le escocían los ojos. Y lloró. Pero no de la desesperación. No por aquella peste incomparable que sobresalía del Infierno. Sino de la tristeza. Pronto le había criticado a Sebastian su opción de entregarse; ahora era él quien tomaba esa iniciativa.
- Sebastian… - ni los gritos de las almas impedían a aquel ardiente mundo escuchar el gemido lanzado por el adolorido corazón del chico.
Pero pronto ese mismo gemido fue absorbido por la luz del ardiente atardecer del Infierno.

Te amo

Una vez más estaba en aquel castillo dueño de sus pesadillas. Ciel se tragó el miedo que sentía y entró en el castillo de Grey. Una vez más las paredes parecían asfixiarle con cada paso que daba. Era posible que el dueño del castillo supiera sobre su intromisión, pero no parecía querer impedirlo.
Ciel volvió a entrar en la habitación donde se había encontrado a Grey con el resto del gabinete y esta vez les volvió a encontrar de la misma forma, todos sentados alrededor de la mesa. Grey le sonreía una vez más, pero esta vez con gran malicia en sus ojos.
- Bienvenido una vez más, querido Ciel - dijo Grey con voz aterciopelada, pero con intenciones tan hirientes como la de una serpiente.
- Supongo que ya sabe por qué estoy aquí - expresó fríamente Ciel - Me ofrezco a usted a cambio de que deje en paz a Sebastian.
- Con gusto aceptaría esa oferta, pero no creo que tu demonio también lo haga. Estoy seguro que cuando sepa que estas aquí, porque asumo que aún no lo sabe de lo contrario no te hubiesen dejado ir, él vendrá a buscarte. Y estoy aún más convencido de que estará enfadado.
Ciel tragó en seco. Era verdad. Lo más probable era que Sebastian se enfadaría con él.
- Llévenselo a la mazmorra - dijo Grey.
Unos guardias tomaron de los brazos a Ciel, quien no había tomado en cuenta la presencia de ambos tras suyo.
- Señor - intervino Marcus con su expresión seria latente - ¿Piensa retener al humano? Eso está en contra de las reglas. Estará incumpliendo lo mismo que Sebastian…
- Entonces no tendría derecho a acusar a Sebastian por estar cometiendo el mismo crimen. ¿Eso es lo que quieres decir, Marcus?
Marcus asintió en silencio bajo la venenosa sonrisa de Grey.
- ¿Realmente crees que me importan las leyes, Marcus? - reía el demonio de ojos dorados - Yo solo quiero divertirme.

Lowell había aceptado el pedido de Sebastian y este se apresuraba a su despacho en donde creía que estaría Ciel. Estaba impaciente por darle la noticia al menor. El hombre era uno de los más poderosos nobles del Infierno. Tenerle de su lado era un gran paso.
Finalmente llegó a su despacho, pero el chico no estaba allí. Caminó a la mesa y encontró allí la nota que le había dejado el menor. Su fina letra corría por el papel, mostrando dos únicas palabras:
Te Amo.
La sangre ardió en las venas del demonio. No necesitó de más para saber que el chico pensaba sacrificarse a símismo por su bien. Le conocía muy bien como para negar ese hecho. Su mente quedó en blanco. Permaneció mirando las letras escritas durante unos segundos.
Súbitamente la ira burló toda razón.

Hacía frío en aquella celda oscura. No podía ver nada, pero estaba apoyado en una pared y podía suponer que estaba en el lado opuesto a la salida de aquella jaula. Ciel miró a su alrededor tratando de acostumbrarse a las sombras, pero nada resultaba. Con las piernas dobladas y apoyadas en su pecho las abrazaba en un intento de consolarse a sí mismo y ocultaba el rostro en las rodillas.
Luego de permanecer media hora en la misma posición la metálica puerta de la celda produjo un sonido chirriante al ser abierta, sobresaltando al chico. Una figura fue sobresaltada por la luz que provenía del pasillo.
- ¡¿Quién está ahí?! - exigió saber Ciel mientras se levantaba y retrocedía todo lo que la pared le permitía.
- No grites - dijo una voz conocida en la oscuridad.
Una mano tomó la de Ciel y este, sin mucha opción, fue arrastrado fuera de aquel lugar. Pasó de la celda al pasillo del castillo en un segundo. Sus ojos intentaron acostumbrarse al repentino resplandor luego de tanta oscuridad y entonces pudo ver a su salvador.
- ¿Marcus? - dijo extrañado el chico.
- No hay tiempo - detuvo el demonio las preguntas que veía en la expresión del menor - Sígueme si quieres salir de aquí.
Ambos se apresuraron por los pasillos.
- ¿Por qué me ayudaste? - preguntó el chico mientras seguía a Marcus - ¿Se trata de otro juego de Grey?
- No es eso. Nunca estuve de parte de Grey. Pero no te confundas. Tampoco estoy de parte de Sebastian. Simplemente quiero que la ley sea cumplida y al ver que el jefe de gabinete no piensa cumplir con su deber entonces no veo necesidad de cumplir sus deseos.
- ¿Me llevarás con Sebastian?
- Esa es mi idea, pero… - Marcus se detuvo el paso y Ciel chocó con él en el proceso - Grey sabe que escapaste.
- Apurémonos…
- Ya no hay tiempo - suspiró el demonio con fastidio - Ya no podremos salir...
- Entonces te propongo algo - dijo apresuradamente el chico con una mirada seria - Tal vez así pueda resolver todo este embrollo.
- ¿Qué tienes en mente? - Marcus le prestó atención.

Una vez más Ciel se vio rodeado de penumbras, pero todo se esclareció una vez que abrió sus ojos. Se encontró en lo que parecía una sala del trono. Su cuerpo se sentía pesado y le dolía el cuello. Luego de separarse de Marcus había vagado por los corredores del castillo cuando unos guardias le encontraron y le dejaron inconsciente de un golpe en la nuca. Estaba sentado en algo suave y al observar a su alrededor se dio cuenta de que estaba sentado en el regazo de Grey mientras este sonreía con la mirada fija en el frente. Antes de que Ciel decidiera siquiera oponer resistencias, las palabras de Grey le detuvieron.
- Ha llegado - dijo el demonio con una amplia sonrisa y los ojos fijos en la gran puerta a varios metros de distancia.
Ciel también fijó la mirada en la puerta con su corazón palpitando desenfrenadamente.
En aquel momento la puerta comenzó a deteriorarse. La fina madera había comenzado a pudrirse y tornarse negra. Pronto se volvió cenizas y un potente viento entró a la habitación. Las cenizas se esparcieron en un negro remolino y entonces apreció la figura oscura del demonio de mirada carmesí.
Ciel se encogió de la sorpresa al ver la apariencia de Sebastian en esos momentos. El demonio mostraba su verdadera apariencia, dueña de toda maldad e ira que emanaba su ser. Su piel se había tornado gris, su cabello negro había crecido de sobremanera cayendo hasta ocultar toda la espalda de Sebastian y danzando con la ventisca de misteriosa procedencia, dos cuernos de gran tamaño, negros como el aura que emanaba el cuerpo del demonio, adornaban su cabeza, sus ojos de mirada felina y gélida fulminaban el lugar con el fondo gris y las pupilas rojas, estaba ataviado por negras vestimentas de cuero ajustadas a su cuerpo y unas botas de alto tacón puntiagudo. Finalmente unas potentes alas como de cuervo sobresalían de su espalda.
El oscuro intruso se detuvo en la entrada, mirando a su alrededor. Al divisar a Grey y a Ciel junto a este su mirada se volvió aún más fría. No tenía expresión en su rostro, solo su mirada demostraba cuan molesto se encontraba.
- Bienvenido, Cuervo - sonrió Grey.
Sebastian comenzó a caminar calmadamente hacia ellos. Con cada pisada el suelo alrededor de sus pies se tornaba ambiguo. Las paredes también habían comenzado a sufrir los mismos efectos.
- Suéltale - exigió Sebastian con su voz profunda y deformada.
- ¿Y si no lo hago? - le desafió Grey sin dejar de sonreír.
De repente marcas como golpes provocados por una fuerza invisible comenzaron a aparecer en las paredes y el suelo. Sebastian permanecía igual de calmado, pero la presión proveniente de él comenzó a dejar sin aire a Ciel y más satisfecho a Grey.
- Suéltale - volvió a repetir Sebastian al llegar al trono.
Grey soltó a Ciel sin dejar de sonreír y el chico aprovechó para bajar de las piernas de Grey, pero no fue hacia Sebastian.
- ¡Espera un momento, Sebastian! - le detuvo Ciel con voz suplicante - Yo vine por mi propia voluntad…
- Lo sé - la mirada fría que le lanzó Sebastian a Ciel logró estremecer de miedo al menor - Luego haré que se arrepienta de esa decisión. Pero ahora…
- ¿Piensas matarme ahora, Sebastian? - preguntó Grey con petulancia - Pero eso te dará más problemas luego. Ya no estarás protegido por ninguna ley y todos te cazarán.
Una vez más la fuerza invisible de Sebastian se movió velozmente y logró cortar la mejilla izquierda de Grey provocando que la sangre brotara de ella, pero ni así el demonio dejó de sonreír.
- No me tientes, Grey - dijo Sebastian con odio en sus palabras - Ha estas alturas no me importa lo que me pueda pasar con tal de matarte.
- Pero entonces también cazarían a tu querido humano. ¿Quieres que él también sufra? Aunque… - Grey se levantó de su asiento, haciendo que Ciel retrocediera con precaución, y entonces el demonio susurró colocando su rostro cercano al puntiagudo oído de Sebastian - Debo admitir que este humano es interesante. Me divertí mucho con él.
Súbitamente Grey fue sostenido en el aire por una de las manos de Sebastian mientras que toda ira escapaba de su control.
- ¡Espera, Sebastian! - le detuvo Ciel mientras tomaba la otra mano de Sebastian - ¡Es mentira! ¡No me hizo nada! Si le matas ahora será peor. Por favor, detente, Sebastian.
Sebastian apretaba los colmillos entre sí con expresión indecisa y fastidiada. Logró calmarse al sentir el tacto del chico en su mano y al escuchar sus súplicas. Dejó caer pesadamente a Grey en el trono mientras este reía ruidosamente y se giró hacia Ciel cuando le detuvo la burlona voz de Grey tras de sí.
- Espera un momento, Cuervo. Ese humano vino a mí por voluntad propia. ¿Por qué no le preguntas si quiere irse contigo o no?
Sebastian volvió su atención a Ciel, quien mantenía la vista baja con una expresión de culpabilidad y tristeza.
- Este humano me hizo una propuesta muy interesante – continuó Grey – ¿No quieres saber cuál?
Ciel levantó la mirada hacia Grey y con una expresión decidida le enfrentó.
- La propuesta sigue en pie. Mi alma a cambio de que dejes a Sebastian en paz.
- ¡No lo apruebo! – interrumpió Sebastian con horror.
- No necesito tu aprobación – le repuso el menor – Es mi alma.
En ese preciso instante los guardias del palacio entraron agitadamente a la habitación. Al ver al intruso que había burlado su vigilancia corrieron hacia él.
- Acepto la propuesta –anunció Grey levantándose de su trono y acercándose a Ciel para colocar una acariciadora mano sobre los cabellos del menor – Echen fuera a este intruso.
Sebastian, que aún no mostraba señales de entender lo que sucedía, se encontraba como en un trance. Incluso cuando los guardias le tomaron de los brazos no se resistió. Su mirada estaba perdida en las pupilas azules y melancólicas de Ciel, buscando una respuesta de preguntas silenciosas. El menor no dijo nada. Simplemente vio cómo se llevaban a Sebastian.
- ¿Estás seguro? – le pregunta con malicia Grey al oído - ¿Vale la pena sacrificarse por alguien como él?
- Lo vale – la respuesta del menor fue precisa y sin titubeos.

Más tarde, ocultos por la intimidad de un pasillo desolado, Grey y un guardia compartían unas palabras.
- ¿Acataron mis órdenes? – preguntó Grey con seriedad.
- Sí - asintió con marcialidad el guardia – El prisionero fue llevado a la celda que usted asigno.
- Bien – sonrió Grey con satisfacción – Dos por el precio de uno. Sin duda esos dos son interesantes.
Y mientras reía, otro personaje más escuchaba oculto en las sombras.
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Fanfic Sweet Revenge por Alicia Campbell Empty
MensajeTema: Re: Fanfic Sweet Revenge por Alicia Campbell   Fanfic Sweet Revenge por Alicia Campbell Icon_minitimeVie Ago 21, 2015 7:46 pm

La huida
Dos meses después.

El Bajo Infierno. Toda alma condenada a una tortuosa existencia era enviada a ese olvidado rincón del Abismo. Su interior era oscuro, grosero, indecente, impuro. No había esperanza. Solo sufrimiento, pestilencia y dolor. Siempre llovía en el Bajo Infierno. De un cielo de nubes vacías caía una lluvia carmesí que empapaba todo en el desértico lugar. Los lamentos de las almas eran algo enloquecedor.
Y muy en el interior de esa tierra corrompida había un prisionero.
- Pareces divertirte, Cuervo.
Desde su oscura y húmeda celda Sebastian miraba a la nada con ojos ciegos. La razón por la que se mantenía en pie eran las altas cadenas que le ataban a la mugrienta pared. Su cuerpo desnudo presentaba rastros de torturas resientes, tan frescas que la sangre aun brotaba de ellas. Su forma humana mostraba la repulsión que sentía por sí mismo y lo lamentable de su situación. Luego de escuchar cómo se dirigían a él, el demonio herido levantó muy lentamente la cabeza para encontrarse a su visitante del otro lado de las rejas de su prisión.
- Ha pasado un largo tiempo desde que te viera.
- Marcus… - el prisionero no se mostraba muy alegre con la visita, pero su solemne rostro no se inmutó.
- No esperaba un cálido recibimiento, pero esto es realmente deprimente.
- ¿Qué quieres? ¿Viniste a burlarte?
- Pensé en esa posibilidad. Pero no tenemos mucho tiempo. Aunque me cuesta creerme a mí mismo, realmente vine a sacarte de este lugar.
Sebastian lanzó un resoplido al escucharle.
- Ahora soy yo quien no te cree.
- Entonces somos dos.
Marcus introdujo la llave que llevaba encima en el cerrojo de la reja y de un giro logra abrirla. Pero Sebastian no mostró indicio de querer salir.
- ¿A qué esperas? - preguntó exasperado Marcus - Esas cadenas no te retendrían ni en dos mil años.
- No pienso irme. No hay nada allí afuera que yo necesite. No hay nadie que me espere.
- ¿Me dices que prefieres ocultarte como un cobarde aquí, en lo más ruin del Infierno, solo para huir de pelear?
- ¿Ahora me sales con ese discurso? Tú también deseabas esto…
- Yo deseaba que la ley fuese cumplida. Pero Grey está incontrolable y también ha roto la ley… “usando” a ese humano.
Aquella revelación llamó la atención de Sebastian. Levantó la cabeza abruptamente mostrando una sorprendida expresión.
- ¿Usando…? ¿Ciel sigue aquí?
- ¿…No lo sabías? - Marcus parecía tan desconcertado como Sebastian - Grey le tiene retenido en su castillo. Después de todo ese humano se entregó para que tú estuvieras libre. Está encerrado en su habitación que Grey visita cada noche… Y cada noche se escuchan los gritos de ese humano.
Repentinamente un fuerte viento sopló en la celda. La ráfaga fue tan fuerte que Marcus tuvo que retroceder para no ser levantado por esta. El rostro de Sebastian se crispó de la furia y la creciente ira que sentía. Las cadenas que no presentaban fuerza suficiente para retenerle se transformaron en cenizas que fueron arrastradas por el viento que envolvía al furioso demonio. Sus ojos se tornaron absolutamente rojos y su naturaleza demoniaca se presentó con tal fuerza que todo a su alrededor se volvió pesado del poder que emanaba.
- Supongo que luego del tiempo que pasaste lejos de aquí lo había olvidado - comentó Marcus - Ese gran poder abrumador que te hace uno de los más peligrosos demonios.
- ¡Grey me prometió que dejaría ir a Ciel si yo me entregaba! - gruñó con voz grave y deformada por el odio - ¡Llegó a mí con esta propuesta luego de que sus soldados me trajeran aquí!
Marcus pensó en ello en un intento de comprender la situación.
- ¿O sea que te entregaste por voluntad propia? Pensé que Grey había engañado a ese humano y te había traído aquí para su diversión…
- ¡Jodido mentiroso!
- ¡Cálmate de una vez, Sebastian! De esta forma no podrás hacerle frente por mucho que lo desees.
Luego de unos segundos Sebastian se calmó lo suficiente como para pensar detalladamente sobre su situación.
- Grey me prometió que si me entregaba dejaría ir a Ciel. Yo accedí. Confié en que dejaría de tener interés en Ciel una vez que me entregara…
- ¡¿Cómo confías en algo así?!
- ¡Estaba desesperado! Esa vez… la desesperación que vi en los ojos de Ciel… El miedo en él y mi propia impotencia estaban a la par. ¡Fue simplemente tortuoso verle así!
Surgió el silencio entre ellos por unos segundos en los que Sebastian trataba de reorganizar sus pensamientos.
- Ambos fueron engañados, eso es claro. Tanto tú como ese humano - aseguró Marcus.
- ¡Ciel! - saltó Sebastian al volver a pensar en el menor - ¿Ciel está bien?
- … Está vivo.
Eso no era suficiente para Sebastian. Ciel debía estar bien. Quería volver a verle. Esa sonrisa que le fue arrebatada por tanto tiempo, quería volver a verla adornando el bello rostro del menor.
- Te ayudaré a recuperarle - le aseguró Marcus.
- ¿Por qué? - Sebastian le miró con desconfianza - Es extraño que tú te decidas por quebrantar algunas reglas.
- No me malinterpretes. No siento ninguna simpatía por ti o por ese humano. Pero Grey está abusando de su poder y quebrantando las leyes que se supone debe proteger como jefe de gabinete. En tal situación es necesario hacer todo lo posible para terminar con ese tipo de gobierno.
- ¿Qué pides a cambio?
- La eliminación de Grey. Alguien como él está manchando la reputación de la realeza demoniaca. Tú eres alguien clave para lograrlo. Tu poder rivaliza con el suyo. Pero solo no lo lograrás. Por eso también reuní a varios que igualmente desean la caída de Grey. Somos un número considerable.
- ¡Entonces con gusto pelearé!
- Eso no es todo. Cuando todo termine deberás elegir: tomar el alma de ese humano o enviarlo devuelta a su mundo. Esas son mis condiciones.
Sebastian lo pensó por un momento. Era un precio justo, aunque no deseado.
- Que sea lo segundo - asintió Sebastian aprobando sus demandas de mala gana.
- Bien - Marcus asintió a su vez - Entonces lo primero es sacar a tu “príncipe” de su “torre”. No podemos darle una ventaja a ese maldito de Grey.
- ¿No nos estará esperando?
- Uno de los nuestros le está distrayendo. Ahora está fuera del castillo. ¿Cómo crees que pude llegar a ti sin que él lo descubriera?

Ambos cómplices habían logrado salir del Bajo Infierno sin ser descubiertos por los guardias. Vestido con ropas que le trajera Marcus, él y Sebastian llegaron a la habitación del tétrico castillo en donde estaba de rehén Ciel.
- ¿Por qué no hay guardias custodiando la puerta? - preguntó Sebastian desconfiado.
- El humano aún cree que te protege al quedarse. A partir de aquí estas solo.
Marcus se dio media vuelta con intenciones de marcharse cuando Sebastian llamó su atención.
- Gracias - le dijo con sinceridad en su semblante.
- Como dije, no es por tenerte simpatía a ti o a ese humano - aclaró Marcus.
- Igualmente, te lo agradezco.
- Solo no mueras antes de haber cumplido con nuestro trato.
Sebastian solo asintió y al instante se adentró en la habitación.

Reencuentro

Por un instante Sebastian quedó cegado por la alta iluminación de la habitación a la se adentró. Una araña dorada iluminaba la habitación con sus velas y reflejando su resplandor en los espejos que inundaban la habitación. El suelo, las paredes, el techo. Todo era un enorme espejo que reflejaba todo que se presentara ante él. No había muebles en la habitación.
Y justo en el centro de la estancia, tirado en el suelo, estaba Ciel, desnudo y envuelto en una amplia sábana carmesí. El suelo, parcialmente cubierto por rosas negras y marchitas que despedía un olor dulce y pecaminoso, era tan duro y frío que Sebastian se sorprendió que pudiera dormir sobre él.
Porque eso era lo que deseaba Sebastian.
Que simplemente estuviera durmiendo.
Al acercársele el demonio divisó varias marcas de golpes y arañazos. Cada una de ellas se marcó en el negro corazón de Sebastian. Descendió lentamente hacia el menor y con delicadeza acarició una de las aun cálidas mejillas del menor. Los párpados de este, que presentaban rastros de infinitas lágrimas, temblaron y sus ojos comenzaron a abrirse poco a poco. Pronto se posaron sobre el cercano rostro de Sebastian y una expresión lastimera surgió.
- ¿Otra ilusión? - gimoteó con dolor el menor volviendo a cerrar los ojos para evitar verle - Ya qué más da. Haz lo que quieras, pero no te aparezcas con su rostro…
- Soy realmente yo, joven amo.
- ¡No te burles de mí! - Ciel se alejó procurando esconder su lastimado cuerpo con las sábanas - Esta es la vigésima vez que intentas engañarme. Dándome tales esperanzas para luego pisotearme… ¡No caeré de nuevo!
- Entonces pruébeme. Pregúnteme lo que sea. Incluso si soy una ilusión no podré contestar acertadamente si no soy realmente yo.
- ¡Mi cumpleaños! - inició el chico.
- 14 de diciembre de 1875
- ¡¿Cuál es mi postre favorito?!
-Blackberryorchardfruitcake
- ¡¿Cómo prefiero la leche?!
- Con miel.
- ¡¿Soy bueno bailando?!
- Es todo un desastre.
- ¡¿A qué animal soy alérgico?!
- A los gatos.
- ¡¿Qué enfermedad padezco?!
- Asma.
- ¡¿Eres realmente Sebastian Michaelis?!
- ¡Yes, my Lord!
Ciel comenzó a llorar sin despegar su lastimosa mirada de Sebastian.
- ¿Qué haces aquí, maldito demonio?
Sebastian sonrió con una mezcla de tristeza y alivio.
- ¿Es esa su última pregunta?
Sebastian se acercó al menor sin que este huyera a su abrazo y luego le susurró en respuesta a su última pregunta:
- Porque le amo.
Ciel le devolvió el abrazo con desesperación, temiendo que fuese un sueño. Sus lágrimas caían sin fin como dos infinitas cascadas, pero con gran alivio en su corazón.
- Ha pasado tanto… - sollozó el menor - Realmente deseaba que vinieras a por mí. Pero él… Grey me decía que habías perdido interés en mí.
- ¿Le creyó?
- No al principio. Pero es que ha pasado tanto. Han sido tantas las noches que él… - la voz del menor se quebró al recordar las tortuosas sesiones con su opresor.
Sebastian sintió el cuerpo de Ciel temblar en sus brazos y junto con él su corazón que creía hecho de hielo tembló de ira. Todo era odio, miedo, desesperación, furia… De solo pensar en cuánto había sufrido Ciel la oscuridad en su interior volvió a resurgir. Su transformación al demonio que era volvió, apareciendo sus cuernos como una corona de pecados, sus alas negras como una vulgar capa a su espalda, sus negras vestimentas envolvían la imperfección de su ser y las garras y colmillos de una bestia sedienta de sangre. Ciel comenzó a asustarse, pero Sebastian le tenía sujeto con tal fuerza en sus brazos hasta impedirle moverse siquiera un centímetro.
Con un atronador grito, como el de una bestia incontrolable, el demonio rompe los espejos de la habitación en pedazos. El castillo pareció temblar ante su poder. Sus alas aletearon con fuerza hasta que de un golpe la energía oscura que brotaba de su interior rompe la pared frente a él que le impedía su huida. De esta forma alzó el vuelo para alejarse de aquel lugar.

Al solo salir del castillo Sebastian remontó el vuelo con Ciel en brazos. Ninguno de los dos se miró o habló en el camino. Una vez que llegaron a la mansión Sebastian entró a su habitación atravesando unade las ventanas de su despacho hasta hacer caer hecho pedazos el cristal en el interior de la habitación. Al tocar el pálido suelo se dirigió a su escritorio con Ciel aun en brazos.
- Eh… ¿Sebastian? - se decidió a decir Ciel con indecisión.
Es interrumpido cuando el nombrado le acuesta bruscamente en la mesa. Sintió sus largos dedos tomar la sábana carmesí y comenzar a desgarrarla impacientemente en busca del cuerpo del chico.
- ¡Espera, Sebastian! - intentaba detenerle Ciel.
Sebastian tomó repentinamente las mejillas del chico con el dedo índice y el pulgar de su mano derecha y le obligó a mirarle. Ciel se asustó de la mirada ardiente en ira que se encontró.
- Si no le importa entregarse a escorias como Grey no le importará que le tome una lamentable criatura como yo - dijo Sebastian con desprecio.
- ¡No es como piensas! - intentó una vez más Ciel con desesperación.
- ¡No importa lo que yo piense! - gritó Sebastian provocando que los cristales de las ventanas colapsaran - Después de todo no le importó mis sentimientos antes de entregarse a ese… Luego de tanto, aun creo que todo fue un acto de traición por su parte.
Las garras comenzaron a desgarrar una vez más la tela hasta que finalmente el cuerpo del chico fue mostrado. Los largos dedos de la mano libre de Sebastian, aun con las negras garras sobresalientes, acariciaron la blanca piel del abdomen del chico dejando un leve rastro de arañazos. Sus labios descendieron y la lengua trazó un recorrido desde el abdomen hasta el cuello del chico.
- ¡Detente, Sebastian! - gritaba Ciel al borde del llanto.
Ignorando toda súplica, Sebastian llevó su mano a las caderas del menor y presionó sus garras suavemente en los blancos muslos hasta dejarle un rastro de arañazos allí también. Pareciera que intentara marcarle desesperadamente como suyo.
- ¡Prometiste que no lo volverías a hacer así!
Sebastian pareció despertar con ese último grito desesperado de Ciel. Separó sus manos del chico, retrocediendo unos pasos con una expresión sorprendida. Su respiración comenzó a descontrolarse; se observaba las manos que antes arañaran la piel de Ciel; sus ojos mostraban el tormento que vivía su mente en ese momento. Cayó arrodillado en el suelo y mirando hacia donde se encontraba Ciel. De pronto comenzaron a salir lágrimas de sus ojos.
Después de todo, más que ira, el demonio sentía miedo.
En silencio las lágrimas cayeron mientras observaba a Ciel sentarse adolorido en la mesa. Sebastian alargó una mano hacia él, quedando esta sostenida en el aire sin poder llegar a ayudar al chico y con miedo a que le rechazara. Sus labios temblaron, dejando los colmillos a la vista, y las palabras quedaron en su garganta. Una expresión de lamento y condena permanecía en su rostro mientras miraba a Ciel. Las lágrimas parecían limpiar la oscuridad de sus ojos hasta que el fondo de estos se tornaron blancos nuevamente.
El menor observó las marcas que dejaran las garras del demonio en su piel. Luego observó a Sebastian a través de sus propias lágrimas.
- Mi intención no fue traicionarte - comenzó a decir Ciel entre sollozos y bajando de la mesa algo adolorido - Solo quería devolverte todo lo que habías hecho por mí - caminó hacia Sebastian a duras penas - Quería al menos… salvarte a ti - se arrodilló frente al demonio y tomó la mano que él mantenía medio extendida entrelazando así sus dedos con los de él - Porque te quiero.
Sebastian se apresuró a tomar al chico en brazos y comenzó a disculparse con desesperación en su voz; la voz que conocía Ciel y que había cambiado luego de la transformación. Ciel a su vez le devolvió el abrazo.
- Tenía miedo - admitió Sebastian.
- No pienses en eso ahora - le reprendió el chico - Ahora estoy aquí, ¿verdad?
- Pero fui yo quien le traicionó al final. Aunque le había prometido que algo como esto no volvería a ocurrir…
- Eres un demonio - intentó justificarle Ciel - Está en tu naturaleza…
- ¡Por encima de eso, soy su amante! - gritó Sebastian condenándose a sí mismo - Protegerle es mi deber. ¡No dañarle! Y una vez más le hice llorar por desconfiar de usted.
- Entonces asegúrate desde ahora pagar por eso - tomó el rostro del demonio en sus manos y le obligó a mirarle - Ámame.
Sebastian quedó sin aire ante el pedido del chico. Antes de recuperarse de la sorpresa fue besado por el chico. Entonces separa apresuradamente sus labios.
- Déjeme cambiar primero - pidió Sebastian - No quiero que me vea con esta apariencia…
- Quédate así, Sebastian - exigió Ciel - Quiero saber que me perteneces completamente. Tanto el tú “humano” y el demonio que eres me pertenecen. Quiero que me ames de ambas formas.
Sebastian permaneció en silencio y con una expresión de absoluta adoración.
- Yes, my Lord.

El coraje de amar

Finalmente habían llegado a la habitación de Sebastian. Ya en la cama, ambos uno frente al otro completamente desnudos, Ciel acostado y Sebastian encima suyo con las manos aun entrelazadas, se miraban. Cada uno acariciaba el rostro del otro con la mano libre sin despegar la mirada de sus ojos. No había apuro. Querían disfrutarse mutuamente y guardar el recuerdo. No eran estúpidos. Sabían que posiblemente ese sería la última vez y necesitaban grabarlo con fuego en sus mentes.
Sebastian tomó la iniciativa y pasó su mano de las mejillas al torso del chico. Sus garras fueron sustituidas por las uñas normales así no temería dañarle, pero el resto de su cuerpo seguía como el demonio que era en realidad a petición del mismo Ciel. Su rostro era enmarcado por el largo cabello que caía a ambos lados de la cabeza y tocaban la cama. Buscó los labios del chico, besándole suavemente, luego prosiguió por su cuello, el pecho, el abdomen y las caderas, siempre concentrado en los gemidos lanzados por el menor. Al llegar a los muslos lamió las heridas hasta que estas se curaron por el poder del demonio en cuestión de segundos. Entonces trasladó las lamidas al miembro de Ciel. Este gimió del repentino calor que sintió y la piel le quemaba por las caricias de la respiración del demonio en ese lugar. Las lamidas se volvieron posesivas alrededor del miembro, su boca le tragó por completo y comenzó con aquel conocido movimiento de vaivén.
Los gemidos de Ciel resonaron en la habitación. Sus ojos llorosos, esta vez del placer, observaban cada movimiento del demonio. Sus manos tomaron los cabellos de Sebastian e intentó guiarle hacia donde sentía mayor placer. Una vez que no pudo aguantarlo más, Ciel se corrió en la boca de Sebastian. Este se lamió los labios una vez que tragó el líquido lujurioso, sin separar los ojos de Ciel y provocándole nuevos espasmos de placer.
Pero no terminó allí.
Luego dirigió sus labios más abajo del miembro del menor y encontró lo que buscaba. La rosada entrada trasera de Ciel fue lamida también, y el chico terminó por arquear la espalda. Sebastian se separó unos segundos y tomó una de las almohadas para colocarlas bajo Ciel hasta levantarle más la parte baja. Su trasero quedó más expuesto. Sebastian tomó los glúteos del chico y los separó para luego volver a lamer la entrada entre ambos. Introdujo un poco la lengua dentro de él y Ciel volvió a arquear la espalda. Colocó sus piernas elevadas en la espalda del mayor e intentó controlar su acelerado corazón.
Sebastian entonces introdujo un dedo. Al ver que el chico lo aceptaba bien, entonces le introdujo otro. Hasta que pudo dejar dentro tres, Sebastian continuó dándole placer en aquel lugar. Entonces se dispuso a entrar en él correctamente. Acercó su miembro a la entrada y comenzó a adentrarse en él.
Ciel acercó el rostro de Sebastian al suyo y buscó sus labios. Se besaron mientras el demonio marcaba un ritmo suave en sus envestidas, un ritmo que comenzó a enloquecer al menor.
- Apresúrate - decía Ciel entre gemidos.
- ¿Le duele? - preguntó preocupado el demonio.
- Me duele la espera - le susurró el chico mientras le lamía sensualmente el oído - Quiero que te corras dentro mío ahora.
Ese pedido bastó para que Sebastian comenzara a perder sus sentidos. El ritmo que había marcado comenzó a ser más fuerte y salvaje. Los gemidos de Ciel inundaron sus sentidos y los brazos del chico le rodeaban el cuello impidiendo alejarse de él. Sintió el interior del menor apretarse alrededor de su miembro, todo húmedo y caliente. Sebastian tomó al Ciel en sus brazos y le hizo sentarse sobre él aun estando en su interior. El mayor quedó sentado y con el chico sobre él. Tomó el miembro del chico y comenzó a darle una vez más placer.
Ciel por su parte escondía el rostro en la curva del cuello de su amante mientras se abrazaba a él. El placer inundaba todo su cuerpo, se sentía mareado por todo lo que le proporcionaba el mayor. Sentía próxima su liberación y suponía que Sebastian estaba igual.
Entonces ambos se vinieron al mismo tiempo. Ciel humedeció el abdomen de Sebastian y este llenó el interior del menor. Sebastian tomó el rostro del chico en sus manos y apoyó su frente con la de él mientras gemía el nombre del menor. De alguna forma, escuchar su nombre en labios de aquel lujurioso demonio hizo que Ciel se sintiera aún más satisfecho. Volvieron a besarse ignorando sus ya agitadas respiraciones.
Cuando Sebastian intentó salir de Ciel, este último empujó al mayor hasta acostarle y quedar a horcajadas sobre él.
- No salgas aun - pidió el chico - Quiero sentirte un poco más.
Sebastian cubrió su pequeña boca al escucharle.
- No me tiente más de lo que ya estoy - le sonrió el demonio - Querré otra ronda.
Ciel lamió la mano que aprisionaba sus labios y sin despegar los ojos de los de su amante le incitó con una lujuriosa mirada.
- Entonces no te contengas - gimió Ciel cerca de los labios de Sebastian antes de besarle.
Las manos de Ciel buscaron a tientas tras de sí hasta llegar a donde se unía con Sebastian. El semen de Sebastian aun salía a pesar de estar tan apretado.
- Se siente tan bien - susurraba el menor.
De pronto comenzó a llorar en silencio. Sus azules orbes miraban el rostro de Sebastian mientras sus manos se habían dirigido a este y le acariciaban las mejillas. Apoyó la frente en la de él como Sebastian lo había hecho minutos antes y cerró los ojos mientras las lágrimas continuaban cayendo, ahora en el rostro del mayor.
- ¿No hay forma de escapar? - preguntó Ciel con pesar.
- Lo siento - le susurró Sebastian mientras acariciaba la espalda del chico en un intento de consolarle - No puedo prometerle la victoria esta vez.
- Fue mi culpa. Debí confiar en que encontrarías alguna otra forma de arreglar todo esto. Fue mi imprudencia lo que te empujó a esta situación.
- Eso no es propio de usted, joven amo - expresó Sebastian con una ligera sonrisa - No se preocupe. Solo debe ordenarme que gane y lo cumpliré.
- Entonces… - Ciel abrió los ojos y los posó en los de Sebastian - Te ordeno que vuelvas a mi, Sebastian. No me importa si ganas, si Grey muere o si pierdes tu lugar en el Infierno. Incluso si llegamos a ser condenados, no me importa. Mientras estés conmigo no me importa tu estatus o tu apariencia. Solo permanece siempre conmigo.
- Yes, my Lord.
Permanecieron abrazados por unos minutos, grabando así en sus recuerdos el calor del otro. Porque tal vez aquel era la última vez que ambos podrían estar juntos.
Ciel levantó la mirada sorprendido al notar un cambio dentro de él y miró a Sebastian.
- Estás otra vez duro.
- En esta situación, no lo veo extraño - suspiró el demonio y le lanzó una sonrisa pícara al chico - ¿Qué piensa hacer, joven amo? ¿Podría ayudar a su fiel sirviente?
- Con gusto - dijo Ciel devolviéndole la sonrisa.
Y permanecieron así hasta el alba.

Cuidando que Sebastian no le sintiera levantarse, Ciel se liberó de los brazos del demonio y salió de la habitación. Se dirigió a su habitación y una vez allí se vistió. Faltaban solo unas horas para que comenzara a amanecer cuando bajó hacia la salida de la mansión. Abrió las puertas y se encontró allí a Marcus.
- ¿Sebastian no ha sentido tu presencia? - le preguntó el chico.
- Me aseguré de ocultarme bien - asintió el demonio.
- ¿Qué le pediste a Sebastian a cambio de salvarle?
- La muerte de Grey y la consumición de tu alma. O al menos que te enviara devuelta a tu mundo. El hecho es que tu presencia no es aceptada en el Infierno.
Ciel sonrió con sarcasmo.
- Lo mismo dirían en mi mundo. Como te propuse, comenzaremos mañana. Espero que con esto todos estén complacidos.
- Muy astuto de tu parte prever todo. Como me habías advertido, Grey no cumplió con su trato. Gracias a eso pude descubrir a tiempo dónde es que habían enviado al Cuervo.
- El Infierno no es muy diferente de la Tierra. Me he encontrado con otras “ratas” como Grey en el pasado. Por cierto, ¿por qué le llaman “Cuervo”? No puedes ser tan obvio como para responderme que por sus alas oscuras.
- Lamento decepcionarte pero así es. Eso y porque disfrutaba torturar a las almas enviando una horda de cuervos para que se alimentaran de ellos. Antes de conocerte él era uno de los mayores candidatos para ser nuestro soberano. Era tan poderoso. Orgulloso. Hermoso. Él es un auténtico “caído”. Su poder prevalece desde muy antes de que el propio Infierno existiera. Pero desde la Gran Rebelión contra Él su verdadero nombre se perdió, al igual que su auténtica fuerza. Y luego al convertirse en tu perro se ha vuelto aún más “débil”.
- No puedo imaginarme a Sebastian como ángel - se mofó Ciel, casi se carcajeaba al imaginarse a Sebastian como un niño con pequeñas alas, como un divertido Cupido, hasta que volvió a su actitud seria - Ya basta de idioteces. Entonces, ¿tenemos un trato?
- ¿Estás seguro de esto?
- Así es - respondió con decisión.
- Deberás morir si cumplo con lo que me pides.
- No me importa - convino el chico posando su mano en su ojo derecho, en donde antes estuviera la marca de Sebastian al realizar un pacto con él - Acepté mi muerte una vez. No me importará volverlo a hacer si es por el bien de él. Y de esta forma no podrás quejarte de mi presencia.
- Nunca he entendido a los humanos - expresó con fastidio Marcus a lo que Ciel respondió sonriente:
- Eso es porque nunca has amado como nosotros lo hemos hecho.

Antes del anochecer

Reunidos estaban todos los simpatizantes de la caída de Grey. Se hallaban en la mansión de Sebastian discutiendo sus estrategias de lucha. Habían decidido realizar un ataque sorpresa al castillo de Grey, pero Sebastian no confiaba totalmente que fuese sorpresivo. Grey debía saber a esas alturas que había escapado llevándose a Ciel consigo. Lo más probable era que él también se preparaba para la lucha.
En total había cincuenta demonios que deseaban el derrocamiento de Grey. Varios de ellos se trataban de poderosos demonios que se contaban como diez en uno, entre ellos Sebastian como líder.
- Esta misma noche comenzaremos - anunció Sebastian - Debemos terminar con esto de una vez, por lo que debemos ser precisos y dar todo por esta pelea.
- Tal vez nos esperen - dijo Marcus a la audiencia - Debemos ser cautelosos. Grey tiene muchos seguidores, pero la mayoría son esbirros que por su débil poder no han tenido otra opción que sucumbir a su mandato.
- Dicho de esa forma, tenemos grandes posibilidades - se animó uno de los presentes, contagiando a los demás con su optimismo.
- ¡Entonces, esta noche se decide nuestro destino! - gritó otro.
- ¡Esta noche! - asintieron todos en un unísono grito de ánimo.

- ¡Mary! ¡Me asfixio!
Ciel gritaba mientras se sofocaba al ser abrazado con fuerza por la sirvienta. Esta lloraba de felicidad mientras mantenía prisionero en sus brazos al chico.
- ¡Bienvenido de vuelta! - gimoteaba Mary como una niña que volvía a ver a su mascota perdida.
- Siento haberte preocupado - le sonrió el chico con comprensión - Pero si no me sueltas ahora me iré al “otro mundo”… No. Espera. Ya estoy en él.
En ese momento volvía Sebastian por el pasillo en donde ocurría todo esto. Al ver a Ciel siendo sostenido como un pequeño peluche el demonio se mostró risueño.
- ¿Qué ocurre? - preguntó Sebastian acercándose junto a ellos.
Mary se giró hacia su amo sin soltar a Ciel y por primera vez miró con enfado a su señor.
- ¡Todo es su culpa, amo! - le asaltó la chica dejando sorprendido a Sebastian - ¡Ha estado acaparando tanto tiempo a Ciel que no he tenido tiempo para jugar con él!
- ¿Jugar?
- ¡No soy un juguete! - se opuso Ciel un tanto avergonzado.
- No… - pensó Mary por un segundo - ¡Un gatito! ¡Eso es!
- ¡¿Qué?!
- ¡Oh! - Sebastian pareció agradarle la idea.
- ¡¿Qué ocurre con esta “adoración gatuna” de los demonios?! - Ciel buscó una respuesta al mayor enigma de su vida.
- Mary, ¿aún tienes eso? - preguntó Sebastian con una sospechosa alegría.
- ¡Sí! - asintió Mary con brillo en sus ojos - No los tiraría por nada.
- ¿Qué es eso? - preguntó Ciel con miedo de descubrir la respuesta que imaginaba.
Mary y Sebastian sonrieron con complicidad y Ciel deseo tener alas para poder escapar en ese momento.

Marcus deambulaba por los pasillos de la mansión de Sebastian en su búsqueda por encontrar un sitio tranquilo para pensar en la próxima guerra cuando escuchó algunos gritos provenientes de una de las habitaciones.
- ¡Aléjense de mí! - escuchó como la voz desesperada de Ciel se elevaba por toda la mansión.
Pensando que Grey había llegado de improvisto en un ataque sorpresa Marcus corrió a la puerta para abrirla de un golpe.
- ¡¿Qué suce-?!
Las palabras quedaron atoradas en su garganta cuando vio el escenario que se presentó ante él.
Ciel era sostenido desde atrás por Sebastian mientras que Mary intentaba poner unas falsas orejas gatunas en la cabeza del menor igual a las que tenían la joven y su amo en sus cabezas. Al abrirse tan bruscamente la puerta los tres se detuvieron para girar su atención al intruso.
- Oh, Marcus - sonrió Sebastian con aparente inocencia - ¿También quieres unas orejas?
- ¡¿Qué **** estáis haciendo?! - gritó el exasperado demonio.
- Marcus, te irás al Infierno por decir una palabra como esa.
- ¡Ya estoy en él! - lo que más molestó a Marcus fue la tranquilidad con que actuaba Sebastian - ¡Y para rematar tú también estás en él! ¡¿Por qué no te quedaste en tu mundo de retrasados?!
- Marcus, te has hecho un viejo gruñón - suspiró con tranquilidad Sebastian.
- ¡Y tú un maldito lunático!
- Pero es que es tan lindo~ - suspiró Sebastian mientras un leve sonrojo de alegría surgía en sus blancas mejillas.
- ¡No me digas lindo! - gritó con mayor vergüenza el menor.
- ¡Mírale, Marcus~! - canturreó Sebastian mostrándole a Ciel con sus orejitas gatunas - ¿No es bonito?
Marcus pareció ver un pequeño felino de pelaje negro azul y ojos grandes y azules siendo sostenido por Sebastian. Tosió varias veces para disimular su interés y los leves sonrojos que surgieron en sus mejillas.
- Es lindo… - concluyó finalmente.
- ¡¿Eh?! - Ciel quedó de piedra.
- ¡¿Verdad~?! - sonrieron Mary y Sebastian a la vez, hasta que este último se volvió serio de repente y abrazó con mayor fuerza a Ciel dirigiéndole una mirada de advertencia a Marcus - No te lo daré.
- No lo quiero - expresó Marcus ya vuelto a la normalidad.
- ¡¿Eh?! - se quejó Mary - ¡Eso es injusto, amo! ¡Yo también le quiero!
Ciel solo suspiró con un gran desaliento mental. El Infierno era realmente un extraño yalarmante lugar.

Caía el atardecer bajo la mirada de Ciel desde una de las ventanas de su habitación.Pronto Sebastian y el resto debían marcharse. Ciel comenzaba a arrepentirse. Quería pensar que nada de eso hubiese sido necesario de no ser por sus desesperadas acciones del pasado. Sebastian pudo haber tomado su alma, su deuda sería saldada y la vida continuaría. Al menos para Sebastian.
Estando tan absorto en sus pensamientos el chico no tuvo en cuenta que Sebastian había entrado en la habitación y que se había acercado a él por detrás. Lo supo cuando el mayor se inclinó y le abrazó posicionando su rostro en el lado derecho de su delgado cuello.
- ¿Ya te marchas? - preguntó el chico.
- Pronto… - asintió Sebastian.
Ambos quedaron viendo la caída del sol poco a poco.
- Si algo pasara… - inició Sebastian para ser interrumpido por Ciel.
- No pasará nada.
- Pero si fuese así - insistió el mayor - Marcus se quedará en caso de que necesites escapar. Él te enviará devuelta a la Tierra.
- No pasará nada - volvió a asegurar el chico.
- ¿Te arrepientes? - preguntó el demonio luego de unos segundos.
- ¿De haberte conocido? Jamás.
- Entonces, ¿por qué lo pareces?
- Porque me arrepiento de dejarte ir en este instante.
Sebastian le abrazó con mayor fuerza.
- Volveré - le aseguró.
- ¡Pero no quiero que te vayas! - ver al sol esconderse por completo alarmó a Ciel - Deja a los peones defender el reino. ¡El rey debe quedarse!
- Esto no es ajedrez, Ciel - el mayor reprendió su creciente cobardía para luego sonreír a la clara preocupación que sentía el chico por él - Además, usted siempre ha sido mi rey y yo su caballero.
Las lágrimas volvieron a correr por los ojos del chico pero se contuvo de decir algo más.
- Ve - fue lo último que Sebastian le escuchara decir antes de marcharse. Darle un beso o abrazo de despedida implicaría solo la sensación de eso, de estarse despidiendo.
- Nos vemos luego - afirmó el demonio luego de girarse y marcharse.
- Si - sonrió con melancolía el chico mientras las lágrimas corrían por sus mejillas hasta el suelo - Nos vemos luego. 
Inminente guerra

Ninguna otra noche fue tan oscura como aquella. Los cincuenta demonios se dirigían hacia su destino siendo guiados por el demonio nombrado como Cuervo desde que “cayera”. No existían armas en el Infierno. Armados solo con sus garras, colmillos y sed de sangre, esa noche los demonios celebrarían osu muerte o su victoria.
Desde lo alto del falso cielo los oscuros guerreros divisaron el castillo de Grey y descendieron hasta romper el viento con su velocidad. Como Sebastian predijera, Grey los estaba esperando. Un gran ejército les esperaba en las afueras del castillo. Los demonios menores, que no poseían poder de ningún tipo por sí mismos, se escudaban con sus lanzas. De una sola embestida los cincuenta demonios destruyeron la formación de tal patético ejército. Gritos de guerra, de lamento, miedo y bravura resonaron fuera del castillo al iniciar la guerra.
Haciendo uso del viento oscuro que estaba a su merced, Sebastian derribó la gran puerta del castillo. Cuatro demonios le siguieron y el resto se mantuvo combatiendo con el numeroso ejército de débiles demonios. Encontrándose con pocos enemigos en el interior, Sebastian y el resto se dirigieron a la sala donde sabían que estaría su principal enemigo.
- Bienvenidos - les saludó con engañoso regocijo Grey.
Grey tenía a su lado a tres demonios pertenecientes al gabinete de gobierno, todos ellos mostrando sus garras y deseos de pelea. Aunque eran un pequeño número, se trataban de poderosos demonios. Subestimarlos solo conllevaría a la perdición. Por su parte Grey se mantenía sentado con tranquilidad en su trono, mostrándose por primera vez con su forma demoniaca al descubierto con ropas tan blancas como sus enormes alas. Parecía un ángel infernal, cuando posiblemente era el más peligroso de los demonios.
- Fuera formalidades - declaró Sebastian señalando a Grey con su dedo índice de negra y punzante garra - Vine por tu cabeza, Mammon .
- Oh - sonrió Grey al escuchar su antiguo nombre - ¿Así que nos nombraremos por nuestros antiguos nombres, Lucifer ?
Sin esperar un segundo más, los presentes se lanzaron contra sus enemigos. Grey se levantó calmadamente se su asiento y descendió de su trono hacia Sebastian, quien le miraba con tal odio en su ojos que hubiese sido suficiente verle para temerle.
- Disfrutemos de una buena pelea - sonrió Grey - Como las que acostumbrábamos tener cuando aún éramos hermanos.
- ¡Esos días ya pasaron!- con este grito Sebastian se abalanzó contra Grey dando así inicio a su lucha.
Los puños se encontraron entre sí creando fuertes ondas de poder que hacían estremecer todo a su alrededor. Ninguno cedía o ganaba terreno, ambos mantenían su posición mostrando la igualada situación en la que se encontraban.
- ¡Me siento melancólico! - reía Grey - Siempre disfruté descubrir cuál de los dos era más poderoso.
- Lastima para ti que siempre terminabas de cara al suelo - se burló Sebastian devolviéndole la falsa sonrisa.
- Eso podría cambiar hoy. Después de todo mi hermanito, el más orgulloso de todos, logró tragar su soberbia y servir a un humano.
Grey paró un golpe de Sebastian y le propinó a este un rodillazo directo al estómago que le hizo quedar sin aliento.
- Fue realmente vergonzoso - susurró de pronto con seriedad mientras tomaba a Sebastian de la cabeza y de un lanzamiento que no pareció tomarle mucho esfuerzo lanzó a su contrincante contra la pared haciendo que esta se quebrara con el impacto - Pensar que eras mi modelo a seguir, mi orgullo, y que de pronto te convirtieras en el perro de un ser tan inferior… Me hace querer vomitar.
Sebastian se recuperó y volviendo a levantarse arremetió contra Grey para continuar a pelea.
- Veo que no te has recuperado de tu complejo de hermano - comentó Sebastian provocativo.
- ¿Complejo? Para nada. Es simplemente rencor por haberme avergonzado.
Esta vez Sebastian le devolvió el ataque plantando el puño en una de las mejillas de Grey y luego uniendo sus puños volvió a golpearle verticalmente de abajo hacia arriba en la mandíbula logrando lanzarle varios metros lejos de sí.
- Tu solo te avergüenzas de ti mismo - dijo Sebastian - Nunca pudiste librarte de mí sombra y ahora me culpas de algo que no me corresponde.
Grey se levantó del suelo para volver a reiniciar la riña. Más puños, puntapiés, rodillazos, cabezazos y rasguños continuaron mientras ellos no parecían cansarse. Heridas, moretones, arañazos y la sangre que brotaba de estos adornaban a los combatientes a cada segundo.
- Dime, Lucifer, ¿disfrutaste del Bajo Infierno?
- Mucho. ¿Quieres conocerlo? Con gusto te enviaré, luego de darte unas cuantas patadas por el trasero.
- ¿Así como te sacaron a ti de Su lado?
Grey logra tomar los puños de Sebastian en sus manos y ambos se fulminaron con la mirada mientras forcejeaban.
- ¿Está bien tu humano? - se burlaba Grey - Lamento que te lo entregara tan dañado, pero es un poco frágil, ¿verdad?
Sebastian se adelantó y le propinó un cabezazo a Grey hasta hacerle retroceder del fuerte impacto. Luego le tomó del cuello y con un alarido de ira lo arrinconó contra la pared hasta levantarle del suelo con solo un brazo.
- Si pensabas vivir luego de esto lamento decirte que ya no será así - dijo Sebastian lanzándole una venenosa mirada.
Grey le devolvió el golpe apoyando sus pies en su pecho y lanzándole lejos de sí.
- Lo mismo digo, querido hermano.
Antes de que Sebastian pudiera levantarse del suelo Grey ya estaba sobre él decidió a asestarle el golpe final.
- La pelea ha sido decidida - sonrió Grey levantando una de sus manos adornada de filosas garras - Prometo cuidar de Ciel en tu ausencia.
Pero el tiempo que le tomó decir aquellas palabras, unos segundos en los que quería disfrutar de su aparente victoria, fue suficiente para que Sebastian le atravesara con sus propias garras justo al corazón. Grey abrió desmesuradamente los ojos por el repentino ataque. La abundante sangre que brotó de la enorme herida atravesada por la mano de Sebastian calló sobre este.
- No te preocupes - le escupió Sebastian con odio - Yo mismo me ocuparé de él.
Dicho eso la mano fue retirada de la herida, brotando así de ella una gran cantidad de sangre. El oscuro corazón del demonio fue arrancado y sostenido en la mano del vencedor, mientras que el perdedor caía al suelo. Sebastian suspiró de alivio al echar el cuerpo sin vida de Grey a un lado. Cuando se fijó en el resto de la habitación ya todo había terminado.
Levantándose con gran dificultad soltó el corazón que tenía en su mano, dejando en el olvido la miseria que vivió en el pasado y mirando hacia un futuro prometedor.
Ahora solo quería volver junto a Ciel.

Iniciando una nueva vida

- ¡Amo!
Al volver a su mansión fue con este grito que Sebastian fue recibido.
- ¿Qué ocurre? - preguntó el demonio sin comprender la razón del terror que se reflejaba en los ojos de Mary.
- Es Ciel… - gimoteó Mary con lágrimas en sus ojos.
Sin esperar más, Sebastian corrió al interior de su mansión. Sus piernas corrieron a tal velocidad que no parecía que tocara el suelo. Cuando finalmente llegó a la habitación en donde dejara a Ciel un fuerte palpitar en su interior detuvo el latir de su corazón y a sus pulmones de permitirle respirar.
Acostado en la cama, bañado en su propia sangre, encontró el cuerpo sin vida de Ciel. Su estómago había sido atravesado y un orificio se hacía presente en él. Sus ojos estaban cerrados y de su boca salía un hilillo de sangre.
Sin saber qué decir o hacer, Sebastian se mantuvo en la entrada de la habitación observando aquella horrorosa escena. Su boca, abierta pero silenciosa, no sabía si hablar o gritar.
- ¿Qué…? - balbuceó Sebastian acercándose al chico - ¿Cómo…?
- Fui yo - dijeron tras de sí.
No tuvo que girarse para saber que se trataba de Marcus, pero aun así lo hizo, solo para ver su mirada gélida y su mano derecha bañada en sangre.
- ¿Por qué…? - la fuerza se había ido de Sebastian. Ya no sentía el impulso asesino de antes. Luego de presenciar su peor pesadilla, todo su ser se había desmoronado.
- No quería regresar a su mundo - le explicó Marcus - Él supo sobre nuestro pacto y no vio otra salida que esto.
Repentinamente Sebastian encontró algo de fuerza en el odio que le consumía y girándose levantó en vilo a Marcus por las ropas de este, quien no cambió su seria y calmada expresión.
- ¡¿Por qué?! - le gritó Sebastian con lágrimas - ¡¿Por qué de esta forma?!
- Porque es necesario en el proceso de convertirse en un demonio.
- ¿Eh…? - Sebastian no pareció en entender y su furia se fue aplacando cuando Marcus comenzara a explicarle más detalladamente.
- Él no quería separarse de ti. Es estúpido que siquiera lo pensaras en estos momentos.
- ¿Un demonio…?
- ¿Podrías bajarme y dejarme explicarte?
Sebastian asintió y luego de colocarle nuevamente en el suelo Marcus continuó con su explicación mientras se limpiaba la ensangrentada mano con un pañuelo que sacó de su pantalón y se arreglara la ropa.
- Él y yo hicimos un pacto. Antes de entregarse a Grey contrató mis servicios para vigilar que este cumpliera con lo acordado y si no fuese así yo debía salvarte. Ya ves que realmente no fui al Bajo Infierno por simpatía. De esta forma cumplimos el primer requerimiento: tener un contrato con un demonio.
- Pero… No vi tu marca en él.
- La dejé en un lugar poco visible para que no sospecharas. ¿Te fijaste en la planta de su pie?
Sebastian se apresuró a quitarle los zapatos a Ciel en busca de la marca del contrato y comprobó que era verdad.
- El segundo requerimiento era morir sin que su alma fuese consumida. Pero era necesario que sufriera una trágica muerte. No se permite la condescendencia en el Infierno - continuó Marcus - Su alma quedó intacta y al morir comenzó el proceso de transformación.
- Entonces…
- Él vivirá. Solo espera unos siete días a que su cuerpo se recupere de la herida y luego se alzará como uno de nosotros. Ese es el tercer y último requerimiento. De esta forma no hay necesidad de enviarle a la Tierra. Vivirán felices y comerán lombrices.
Sebastian se acercó entonces al menor. Su rostro pálido cegado por la muerte se mantenía en calma. Acarició una de sus mejillas con afecto y sonrió a esta nueva posibilidad de vida.
- Gracias - le dijo a Marcus, poniendo toda la sinceridad en ello.
- No lo hice por ustedes. Las reglas deben ser cumplidas. Pero… Tal vez, en un futuro… Ese humano pueda agradarme.
- ¿También llamó tu atención? - sonrió Sebastian, que comprendía muy bien ese sentimiento.
- Es interesante - admitió Marcus para luego marcharse.
- Ese es mi amo - volvió a sonreír - Nunca deja de impresionarme.
Por último le entregó al chico un dulce beso en su fría frente y luego en una mano que tomó entre las suyas.
- Esperaré por su regreso - le susurró - Siempre, como su fiel sirviente y ahora amante, esperaré por usted.



Extra: ¿Amante o mascota?

Era un día pacífico en la mansión.
- Mary - llamó Ciel a la chica.
- ¿Qué sucede? - se detuvo Mary al escucharle.
- Sebastian a estado algo atareado desde que se convirtió en el nuevo de Jefe de gabinete - explicó Ciel - ¿Tienes alguna idea para poder animarle?
La chica se detuvo para pensar y pasaron varios segundos hasta que se decidiera por algo.
- Creo que sé de algo.
- ¿Qué? - preguntó entusiasmado el chico.
Mary le sonrió pícaramente.
- Algo que posiblemente le guste mucho al amo.
Aquellos fueron los recuerdos de Ciel mientras este pensaba en ellos oculto bajo las sábanas en la habitación que compartía con Sebastian.

- Eso fue lo que dijo - comenzó a balbucear avergonzado el chico -, pero nunca pensé que se refería a esto. Debí imaginármelo…
- ¿Joven amo? - se escuchó la voz de Sebastian al entrar este en la habitación.
Ciel se escondió aún más entre las sábanas.
- Allí está - escuchó el suspiro del demonio al llegar junto a la cama - ¿Qué está haciendo? Mary dijo que quería verme.
- Mary, traidora - masculló Ciel - Aunque le dije que no quería…
- ¿Le ocurre algo, joven amo? - la voz d Sebastian se tornaba preocupado.
- No es nada. Es que… No me siento bien…
- Joven amo, eso no le servirá ahora que es un demonio. Nosotros no enfermamos como los humanos. Dígame que sucede. Le ayudaré si puedo.
Ciel pareció dudar, pero decidió que era tiempo de mostrarse.
- ¿Me prometes que no harás nada raro? - preguntó primero.
- ¿Raro? - Sebastian parecía confundido.
- Solo promételo.
- Bien. Lo prometo.
Ciel comenzó a salir poco a poco de debajo de las sábanas. Primero su cabeza, pero eso bastó para que Sebastian comprendiera lo que ocurría.
En la cabeza de Ciel aparecían un par de orejas gatunas del mismo color oscuro azuloso de su cabello y estaba seguro de que una cola también estaba vigente en el trasero del chico. Dado que este vestía solo una camisa y nada hacia abajo, la cola parecía impedirle colocarse alguna prenda inferior.
Sebastian quedó sorprendido, con apenas expresión en la cara y los ojos enormes de la impresión. Ciel llegó a preocuparse al ver la reacción del mayor durar cinco minutos exactos en los que permanecieron viéndose mutuamente.
- Di algo - masculló Ciel impaciente.
- Bonito… - fue lo único que pudo decir Sebastian en respuesta.
Ciel se sonrojó e intentó esconderse otra vez, pero Sebastian se lo impidió. Le arrebató las sábanas dejándole completamente visible. Luego le tomó y lo sentó a horcajadas sobre sus piernas y comenzó a acariciarle las orejas.
- ¡Es tan bonito, joven amo! - sonreía Sebastian con adoración.
- ¡Prometiste no hacer nada raro! - le reprendió Ciel completamente rojo.
- Son tan suaves al tacto - decía el mayor con un leve sonrojo en sus mejillas - Intente maullar, joven amo.
- ¡Como si fuese a aceptar tal cosa!
- Por favor - suplicó Sebastian tomando las manos del chico entre las suyas.
Ciel miró a otro lado, con expresión de no querer cambiar de parecer, pero al segundo levantó la mirada hacia Sebastian y se compadeció de este, después de todo el objetivo de Ciel era animarle.
- N-Nya.
Permanecieron en silencio por unos segundos hasta que Ciel se decidió mirar a Sebastian. Al solo levantar la cabeza sus labios fueron robados por el mayor. Su cintura fue aprisionada por los brazos de Sebastian y su cuerpo atraído más hacia el de él.
- Eso fue bello - dijo Sebastian cuando separaron sus labios - Aunque me guste su apariencia de ahora, ¿cómo consiguió…?
- Fue Mary - explicó el menos - Le conté que quería animarte y ella me dio un brebaje. Cuando me di cuenta, ya estaba así.
- Debió ser la poción que usan los demonios menores que no pueden cambiar de apariencia. La usan para viajar al mundo humano. Pero creo que Mary le dio solo un poco para que solo salieran la cola y las orejas.
- ¿Y? ¿Te has animado? - se aventuró a preguntar el chico.
La sonrisa ladina que le dedicó Sebastian fue suficiente respuesta. El mayor tomó al chico y le acostó boca abajo en la cama.
- ¡¿Qué haces…?! - se sorprendió Ciel.
- Quiero ver su cola - dijo inocentemente el demonio mientras tomaba en una mano la cola y en la otra uno de los redondos glúteos del chico.
- Aunque estás tocando algo más que la cola - susurró Ciel para sí.
- ¿Puede moverla?
Ciel consintió a regañadientes y comenzó a moverla frente al rostro de Sebastian.
- ¿Satisfecho?
- Claro que no - sonrió Sebastian.
Entonces Sebastian lamió el glúteo que tenía aprisionado en una mano. Ciel gimió al sentir su lengua sobre su piel.
- Los gatos son animales muy sensibles - dijo Sebastian - Tal parece que no fueron solo las orejas y la cola lo que obtuvo de la poción.
Ciel le miró por encima del hombro con expresión de tormento y los ojos a punto de llorar.
- Pervertido - gimió el chico.
Sebastian quedó sin aliento. Se apresuró a tomar una vez más los labios del menor mientras le giraba y le despojaba de la única prenda que llevaba. Sin oponerse e igual de excitado que Sebastian, Ciel ayudó en su desnudes mientras le devolvía los besos a su amante. Cada noche y cada mañana se amaban de esa forma, pero eso no parecía ser suficiente.
Ciel se sentó y comenzó a ayudar a Sebastian a desnudarse. Cuando finalmente estuvieron desnudos comenzaron a acariciarse mutuamente. Sebastian besaba los pezones del chico mientras este pasaba sus manos por todo el torso del mayor. Ciel, aun arrodillado frente a Sebastian y con las caderas aprisionadas por las manos de este, abrazó la cabeza del demonio y apoyó los labios en el cabello negro de su amante. Las manos de Sebastian se trasladaron de las caderas a las sonrojadas nalgas y comenzó a estimular el agujero del menor. Este ya era un demonio y no necesitaba de esos estímulos para que la entrada fuera satisfactoria, pero en su condición sensible Sebastian no pudo evitar quererle escuchar gemir del placer que le proporcionaría. Y así ocurrió. La espalda de Ciel se arqueó y con solo la intromisión de un dedo se vino en el abdomen del demonio mayor. Quedó sin aire y jadeaba en busca de él.
- Aun no terminamos - le anunció Sebastian con una maliciosa sonrisa.
Hizo que el menor quedara a gatas, levantándole el trasero a la altura de sus caderas y de una estocada, sin vacilación, se introdujo él. Ciel gimió una vez más en busca del aire que escapaba de sus pulmones.
- Esto ha sido su culpa - le susurró Sebastian al oído - Por haberme tentado.
Ciel sonrió maliciosamente a su vez y le lanzó una mirada desafiante a Sebastian.
- Nya - maulló Ciel en un intento de provocar al demonio, lográndolo.
Las estocadas fueron rápidas, concisas y llenas de pasión. Ciel no podía evitar gemir con cada movimiento. Su interior sentía con mayor intensidad y el deseo de Sebastian parecía ir en aumento.
- Adoro cómo bajó las orejas - le susurro Sebastian una vez más.
Ciel no se había dado cuenta que sus orejas gatunas habían bajado en una señal de sumisión, pero en esos momentos no le importó otra cosa que el placer que le envolvió al sentir a Sebastian correrse dentro de él. Y junto con él Ciel volvió a correrse. Ambos terminaron gimiendo dado la actividad y totalmente sudados.
Ciel se giró cuando Sebastian salió de él, provocando otro gemido por parte del menor, y el mayor cayó parcialmente sobre él descansado la cabeza en el vientre del chico. Ciel comenzó a acariciar el cabello del mayor mientras veía su propio pecho bajar y subir de la agitación.
- Espero que vuelva a animarme pronto, joven amo - comentó Sebastian.
- No seas exigente, maldito demonio - sonrió Ciel.
- Debo decirle a Mary que consiga más poción.
- Oye, soy tu amante, no tu mascota - le riñó Ciel.
- Entonces, ¿una ronda más?
- Nya - sonrió Ciel.
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MensajeTema: Re: Fanfic Sweet Revenge por Alicia Campbell   Fanfic Sweet Revenge por Alicia Campbell Icon_minitimeVie Ago 21, 2015 7:47 pm

Palabras de la autora.

Gracias por haber leído hasta ahora. Soy Alicia Campbell y esta fue mi primera novela dedicada al Mayordomo Negro. No me fue muy fácil decidirme de qué trataría, hasta que me decidí por un mayor acercamiento a la personalidad de Sebastian lejos de ser mayordomo y más como el amo; y por otra parte hacer a un Ciel sirviente, pero sin dejar de ser el chico arrogante que todos amamos.Realmente disfruté escribiéndolo, aunque llegué a desear haber escrito un poco más cuando lo releí luego (risas) Por otra parte, ya que muchos escritores y cineasta decidieron realizar sus propias versiones de historias como Alicia en el País de las Maravillas, entre otros clásicos, yo quise realizar un final alternativo para la historia de este fabuloso manga, comic japonés, de Kuroshitsuji. Y es que Yana Toboso, la creadora de este bello comic,alega que realmente deseaba crear esta historia con un contenido romántico entre sus dos protagonista, pero no pudo ser ya que sus editores le convencieron de que de esta forma no vendería su trabajo.De esta forma muchas de las fans, incluida una servidora, quedaron inconformes con la decisión de “no contenido homoerótico” en la historia. Así surgió la idea de crear esta versión y espero que les haya gustado.
Solo me resta agradecerles a mis amistades que me apoyaron con todas sus esperanzas: el dúo “Claudia”, mis dos amigas que comparten el mismo nombre, y Laura por sus grandiosas cooperaciones en la creación de este libro; y finalmente a los lectores. Son ustedes los que me inspiran y me dan energía para continuar. Siempre agradeceré sus opiniones así que no se contengan (risas) Muchas gracias.
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MensajeTema: Re: Fanfic Sweet Revenge por Alicia Campbell   Fanfic Sweet Revenge por Alicia Campbell Icon_minitimeMiér Jun 22, 2016 5:37 pm

me encanto, aunque me tarde mucho en acabarlo, espero leer proximamente otras de tus ideas de este par por favor :3
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MensajeTema: Re: Fanfic Sweet Revenge por Alicia Campbell   Fanfic Sweet Revenge por Alicia Campbell Icon_minitime

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