Ese mayordomo, preocupado (habitacion Ciel)

Sebastian miró la hora.
18:45 hrs.
Se había demorado más de lo previsto y eso le incomodaba. Habia entrado a la habitación de su joven amo, por la ventana, para evitar a la muchedumbre que de seguro aún rondaba la casa.

Le recostó sobre la cama, mientras traía mudas limpias y un poco de agua. Le desvistió y limpió con cuidado, para luego colocarle el pijama de cambio. Ya listo, le acostó suavemente y le arropó. Se sacó un guante y pasó su mano por sobre su frente, notando que ardía mucho más que la mañana.

- Esto se pone mal...

Tomó unas compresas frías, que venian cerca del tiesto con agua y las colocó sobre su frente. Luego, en silencio, dió media vuelta para salir de la habitación. Necesitaba buscar algo que le bajara la fiebre a su joven señor, a pesar de que no deseaba dejarle solo.

La huida le había parecido muy fácil y eso no se lo podía sacar de la cabeza.

El frágil cuerpo del pequeño conde intentaba contrarrestar la aguda fiebre. El sudor se había vuelto helado, enfriando su piel al punto en que comenzó a estremecerse.

Pero esto pasaba desapercibido para él, sólo las horrorosas imágenes acaparaban su mente: encierro, humillación, soledad, miedo y sufrimiento...más allá del que jamás pensó que podria existir...

Mientras, un extraño sonido, similar a un silbido comenzó a surgir de su pecho con cada respiración.

Ante ese extraño silbido, Sebastián se detuvo en seco y no pudo evitar mirarle por sobre el hombro. Desconcertado, se acercó al pequeño cuerpo de su amo, comprobando que de ahí provenía.

- Vaya, vaya, joven amo... mire en el estado en el cual está. Por favor, espéreme que ya vuelvo.

Cambió la compresa de su cabeza, secándole el rostro y poniéndole otra. Arropó un poco más a su joven amo, antes de salir. Seriamente le dio un ultimo vistazo antes de abrir la puerta y salir del todo.

No podía llamar a los demás empleados para que le aconsejaran y tampoco quería ver a los invitados. Sólo debía averiguar, en el menor tiempo posible, que podría darle a su joven amo, antes de que los invitados descubrieran que había vuelto y que no se encontraba bien.

Con cada minuto que pasaba, a Ciel se le volvía más costosa su respiración. Cortos jadeos acompañados de un intenso movimiento de sus costillas; inútiles esfuerzos por obtener algo de aire.

Las imágenes de su mente ahora eran de un naturaleza muy distinta: un pequeño grupo de personas en una soleada tarde, en un bello prado...los rostros...felices rostros que ahora le parecian tan ajenos...casi ficticios, como si jamás hubiesen existido.

Una punzada en su pecho, un nudo en su garganta.

¿Por qué?..¿por qué esas imagenes lo invadían ahora? Aún inconciente, apretó su pequeño puño con firmeza.

Las personas reian...y aquellas voces le herían más que puñaladas.

-¡No!....¡Lárguense!-gritaba con el poco aire que había en sus pulmones.

La opresión en su garganta se hacia más fuerte, casi incontrolable. Aquello que sería tan normal para cualquier criatura de su edad no le correspondía y en respuesta, lleno de rabia por su debilidad, apretó sus labios.

- ¿Joven amo?

Había vuelto lo más pronto posible, luego de registrar toda la mansión y la ciudad en sí, cuando escuchó el grito ahogado de su amo, mientras él caminaba por el pasillo y en un segundo estaba a su lado, junto a una bandeja de madera y unas cosas.

- Joven amo... despierte, por favor...

Le tomó suavemente de la nuca, para levantarle y afirmarle en su brazo, dejandole semi erguido. De inmediato le acercó unas hojas de aroma suave y fresco que habia conseguido en la ciudad y de la cual era famosa por despejar los bronquios y los atques de asma. Aunque desconocía lo que le sucedía a su joven amo, sabía que estaba ahogado y que esa planta le podria ayudar.

Pero lo que más le apremiaba, era que despertara para comprobar su estado y darle algo de medicina. ¿Cómo era posible que su joven amo fuera tan débil?

- ¿Mi señor?... ¿Me escucha?... Despierte...

-¡Déjenme en paz! -gritó con desesperación, al tiempo en que se incorporó subitamenete entre los brazos de Sebastian, recuperando la conciencia.

Una fuerte tos le hizo sentarse y abrazarse a sus rodillas. Se sentia mareado y aturdido. Abrió sus ojos y pese a las penumbras reconoció que se encontraba en su habitación.
Pese a que su cuerpo temblaba sin contol, alzo sus manos para cubrir su rostro, queria que aquellas imagenes de sus pesadillas se marcharan. La falta de aire había hecho que sus labios lucieran ligeramente azulinos.

Con sus pocas fuerzas, empujó a su mayordomo en un intento por hacer que se alejara.

- Traeme agua- dijo con voz apagada y la mirada perdida. Continuaba jadeando, pero con menor intensidad pues la escencia de eucaliptus que inundaba la habitación estaba surtiento su efecto.

Se desconcertó totalmente ante esa escena, pero de inmediato obedeció a su amo, alcanzando la botella que estaba encima del mueble, para vaciarlo en un vaso. Se acercó a él y le ayudó para que bebiera el agua. Sabía que en ese estado, su joven amo no podría beberla por si sólo.

- ¿Mi señor? - susurró para ver cómo respondía y comprobar su estado actual.

Por lo menos, el hecho de verlo despierto, le tranquilizaba.

Ciel bebio del agua con pequeños sorbos, pues su respiración entrecortada no le permitía hacerlo de otro modo.

Pese a sus esfuerzos, no podia dejar de pensar en las cosas que había visto en sus delirios.

No deseaba sentir a nadie cerca, pues temía que cualquier contacto le hiciera perder el control de las emociones que luchaba por reprimir en aquellos momentos.

- Estoy....bien - respondió con dificultad. Era evidente que cada inspiración era un verdadero desafío.

- Quiero estar solo - agregó cerrando sus ojos y recostandose.

- Disculpeme si me niego, joven amo... pero no puedo dejarle así - le dijo retirando el vaso y dejarlo sobre el velador - Su estado necesita cuidado y como su mayordomo es mi responsabilidad. No quiero quejas...

Alzó su mano hacia las cosas que había traido consigo, y tomó un posillito con una mezcla extraña. Desarropó un poco a su joven amo y le desabrochó el pijama, para luego untarle esa extraña pomada en el pecho, dando masajes circulares. Posteriormente, le dejó una venda sobre el pecho y cerró la delgada camisola. Sonrió.

- Ahora, bebase esto. Sé que es amargo, pero le hará bien para su estado. Le despejará el pecho y le bajará la fiebre - decia mientras le acercaba un pequeño cuenco de madera con un liquido oscuro y café - Trageselo de un sorbo, para que no sienta el mal sabor. Y como ya dije, no quiero quejas.
Y volvió a sonreir, mientras le ayudaba a erguir la cabeza como la primera vez.

Ante la negativa de su mayordomo, el muchacho simplemente guardó silencio, pues en el fondo sabía que en aquellos momentos le necesitaba.

Se sorprendió al sentir que Sebastian le descubría su pecho sin previo aviso y aún más cuando él comenzó a aplicarle aquella misteriosa preparación.
Frunció su ceño mientras se sonrojaba, pues no le agradó que le tocara de ese modo, y mucho menos que lo hiciera sin pedirle su consentimiento. Aquel estado tan debil y vulnerable le parecia humillante, totalmente impropio para alguien como él; el gran conde Phantomhive. Estar enfermo y depender de la ayuda de otro le hacia recordar que pese a su rango y responsabilidades para con su Reina, no era más que un chiquillo.

Pese a la ayuda se incorporó con dificultad. Miró con desagrado el misterioso brebaje, pero sabía que rechazarlo por su mala apariencia y sabor solo daría pie al demonio para burlarse. Dió un sorbo y una evidente mueca de asco se apoderó de su rostro. Lo bebió clo más rápido que pudo, pero aún asi el horrible sabor quedó en su boca. Deseaba comer algún dulce.

- ¿Y llamas a estas cosas remedios?- parecen más pociones de charlatanes - Protestó disgustado por haberse visto obligado a tomar tan desagradable remdio.

Ante ese reclamo... .... no pudo evitar soltar una leve risita. la mueca de desagrado de su amo y su infantil reclamo, por mucho que tratara de mantener su aire de mando, le habían parecido interesantes y por consiguientas digna de burlas.

- Mi señor.... - dijo con una sonrisa, mientras tomaba la botella con agua y vaciaba un poco sobre un vaso, para luego dejarle caer un terrón de azúcar - Enjuaguese la boca con esto, y luego de unos minutos le traeré un té dulce.

Le entregó el vaso y se fue a buscar al baño una fuente de porcelana. Lógicamente que era para que escupiera ahi el agua utilizada para quitarle el mal sabor.

Ciel bebio un par de sorbos de aquel dulce líquido. Con algo de esfuerzo colocó el vaso en su mesita de noche y volvio a recostarse.
Los cuidados de su mayordomo estaban surtiendo efecto y la respiración era un poco menos dificultosa, pero aún asi se sentía cansado y debil.

Sentia deseos de dormir, pero el temor de que se repitieran las imágenes de sus delirios febriles le mantenía despierto.

Tenía que mantener su mente ocupada, por lo que intentó analizar su reciente secuestro. No tenía nocion de a donde había sido llevado ni por que motivos. Debía interrogar a Sebastian al respecto y ordenarle que realizara algunas averiguaciones.

Se acercó para pasar la mano por encima de la frente y comprobar la temperatura, para luego arroparle un poco más.

- La fiebre no ha disminuido, mi señor. Lo mejor será que duerma - dijo, antes de ponerse a ordenar la habitación, llevando las cosas que ya no necesitaba al baño.

- No tengo tiempo para dormir, hay muchos asuntos pendientes - dijo mientras se sentaba con algo de dificultad. La respiración aun le era dificultosa, pero ya no con la gravedad de las horas anteriores.

- ¿Aún estan todos los "invitados"? - y asumiendo la respuesta agregó de inmediato.

- Necesito darme un baño, tenemos temas importantes que discutir y no puedo presentarme de este modo. - y se sentó en la orilla de la cama, con la clara intension de ponerse en pie.

- Tsk, tks... - se escuchó desde el centro de la habitación, mientras el mayordomo se acercaba a su joven amo - Bien sabe que no está en condiciones de hacer ninguna de las cosas mencionadas. Perdóneme que se lo diga, pero si lo hace su salud empeorará y usted no serrá capaz de realizar ningún mandato de la reina... ¿Acaso quiere ser un bulto inservible por un mes?

Y al pronunciar esas palabras, una sarcástica sonrisa se dibujaba en sus labios, mientras posaba sus dedos en el mentón, de forma analizadora. Se mentiría si mismo si dijera que le estado de su amo, le encantaba. Era una excusa para burlarse un poco de él y sacarle de sus casillas.

- Sebastian, es una orden: aseame, visteme y llevame donde esta el resto de las personas. - habló el pequeño conde con seriedad y sin siquiera mirar la expresion de su mayordomo-demonio. Aún no estaba completamente recupedado, pero ya era capaz de soportar sus síntomas.

-¿Qué estás esperando? - agregó desafiante.

Le miró por algunos segundos, antes de hacer una pequeña reverencia. ya no había nada más que discutir.

- Como ordene, mi señor.

Fue al baño nuevamente y trajo un lavatorio con agua caliente, una jarra con agua, una esponja, jabón y un par de toallas, donde colocó una en el suelo. Tomó a su joven amo por el brazo y suavemente comenzó a desvestirlo, para luego mojar la esponja, junto al jabón y empezar a asearlo con cuidado. Trató de ser lo más rapido y sutil que pudo, para que el cuerpo del joven no se enfriara y empeorara su salud. Le lavó y le enjuagó en silencio, para luego secarle con la toalla limpia. Trajo las vestimentas para terminar su tarea.

- Ya está - le dijo, terminando de anudar el lazo de su cuello.

De inmediato llevó las cosas de vuelta al baño. Ya limpiaría despúes.

- ¿Bajemos, mi señor? Ellos están en la biblioteca.

Permaneció en silencio, casi inmovil mientras su mayordomo lo accalaba para presentarse ante sus molestos invitados.

Cuando ya estuvo listo solo comentó:

-Llevame con ellos-esperando que Sebastian lo llevara en brazos hasta la puerta del salón.

Sonrió.

- ¿Tan mal está que no puede caminar por sus propios medios? - agregó, mientras se le acercaba y le tomaba en brazos.

- No pregunté tu opinión al respecto, solo te dije que me llevaras- respondió tratando de discimular con un tono de enfado la verguenza que le produjo el comentario del demonio.

- Mis disculpas...
Le acomodó en sus brazos, para que quedara sentado sobre estos y se afirmara sobre su hombro. Despúes de todo, seguía siendo un niño y era de fácil carga.

Y en silencio, abandonó la habitación con su amo.

[TEMA CERRADO]

Sebastian Michaellis escribió:

- Mis disculpas...
[TEMA CERRADO]

Supongo que con esto deberia de cerrar este tema... os dejo un mensaje para las que habeis posteado aqui
Si no estais regristradas en la zona del rol por favor no escribais esta zona ya que es un espacio solo para aquellas personas que estan dentro metidas y tienen el papel de un personaje, a si que espero no volver a ver ningun mensaje como esos por aqui espero que lo hayais entendido