Mayordomo Oscuro (actualizado capitulo 1)

Con apenas 16 años Ciel Phantomhive era considerado uno de los jóvenes mas apuestos de toda Inglaterra, tanto por hombres como por mujeres. Y como no serlo, si sus padres eran tremendamente atractivos también. Tanto así que el motivo por el cual fueron asesinados esa noche del 14 de diciembre de 1886 bien pudo haber sido pasional y no político o económico, como muchos especularon más tarde.

Y el motivo por el cual Ciel no fue asesinado junto a sus padres esa noche fue porque su belleza daría mayores dividendos.

Fue así, como luego de encontrar a sus padres asesinados en el salón de la mansión, y sus cuerpos a punto de ser devorados por las llamas, que un certero golpe en la cabeza lo dejó inconsciente.

Al despertar se vio rodeado por la oscuridad, desorientado y asustado, sin recordar las últimas escenas que había visto antes de perder la conciencia. Se movió por el frio suelo de piedra hasta dar con unos barrotes que impidieron su avance.

Poco a poco los recuerdos comenzaron a inundar su mente, el ataque, los gritos, el fuego… sus padres.

Hasta ese momento Ciel había sido un joven feliz, algo tímido a veces, incluso inocente, sin entender el sentido de las miradas de las cuales era objeto. Pero esa felicidad, timidez e inocencia desaparecieron esa noche en que lo despojaron de todo lo más querido, incluso su dignidad.

Paso un mes completo encerrado como un animal, siendo torturado y vejado por aquellos que le habían arrebatado todo. Marcado a fuego con el símbolo de un pacto demoníaco que no era para él.

Esa noche todo parecía perdido. Sería su última noche, él lo supo una vez fue puesto atado e inmóvil en el altar del sacrificio.

A pesar del antifaz que ocultaba el rostro del sumo sacerdote de la secta demoníaca en la cual estaba, Ciel pudo ver los ojos llenos de satisfacción y soberbia de ese hombre que creía superar los designios de dios invocando a aquel quien era su enemigo, para servirse de él y hacer lo que le placiera.

Los ojos aterrados de Ciel se desviaron ahora a la daga que se alzaba en mano del sumo sacerdote. Esta cayó sobre el cuerpo desnudo del joven, y él sintió como se hundía en su piel, desgarrando, rompiendo, mutilando.

Sus últimos pensamientos antes de que lo envolviera la oscuridad fue que alguien lo salvara, quien fuera, no importaba si era el mismo demonio.

Su llamado fue escuchado. Dentro de la oscuridad en la que se encontraba asomó una luz. Una figura alta, envuelta en plumas negras que parecían caer de alas inexistentes.

- Una vez que alguien ha abandonado a Dios le será imposible para él cruzar las puertas del cielo – dijo una voz imposible de definir como femenina o masculina. No era aguda ni grave, pero obviamente era sobrenatural.

- ¿Te habría convocado alguien que cree en Dios? – dijo el agónico conde, cuyo tiempo se había detenido.

Una risa macabra que habría erizado la piel de Ciel de hallarse en circunstancias normales se oyó por el lugar.

- ¿Estás seguro?

- ¡Suficiente! ¡Forma el contrato y cumple mi deseo!

Entre tanta pluma negra Ciel pudo apreciar una sonrisa blanca, marcada por un par de colmillos que sobresalían de ella. Luego un súbito ardor en su ojo derecho, y ya estaba listo. Ciel Phantomhive tenía la marca demoníaca del contrato en su orbe.

Una forma humana se hizo presente, las plumas desaparecieron. La figura de una mujer se acercaba a Ciel. Era la mujer más hermosa que él hubiese visto jamás. Era un demonio con cara de ángel.

Aparentando no más de 20 años, vestida con un traje negro de mayordomo, sonreía y Ciel pudo notar que sus colmillos habían desaparecido. Su negro cabello estaba peinado en una coleta y sus ojos que parecían ser rojos en momentos, se veían burlones al contemplarlo.

- Su orden – dijo la demonio.

- ¡Mátalos a todos! – ordenó el conde.

La vio en el reflejo del agua, su cabello negro azabache queriendo formar trenzas que parecían querer alcanzarlo.

- ¿Para qué? – preguntó el joven noble, aunque él sabía la respuesta, era para llevarlo al fondo de abismo, con aquellos ojos rojizos clavados en los suyos de manera hipnotizante, tan vivos e inertes al mismo tiempo. - ¿Quién eres realmente? ¿Qué quieres de mí? Te veo y a veces te ansío. Quizás si quiero que me lleves al fondo del abismo, eso sería como salir del lugar sin vida, apático en el que me encuentro. Ahora yo te busco, busco tu presencia, necesito tenerte cerca. Al cerrar los ojos solo veo tu rostro, tu reflejo. Mi alma te presiente, necesito tenerte.

Ciel despertó agitado de ese sueño que había creado su inconsciente. No podía entender el significado de las palabras que salían de sus labios en ese momento, o quizás no quería entenderlo

- Buenos días, joven amo – dijo la mayordomo de la casa Phantomhive corriendo las cortinas de las ventanas para dejar entrar el sol matutino.

Ciel se desperezó y se sentó en la cama.

Dos años habían pasado desde que había regresado a su mansión. Dos años en las que todos los días su demonia mayordoma lo despertaba en las mañanas.

Se notaba que Ciel había crecido pero ella seguía viéndose de la misma manera en que él la había conocido.

Como todas las mañanas, también, le ofreció té, le ayudó a vestirse y le comunicó la agenda del día.

Y como todas las mañanas Ciel recibió una sonrisa burlona por parte de su mayordomo al notar su accidente matutino.

- ¿Qué es tan divertido, Sophia?

- Nada – contestó la demonio, divertida – Su desayuno lo espera.

El conde se cubrió el ojo que portaba el sello símbolo del contrato entre él y su demonia, con un parche negro, y se levantó de la cama.

Luego del desayuno Ciel se dirigió a su despacho, allí Sophia le entregó una carta con el sello real, ya que el joven conde no solo era un empresario común de la sociedad inglesa, sino que además desarrollaba algunos trabajos para la reina donde se encargaba de investigar y juzgar sucesos asociados con el bajo mundo, al igual que lo habían hecho sus antepasados durante generaciones.

Pero antes de que pudiera abrir la carta, la puerta del despacho se abrió y por ella asomó su prometida, su prima Elizabeth Midleford, la hija de la hermana de su padre.

- Buenos días Sophia – saludó la joven noble – Cieeel – agregó ella entusiasmada – tenía muchas ganas de verte- Se acercó al conde y lo abrazó sin dejarlo levantarse del escritorio.

Sophia los observó con burla, en especial por la actitud de Ciel, quien parecía realmente molesto por la actitud de su prometida.

- Elizabeth, por favor, compórtate, esta no es una actitud propia de una dama – dijo el conde con impaciencia.

- Lo lamento Ciel, es solo que hace mucho que no te veía y te había extrañado. Soy tu prometida, deberías ir a visitarme alguna vez, y es Lizzy – Elizabeth sonreía mientras hablaba caminando hacia el otro lado del escritorio para tomar asiento. Sophia le ayudó con la silla. – Gracias Sophia.

- Tengo demasiado trabajo, no tengo tiempo para ese tipo de cosas, los negocios no se manejan solos.

Elizabeth hizo una mueca de desagrado.

- Deberías tomarte algo de tiempo libre, estoy segura que puedes confiarle los negocios a alguien más, Ciel. – la joven sonrió y luego miró a Sophia - ¿Verdad que es un mal prometido Sophia? Casi no lo veo y cuando lo visito está ocupado.

- Sin duda el joven amo es alguien muy ocupado Lady Elizabeth, aunque… - Sophia miró a Ciel con una sonrisa irónica – debería tomarse un tiempo para atender a su prometida.

- ¡Sophia! – dijo Ciel mirando a su mayordomo, con ojos poco amigables.

- ¿Si joven amo? – la demonio usó un falso tono inocente, sonriendo con la misma falsedad.

- Nos estamos atrasando con la agenda del día – el conde se oyó cortante.

- El conde Alois Trancy debería estar por llegar my lord, tiene razón, estamos retrasados.

- Está bien, entiendo, deseas que me vaya – dijo Elizabeth molesta.

- Tengo trabajo Elizabeth.

- ¡Es Lizzy, Ciel, Lizzy!

Sophia pidió permiso y se retiró del despacho para abrir la puerta principal, donde esperaba impaciente el joven conde Trancy, junto a su mayordomo Claude.

Era la primera vez que el conde Trancy y Ciel Phantomhive se encontraban. Habían oído hablar el uno del otro, por lo mismo Alois había decidido que era conveniente hacer negocios con las empresas Funtom.

Sophia sintió la mirada penetrante de Claude sobre ella, y la correspondió de la misma manera. Sin duda ambos se habían reconocido y no estaban muy felices de verse de nuevo.

Pero ella como buena mayordoma de la casa Pahntomhive los condujo a ambos ante su amo, quien los recibió con una fría sonrisa, igual de falsa que las que le brindaba a veces su demonia.

Cuando Alois depositó sus ojos sobre Elizabeth, de inmediato una idea perversa pasó por su cabeza y le brindó a la joven Midleford una sonrisa y atenciones que la abrumaron, haciéndola sonrojarse visiblemente, lo que causó la molestia de Ciel y la diversión de Sophia al ver a su joven amo molesto.

Luego de que Elizabeth se marchara, Ciel inició su reunión de negocios con Alois, ambos siendo observados por sus mayordomos, que al mismo tiempo se estudiaban con desconfianza.

En algún momento Sophia salió para buscar el té y Alois le pidió a Claude que la acompañara.

Una vez que estuvieron solos, Claude dijo:

- No esperaba verte pronto, o más bien verte, más aun después de haberme robado mi presa.

- Yo no te robe nada – dijo ella con una sonrisa tan amplia como falsa en sus labios, mientras se dirigían a la cocina – solo fui al llamado.

- Tú te aprovechaste de la situación – dijo él con seriedad – lo que me hace pensar que no tendrás un buen fin.

- ¿Es eso una amenaza? – ella no dejaba de sonreír.

- Para nada, solo te advierto – dijo el acomodando sus gafas.

Regresaron con el té para sus amos y los descubrieron discutiendo los pormenores del negocio que emprenderían juntos.

- Firmaremos los documentos en mi mansión Ciel – dijo Alois con una amplia sonrisa en el rostro – te espero allí la semana entrante. Hare un baile en la noche, así que espero que te quedes allí y nos honres con tu presencia.

- No soy muy asiduo a los bailes, Alois.

- Debemos celebrar de alguna manera el hecho que haremos negocios juntos Ciel. No puedes negarte, no sería caballeroso.

Ciel lo miro entre molesto y resignado.

- Está bien, me quedaré a tu fiesta.

- Y por supuesto espero que lleves a esa prometida tuya, también está invitada – Ciel lo miró burlón.

Una vez que Alois Trancy se hubo marchado, Ciel abrió la carta de la reina. El joven conde había estado esperando esa misiva desde hacía mucho.

Al ver la sonrisa en el rostro de su amo luego de leer la carta, Sophia preguntó:

- ¿Son buenas noticias joven amo?

- Así es Sophia, la reina al fin me ha enviado algunos informes acerca del ataque a la mansión hace dos años. Espero que esto me ayude para averiguar al fin quien asesinó a mis padres.