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| Black Butler: Luna de Sangre | |
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Autor | Mensaje |
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Evangeline Reina de las letras
Cantidad de envíos : 70865 Localización : Anywhere Fecha de inscripción : 03/08/2011
| Tema: Re: Black Butler: Luna de Sangre Mar Ago 27, 2013 1:55 pm | |
| Otra vez se va a morir? pues entonces para que la revivieron?? XD
buen capitulo, me imaginaba que el chico era un shinigami
gracias por publicar, y nos leemos | |
| | | Hwesta Duque
Cantidad de envíos : 1263 Edad : 31 Localización : Por ahí andaré Fecha de inscripción : 14/08/2013
| Tema: Re: Black Butler: Luna de Sangre Miér Ago 28, 2013 7:39 am | |
| Las respuestas vienen ahora, no te pocupes. Ahora viene a mi parecer lo mejor de lo mejor. Enjoy! - Spoiler:
15. Su Mayordomo, Pirata
-¡Imposible! ¡La maldición no puede cumplirse! En unas semanas es biológicamente imposible que Galethe dé a luz al nuevo vástago de la Luna. -Ah, ya entiendo… Conde, ¿recuerda lo enfadada que se marchó Angela después del ritual? Supongo que tras la negativa de Galethe a aceptar una vida eterna y servicial a los Cielos, la han decidido condenar con la muerte, tal y como ella quería. -Enterrador, ¿es eso cierto? -Es posible, en verdad. No hay otra explicación posible ya que, como bien ha dicho, Galethe está atada a este mundo por el contrato realizado con la Luna. -¿Y quiénes hay por encima de la Luna…? -Ángeles…
En abril de 1888 tuvo lugar en Barcelona la Exposición Universal que reunía a un total de 22 países y recopilaba multitud de actos desde espectáculos y ferias hasta exposiciones de arte. -… Se prevé que sea uno de los acontecimientos del año, señor. -Ya veo. Su Majestad me ha pedido que vaya a la Exposición para localizar cierto objeto que va a ser expuesto. Lo ha denominado “La Lágrima de Dios”. Sebstian y Ciel viajaban en un lujoso ferry desde Inglaterra hasta Cantabria, en el norte de España. Desde allí irían en tren hasta Barcelona, donde tenía lugar la exposición. -¿No es fantástico poder hacer otro viaje a un país extranjero? –preguntó Sebastian sonriendo ampliamente. -Sí… Aunque preferiría que estuviera Galethe. Ella conoce bastante bien España. -En realidad, señor, conoce la parte occidental mientras que nosotros nos dirigimos a la oriental, hacia el Mediterráneo. -Conoce España y es lo que importa… Ciel cabeceaba peligrosamente. Su rostro estaba más pálido de lo normal y tenía profundas ojeras en los párpados. -Señor, ¿duerme bien últimamente? -Sí… Ante la clara mentira de su amo, Sebastian insistió hasta que Ciel reconoció que llevaba varios días sin dormir por culpa de las palabras de Henry. -Si Galethe muere… -Es humana, como usted. Tendrá que morir en algún momento. -Sí que te gusta el humor negro… *Tong* *Tong* *Tong* La campana del barco empezó a sonar, alertando a la tripulación y cuandiendo el pánico entre los viajeros. -¡Piratas! -¿Piratas? –repitió Ciel levantándose de su asiento. -Es imposible, hace al menos cien años que no hay piratas –comentó Sebastian mirando por babor. Entre la espesa niebla se podía distinguir la silueta de un barco, nada más. -No hay pruebas de que sea pirata –dijo Ciel mirando al barco. -¡La bandera! ¡Es la Jolly Roger! –gritó alguien en el barco. Efectivamente, la calavera con las dos tibias cruzadas ondeaba en el mástil del barco que acababa de aparecer. El barco empezó a acercarse al ferry lentamente. Los viajeros, alarmados, trataban de escapar en los botes salvavidas, pero no había suficientes. Mientras, la tripulación se preparaba para el abordaje. -Señor, ¿órdenes? Ciel iba a dar sus órdenes cuando se oyeron varios cañonazos aunque curiosamente no procedían del barco pirata. De repente, el barco enemigo voló en mil pedazos. Mientras era devorado por las llamas, los viajeros se tranquilizaban paulatinamente. -¿Qué ha pasado? –preguntó Ciel para sí. -Dicen que por estas aguas navega un barco fantasma y veloz. El más rápido de toda la Corona: la Luna de Sangre. Ciel se volvió para ver a la persona que acababa de hablar. -Ga-Galethe. ¿Qué haces tú aquí? -Lo mismo que tú, ir a Barcelona a la Exposición –respondió, sonriendo-. Aunque este ferry va bastante despacio. Mi navío va a recogerme, ¿queréis venir? -¿Na-navío? –repitió Ciel. Siempre que se encontraba con su prima, pasaba algo gordo. -¡Barco a la vista! –gritó un marinero. -Oh, debe de ser ese. Galethe corrió a la proa seguida de Ciel y Sebastian, interesados en conocer el navío de los Guardianes. Otro barco, más grande que el propio ferry había aparecido de la nada. Portaba la bandera de Inglaterra, por lo que era un aliado. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, un marino del barco lanzó un cabo al ferry. Galethe lo atrapó al vuelo enseguida y antes de subir a bordo se volvió hacia su primo. -¿Venís o no? –preguntó tendiéndole la mano. Ciel no respondió enseguida. Estaba tan absorto por todo lo que acababa de pasar que aún estaba procesando que les habían atacado los piratas. -En ese caso… Galethe agarró a su primo por la cintura y saltó al otro barco. -¡Espera! ¿Quién te ha dicho que me subas? –se quejaba el conde mientras les izaban. -Je, je… Iremos más rápidos en la Luna de Sangre. -¿Eh? ¿Luna de Sangre? No me digas que… -Sí, es mi barco. Bienvenido a bordo, conde Phantomhive. Una vez a bordo, Henry se presentó ante el conde. -Hola, Ciel, ¡cuánto tiempo! -¡He-Henry! ¿Por qué vas vestido de bucanero? -Sencillo, es mi única oportunidad para no llevar el uniforme. ¡Grumetes, rumbo a España! Toda la tripulación se puso en marcha enseguida, lo que le recordó a Ciel… -Sebastian… -¿Me llamaba, joven amo? El mayordomo estaba justo detrás del conde, impecable y seco. -¿Cómo has subido…? No importa… -Espero que no te marees mucho, Ciel. Este tipo de barcos suelen dar problemas de equilibrio –comentó Galethe tomando el timón. Efectivamente, a los diez minutos de viaje Ciel ya echaba la papilla por la borda. -Es por culpa del mar. Está bastante picado… -trató de animarlo Sebastian. -Solo espero que sea cierto que llegaremos antes… -¡Estamos entrando en aguas francesas! –gritó un Guardián-pirata. Ciel dio un respingo. ¿Ya estaban en aguas francesas? ¡Si acababan de salir de puerto! -A este ritmo, calculo que en menos de un par de días estamos en España, señor. El resto del viaje fue tranquilo para el conde y su mayordomo aunque de vez en cuanto tuviera de regurgitar. A la mañana siguiente, a Ciel lo despertó un gran ajetreo. El joven conde se asomó por la puerta del camarote de capitán, donde había pasado la noche, para ver qué pasaba. Todos los marineros iban de acá para allá, nerviosos y alterados. -Buenos días, joven amo –dijo Sebastian asomándose a la puerta y asustando al niño-. Enseguida le visto y preparo el desayuno. -¿Se… Sebastian? ¿Qué pasa? -Oh, nada importante, señor. Un barco enemigo ha sido avistado –dijo el mayordomo entrando en el camarote. Tras varios minutos ausente, Ciel salió para ver a su prima. -¡Galethe! -¡Buenos días, Ciel! ¿Qué tal has dormido? -¿Qué demonios pasa? -Nos van a atacar –dijo la chica mientras bajaba del castillo de popa-. No te preocupes, está todo bajo control. Ciel miró a su alrededor. Los marineros no parecían estar tan tranquilos como su líder. -No te preocupes, son todos una panda de novatos. Si me disculpas. Galethe fue al castillo de proa y echó el ancla. Ciel se asustó al ver la acción de su prima. -Señor, le recomiendo que vaya adentro. Estará a salvo. -Sebastian, ¿puedes ayudarme? –lo llamó Galethe, que ahora estaba al timón. Sebastian fue a su lado para que le diera órdenes. -Sujeta el timón –le pidió con su típica sonrisa. Mientras, la capitana volvía a proa y cargaba un cañón. -¡Cuando te diga, suelta el timón, Sebastian! El barco chocó contra un arrecife de coral, bamboleando la nave peligrosamente. -¡Ahora, Sebastian! El mayordomo asintió y soltó el timón. El barco giró sobre el ancla, acercándose peligrosamente al barco enemigo. Galethe disparó el cañón y volvió al castillo de popa. -Cielo, has fallado… Una enorme explosión voló el barco enemigo por los aires, destruyéndolo por completo y acabando con sus tripulantes. Tanto Ciel, como Henry y Sebastian estaban anonadados. -Pe-pe-pero… -Sencillo: la Santa Bárbara guarda todo el cargamento de pólvora. Un poquito de fuego y a volar. -¿La santa Bárbara? –repitió Ciel. -Está situada en la parte delantera de todo barco. Es el punto débil por antonomasia. ¿Cómo si no crees que os libramos de los piratas en el ferry? Ahora, volvamos a lo nuestro. El barco continuó su viaje hasta España, donde llegaron a la mañana siguiente. -Ha sido más rápido que en ferry, la verdad –comentó Sebastian una vez en tierra. -Cierto. Cojamos el tren, Sebastian. -Sí, mi señor. -¡Bueno chicos, nos vemos en Barcelona! –se despidió Galethe-. ¡Adeu! La Luna de Sangre se perdió en el horizonte marino, dejando a Sebastian y Ciel en tierra. -No esperarán llegar allí antes que nosotros, ¿no? –dijo Ciel. -No lo creo, señor. Bueno, es hora de coger el tren.
Tras un duro viaje en tren, Ciel y Sebastian llegaron a su destino: Barcelona. Lo primero que hicieron fue ir al hotel donde se hospedarían durante tres días hasta que volvieran a Inglaterra. Curiosamente, en su hotel también estaban hospedados Galethe y Henry. -¡Anda! ¡Hola, chicos! Ciel y Sebastian se sorprendieron al verles. ¿Cómo podían haber llegado antes que ellos si tenían que dar la vuelta al país entero para llegar por mar? -¿Qué hacéis aquí? Es imposible que hayáis llegado antes que nosotros… -Ciel estaba fuera de sí, tratando de encontrar una explicación lógica a lo que estaba pasando. -Sí, si fuimos en barco. Por río, pero en barco. Fueron por los ríos de España… Eso lo explicaba todo, pero Ciel no salía de su asombro. -Toda una hazaña, si me lo permiten –dijo Sebastian, sonriendo. -Galethe y yo vamos a la piscina, ¿venís? -¿Eh? ¿Piscina? -Barcelona es un paraíso en la Tierra. Hay que aprovechar nuestra estancia aquí. Sebastian dejó escapar una risita al oír lo de “paraíso en la Tierra”. A pesar de ser una criatura divina, Galethe no tenía mucha idea acerca del paraíso. Sebastian y Ciel fueron a su habitación mientras Galethe y Henry iban a la piscina del hotel. Al caer la noche, cenaron todos juntos en la habitación de Ciel, que se negaba a salir del hotel. -Bueno, al menos podemos cenar viendo el paisaje –comentó Henry mirando la preciosa vista de la ciudad iluminada que se abría ante ellos. -Sí, qué suerte que tienes balcón, Ciel –comentó Galethe. Ciel no dijo nada. Los cuatro se limitaron a contemplar el paisaje hasta que, cansados, decidieron jugar a las cartas… -¡Lo dejo! ¡Galethe hace trampas! –exclamó el conde tras veinte minutos de partido, tirando su mano de cartas sobre la mesa y señalando a su prima. -¿Eh? ¿Ahora te das cuenta? Siempre hago trampas… -dijo la chica haciéndole un truco de magia que consistía en hacer aparecer y desaparecer una carta de su mano. -¡Encima lo reconoces! Sebastian intervino. -Señores, disculpen al joven amo pero ya va siendo hora de que se acueste. -Vale… -dijo Henry estirándose-. Así podrá crecer. Ciel le lanzó una mirada de infinito desprecio. A la mañana siguiente, los cuatro amigos fueron a la Exposición, donde estuvieron todo el día. La misión de Ciel era hacerse con la Lágrima de Dios mientras que Galethe y Henry… -¿Vosotros por qué estáis aquí? –preguntó Ciel a su prima. -Es curioso que lo preguntes. De entre todas las piezas que se exponen tenemos que recuperar una en concreto: la Lágrima de Dios. El corazón de Ciel dio un vuelco. Su objetivo era el mismo. Por fortuna, Galethe siguió hablando, sin inmutarse de la reacción de su primo. -Verás, en el Libro de Santiago hay un pasaje perdido de la Biblia. En un momento dado, Dios tuvo que luchar contra el Diablo. Lucharon durante treinta días y treinta noches hasta que Dios venció al Diablo, pero durante la lucha, el Diablo golpeó a Dios haciendo que una lágrima brotara de su ojo derecho y cayera en la Tierra. Esa es la Lágrima de Dios, un objeto que permite conocer los secretos del universo, controlar los mismísimos cielos y conocer el futuro. Ciel volvió de su asombro y durante el resto de la jornada trató de ocultar su verdadero motivo del viaje. Por suerte, Galethe no le preguntó por qué estaba allí. Simplemente aceptó que el Perro Guardián tenía una misión. -Es un objeto peligroso que debe volver a las manos de su dueño –comentó Galethe mientras tomaban un aperitivo-. Si cae en malas manos… -Podría desencadenar hasta una guerra a nivel mundial –añadió Henry. Dicho esto, continuaron la búsqueda, ahora con el conde nervioso y pálido. -Señor, ¿se encuentra bien? Ciel no podía permitirse perdonar más a su prima. Ya había pasado bastantes penalidades encubriéndola con su Orden. No. La Lágrima de Dios no podía ser de Los Guardianes. -Sebastian… ¡Es una orden! ¡Tráeme la Lágrima de Dios! El demonio esbozó una sonrisa maliciosa. -Sí, mi señor.
Al mediodía, después de tanta búsqueda, decidieron parar para comer algo. Mientras descansaban, el cuarteto hablaba de lo que harían a la tarde. -Hay un espectáculo aquí –dijo Galethe señalando una parte del plano-. O si queréis podemos seguir con las exposiciones… -Podemos ver el espectáculo para variar un poco –propuso Henry-. Total, la exposición no se va a mover en meses. Siempre podemos volver. -Cierto, pero es tan grande… Ciel se mantenía ajeno a la conversación y eso que él se veía involucrado. Al final acabaron por ver exposiciones hasta que empezara el espectáculo. Las siguientes exposiciones resultaron ser bastante aburridas, solo se veían cuadros, esculturas y demás sin mucho atractivo. -¿Has encontrado ya la Lágrima? –le preguntó Ciel a Sebastian mientras caminaban por la galería. -No, señor. No me arriesgo a dejarle solo. -¡Estúpido! Encuéntrala antes de que… -¡Damas y caballeros, pasen y vean, pasen y vean! ¡En breves dará comienzo la subasta benéfica! Cerca de donde estaban había una pequeña carpa donde se iba a celebrar una subasta. Numerosos ricachones acudían dispuestos a llevarse alguna pieza de valor. -Señor, puede que ahí esté la Lágrima. -¿Cómo estás tan seguro? -Nunca miento, señor. Lo sabe. Ciel y Sebastian fueron a la carpa de subastas, dejando a la pareja de Guardianes sola. Dentro de la carpa había sillas de madera dispuestas para los pujantes. Ciel y Sebastian tomaron asiento en una fila de en medio, ni muy cerca ni muy lejos. -Más te vale que esté la Lágrima, Sebastian –gruñó el conde. -No se preocupe, amo. Confíe en mí –dijo Sebastian, tranquilo, mientras tomaba asiento. La subasta empezó nada más llenarse el recinto, poco después de que Ciel y Sebastian entraran. El primer artículo consistía en una estatua de marfil que no llegó a las treinta pesetas*. Durante cerca de una hora pasaban artículos poco interesantes hasta que al fin decidieron sacar la joya de la corona. *Moneda española desde el s. XIX hasta 2002, cuando se instauró el Euro. Treinta pesetas en la época podía considerarse como cerca de quinientos euros. -Ahora, damas y caballeros, les traemos un artículo inusitado: la Lágrima de Dios. El jefe de la compañía destapó su objeto más preciado ante el público, que empezó a murmurar, asombrado. A ojos de Ciel y de Sebastian, la Lágrima de Dios no era más que una esfera de cristal que emitía un misterioso y atractivo haz de luz azul celeste. Pero si aquello tenía los poderes que Galethe y Henry habían dicho, había que adquirirla a toda costa. -Azul celeste –murmuró Sebastian cayendo en la cuenta-. El mismo color que el Cielo… -Bien, empezamos la puja de este artículo por doscientas pesetas. Enseguida empezaron a levantarse manos, ansiosas por llevarse aquel extraño y exótico objeto. Ciel y Sebastian no se atrevieron a intervenir hasta que el número de pujantes se redujera, cosa que no ocurrió hasta que la Lágrima alcanzó la friolera de tres mil pesetas (10.000 dólares actuales aproximadamente) -Tres mil pesetas. ¿Alguien da más? Ciel miró a Sebastian, quien sabía qué tenía que hacer. -¡Tres mil doscientas! ¿Alguien da más? Aunque había numerosos burgueses y aristócratas, no merecía la pena gastarse tanto dinero en un supuesto trozo de vidrio. Aquello favoreció mucho la situación del conde, que ya tenía en su poder aquel peligroso objeto. -Tres mil doscientas a la una, a las dos… ¡Tres mil cuatrocientos ofrecen por ahí! Todos se dieron la vuelta para ver quién había subido la apuesta. Ciel no podía creerlo. Allí, la única persona que estaba de pie y que le había superado en la puja… Galethe Moonwood. Galethe miraba seria y fijamente la Lágrima, de brazos cruzados y con Henry al lado. Su expresión era la misma que la de su novia. -Tres mil cuatrocientas a la una… Galethe miró de repente a su primo y negó con la cabeza. Le estaba advirtiendo de que no subiera la puja; la Lágrima de Dios era suya. Ciel apretó los dientes. No podía defraudar a la Reina otra vez. Tenía que llevarle la Lágrima o… -… a las dos, a las… ¡Tres mil quinientos! Esto se pone interesante. Sebastian había alzado la mano antes de que el subastador golpeara la mesa con el mazo. La batalla no había hecho más que empezar. O eso pensaba Ciel. El conde se volvió hacia su prima, cuya cara denotaba decepción. Al verla, Ciel se extrañó bastante. ¿No quería conseguir la Lágrima? Galethe era muy rica, casi tanto como él, podía permitirse seguir subiendo la puja, pero no lo hizo. ¿Qué la retuvo? -Tres mil quinientos a la una, a las dos… ¡Adjudicado! Terminada la puja, el cuarteto volvió a reunirse fuera de la carpa de subastas. -Ciel, Ciel, Ciel… ¿No me viste? –dijo Galethe a la salida-. Pensé que podría persuadirte con mi mirada, pero veo que no surtió efecto. -¿A qué te refieres? –preguntó Ciel, extrañado. Galethe dejó escapar una risita. -Esa Lágrima es falsa. El corazón del conde dio un vuelco y su boca se abrió tanto que casi toca el suelo. Había perdido tres mil quinientas pesetas… ¿en vano? -Por eso te dije que no pujaras… No quería que perdieras tanto dinero… -Pe-pe-pero… ¿Por qué pujaste tú, entonces? -Ya te lo he dicho, no quería que perdieras tanto dinero. No te preocupes, Henry se encargará de recuperarlo… Sebastian se arrodilló ante su amo y pidió perdón por haber fallado. -Pido mil disculpas, señor. Ciel le dio un tortazo a su mayordomo. El sonido del golpe resonó por todo el edificio como el eco. -Ciel, la culpa no es de nadie. No sabíais que era falso. Galethe trataba de calmar la situación pero Ciel se negaba a aceptarlo. Que su mayordomo, un demonio, fallara, se equivocara… Era imperdonable. -Ciel, es un objeto divino. Sebastian como demonio no sabe nada acerca de ello. Por eso se ha equivocado. La respiración del conde era agitada y entrecortada. Sebastian volvió a erguirse y a mirar a su amo con expresión de duda y decepción. Galethe y Henry les animaron a seguir con la búsqueda. -Tenemos más días de todas formas… -Señor, tranquilícese. Si está preocupado por la pérdida económica, la señorita Galethe ha dicho… -¡No me hables! El resto del paseo lo pasaron callados, sin siquiera dirigirse la palabra para decidir qué hacer o por dónde ir. Henry y Galethe encabezaban el grupo, seguidos de Ciel y Sebastian como si de sus sombras se trataran. Estaban a punto de tirar la toalla cuando Galethe creyó ver algo con su Mirada Celestial. -¡La Lágrima! ¡La he encontrado! No sé si nos dará tiempo hoy… Está allí. Galethe señaló un punto concreto del edificio. Mientras tuviera activada su mirada, solo podía ver almas, incapaz de distinguir los objetos reales. -Vaya, parece que mañana hay una competición. El premio es curiosamente la Lágrima de Dios –comentó Henry, cuya vista era bastante aguda y podía leer el cartel del edificio que señalaba su novia. -¿En qué consiste la competición? –preguntó Ciel, más calmado. -Hmm, intersante… Esto… ¿Alguien sabe coser? Aquella pregunta dejó desconcertados a todos, incluso a Galethe, que sí sabía coser puesto que su padre era sastre. -El concurso consiste en realizar una obra original con aguja e hilo. Pone como ejemplo banderas, vestidos, tapices, alfombras… El más original, se llevará la Lágrima de Dios. -Sí, si es que alguien no la roba esta noche –masculló Galethe poniéndose el parche. -¿Robarla? –repitió Sebastian. -Ya viste que trataron de darnos gato por liebre en la subasta. Esa es la verdadera Lágrima, ¿pero y si la roban? -Montaremos guardia toda la noche si es necesario –sentenció Henry. -Galethe –la llamó su primo-. ¿Cómo sabías que la Lágrima de antes era falsa? Galethe sonrió con cariño a su primo. -Sencillo, por el brillo. La Lágrima de Dios, al igual que el Santo Grial, no es tan espectacular o como la gente se piensa que es. -Entonces… -Piensa en una lágrima, Ciel. Tiene la misma forma que una gota de agua. ¿Para qué hacer un objeto que destaque por encima de los demás? Por eso y porque mi Mirada no la resaltaba en dorado. -Galethe, entonces, ¿qué forma tiene la Lágrima de Dios? -Exactamente la misma que la falsificación solo que sin el brillo. Y es más pequeña. Como ya he dicho, las lágrimas se asemejan a las gotas de agua. Por eso la Lágrima de Dios se puede camuflar en este mundo. -No es una lágrima de verdad, ¿no? –inquirió el conde. -Je, je. No. Ciel, la Lágrima se Dios se asemeja y camufla con una bola de cristal de pitonisa. Esa es la forma exacta. Por eso las bolas de cristal predicen el futuro, porque querían tomar como modelo la Lágrima de Dios. Ese pasaje es muy antiguo, no lo conoce casi nadie. No figura ni en la Biblia misma. -Entonces, ¿por qué aquel hombre lo conocía? -Esa es una buena pregunta, sí. Y hasta ahora solo tenemos una respuesta: está asociado con la persona que entregará el premio de ese concurso. De todas formas, ya empezaba a anochecer por lo que no tuvieron más alternativa que marcharse a descansar. Al día siguiente lucharían por conseguir la Lágrima a toda costa.
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| | | Evangeline Reina de las letras
Cantidad de envíos : 70865 Localización : Anywhere Fecha de inscripción : 03/08/2011
| Tema: Re: Black Butler: Luna de Sangre Miér Ago 28, 2013 4:51 pm | |
| Ok, mas dudas y demás, lo que me intriga es que pasara cuando Ciel y Galethe se enfrenten por la lagrima, porque me imagino que o la roban una noche antes o Sebastian compite por ella. Teniendo en cuenta como le gusta a Sebastian presumir de su superioridad hará algo realmente formidable con aguja e hilo para el concurso, pero como Galethe tiene a Dios de su parte tampoco se quedara atrás
Gracias por el capitulo, y por actualizar tan pronto <------------------ ella deberia aprender de eso.
Nos leemos | |
| | | Hwesta Duque
Cantidad de envíos : 1263 Edad : 31 Localización : Por ahí andaré Fecha de inscripción : 14/08/2013
| Tema: Re: Black Butler: Luna de Sangre Jue Ago 29, 2013 8:11 am | |
| Bueno, pues ya va quedando menos (sin contar este fic, quedan otros tres). Muchas gracias a todos por leer. Enjoy! - Spoiler:
16. Su Mayordomo, Sastre
Al día siguiente, exactamente a las once de la mañana, tenía lugar la competición por la Lágrima de Dios. Nadie sabía en qué consistía el premio a excepción de los dos primos condes y de sus acompañantes. Conseguir la Lágrima no iba a ser tarea fácil ya que otras tantas empresas competían por el primer premio. -Ya nos he inscrito –dijo Henry volviendo al lado de su familia-. Ciel, perdona, pero hemos puesto el nombre de la compañía Moonwood. -¿Eh? ¿Por qué? -Porque si fracasamos, será mi apellido el mancillado. No el tuyo –respondió Galethe con seguridad en sus palabras-. Ahora, escuchad. Este es el plan. Sebastian y yo sabemos coser así que tenemos que hacer algo sorprendente. -Un tapiz gustaría a todos –propuso Henry. -O un vestido –añadió Ciel. -Tal vez una alfombra al más puro estilo persa pueda cautivar los corazones de los jueces –dijo Sebastian. -Eh… Ya… Sebastian es muy bueno, pero me niego a hacer un vestido. -Ah, sí, es lo que se te da peor –comentó Henry, burlón-. Los trajes se te dan de maravilla (le has hecho unos cuantos al conde) pero los vestidos… -¡Cállate, Hen! La competición dio comienzo y el grupo de Moonwood no tenía nada en mente. Henry y Ciel se marcharon deseándoles suerte al mayordomo y a la Guardiana. Antes de separarse, Galethe le dio un beso a su novio. Después volvió con Sebastian, que sonreía con picardía. -¿Ocurre algo? –preguntó Galethe al ver su expresión. -No, nada. Es solo que me pregunto qué ponía en el mensaje que le has pasado mediante el beso. Galethe se molestó ante aquel comentario, pero tenía que centrarse en el concurso. -¿Qué opinas que debemos hacer? -Déjeme ver quiénes son los jueces y a raíz de eso deliberamos -comentó Sebastian con la mirada fija en la mesa de jueces. Como cabía esperar, varios dignatarios del mundo de la sastrería formaban parte del jurado… junto con el vizconde Druit. Por suerte para Sebastian, Galethe conocía a todos. -Aquel es Andersen, un antiguo socio de mi padre; se dedica a exportar seda al Nuevo Mundo. Aquella es la señorita Mathatter, la mejor costurera de Bruselas (su carrera saltó a la fama gracias a mi padre)… -Veo que los conoce a todos muy bien, señorita Galethe –comentó Sebastian, impresionado. -Sí… Demasiado bien. Cuando vean el nombre de mi empresa… ¡Ay, mi madre! -Sí, la reconocerán al instante y puede que todos piensen que el concurso ha sido amañado. -Porras… pero no puedo dejarte solo, Sebastian… La competición dio comienzo enseguida. -Bueno –dijo Sebastian con su típica sonrisa-. Supongo que tendremos que arriesgarnos. Galethe asintió y se puso manos a la obra con Sebastian. Tenían cerca de hora y media para hacer algo sorprendente y ganar la Lágrima. Desde el público, Ciel y Henry observaban a los competidores. -La compañía Hunter se ha decantado por un tapiz –comentó Henry-. Mientras que la compañía Allons prefiere realizar un vestido. -¿Los conoces? –preguntó Ciel, asombrado por la pericia de su primo político. -Algunos, sí. Galethe me ha hablado de ellos. Tienen bastante ventaja, la verdad. Todos los que compiten y todos los jueces le deben sus puestos y sus carreras a Caín, el padre de Galethe. -¿Caín? Pero, entonces, si ganan… -Todos pensarán que ha sido amañado, sí. Galethe me ha dado órdenes en caso de que ocurriera algo inesperado. Por eso hemos decidido rodear el perímetro con Guardianes. La Lágrima será nuestra sí o sí. Aquello era una locura. Ciel apretó los puños. Estaba del lado de una compañía tramposa, típico de su prima. -Ya deberías conocer a Galethe –dijo Henry volviéndose hacia Ciel-. Al fin y al cabo, ¿no fue ella quien te enseñó a jugar al ajedrez? La sangre de Ciel se congeló en sus venas. No recordaba quién le había enseñado a jugar al ajedrez… Pero si había sido Galethe, todo encajaba. -Mejor dicho. ¿No te enseñó a jugar a su manera? La mirada de Henry lo decía todo, no cabía lugar para la duda. -Galethe siempre hace trampas en todos los juegos –comentó Ciel-. Sí… Incluso al ajedrez… En un despiste y gracias a su habilidad con las manos podía situar una pieza de ajedrez en otra casilla… Ciel empezó a reírse. -Sí, claro. Tuvo que ser ella la que me enseñara a jugar al ajedrez, a utilizar a las personas como peones, a hacer trampas con tal de hacer jaque mate. La risa de Ciel se hizo más fuerte. Por fortuna, la competición la enmudeció, si no habría llamado la atención. -Me comentó que de pequeño te llamaba mucho la atención el Rey, pero que tu pieza favorita siempre había sido el Caballo –dijo Henry, atento a la competición. Ciel seguía sonriendo. Todo empezaba a aclararse. -Por su parte, a Galethe siempre le gustó la Reina. Según ella, es la pieza perfecta, capaz de moverse en todas direcciones el número de casillas que quiera. -Una pieza peligrosa en manos expertas, ciertamente –comentó Ciel, alzando la mirada hacia el estrado-. Galethe… Me has engañado como a un tonto…
-¡Tiempo! Veamos las obras de nuestros participantes. -Agh… Qué alivio –suspiró Galethe. A diferencia de la condesa, Sebastian no estaba cansado. A continuación, los concursantes fueron presentando uno por uno sus obras. El jurado era bastante exigente y ninguna de las obras pudo pasar el examen. Por último la compañía Moonwood mostró su obra: un enorme tapiz que representaba la destrucción de Sodoma y Gomorra. Había un ganador con diferencia, y, claramente, los temores de Galethe se hicieron realidad. -¡El concurso está amañado! –gritó un espontáneo de entre el público. -Sí, todos sabemos que la compañía Moonwood saltó a la fama al jurado. Todos los presentes a excepción de Ciel y Henry, empezaron a increpar el concurso y en vano fueron los intentos de la policía por calmarlos. El presentador del concurso anunció una segunda votación para que se calmaran, pero tampoco duró mucho. -Estoy a punto de llamar a mis chicos… -dijo Galethe al borde de un ataque. -Si lo haces, crearás un gran alboroto. Además de que ese acto cerrará las puertas del cielo a toda tu Orden –dijo Sebastian. -Para mí ya están cerradas. Galethe no aguantaba más el comportamiento del público. Estuvo a punto de levantar su mano y pedir una masacre a sus Guardianes cuando un resonar de trompetas inundó la sala. Todos los allí presentes guardaron silencio y se volvieron hacia la entrada. La Reina había hecho su aparición. -Éramos pocos y parió la abuela –murmuró Galethe. Aquel comentario le chocó a Sebastian. Galethe era inglesa de nacimiento, ¿por qué odiaría tanto a la Reina? ¿Por su primo, tal vez? ¿Porque le había puesto precio a su cabeza? El abanico de posibilidades era bastante amplio. La Reina tomó lugar cerca del jurado y su mayordomo, Ash, anunció que su Majestad fallaría el concurso para hacerlo más justo. -Perdemos fijo –le dijo Galethe a Sebastian-. En fin, suerte que tenía un as en la manga… Debido al levantamiento del público, la Reina no pudo dar por vencedores a Galethe y Sebastian, si no a otra compañía más mediocre. En cuanto el ganador iba a recibir el premio de manos de la Reina, un objeto plateado cruzó la sala, clavándose en la frente del joven ganador. La empresa había trabajado para los Moonwood y había visto cumplido su sueño de ser una empresa privada e independiente hacía muy poco. Ganar la Lágrima de Dios le daría suficiente prestigio para ensalzar su carrera. Un sueño truncado por un cuchillo de plata. El cuerpo de la víctima calló como plomo sobre el suelo. Ash puso a la Reina a salvo mientras el pánico cundía entre la multitud que huía despavorida. -¿Qué significa esto? –le preguntó Ciel a Henry. -Oh, ahora sabes lo que se siente al ver matar a una víctima inocente, ¿verdad? Esa es la misma sensación que lleva acompañando a Galethe desde hace tanto tiempo. Sobre todo después del incidente del circo. Ya era hora de que la experimentaras, Ciel. Dicho esto, Henry salió de allí seguramente para cambiarse. Ciel no perdió el tiempo y fue a reunirse con Sebastian, que también estaba solo. -Órdenes, señor. -¡Sebastian, es una orden! ¡Protege la Lágrima de Dios! Sebastian se reverenció ante su amo. -Yes, my Lord. Ciel había actuado en un acto reflejo. Quería que Galethe se llevara la Lágrima y la protegiera, pero ahora que la Reina estaba presente tenía que quedar bien delante de ella. De repente, varias bombas de humo explotaron en la sala, impidiendo al conde ver y respirar. La cortina de humo fue aprovechada por los Guardianes para tratar de hacerse con la Lágrima, mas Sebastian los interceptó a tiempo. -No son rivales para mí. Cuando el humo se hubo disipado, Ciel vio con horror como un enorme número de Guardianes se acercaba lentamente a por la Lágrima. A una señal del maestro, los Guardianes se abalanzaron sobre… Sebastian. Con el demonio entretenido, Galethe tenía vía libre para recuperar la Lágrima aunque no contaba con que Ciel se interpusiera en su camino. -¡Galethe! Esta no es la manera correcta. No es tu estilo… Frío. Dolor. Estas sensaciones inundaron el cuerpo del joven conde en un segundo. Ciel cayó de rodillas delante de su prima, que continuó con su camino y se hizo con la joya. Galethe había acuchillado a su primo en el estómago. La sangre fluía a borbotones y las fuerzas pronto abandonarían al niño. -¡¡Amo!! Sebastian consiguió librarse de los Guardianes y se abalanzó sobre la Maestra, que sostenía la Lágrima en su mano derecha. Galethe esperó a que Sebastian estuviera más cerca para pronunciar un conjuro. -Vade retro. Inmediatamente Sebastian fue impulsado hacia atrás, como aquella vez en la que casi devora el alma de Galethe. -Así que era esto –masculló desde el suelo-. Un conjuro celestial… Los Guardianes se habían dispersado hacía rato. Sebastian fue al lado de Ciel, quien estaba al borde de la muerte. -Amo, aguante… -Se… Sebastian… Has… fallado… El demonio cayó en la cuenta de que no había protegido la Lágrima y los Guardianes se la habían llevado. Ahora estaba en sus manos. Y para colmo, si amo también había quedado desprotegido. Siempre que se trataba de aquella pandilla de siervos de Dios, Sebastian perdía. -Señor, ahora es más importante llevarle a un médico…
Los métodos empleados por Galethe le demostraron a Ciel que el fin justifica los medios en determinadas situaciones y, ante todo, que la chica quería que su primo experimentara la decepción y el horror de matar gente inocente como él había hecho tiempo atrás. Ciel se recuperaba en un hospital de la ciudad mientras Galethe ya estaba camino a Londres. Sebastian esperaba al lado de su amo su mejoría. -Se… Sebastian. -Estoy aquí, señor. No se esfuerce. Ha perdido mucha sangre. -Se… Se… -Ciel cayó rendido sobre las sábanas blancas del hospital. Estaba tan cansado que no podía ni articular palabra. Sebastian quería ayudar a su amo, pero por ahora necesitaba descansar y recuperar fuerzas. Habían perdido la Lágrima, pero no podían permitirse perder una vida, menos aún si era la del conde. Ciel tardó casi una semana en volver a la normalidad. La herida que le causó Galethe era bastante profunda y no cicatrizaba bien. En cuanto se hubo recuperado, volvió a Londres por los medios que tenía. -¿Qué hará en cuanto llegue a Londres? –le preguntó Sebastian una vez en el tren rumbo a Cantabria para coger un barco. -Una de dos, o recuperamos la Lágrima o… -Ciel enmudeció, no quería decirlo ya que ello supondría tener que admitirlo. -O arresta a la señorita Galethe –terminó Sebastian. Ciel suspiró profundamente y asintió. -Creo que será lo más fácil…
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| | | Evangeline Reina de las letras
Cantidad de envíos : 70865 Localización : Anywhere Fecha de inscripción : 03/08/2011
| Tema: Re: Black Butler: Luna de Sangre Jue Ago 29, 2013 1:27 pm | |
| Ya me chocó Galethe, en realidad sus acciones se contradicen, pero es tu personaje, tu historia
Espero el siguiente capitulo
Nos leemos | |
| | | Hwesta Duque
Cantidad de envíos : 1263 Edad : 31 Localización : Por ahí andaré Fecha de inscripción : 14/08/2013
| Tema: Re: Black Butler: Luna de Sangre Vie Ago 30, 2013 10:43 am | |
| Si te refieres a que la cosa se enreda cada vez más, todo se va a empezar a explicar, no te preocupes. Si te refieres a un determinado momento del fic anterior que rechina, es porque quitamos una parte para ponerla después. Pensábamos que se liaría más la historia, pero me alegro que des tu opinión. las críticas enriquecen mucho Pues vamos a petarlo con el siguiente capítulo. El penúltimo. Enjoy - Spoiler:
17. Su Mayordomo, Sacerdote
De vuelta a Londres, Ciel fue primero al sitio donde sabía que Galethe tenía que haber pasado. -¡Enterrador! –exclamó abriendo la puerta de un empujón. El Enterrador no daba señales de vida. Seguramente Galethe se había adelantado a su movimiento y le había pedido a su abuelo que se fuera. -Hola, conde. ¿Qué tal le va? El Enterrador apareció detrás del mostrador de su tienda, sonriendo como de costumbre. -Enterrador, ¿dónde está Galethe? –preguntó el conde sin rodeos. -Pasó por aquí hace ya bastante… Me dijo que había conseguido recuperar la Lágrima de Dios.
“-Adelante, veamos sus poderes. Ella y Scott vinieron y dejaron sobre el mostrador una bolsa púrpura que escondía la Lágrima. Tras unos intensos momentos de duda, Galethe se aventuró a tomar la Lágrima. Un resplandor plateado emergió de la joya y un agudo ruido como de miles de gritos inundó mi cabeza y, a juzgar por su expresión, también la de Scott. Galethe no podía soltar la Lágrima, así que tuvo que ser Scott quien se la arrebatara de las manos y volviera a ocultarla en la bolsa. Después le preguntamos qué había visto y respondió: -El futuro… Alemania empieza a alcanzar a Inglaterra en lo que a poder se refiere. Luego vi casas ardiendo, muertos por todas partes, sirenas y campanas… Parecía el fin del mundo… También dijo que vio los oscuros poderes de la Lágrima. Parece ser que no es una reliquia después de todo. Es un arma ansiada por humanos y ángeles. Después de esto hubo un gran alboroto fuera y ambos se fueron. Me dijeron que fuera con ellos, pero sabía que vendría, conde, así que me quedé.”
-… Y eso es todo lo que sé. Ciel siguió insistiendo. -¿Adónde ha ido? –preguntó golpeando el mostrador con rabia. -Volvió a casa, supongo. No la he vuelto a ver en cinco días por lo menos. Quizá la explicación esté en los cañonazos y las trifulcas que han montado los Guardianes. Ciel abrió mucho los ojos. Había ocurrido lo inevitable: una guerra por la Lágrima. -Supongo que estarán defendiendo la Lágrima en su Mansión… -¿Contra quién luchan? –preguntó Sebastian al ver que su amo no se inmutaba. -¿Eh? ¿No es evidente? –el Enterrador se encogió de hombros-. Contra los ángeles. Tanto Sebastian como Ciel no esperaban oír aquella respuesta. El Enterrador, al ver sus caras, no pudo reprimir una risita. -Dado que Galethe está en un escalafón superior, está al tanto de lo ocurre con los mensajeros de Dios y parece ser que entre ellos hay bastantes insurgentes que ansían la Lágrima y sus poderes. -Ángeles rebeldes –murmuró Sebastian. -Exacto. Estos ángeles han estado esperando a que Galethe se hiciera con la Lágrima para quitársela y purificar con ella el mundo, prepararlo para el nuevo siglo. Lo que no esperaba es que llegaran a estos extremos, sabiendo las conclusiones que ello conlleva… -¿Qué conclusiones? ¿De qué estás hablando? –Ciel estaba cada vez más confuso. -Sencillo, los ángeles están sujetos como Galethe y los Guardianes a una serie de reglas y normas. Si las incumplen, se denominan desertores. En este caso han incumplido la más importante de todas, la de rebelarse contra su Señor por poder. Esos ángeles no tardarán en convertirse en lo que tú eres –señaló a Sebastian-. Demonios. Ciel había oído suficiente. Se dio la vuelta sin mediar palabra y se marchó de la tienda. -Galethe nos ha usado a todos como marionetas, conde –dijo el Enterrador antes de que Ciel se marchara-. Es por ello que tiene que pagar un precio muy alto… Ciel y Sebastian tomaron un carruaje a la casa de Galethe. Por el camino, a pesar de lo que había dicho el Enterrador, Londres parecía tranquila, ajena a la guerra de los cielos. Aquello aliviaba el corazón del conde. -Madre mía. Qué paraje tan desolador –comentó Sebastian mirando por la ventana. Confuso, Ciel miró por la ventana de Sebastian pero veía exactamente lo mismo que por la suya, una Londres pacífica y tranquila. En cuanto llegaron a las puertas de la mansión, se bajaron del carruaje y continuaron a pie. -Puede ser peligroso si lo que nos ha contado… -¡Cuidado, señor! –Sebastian reaccionó a tiempo y pudo proteger a su amo de un cañonazo. Los dos hombres corrieron hacia la Mansión y el panorama que vieron les encogió el corazón a ambos. La Mansión Moonwood estaba destruida en su mayor parte. La torre que hacía las veces de Cuartel General de los Guardianes estaba en ruinas completamente. Todo era pasto del fuego y la desolación. Encontrar supervivientes era algo imposible. -Sebastian, es una orden, llévame al interior de la Mansión. Sebastian asintió y tomando en brazos a su amo entraron en la casa. Por dentro la situación no mejoraba. Las llamas habían calcinado tapices y alfombras. La madera de escaleras y vigas empezaba a desmoronarse. Aquello le recordó a Ciel la terrible tragedia que aconteció en su casa hacía un par de años. Sebastian, al ver que aquello afectaba a su amo, corrió hacia las galerías subterráneas, donde estuvieron hasta que Ciel se recuperó. -¿Dónde puede estar? –preguntó Ciel. Sebastian miraba en derredor suyo, buscando el rastro de los Guardianes, pero fueron ellos los que dieron con ellos. -¡Señores! ¿Qué hacen aquí? La maestra decretó el estado de guerra. No pueden estar aquí. Un par de Guardianes llegaron al lado de Ciel y Sebastian y les transmitieron las nuevas. -La Lágrima ha desatado una cruenta guerra. Tratamos de detenerles en las murallas, pero cedieron. No tuvimos más remedio que huir por los túneles secretos hasta la sierra. -Llevamos ahí cuatro días –comentó el otro Guardián-. Hemos venido para tratar de recuperar algo, pero no es posible. Ciel les pidió que le llevaran ante su prima a expensas de los guerreros. -Es peligroso, señor. -¡Os lo ordeno! Los Guardianes intercambiaron una mirada y accedieron de mala gana. -No os separéis. Los Guardianes encabezaron el pequeño grupo, guiando Ciel y Sebastian por el laberinto, que en algunos puntos estaba también destruido. Por el camino, los Guardianes preguntaron por la ciudad. -¿Cómo está Londres? -Como siempre… -respondió ciel, pero su mayordomo le interrumpió. -Está en ruinas. No hay ni un alma por las calles. Ciel se paró de pronto al oír aquello. Pero si por el camino había visto el tranquilo y monótono paisaje londinense… ¿Por qué afirmaba Sebastian que estaba destruida la ciudad? -Amo… Es peligroso quedarse aquí. Sebastian tomó a Ciel en brazos y continuó corriendo tras los Guardianes, que explicaron la confusión del chico. -La Maestra sabía que ibais a venir, así que usó la Lágrima para crear una Londres falsa y evitar que el shock afectara al conde. -Lo que no sabía la señorita Galethe, era que el hechizo no surtía efecto conmigo –añadió Sebastian mriando hacia su amo, que seguía mirando al infinito. -Si no fuera por ese artefacto, hacía tiempo que estaríamos muertos… -¿Qué poderes tiene la Lágrima? –preguntó Sebastian, interesado en el tema. -Es bastante extraño… La Maestra la usó para hacer aparecer un gran ejército de caballería. Creemos que se trata del ejército de Dios, el que cuentan las leyendas que ayudó en una de las Cruzadas. -Sí, eso el primer día. Después, puede crear barreras contra las que chocan los ángeles, hace que caigan del cielo en pleno vuelo, que sus oídos sangren… De repente, se oyó un cañonazo muy cerca de donde estaban. -Ya estamos llegando. Ambos Guardianes guiaron al amo y su mayordomo hasta llegar a la sierra, donde había un pequeño campamento y más allá una cruenta batalla. Los Guardianes, fácilmente reconocibles por su uniforme, luchaban contra fuerzas místicas, superiores a ellos. Varios ángeles cuyas alas, desplumadas, se asemejaban a las de los murciélagos, trataban de hacerse con la Lágrima. -El número de hermanos ha caído en picado –comentó un Guardián preparando su arma-. Si yo fuera ustedes, no me arriesgaría el cuello. Los dos Guardianes fueron a auxiliar a sus compañeros, dejando a Ciel y Sebastian atrás. Ciel se despojó de su parche y le dio una orden a Sebastian. -¡Es una orden! ¡Tráeme la Lágrima! Sebastian depositó a Ciel en tierra, se arrodilló ante su amo y saltó al campo de batalla. -Yes, my Lord.
En la lucha, Sebastian se abría paso como podía, buscando a la Maestra. La encontró peleando codo con codo con Henry y varios allegados. En una mano tenía la Lágrima y en la otra una espada. Sebastian fue a su lado, sorprendiendo a la joven. -Sebastian… -Mi amo me ha pedido que recupere la Lágrima. Galethe alzó la mirada al horizonte, pero no encontró a su primo por ninguna parte. -Esto está perdido. ¡Vete y ponle a salvo! Galethe atravesaba con su espada a un ángel en ese momento. Sebastian seguía insistiendo. -Es una orden directa de mi amo y señor. No puedo desobedecerla… -¡No, Sebastian! ¡Vuestras vidas son más importantes! ¡Marchaos! Sebastian rió por lo bajo y se unió a la causa. -Al menos deja que la defienda. La batalla estaba reñida. Los ángeles eran poderosos ante los Guardianes, solo Galethe era superior a ellos. En cuanto se dieron cuenta, varios de ellos se abalanzaron sobre la joven, haciendo que cayera al suelo y perdiera la Lágrima. -¡Galethe! –gritó Henry al verla en el suelo. El shinigami se abrió camino como pudo hasta llegar a su lado. Galethe se hizo nuevamente con la joya y la aferró con fuerza. -¡Hay que detener esto! –exclamó Henry abrazándola y buscando desesperado una salida. Galethe apretó los dientes. Solo había una solución posible. Al reparar en su mirada, Henry negó con la cabeza. -No… Hemos luchado tan duro… -Es eso o estallar una guerra mundial. Galethe agarró la Lágrima de Dios y la golpeó contra el suelo, quebrándola en mil pedazos. El sonido de los cristales resonó por todo el campo. Los ángeles, al reparar en que el ansiado objeto había sido destruido, volaron como vampiros hacia Galethe. Henry replegó a las tropas, que formaron un escudo delante de su Maestra. -¡Mandadlos de vuelta al Infierno! –ordenó el comandante. Los ángeles chocaron contra los escudos de los Guardianes, rompiendo la frágil defensa. Los pocos ángeles que quedaban fueron masacrados a manos de Sebastian y de Galethe. En cuanto todo volvió a la normalidad, los Guardianes ayudaron a los heridos y los trasladaron a la Mansión Moonwood. Los muertos también fueron recogidos para darles un entierro digno. Aquella misión corrió a cargo de Henry como shinigami. -Vaya, vaya. Habéis conseguido detener todo esto –comentó una voz familiar a su lado. El Enterrador estaba apoyado en su enorme guadaña de plata viendo al joven shinigami recogiendo cinematic records. -¿Has venido a ayudarme? –le preguntó levantando su guadaña personalizada para recoger las memorias de un amigo. El Enterrador rió, cogió su guadaña y se marchó. -Mi presencia debería inquietarte, Scott. Henry no sabía a qué se refería hasta que cayó en la cuenta… -¡Galethe! ¡Galethe! Henry la llamó pero no contestaba. En un momento dado, se volvió y vio a Sebastian, de rodillas en el suelo, sosteniendo un cuerpo entre sus brazos… Era Galethe. -¡No…! ¡No, no, no…! Henry corrió a su lado, pero las piernas le fallaron y cayó al suelo, donde se quedó, mirando a su novia agonizando en brazos de un demonio. Mientras Henry lloraba, algo pasó a su lado: El Enterrador. Al ver que se dirigía para llevarse a Galethe, Henry se arrastró por la hierba, implorando perdón. -¡Déjala vivir! ¡Por favor! ¡Merece vivir! -Eso lo decidiré yo, Scott –dijo el Enterrador arrodillándose al lado de Galethe. Henry vio cómo el Enterrador hablaba con su nieta mientras le veía las heridas y le arrancaba de un tirón la espada que atravesaba su pecho de parte a parte. El shinigami levantó su enorme guadaña dispuesto a cerciorar la vida de su ahijada, que ya había cerrado los ojos. -¡Nooooooo! La guadaña se clavó en el pecho de Galethe, que quedó en suspensión unos momentos mientras su abuelo echaba un vistazo a sus recuerdos. Henry aún estaba a tiempo de salvarla. Con las pocas fuerzas que le quedaban, se incorporó y corrió a su lado. Justo cuando llegó, el Enterrador terminaba de ver las memorias de su nieta. Galethe se mantenía inmóvil ahora en brazos de su padrino. Sebastian observaba la escena con infinita curiosidad, algo que enervó al joven shinigami. De repente, Galethe abrió los ojos y tosió algo de sangre. -¿A-abuelo? –musitó volviéndose hacia el shinigami. -No pasa nada, chiqui –dijo este abrazándola con fuerza. Henry se unió al abrazo. Su novia había sido perdonada. -Oh, cuánto amor… -Pero, ¿por qué? –preguntó Galethe incorporándose. -Te has salvado por una única razón –dijo simplemente el Enterrador poniendo una mano sobre su vientre. Dicho esto, cogió su guadaña y se marchó. Henry abrazó y besó a su novia como nunca antes. Estaba tan contento de volver a verla con vida… Sebastian, asqueado por las carantoñas, se levantó y se marchó, dejando a la pareja sola. Tres días tardaron en rescatar a los supervivientes y enterrar a los muertos y eso que contaron con la ayuda de varios shinigami, entre ellos Grell y Will. Varias semanas en reparar la mansión y Londres y otros tantos días para…
-… ¿Y tú, joven Henry? ¿Aceptas a esta mujer como legítima esposa, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte os separe? -Acepto. -¿Y tú, joven Galethe? ¿Aceptas a este hombre como legítimo esposo, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte os separe? -Acepto. El día tan esperado por todos llegó al fin. La unión de Galethe y Henry tuvo lugar el verano del año 1888, un año mágico según ellos. La ceremonia tuvo lugar en la capilla de la mansión Moonwood y tanto el novio como la novia iban uniformados como Maestro y recién ascendido General de los Guardianes. A la ceremonia asistieron todos los discípulos de la pareja que sobrevivieron a la Batalla de los Ángeles y algunos nuevos que reclutaron, el conde Phantomhive y sus sirvientes y varios amigos shinigamis de Henry, como Will y Ronald. El padrino fue el Enterrador y la madrina… Tuvo que ser Grell ya que Henry no tenía padres y nadie más se ofreció. -Por el poder que me ha sido conferido, yo os declaro marido y mujer –Sebastian se volvió hacia Henry, sonriendo-. Puedes besar a la novia. Galethe lanzó lejos el ramo y rodeó con los brazos el cuello de su ahora marido. Ambos se fundieron en un cálido beso, envidiando a Grell, que precisamente había cogido el ramo. -¡Basy! Celebremos nuestro enlace también. El shinigami se abalanzó sobre el demonio, quien cerró el libro que llevaba de la mano y esquivó su ataque bajando de la tarima del cura. Los novios abandonaron la capilla a la manera de Henry, soltando una bomba de humo y desapareciendo. -Esa es su manera de decir que les dejemos solos –comentó el Enterrador. Finalizada la ceremonia, Ciel se reunió con el Enterrador. Había visto la batalla a lo lejos, pero no perdió un ápice de cada momento; además, tenía muchas preguntas cuyas respuestas solo las tenía el Enterrador. -En la funeraria dijiste que Galethe nos había usado como marionetas. -Cierto… -¿También a…? -¿A mí? Sí, nadie se ha librado. La mente de Galethe es retorcida y calculadora. No deja de ser un Hijo de la Luna, un ser por encima de los humanos, es comprensible. El plan principal de Galethe en todo momento fue librar a su familia de la maldición. -Pero, al principio solo buscaba respuestas… -Sí, es cierto. Al principio mantenía la pureza y la inocencia de un joven humana pero, a medida que avanzaba en sus investigaciones, se iba sumergiendo cada vez más en un mundo del que sabía no podía escapar. El mayor detonante fue el Libro de Santiago. Ese apóstol causó demasiados problemas. Galethe ha sido la primera de su familia en leer dicho libro, en saber la verdad. Su padre y su abuelo se dedicaron únicamente a vivir plácidamente con dos personalidades; Galethe ha ido más allá. -Entonces, en cuanto supo de la maldición quiso detenerla a toda costa, ¿no? -Exacto. Ha utilizado a todos a su alrededor para maquinar su plan, el cual se ha torcido en varias ocasiones. -El ritual de Inmortalidad. -Por ejemplo. Si no la hubiera avisado, otro gallo cantaría. Después de eso, los Cielos decidieron acabar con ella a que sirviera al bando equivocado. -¡La lista de Henry! El Enterrador dejó escapar una risita. -No sé a ciencia cierta por qué le dieron un mes de tregua. ¿Quizá para que se retractara de sus actos? ¿O quizá para preparar su gran ejército de ángeles insurgentes? No lo tengo del todo claro. De todas formas, Galethe le ha usado como perro de la Reina para que ésta no pueda hacerle daño a ella y a su Orden. Usted ha sido su pieza maestra, conde. Su estatus, su posición… pero ante todo, su relación con la Reina. Tras ese gran escudo ha estado Galethe todo este tiempo. Ciel apretó los puños con fuerza. Sabía que su prima le había usado como señuelo en varias ocasiones, como en el rito de Inmortalidad para proteger a Sebastian, pero de ahí a aprovecharse de que era el perro guardián de la Reina… -Por otra parte, usted ha sufrido mucho con respecto al tema familiar. Galethe me acabó confesando que usted sería incapaz de hacerle nada a algún familiar; y ella era la única que quedaba con vida a pesar de que no se conocían desde hacía mucho tiempo. Hubo un breve e incómodo silencio que Ciel rompió para preguntarle al Enterrador su participación en aquella historia. -Yo… Galethe me usó sobre todo para que le diera información. Sabía desde el principio que me estaba utilizando para sus planes pero no la detuve porque no me afectaba en absoluto. Es más, me parecía interesante ver el resultado. Le di información acerca de todo. Mi larga vida y experiencia resultaron muy enriquecedoras. -¿Nunca supo que era un shinigami? –preguntó Sebastian. -No. Hasta que supo acerca de la maldición no sabía nada. Esa es otra. El alfil, por así decirlo, era la lista que le robó a Grell. Gracias a esa lista redujo a un par semanas un proyecto que podría haberse prolongado por meses, puede que años. Me parece que todavía no se la ha devuelto… -Grell podía matarla si quisiera… El Enterrador rió. -Te recuerdo que Galethe es abogada (cuando le interesa). Se apropió de esa lista e hizo todo lo posible para no devolvérsela empleando para ello las leyes tanto de los shinigamis como de los humanos. Además, Grell es fácilmente manipulable. Por otra parte, cuando Henry entró en su vida… No sé si después de lo que vivió con sus anteriores novios no escarmentó al respecto. No, no creo fuera amor a primera vista. Más bien Galethe lo ha estado utilizando para el plan más enrevesado de todos. Uno al que tuvo que echar mano hace relativamente poco y gracias al cual salvó su vida hace apenas un mes. Ciel abrió mucho los ojos, cayendo en la cuenta. -¿Por qué le perdonaste la vida a Galethe? –preguntó por fin. El Enterrador rió, indeciso en si decírselo o no. Al final le contó la verdad. -Tengo que darle la enhorabuena, conde. -¿A qué te refieres? -Je, je… Va a ser tío. Ciel abrió los ojos como platos junto con el resto de shinigami y Sebastian. -¿Quieres decir que…? –empezó, pero las palabras no salían de sus labios. -Sí, joven conde –el Enterrador terminó por él la frase-. Galethe está encinta. Al tener un niño creciendo en su interior, no pude matarla pues es el futuro Hijo de la Luna.
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| | | Evangeline Reina de las letras
Cantidad de envíos : 70865 Localización : Anywhere Fecha de inscripción : 03/08/2011
| Tema: Re: Black Butler: Luna de Sangre Vie Ago 30, 2013 11:07 am | |
| No comentare nada aqui, aparte de que espero el siguiente capitulo, y gracias por publicar | |
| | | Hwesta Duque
Cantidad de envíos : 1263 Edad : 31 Localización : Por ahí andaré Fecha de inscripción : 14/08/2013
| Tema: Re: Black Butler: Luna de Sangre Sáb Ago 31, 2013 8:27 am | |
| Bueno, pues llegamos al final de la historia (justo al final de agosto xD). Espero que lo hayáis disfrutado y os agradezco mucho el haber leído el fanfic. Muchas gracias a todos y nos veremos con la secuela, que ya está en marcha - Spoiler:
18. Su Mayordomo, Matrona
No se volvió a saber nada de Henry o de Galethe hasta pasado un mes de su boda. En Londres, la temporada social empezaba y Ciel se veía obligado a asistir. En una fiesta a la que fue invitado, Ciel sacó a bailar a una mujer al azar. Hasta que no estuvieron en la pista de baile no reparó en que era su prima. -¡Galethe! -Tampoco he cambiado tanto en un mes –bromeó la chica, sonriendo. Ciel bajó la mirada hacia su vientre, pero por ahora no había indicios relevantes de su embarazo. En ese momento llegaba Henry para quitarle la pareja. -Es mi esposa –dijo bromeando-. ¿Qué tal te va, Ciel? –le preguntó estrechándole la mano. Los dos primos empezaron a hablar animadamente, momento en el que Galethe fue arrastrada a la pista de baile por… -¡Basy! –exclamó eufórica. La sonrisa de Sebastian no denotaba precisamente felicidad, sino un sentimiento más oscuro… -¿Ocurre algo? –le preguntó preocupada. -Quisiera tratar varios asuntos. En primer lugar, mi señor lleva meses posponiendo su detención por orden de la Reina. -Ese asunto es agua pasada, Sebastian –dijo la chica, asombrando al mayordomo-. Verás, la Reina ya sabe quién soy y qué soy. Nos ha tachado como una organización criminal y terrorista después de lo de la Lágrima. Por eso tuve que herir a Ciel, además de que necesitaba la Lágrima. Si hería a Ciel, la Reina entendería que no somos tan cercanos como aparentamos y le vería con otros ojos. Por otra parte, Ciel hace tiempo que tiene otras órdenes. Lo que no entiendo es cómo puede seguir a mi lado, sabiendo que soy enemiga de la Reina… -Porque el pueblo la adora, señorita Galethe, e ir en contra del pueblo en beneficio de su Majestad podría acarrearle problemas al joven amo a nivel social y para su empresa. Además de que toda la Orden de los Guardianes está formada por gente humilde que en su día formó parte del pueblo llano. La Reina les odia principalmente porque, si usted da la orden, podría levantar a toda una nación contra el Gobierno, contra la Corona. Es por eso que dudo mucho que la Reina tarde en ponerla bajo arresto. La Reina está presionando al joven amo bastante… -No pasa nada. Total, ya va a acabar todo. Desapareceré de su vida enseguida… Un par de lágrimas brotaron de los ojos de la Guardiana. Sebastian las recogió con la yema de los dedos. -Ese era el otro tema a tratar. Ambos sabemos por qué se libró de la muerte hace apenas un mes. Usted sabía que su condición como Hijo de la Luna le obligaba a engendrar otro Hijo a la Luna. Por eso no podía morir. Al menos por ahora. La osadía mostrada ante Angela durante el ritual de Inmortalidad le acarreó numerosos problemas y por consiguiente, su vida corría peligro. Por eso, ante una amenaza inminente de muerte tenía que hacer algo. Necesitaba traer un niño a este mundo o los Ángeles se llevarían su alma. Por eso tenía tanta prisa en casarse y, ahora que está encinta, ¿qué espera que sea? Galethe no respondió sino que se limitó a mirar a Sebastian fijamente a los ojos mientras seguían bailando. -Me refiero a que si espera que sea hijo del señor Henry… o mío. Galethe abrió los ojos mucho e instintivamente sacó uno de sus cuchillos y apuntó al demonio, que ni se inmutó. -Estaba desesperada y me pidió ayuda –dijo Sebastian, disfrutando del momento-. Hice con un usted un contrato a pesar de que ya tengo amo. Por ahora solo se puede esperar a que el niño vaya creciendo poco a poco hasta que nazca. El color de sus ojos será su mayor delatador. Si los ojos son verdes, será hijo de Scott, pero si sus ojos son rojos… El niño será mío. ¿Qué conmoción causará en los Cielos? El hijo de un demonio y de un Hijo de la Luna. Algo imperdonable, intolerable. ¿No tiene miedo? Galethe retiró el cuchillo y se encogió de hombros. -Ah, ¿era eso? Pensé que te referías a otra cosa. Sebastian no podía creer lo que estaba oyendo. Aquella chica, para eludir una muerte segura a manos de sus superiores, había contratado los servicios de un demonio para prolongar su muerte. La criatura que surgiera de su unión sería un engendro a ojos de los Cielos y aun así no tenía miedo… Sebastian decidió marcharse, dejándola en manos de otra pareja de baile. «A lo mejor sabe que su hijo es de Henry y no mío» pensaba el mayordomo mientras volvía junto a su amo «Je, menuda estupidez. Hizo el contrato, su alma me pertenece en cuanto nazca el niño…» Lo único que podía hacer por ahora era esperar…
-Así que tal vez el niño sea del mayordomo, ¿no? Días atrás, Galethe se había reunido con su abuelo, el Enterrador. -Vaya planes más enrevesados tienes para librar a tu familia de una maldición –comentó mientras comía sus galletas-. Se te daría bien el ajedrez, sí. -En realidad, fui yo quien le enseñó a Ciel… Pero ese no es el caso. Hice un contrato breve con Sebastian y hasta ahora todo ha salido según lo planeado. -Ya, le pediste que te ayudara a romper la maldición. Como por entonces no habías conocido a Scott, no estabas tan segura de tener pareja con la que engendrar un hijo a Mun. El mayordomo te ha ayudado en un plan retorcido y largo. Después de que te dijera que el rito era falso, sabías que enfrentándote a los ángeles te ganarías su desprecio y quizá así poder librarte de la maldición, pero no fue así… Cuando los ángeles decidieron darte muerte, solo te quedaba una salida: quedarte encinta. Entonces le pediste ayuda a Sebastian y el plan surtió efecto. Pero, ¿qué pasará ahora? ¿Qué pasará cuando nazca la criatura? Galethe agachó la cabeza, compungida. -Da igual. El Mesías nacerá y traerá la paz al mundo… -Lo viste en la Lágrima de Dios, ¿no? Por eso querías la Lágrima, para ver un futuro que jamás llegarás a vivir, no para protegerla de malas manos. Eres muy fría, cariño. Galethe inspiró profundamente y soltó el aire despacio. Su abuelo había acertado en todo. Es lo que tiene ser tan mayor… -Sí –confesó-. Lo que no entiendo todavía es la destrucción y la muerte que vi. Si mi hijo va a crear un nuevo mundo, ¿a qué vienen esas imágenes? -Je, je… Tal vez no salve el mundo como pensamos que va a hacer…
Ocho meses más tarde En la Mansión Phantomhive se disfrutaba de una alegre fiesta de Pascua. La fiesta fue privada y reservada solo a familiares. Entre los invitados figuraban Elizabeth y una Galethe a punto de dar a luz. -Ya dentro de poco sabremos si es niño o niña –Henry estaba muy emocionado. -Recuerda la maldición, Henry. Si es niño, me matarás nada más nazca. Si es niña… -Entonces, deseo que sea niña y poder vivir todos juntos y felices. En un momento de la fiesta, Galethe se arrodilló en el suelo, preocupando a Henry, que no se separaba de ella en ningún momento. -¿Galethe…? -Henry… He roto aguas –dijo la joven empezando a respirar con dificultad. Henry llamó a Sebastian para que fuera a su lado. -¿Ocurre algo, señores? -Es Galethe. Ya está de parto. Llévala a una habitación y prepáralo todo para el nacimiento del niño. Yo avisaré a Careo. Henry le dio un beso a su novia y se marchó corriendo de allí. Los demás invitados estaban tan centrados en la fiesta que no repararon en la ausencia de la pareja y del mayordomo. Sebastian tomó en brazos a Galethe y se la llevó escaleras arriba. -Por fin. En unas horas sabremos la verdad. ¿No estás nerviosa? Galethe se aferraba al cuello del demonio bien por odio hacia su despreciable sarcasmo, bien por el terrible dolor que estaba padeciendo. -Hacía mucho que no veía un parto. Y nunca había participado en uno. Sebastian la llevó a una habitación para invitados y la dejó en la cama no sin antes retirar la colcha, dejando solo las sábanas. -No hay nada más sangriento que un parto –explicó el mayordomo poniendo la colcha a un lado-. Es por eso que prefiero que se manchen las sábanas a una colcha de primera calidad. Sebastian aprovechó hasta que llegaran los médicos para acomodar a la parturienta poniéndole almohadas en la espalda y facilitando el alumbramiento. -Bien, apoye los pies en mis hombros. Sebastian le hizo un reconocimiento rápido hasta que llegaron los médicos con el marido de Galethe. -Déjeme, por favor –le pidió Careo a Sebastian, que se hizo a un lado. Tras un breve vistazo, Careo anunció su diagnóstico-. Todavía le queda bastante hasta que empiece el parto.
Careo pidió a Henry que se marchara y esperara fuera con Ciel y el Enterrador, que había sido avisado. -No traigas mala suerte –dijo Ciel mirándole de reojo. -Vengo en calidad de abuelo. De todas formas, el padre también es shinigami… -No traigamos malos augurios –dijo Henry, que estaba más nervioso que nadie. Las siguientes horas fueron eternas para Ciel y Henry, sobre todo. De vez en cuando veían a Mey-Lin salir e ir a por toallas calientes, pero no podía pararse a informar. -Y, ¿cómo lo vais a llamar? –preguntó el Enterrador para animar el ambiente. Henry se volvió como si le hubieran sacado de un trance. -¿Cómo…? ¡Ah! Pues si es chico queríamos llamarlo Adolf, que significa guerrero-lobo y ambos son símbolos de los Guardianes. Y si es niña, Letizia, que significa alegría y fertilidad. -Vaya, no son nombres bíblicos, por lo que veo –comentó el Enterrador, sonriente. -No… A mí también me llamó la atención que los nombres no fueran bíblicos sabiendo que Galethe… Dentro de la habitación se oía a los médicos hablar entre ellos, animando a la parturienta y los gritos desgarradores de esta hasta que por fin… Una palmada y el llanto de un niño anunciaron que la agonía había cesado. En ese momento, se abrió la puerta y salía Sebastian, sin chaqueta y con la camisa llena de sangre. Llevaba en los brazos un bultito envuelto en una toalla y sonreía con amabilidad. -Enhorabuena, señor Henry –dijo tendiéndole el bulto-. Es un niño. Henry tomó la toalla en brazos y miró al recién nacido, su hijo. Emocionado, compartió el momento con Ciel y el Enterrador. -Adelante, cógelo –lo animó Henry. Ciel tomó a su sobrino en brazos con bastante miedo. Cuando el bebé empezó a llorar, se lo dio a Sebastian, quien volvió dentro del cuarto seguido de Henry. Galethe dormitaba mientras el equipo médico de los Guardianes recogía sus instrumentos y se marchaba dando las últimas instrucciones. -Déjenla descansar, se lo merece. Sebastian y Henry dejaron a la madre y al niño solos, que descansaran. Sebastian fue a cambiarse y Henry no salía de su emoción. -Sigo sin poder creerlo. -Es normal al principio –comentó el Enterrador-. Luego empiezas a cambiar pañales y quieres que vuelva al lugar de donde salió. Era la madrugada del 20 de abril de 1889 cuando nació el nuevo Hijo de la Luna. Ciel, cansado, se retiró y el Enterrador fue a hacer compañía a su nieta, quedándose solos Sebastian y Henry. -Estará emocionado, ¿no? –dijo Sebastian mientras apaga las luces del pasillo. -Sí… La verdad es que sí. Es una sensación extraña… -Cierto, comparto su sentimiento, señor Henry. Henry se volvió hacia Sebastian sin entenderle muy bien. -¿A qué te refieres? –preguntó. Sebastian se volvió mostrando una sonrisa diabólica. -Oh, nada, simplemente que sé lo que se siente al ser padre. -Tú… ¿Has sido padre alguna vez? –preguntó Henry, fascinado. -Sí, esta noche. Aquello le chocó un poco a Henry, que siguió interrogándolo sin acabar de aceptar la verdad. -¿Y eso? Sebastian terminó de apagar las luces del pasillo. La luz del candelabro que portaba en su mano derecha le daba un aire aún más siniestro. -Admítalo, señor Henry. Su hijo en realidad es mío. Henry se quedó petrificado, casi sin respiración al oír aquello. Poco a poco empezó a reírse, sorprendiendo al mayordomo. -¡Muy buena, Sebastian! Por un momento me lo he creído… -Es que es verdad. Hace poco pudimos verle los ojos… No son verdes, sino rojos. La expresión en el rostro de Henry empezó a tornarse desafiante y peligrosa. -Repite eso si te atreves. -Encantado: Adolf es mi hijo. Henry estaba tenso y en cualquier momento podía abalanzarse sobre el mayordomo. -Galethe me pidió ayuda hace casi un año. Por entonces no se conocían y no esperaba encontrar el amor. Era la única manera de librarse de la maldición. Al ser hijo de un demonio, nadie en los Cielos le querría, sería despreciado por los ángeles y apóstoles. ¿Quién iba a imaginarlo? Pero sí, Adolf es descendiente mío. Sangre de mi sangre. Y no puede hacer nada por cambiarlo. -No… ¡No! El bello rostro del shinigami reflejaba la locura y la ira de una manera terrorífica. -Entonces… Es hijo de un demonio… Henry, arrastrado por la locura corrió al cuarto donde descansaba Galethe y trató de abrir la puerta, en vano. -¡Abre! ¡Maldita sea, abrid! -Scott, deja dormir a tu mujer… -dijo la voz del Enterrador desde dentro. -¡Es hijo de un demonio! ¡Debe morir! –exclamaba mientras aporreaba la puerta con fuerza. -¿Eh? ¿Os habéis pasado con la bebida? -¡No toleraré que viva en este mundo! ¡Nada bueno puede venir de él! Henry consiguió derrumbar la puerta. Sus ojos, inyectados en sangre, estaban fuera de sí, mas el Enterrador que sostenía al niño no se inmutó. -Aún no es su momento, Scott. Te recomiendo que vayas a… -¡¡Aaaghhhh!! Henry se lanzó sobre el Enterrador, le arrebató el bulto de entre las manos y lo tiró por la ventana. La maldición que tanto tiempo había perseguido a los Moonwood, se había roto. -Vaya… Por primera vez en más de mil años, muere el hijo antes que los padres. Al ver la tragedia que había acontecido, Henry se llevó los brazos a la cabeza. -Qué… ¿Qué he hecho? -Librar a los Moonwood de una terrible condena –respondió el Enterrador cortándole la cabeza con su guadaña.
-Era un plan arriesgado. -Sí, pero la única manera de acabar con la maldición. Ahora el niño podrá vivir en paz. Galethe y Sebastian estaban en la habitación contigua a la que estaba el Enterrador con su hijo. -El plan ha salido a la perfección. Muchas gracias, Sebastian. -Tiene una mente retorcida, señorita Galethe. Galethe rió por lo bajo. -No, simplemente me organizo bien. Cuida bien de Adolf, por favor. Amoldarse a un mundo que no es el suyo debe de ser bastante duro. En ese momento entraba el Enterrador arrastrando el cuerpo sin vida de Henry. -Ya está –anunció enseñando el cadáver del shinigami. -¿Era necesario matarlo? –preguntó Sebastian. -Je… Hemos roto la maldición, pero el precio a pagar es el mismo: las vidas de los padres. Además, el abuelo es un desertor. No le pueden decir nada en Administración por haber matado a un shinigami. -Y aunque lo hagan. Galethe se volvió en ese momento a Sebastian. -Bueno… Un trato es un trato, Basy. Te has ganado mi alma. Sebastian respondió a la cansada pero sincera sonrisa de Galethe con otra de las suyas. -Descansa en paz –dijo antes de tomar su alma.
-Se… Sebastian… -Esto no va bien… -Doctor, ¿qué hacemos? -Cesárea, no hay otra manera. Durante el parto, hubo complicaciones, entre ellas, el nacimiento del bebé. Al nacer con los pies por delante tuvieron que practicarle a la madre una cesárea. Sebastian preparó un sedante y antes de inyectárselo a Galethe, esta le dijo al oído. -¿Te has dado cuenta? -¿De qué? -Viene… Vienen mellizos… Lo vi en la Lágrima…
Tras la terrible tragedia, todos los habitantes de la Mansión Phantomhive trataron de olvidar lo ocurrido. Los padres y el niño habían muerto… O eso creían. -Es difícil matar al hijo de un demonio pero, curiosamente, Adolf ya no estaba en el jardín cuando salí a buscarlo. No sé qué habrá sido de él… Sebastian se había reunido con su amo en el despacho de este para contarle la verdad. El conde estaba mirando por la ventana, dándole la espalda. -Supongo que Mun se lo llevaría de todas formas… -Quería que fuese el padrino en el bautizo –dijo Ciel con un nudo en la garganta-. Supongo que ya no podrá ser. -Oh, señor, ¿no se lo había dicho? Eran mellizos. Ciel se volvió hacia su mayordomo, que sonreía como siempre. -¿Me-mellizos? -Sí, un niño y una niña. Para ser mi primera vez, me ha tocado el gordo, la verdad.
El funeral de Henry y Galethe fue breve y tranquilo. El cuerpo del shinigami fue introducido en la cripta de los Moonwood junto con el cuerpo de Galethe, que no tenía alma y por consiguiente no podía gozar de la paz eterna en el Cielo con sus ancestros. -Un riesgo que abrazó con tal de librar a su familia de la servidumbre eterna –comentó el Enterrador cerrando la puerta del Panteón-. Creo que mi trabajo aquí ha terminado. Este Panteón no volverá a ser abierto… -¿Qué me dice de mi ahijada? –preguntó Ciel refiriéndose a la hija de su prima. El Enterrador guardó silencio, pensativo. Aquello era una posibilidad, pero tan escasa que apenas le dio importancia. -No creo que se preocupe por recuperar lo que su madre quería destruir. No se preocupe, conde. Galethe lo planeó todo al milímetro. No me he dado cuenta hasta ahora, necio de mí. ¿Sabe por qué Galethe le pidió ayuda a su mayordomo? Ciel le miraba fijamente mientras Sebastian sonreía. -Por el mero hecho de ser un demonio. ¿Cómo no me he dado cuenta antes? Un hijo de un demonio no puede ser aceptado en el Reino de los Cielos. Galethe en verdad ha librado a los Moonwood de una larga y tediosa maldición pero, ¿es peor el remedio que la enfermedad? El Enterrador rió por lo bajo mientras Ciel apretaba los dientes. Segundos más tarde se relajaba. Ya todo daba igual. Estaban muertos y él y la niña vivos. De vuelta a casa, Sebastian le preparó el té de la tarde a su amo. -Te veo más feliz que de costumbre –comentó el conde al reparar en la amplia sonrisa de su mayordomo. -Acabo de ser padre, joven amo. ¿Cómo no voy a estar…? -Sebastian, dijiste que nunca mentirías… -Y no miento señor. Estoy feliz por ser padre, de verdad. Aunque hay otro factor que también me alegra. Ciel desvió la mirada. -Es tu hija y mi ahijada… -Por lo que el contrato tendrá que alargarse un poquito más. La espera merecerá la pena, señor. Estoy seguro…
Como última voluntad de Henry y Galethe, Ciel y Sebastian bautizaron a Letizia, la hija de Sebastian y Galethe, en la iglesia donde también se celebró su funeral. Al ser Ciel el padrino y Sebastian el padre, la niña tendría que vivir con ellos en la mansión Phantomhive y sus consecuencias. -No dejas de ser mi mayordomo a pesar de tener una niña a tu cargo –comentó Ciel mientras abandonaban la iglesia. -Sí, joven amo –Sebastian estaba encantado con su nuevo rol de padre. -Tendrás más ratos libres para cuidar de ella. -Se lo agradezco porque, aunque es hija mía, es en parte humana. No sé al cien por cien si es más humana que demonio o al revés. Ciel y Sebastian abandonaron la iglesia y volvieron a la Mansión Phantomhive. Tenían mucho trabajo atrasado.
-Ha llegado a mis oídos que tiene una pareja, señorita Galethe. Sebastian visitó a la condesa en su mansión una noche de madrugada. -Veo que ya conoces a Henry. -Dígame, ¿qué piensa hacer? -Tenemos un contrato. Seguimos adelante con el plan. De todas formas no le amo. Simplemente es otro peón más en mi tablero. Sebastian sonrió con malicia al oír las duras palabras de Galethe. -Es cierto que al nacer el niño sabrá que le he engañado. Por eso te he llamado. Tengo un plan…
Epílogo La Orden de los Guardianes desapareció para siempre al no tener un nuevo líder. La hija de Sebastian y Galethe vivió apaciblemente junto a Ciel y su padre hasta que decidió irse a vivir a Alemania con 25 años. Allí, supo que su hermano gemelo no había muerto y, tal y como decía la profecía, Adolf rompió los cimientos de la vieja era y gracias a la Primera y Segunda Guerra Mundial, el mundo cambió. A diferencia de Letizia, que había sido criada debidamente, Adolf tenía problemas mentales debido a su naturaleza como demonio. Quiso recuperar la antigua gloria de los Guardianes, adoptando la cruz templaria como símbolo y ansiando una raza de piel blanca, pelo rubio y ojos claros: los nuevos Hijos de la Luna. Persiguió a aquellas razas que consideraba impuras y sucias con ayuda de Angela. La profecía estaba en lo cierto, él era el Mesías. Puede que no como se lo imaginaban pero, ¿qué se iba a esperar del hijo de un demonio?
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| | | Evangeline Reina de las letras
Cantidad de envíos : 70865 Localización : Anywhere Fecha de inscripción : 03/08/2011
| Tema: Re: Black Butler: Luna de Sangre Sáb Ago 31, 2013 3:28 pm | |
| Wow, pero que final, cuando lei que se llamaria Adolf, y luego la fecha de nacimiento me imagine que te referias a Adolf Hitler, pero ¡¡como!! XD
Fue un final inesperado, pero muy bueno, te felicito por la historia, sin duda muy original
Gracias por publicar | |
| | | Hwesta Duque
Cantidad de envíos : 1263 Edad : 31 Localización : Por ahí andaré Fecha de inscripción : 14/08/2013
| Tema: Re: Black Butler: Luna de Sangre Dom Sep 01, 2013 7:34 am | |
| Muchísimas gracias Evangeline Pues la secuela ya sabes de qué va a ir. De nuevo muchas gracias por leer y por opinar y nos vemos en la segunda parte | |
| | | Evangeline Reina de las letras
Cantidad de envíos : 70865 Localización : Anywhere Fecha de inscripción : 03/08/2011
| Tema: Re: Black Butler: Luna de Sangre Dom Sep 01, 2013 3:05 pm | |
| De nada, me ha gustado mucho la historia y la forma en la que narras
asi que leeré lo siguiente que publiques sin falta, solo avisame por ahi XD | |
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| Tema: Re: Black Butler: Luna de Sangre | |
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| | | | Black Butler: Luna de Sangre | |
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