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| En esta Mansión Uno no se Aburre | |
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Autor | Mensaje |
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Hwesta Duque
Cantidad de envíos : 1263 Edad : 31 Localización : Por ahí andaré Fecha de inscripción : 14/08/2013
| Tema: En esta Mansión Uno no se Aburre Miér Oct 16, 2013 4:30 pm | |
| Esto es una sátira de Kuroshitsuji. ¿Cómo es Ciel en sus ratos libres? ¿Y Sebastian cuando no le ve nadie? En cierto modo, es una parodia del manga que se me ocurrió estando aburrida en clase. Enjoy! - Capítulo 1:
Amanecía un nuevo día en la Mansión Phantomhive. Eran las siete de la mañana, hora de levantar al joven amo. Su fiel mayordomo, Sebastian Michaelis, entró como cada mañana y corrió las cortinas, dejando que la luz del sol entrara en la habitación.
-Hora de levantarse, joven amo.
El joven amo, Ciel, seguía sobado en la cama, espatarrado, roncando como un descosido y babeando como un bulldog. Al verle, Sebastian se llevó una mano al rostro como diciendo “¿Qué voy a hacer contigo?”. El mayordomo trató de despertarle, pero Ciel se daba la vuelta o le propinaba bofetadas en la cara. Cabreado, el mayordomo agarró las sábanas y las sacudió, haciendo que el joven conde cayera al suelo, despertándose.
-Arriba de una vez, cojona –gritó el mayordomo, hastiado.
-Egunon*, Sebastian –dijo Ciel bostezando.
*Buenos días en euskera.
-Egunon, Egunon –Sebastian carraspeó y volvió a mostrar su cara de mayordomo bueno-. Para el desayuno de hoy he preparado té rojo y cereales y trigo tostado con una fina capa de leche fermentada y sal.
-Amos, que has preparado té rojo y tostadas –dijo Ciel incorporándose-. A veces eres demasiado refinado, Sebastian.
Sebastian aguantó las ganas de abofetear al niño, lo vistió y ambos bajaron a desayunar. Al pie de las escaleras esperaba el resto del servicio, que al ver al joven amo le dieron los buenos días.
-¡Buenos días, señor!
-Egunon, funtzionario* –dijo Ciel pasando olímpicamente de ellos.
*Siervos en euskera.
En cuanto Ciel hubo entrado al salón para desayunar, Sebastian echó de allí al servicio para que empezara a trabajar.
-¿Sus vais a quedar ahí plantaos toa la mañana? ¡Al tajo!
Los sirvientes salieron despavoridos y se pusieron manos a la obra. Mientras Ciel desayunaba, Sebastian le leía las noticias, ahora con acento refinado.
-“La economía del país aflora mientras que los demás países europeos…” “El tiempo para esta mañana será nublado con pocas probabilidades de precipitación…” Justo en ese momento, un rayo cruzó el cielo y empezó a llover como si fuera el diluvio universal. Ciel se movió hacia un lado para mirar por la ventana con cara “Eh, ¿hola?”
-Antes lo dices, Sebastian –comentó mientras comía su tostada-. Se nota que el eguraldia* no está teniendo su mejor temporada. ¡No para de equivocarse!
*Tiempo climatológico.
Después de desayunar, comenzaban las clases del conde Phantomhive. Como llovía a cántaros, sus tutores no podían venir así que Sebastian se encargaría de sus clases del día.
-Más fuerte, joven amo.
-¡No puedo más!
-¡Empuje más fuerte! No estoy sintiendo nada.
-¡Yaah!
Antes de comenzar la primera clase, a Sebastian le apeteció encerrarse con Ciel en su cuarto, candar y echar un… pulso. Claramente, el demonio ganó.
-Qué flojo es, señor –comentó burlón el mayordomo.
-¡Serás desgraciao! –gritó el niño frotándose la mano dolorida-. ¡Haberte dejado ganar!
Ahora sí, comenzaron las clases. La primera de ellas fue Música, donde Ciel aprendía a tocar el violín.
-Adelante, joven amo, o como dicen los jóvenes hoy día: “¡Dale caña!”
Ciel empezó a tocar de manera desafinada, provocando unas terribles migrañas en el mayordomo, que le arrebató el arco de las manos.
-¡Lo está haciendo fatal! –exclamó golpeándolo por inercia con el arco.
-La culpa es del cacho palo ese –se defendió el niño señalando el arco del violín.
-¿Casho palo? Uy, que me sale mi vena sureña –Sebastian carraspeó-. Le enseñaré cómo hacerlo, observe.
Sebastian empezó a tocar lentamente hasta que se emocionó y, dejándose llevar, comenzó a tocar notas imposibles, dejando al conde con la boca abierta.
«¿En serio quiere que toque eso?» pensó mientras veía a Sebastian dándolo todo.
El demonio paró al cabo de un rato y le dijo a Ciel que lo intentara.
-¿No se ha acabado la klasean*?
*Clase.
-Inténtelo, señor.
A la segunda vez, Ciel seguía desafinando por lo que, desesperado, Sebastian decidió acompañarle con una guitarra.
-¡La biolina* y la gitarra* no son compatibles! –exclamó Ciel.
*violín y guitarra
-Era el instrumento más a mano que tenía.
-¿Qué quieres que toque? ¿Los clavelitos?
-No, que seguro que vienen los otros a cantar –saltó Sebastian como si le hubieran dicho que iba a visitarlos Karmele Marchante.
Demasiado tarde. Meylin, Bard y Finny se habían presentado allí dispuestos a cantar a todo pulmón. Tanaka por su parte también fue, vestido de faralaes.
-Esta es la verdadera razón de que llueva, ¿verdad? –dijo Ciel, flipando en colores. Sebastian arrancó a tocar sin permiso y el resto de sirvientes empezaron a cantar, desafinando. En cierto modo, no se oía el violín. Cuando terminaron la canción, Sebastian agarró la guitarra por el mástil y de un guitarrazo mandó a los sirvientes a tomar viento.
-¡Ahora dejad de hacer el payaso y seguid trabajando, josú!
Y así fue como nacieron las aerolíneas Michaelis.
La siguiente clase era la de Geografía. Sebastian colocó un mapa en un trípode y empezó a señalar distintas partes del mundo para que Ciel las nombrara.
-Señor, recuerde, ningún sitio es el “culo del mundo”.
Sebastian señaló Finlandia.
-Un lugar frío… Frinlandia.
Sebastian seguía con su misma expresión feliz pero por dentro estaba pensando “Ay, señor, llévame pronto”. Ahora señaló Italia.
-La bota.
Sebastian le dio la vuelta al mapa, mostrando un nuevo continente y siguió señalando: Japón.
-El lugar donde vive la emakumea* que nos creó.
*Mujer.
Sebastian señaló China.
-… El culo del mundo.
Finalizada la clase de Geografía, pasaron a la de Matemáticas. Aquel día tenían examen.
-Primera pegunta, joven amo: 4x4
-Un todoterreno.
-Segunda pregunta: 3x2
-La oferta del Carrefour.
-Tercera pregunta: 0+5
-Por el culo te la hinco.
-Cuarta pregunta: si tenemos seis huevos y se nos caen todos. ¿Cuántos huevos nos quedan?
-Cuatro. Los tuyos y los míos.
-Quinta pregunta: para transportar dos litros de agua tenemos un cubo de un litro. Si hemos llevado un cubo de agua. ¿Qué nos queda?
-Otro viaje.
-Sexta pregunta: Hemos preparado una barbacoa con siete costillas para siete amigos. ¿Cuántas se come cada uno?
-Me las como yo todas y anda y que les den a los otros.
-Séptima pregunta: Si un tren sale de Dublín a 140 km/h y otro de Londres a 160 km/h, ¿cuál llegará antes a París?
-¿Un tren puede ir a 160 km/h?
-*suspiro* Octava pregunta: el ángulo de un triángulo rectángulo es de 90º. Su cateto menor mide 5 cm y el cateto mayor 8. Halle la hipotenusa del triángulo.
-Eh… Esto… Pido el comodín del público.
-Novena pregunta: Si tiene tres pasteles y se come dos. ¿Cuántos pasteles le quedan?
-Si tengo tres pasteles me los como todos.
-Última pregunta: Son las cinco de la tarde. ¿Cuánto tiempo ha transcurrido desde esa hora hasta las dos de la mañana del día siguiente?
-Sebastian, son las doce no las cinco.
-Imagínese que son las…
-No, nada de imaginarse. Son las doce, a mí no me engañas.
Tras quince minutos discutiendo sobre la hora que era, pasaron a la siguiente clase, Francés.
-Muy bien, señor. ¿Cómo se dice mujer en francés?
-Femme –respondió el niño, confiado.
-Muy bien. Dígame una frase empleando dicha palabra –Sebastian puso cara de joder.
-Eh… -Ciel pensó un rato hasta que por fin dio una respuesta-. Femme enamora el alma. Femme enamora…
Sebastian era ahora el que flipaba en colores.
-No hace falta que cante la Pantoja, señor. Bien, dígame el passé compossé del verbo être…
Después de las clases, Ciel fue a tomar el almuerzo preparado por Sebastian.
-Aquí tiene, señor: un bocata jamón, con tomate y aceite.
-Esto es el pan tumaca de toda la vida –dijo Ciel mordiendo el bocata-. `Tá bueno al menos.
Mientras el joven conde tomaba el almuerzo, Sebastian se asomó a la ventana para ver qué tal estaban haciendo los sirvientes su trabajo. Ya había dejado de llover, pero el suelo estaba encharcado. Finny cortaba los setos mientras Meylin tendía la ropa.
-¡Finnian! –lo llamó Sebastian; el chico levantó la vista y lo saludó con la mano-. Tengo un trabajillo para ti.
-¿Un trabajo? –los ojos de Finny relucían, emocionado. Sebastian se había dado cuenta de todo el esfuerzo que estaba poniendo y por fin obtendría su recompensa.
-Sí, es un trabajo muy sencillo –dijo Sebastian, asomándose por la ventana y sonriendo ampliamente-. ¡Quita la pata del parterre! –la expresión del mayordomo cambió radicalmente.
Finny miró hacia abajo y vio con horror que estaba pisando un parterre de rosas. El chico empezó a llorar y a tratar de enmendar su error. Sebastian se golpeó la frente con la mano y ya iba a bajar a arreglarlo cuando oyó un grito y un fuerte golpe.
-¡Meylin! Te dije que lavaras las sábanas, no que las rebozaras en el barro. Eso también lo sé hacer yo.
-Lo siento, Sebastian.
-Cagüen tos vuestros… *ejem* Empezad de nuevo, por favor.
Sebastian cerró la ventana y suspiró ampliamente. Mientras, Ciel se desfollaba vivo con el circo que tenía de servidumbre.
-Cómo te sacan de quicio esa panda de ergel*.
*Idiotas.
«Y tú también niñato de los cojo…» pensó el mayordomo.
Después del almuerzo, Ciel tenía que trabajar en la compañía. Hoy tocaba probar juegos de mesa nuevos…
-Han traído ya el prototipo del juego que se le ocurrió después de su incidente con el perro-demonio.
-Ah, sí. Habría que probarlo, pero necesitamos a más gente… Y no, no pienso jugar con el servicio.
Del pasillo se oyó un profundo “Oohh”. (Sebastian se refiere al juego de mesa “Los Hombres-Lobo de Castronegro, en el que los jugadores, con distintos roles y habilidades, tienen que descubrir quiénes son los lobos que matan cada noche a un ciudadano de su comunidad).
-Bien, pues podemos probar otros –Sebastian repasaba la lista que tenía en su mano-. Juegos de cartas…
-Me aburren.
-La Mansión de las Locuras…
-Ya vivo en una, no necesito jugarlo.
-Esto… ¿Qué tal el Yes, my Lord?
Ciel se frotó la barbilla, pensativo. Lentamente fue dibujando una malvada sonrisa en su rostro.
-Onartu*.
*Acepto.
Por la tarde, Sebastian reunió al servicio para probar un juego nuevo de la compañía Funtom.
-El juego se llama “Yes, my Lord”*. Es un juego de cartas en el que tienes que librarte de las miradas del joven amo. Al principio de la partida repartiré un total de seis cartas a cada uno. Tres cartas serán de acción y las otras de actuación. Tenéis que echaros el muerto entre vosotros hasta que alguien pierda. Se pierde cuando el joven amo entrega la tercera carta de mirada. ¿Alguna pregunta? –Finny levantó la mano-. Entonces empezamos.
Estaban reunidos en un pequeño salón de la mansión, Ciel en un extremo de la mesa, imponente y altivo, como un rey, y el servicio a ambos lados de la mesa. A la derecha del conde estaban Sebastian, Meylin y Tanaka y a la izquierda estaban Brad y Finnian.
-Comenzamos el juego –anunció Sebastian.
Ciel, bien se metió plenamente en su papel, bien mostraba abiertamente sus sentimientos; en cualquier caso, lo bordó.
-Bien, panda de ezertarako*. ¿Podéis explicarme por qué no cumplisteis la misión que os encomendé? La de que la compañía Funtom fuera la única juguetera de Inglaterra.
*Inútiles
Todos excepto Sebastian (y Tanaka, que estaba a su bola) se estremecieron de miedo.
-¡Sebastian! –gritó el niño mirándolo seriamente-. Explícate.
-Verá joven amo –Sebstian sacó una carta que ponía “Funeraria”-. Fui a la funeraria del Enterrador para que me diera información y ya sabe que tenía que hacerle reír –sacó otra carta en la que ponía “Reír”-, así que llamé a Finnian para que me ayudara.
Ciel miró al joven jardinero que empezó a rebuscar entre sus cartas. Sebastian rió por lo bajo.
-Se me olvidó mencionar que, si pasados diez segundos no se muestra ninguna carta, el joven amo echará una mirada instantánea.
Ciel ya tenía la carta preparada en su mano derecha cuando Finny echó una suya sobre la mesa.
-Sí, le conté un chiste al Enterrador y me dijo que para hacer que Funtom fuera la compañía juguetera más importante tenía que encontrar un dragón –sacó la carta del “Dragón”-. Así que me fui con Sebastian…
-¡Mentira! –gritó el mayordomo sacando una carta en la que ponía “Mentira”-. En realidad, el joven amo me llamó para atarle los zapatos –sacó una carta de “Zapato”-, por lo que fuiste tú solito.
Finny estaba cada vez más nervioso y el ver a su amo juguetear con la carta de mirada empeoraba las cosas.
-¡Espere, joven amo! –imploró el chico-. Vale, me fui solo, pero no logré mi misión porque por el camino un extraño moco verde –sacó la carta de “Moco verde”- me atrapó. Al rato vi pasar a Brad, peor no quiso ayudarme –sacó una carta de pasar turno.
Ciel se volvió hacia el “chef”, que miraba despreocupado las cartas, pensando una manera de combinarlas.
-A ver… Sí, pasé por allí, pero no reparé en Finny porque tenía un duende –sacó la carta de “Duende”- molestándome y despistándome, además de que estaba centrado en mi misión, la cual no la pude hacer porque… Me caí en un agujero –saca la carta de “Agujero”-. Grité todo lo que pude pero no apareció nadie…
-¿Y cómo conseguiste salir y volver aquí? –inquirió Ciel, sonriendo con maldad y mostrando la carta de mirada peligrosamente.
-Pues… Tanaka me salvó.
Todos se volvieron hacia el anciano mayordomo, que solo sabía que decir “Jo, jo, jo”. Automáticamente se llevó una mirada, relajando un poco a los demás sirvientes, pero el peligro seguía acechando. Tras una hora de partida, el marcador estaba así: Finny tenía ya dos miradas; Brad, una; Meylin, dos; Sebastian, una.
-Tu historia del caniche con rabia no es muy creíble, Finny –dijo Ciel recostándose en su asiento-. Lo siento. Por cierto, Sebastian, hace mucho que no hablas…
-Qué quiere que le diga, señor. Es cierto que volé sin querer el globo en el que iba Brad pensando que era enemigo, pero era porque tenía el símbolo de “El Pescaíto” –sacó la carta de “El Pescaíto”-, un conocido rival que trataba de arruinar a los Phantomhive. De todos modos, conseguí darle muerte y hacer que Funtom fuera reconocida en toda Inglaterra, pero Meylin estropeó mi plan dejándose ver en su cuartel general –sacó la carta de “Dejarse ver”.
La doncella reaccionó con Finny y empezó a rebuscar entre sus cartas. Solo tenía cinco segundos. Cuatro, tres…
-¡Espere! Es cierto que fui al cuartel, pero fue porque Sebastian me lo ordenó.
-¡Mentira! –sacó una carta de “Mentira”-. Te recuerdo que yo iba por libre. La doncella no sabía qué hacer, así que soltó lo primero que se le vino a la cabeza.
-En realidad quería ir a un valle –sacó la carta “Valle”- donde encontraría al mago oscuro –sacó dicha carta- pero bebí una poción embriagadora.
Ciel entornó los ojos y luego se relajó.
-Eso explica el porqué de que estés tan roja, mozkor* –comentó.
*Borracho.
-Joven amo, creo recordar haber visto a Brad cerca del cuartel y no ayudó ni a Meylin ni a mí.
-Ey, estaba peleándome…
-¡Mentira! Estabas con el “Otro Joven Amo” –Sebastian sacó dicha carta, la que daba por finalizada la partida.
-Se acabó el juego –dijo Ciel-. No está mal… Creo que pondré dibujos a las cartas para darle más vida y, ¿por qué no?, así los jugadores pueden elegir varias opciones…
-Lo iremos viendo, señor –comentó Sebastian.
*“Yes, my Lord” es una parodia del juego de mesa “Sí, Señor Oscuro” cuya mecánica es la misma.
Los sirvientes recogieron el juego mientras Ciel se preparaba para cenar y Sebastian preparaba la cena. Una vez terminaron de recoger el juego, los sirvientes bajaron a la cocina a ayudar a Sebastian, que estaba muy animado, hasta cantaba.
-Qué tiene la sarsamora que a toas horas, llora que llora por los rinconeees.
Al verlos entrar, Sebastian se petrificó y puso cara de “¿Cuánto tiempo lleváis ahí, cabronazos?”.
-¿Algo que hacer Sebastian? –preguntó Brad.
-Sí, por qué no os vais un poquito a la mierda –escupió Sebastian.
O los sirvientes eran tontos o no pillaban una indirecta, pero el caso es que se fueron al jardín, apilaron abono y se quedaron ahí jugando.
-Anda que… les mando a tomar por *pium* y también lo hacen. Sebastian terminó de preparar la cena y fue a servírsela a su amo cuando este dijo que esperaba visita.
-Es el invitado por el cual llevo todo el día hablando en euskera: Patxi Urrutia –explicó el niño-. No tardará mucho en venir –dijo el niño sentándose a la mesa y sonriendo con malicia, casi como diciendo “A tocahuevos no me ganas”.
«Será hijo la grandísima…» pensó Sebastian mientras por fuera sonreía con amabilidad.
Corriendo a la cocina a preparar algo justo a tiempo y vuelta a correr para recibir al invitado.
-Bienvenido, señor. El joven amo le espera.
Sebastian guió al invitado hasta el salón, donde Ciel le estaba esperando.
-Hola, Ciel –lo saludó el invitado.
-Muy buenas, Patxi –Ciel le estrechó la mano-. Sebastian trae la cena.
-Sí, joven amo.
Sebastian sabía de antemano que el invitado era de Euskadi, el lugar donde Ciel iba a ir en unos días (de ahí que hable a veces en vasco), así que le preparó un festín típico de allí… O eso creía.
-¿Pe-pe-pe-pero esto qué es? –Ciel echaba humo por las orejas.
-¿Ocurre algo, señor? –preguntó Sebastian que no se empanaba de nada.
-¿Cómo puedes servirnos paella?
-Sí, la verdad es que es bastante pesada de cena…
-¿Y cocido madrileño? Vas empeorando.
-Créame que el cocido leonés es mucho más pesado.
-¡Haz el favor de quitar toda esta comida españolista de mi vista! –saltó Ciel, que por poco estrangula a su mayordomo.
-¿Por qué, señor?
-¿Que por qué? La paella es típica de Valencia, el cocido madrileño de Madrid, la sidra de Cantabria… ¡Patxi es vasco!
-¿Y le desagrada la comida española solo porque su invitado sea vasco?
-No… No es por eso…
Mientras, Patxi ya había empezado a comer.
-¡Patxi! Cómo puedes…
-No está tan mal… -Patxi iba a su bola, sin hacer caso a Ciel-. Anda, siéntate y come.
Ciel obedeció a regañadientes. Después de la cena, Sebastian acompañó al invitado a la puerta y luego volvió a reunirse con su amo, que estaba cada vez más enfadado.
-Esto es increíble…
-Así que, tiene la mentalidad vasca porque su invitado de hoy era vasco, ¿verdad?
-En cierto modo…
-De todas formas, ¿de dónde ha sacado esa idea de que los vascos odian España?
-Digamos que ese odio es de mi propia cosecha…
Sebastian dejó al niño en la biblioteca y le dio un besito de despedida, cosa que lo enfadó aún más y empezó a insultarle.
-¡*pium* baten semea! ¡Penagarria! ¡Fagot! (Hijo de *pium*) (Desgraciado) (Maricón)
-Suerte que no le entiendo señor.
-Entiende esto: ¡Cállate, bitch!
-¡A mí no me mandes callar! –saltó Sebastian, que ahora sí que le había entendido-. ¡Pedazo de fox!
Tras una dura discusión, Sebastian se fue de allí, dejando a Ciel viendo su serie de dibujos. El mayordomo, mostrando una sonrisa de perraca, esperó unos segundos para salir al exterior y asomarse por la ventana. Ciel había cambiado la televisión y estaba viendo el “Save me”. Sebastian tuvo que aguantarse las ganas de reír.
-Qué fuerte, qué fuerte, qué fuerte. Así que le va el marujeo al niño…
Después de ver su serie, Sebastian fue a llevar un vaso de leche a Ciel, aguantándose las ganas de reír y de vez en cuando mostrando expresiones muy raras que desconcertaban a Ciel. Después de acostarlo, Sebastian se fue a un monte cercano donde se descojonó vivo hasta parar. De vuelta a la mansión, pensó «¿Y los otros payasos?». Los chavales seguían fuera en “la mierda” por lo que Sebastian decidió no molestarles.
-Ahí están muy bien.
Y así acaba otro día en la mansión Phantomhive. La verdad es que uno no se aburre en ese sitio…
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| | | MeLargodelForo:P Rey
Cantidad de envíos : 1670 Fecha de inscripción : 18/03/2013
| Tema: Re: En esta Mansión Uno no se Aburre Miér Oct 16, 2013 4:58 pm | |
| jajajajja mori de risa de principio a fin. las groserias de Ciel, y la manera tan diferente de hablar a lo usual me mataron de risa... pobre Ciel, no respodió ni una de las preguntas y vas a seguir escribiendo parodias así, o solo lo dejarás como capítulo único? sería divertidismo ver más~ | |
| | | Hwesta Duque
Cantidad de envíos : 1263 Edad : 31 Localización : Por ahí andaré Fecha de inscripción : 14/08/2013
| Tema: Re: En esta Mansión Uno no se Aburre Jue Oct 17, 2013 9:37 am | |
| En principio tengo otros dos. Si se me ocurren más paridas las iré subiendo ^^ Aquí dejo el siguiente. Enjoy! - Capítulo 2:
Capítulo 2 Amanecía un nuevo día en la mansión Phantomhive. Justo cuando Sebastian estaba preparando el desayuno para su amo, éste lo empezó a llamar a voz en grito. Sebastian salió al exterior y miró hacia arriba para ver a su amo asomado a la ventana, en camisón y con cara de mala leche.
-Enseguida voy, joven amo.
-¡Sebastian! ¡Ven aquí cagando leches!
-Pero, joven amo…
-¡Joven amo la hostia! ¡Que vengas!
Sebastian suspiró y volvió dentro.
«Qué mala hostia gasta desde primera hora de la mañana» pensó el demonio mientras subía las escaleras.
Cuando entró en el cuarto, Sebastian se encontró a Ciel sentado sobre la cama con expresión de vergüenza. Sebastian miró las sábanas y se echó a reír.
-¿Otra vez se ha hecho pis?
-¡Tuve una pesadilla! –se defendió el conde ruborizándose.
-Y quiere que cambie yo las sábanas en vez de que lo haga la doncella y vea el enorme roladazo, ¿no?
Ciel estaba sudando la gota gorda. Sebastian seguía riendo mientras cambiaba las sábanas. Una vez vestido, Ciel bajó a desayunar. Al pie de la escalera, como todas las mañanas, estaban los tres mercenario-sirvientes para darle los buenos días.
-Egunon, joven amo.
-Egunon, noobs* –respondió el conde pasando a su lado.
*Pringaos
-A veces me pregunto qué nos llamará –comentó Brad a sus amigos cuando el conde se hubo alejado.
-¿Y si aprendemos euskera? –propuso Finny, emocionado como siempre.
-¿Qué dices? Es uno de los idiomas europeos más difíciles de aprender –saltó Brad-. Apenas sé hablar inglés, voy a hablar euskera.
En ese momento apareció Sebastian con su típica sonrisa de “mira qué simpático soy pero me estoy cagando en todo por dentro”.
-¡A fregar todos! –ordenó.
Los tres sirvientes no captaron la indirecta de que se fueran de allí, así que se fueron a fregar los platos, como les dijo Sebastian. En cierto modo, una tarea menos para el mayordomo. Mientras el conde desayunaba tranquilamente, Sebastian le repasó el horario del día.
-Ahora tiene clase con la señorita Hopkins, después clase con el señor Smith…
Sebastian se percató de que el niño no le estaba haciendo caso, así que empezó a inventarse el horario para ver si reaccionaba.
-A las doce, clase de flamenco; a la una, se va a zurrir mierdas con un látigo; a las dos, va a echar un meo y de paso se la veo y a las tres, que te *pium* un pez.
Sebastian se volvió hacia el niño, que seguía comiendo sin mediar palabra. Al terminar el desayuno, Ciel le dijo a Sebastian:
-Sebastian… ¡Ve a reírte de tu madre! He oído el horario y si piensas que soy retrasado vas de culo cuesta abajo.
Tras abofetear al mayordomo, Ciel se fue a clase. El demonio juró venganza y se fue de allí echando humo por las orejas. Tenía la mañana entera ocupada, así que no perdió el tiempo y se fue a atender sus tareas. El resto del servicio se quedó fregando tranquilamente. Tras limpiar a fondo la casa, Sebastian se fue a jugar con los gatetes del jardín.
-Cada vez estoy más harto de ese mocoso insolente. En cuanto su alma sea mía, la disfrutaré de una manera… Aunque, ¿y si le hago sufrir un poco antes de matarlo?
-Miau.
-Tienes razón, Estefanía –asintió el demonio.
En ese momento apareció otro gato que empezó a maullar.
-No… ¡No me digas! ¿Claudia le lame el lomo a Bob a espaldas de Harold?
-Miau.
-Sí, tenemos que decírselo.
Sebastian se reunió con todos los gatos, que hacían lo que les salía de las pelotas.
-Venga, Carlota, díselo.
La gata se rascó la oreja y se marchó de allí. Sebastian cogió aire y lo soltó todo en un grito.
-¡Harold! ¡Claudia te pone los cuernos!
Todos los gatetes se volvieron hacia el mayordomo, le miraron con curiosidad y siguieron a lo suyo. Sebastian también se enfrascó en su culebrón.
-Harold, ¿no me oyes? –“Miau”-. Tiene todo el derecho a saberlo, Spencer –“Miau”-. De eso nada, no me he liado con Claudia.
Sebastian empezó a discutir con todos los gatos bajo la atenta mirada de Ciel, que lo observaba desde la ventana de su estudio.
-Lo sabía… Sebastian se droga… –comentó para sí.
A la hora del almuerzo, Ciel se mostraba reacio con Sebastian.
-Señor, ¿ocurre algo?
-No, ¿por?
-Porque está en un extremo de la mesa y yo en el otro.
Ciel se había sentado en el extremo opuesto a donde solía sentarse. Después de ver a Sebastian marujeando con gatos, aquel demonio le daba miedo.
«Ni en mis sueños más locos me habría imaginado a este loco de los gatos hablando con ellos» pensó el niño mientras comía.
-Sebastian…
-¿Sí? –el mayordomo se mostraba natural, como siempre.
-A que no hay huevos de lanzar un katu por encima del teilatua.
Sebastian se extrañó al oír aquello, pero seguía sonriente como siempre.
-¿Quiere que lance un gato por encima del tejado? –tradujo el mayordomo.
-Si tienes lo que hay que tener.
La expresión de Sebastian se volvió seria de pronto, asustando a Ciel.
-¡Claro que tengo lo que hay que tener! Pero cómo me puede pedir que lance a un pobre animalito por encima del tejado. Qué le ha hecho el gato para ser tratado así. Le demostraré de lo que soy capaz…
Mientras Sebastian soltaba este sermón, él y Ciel bajaban al jardín, donde Sebastian cogió un gato de pelaje rojizo y lo lanzó todo lo alto que pudo.
-Touchdown –dijo Ciel sacando de Dios sabe dónde una pancarta blanca con un “10” dibujado en ella.
-Allá va Bill… -comentó Sebastian mirando hacia el tejado.
Después de este surrealista momento, Ciel volvió a su despacho, donde estuvo hasta la tarde, cuando Sebastian fue a llevarle el té.
-Señor, le traigo el té. ¿Señor?
Nadie respondía desde dentro. Sebastian pensó que se había quedado dormido otra vez, así que abrió de golpe la puerta y entró.
-¡Qué horas son estas de echarse la siesta!
La habitación estaba hecha un Cristo.
-No… Otra vez a limpiar –Sebastian agarró una escoba y un recogedor y se puso a barrer-. Este niño… Me va a matar a dihguhtos.
Tras dejar la habitación decente, Sebastian bajó al primer piso, buscando a su joven amo.
-¡Joven amo! ¿Ande andará?
*Ring* *Ring*
«Tócate los huevos. ¡Ahora llaman!» pensó el demonio, mosqueado.
-Dígamelo –dijo respondiendo al teléfono.
-¡Sebastian! ¿Qué haces que no vienes a por mí?
-Dígame dónde está e iré a por usted.
-¿Y yo qué sé? Me ha secuestrado una panda de francistas y encima me exiges que sepa dónde estoy.
-A que se queda esta noche sin fo…
-¿Qué armáis? ¿Hola? ¿Mansión Phantomhive? Quería decirle que hemos secuestrado a su señor y que si no viene pronto lo mataremos lentamente.
-¿Qué clase de muerte tienen en mente?
-Escuchará el himno de Francia hasta que le sangren las orejas.
-¡Noooo! Sebastian ven aquí cagando leches… No, ¡lo siguiente!
En ese momento colgaron.
-Sí que les tiene manía el señor a los franceses y los españoles, pero sobre todo a los franceses. Bien, iré a por él pero, ¿qué hago con el resto del circo?
El resto del circo… El resto del servicio estaba a su bola, tratando de rescatar a Bill, el gato que Sebastian había mandado a tomar viento al tejado. Sebastian aprovechó que estaban todos arriba para quitarles la escalera y que se quedaran ahí arriba.
-Así no armarán. Solo espero que la casa esté de una pieza cuando vuelva.
Sebastian se fue a buscar a su amo y en menos de quince minutos estaba en la casa donde lo tenían retenido.
-Siento el retraso… Señor, no sé cómo cagar leches.
-¡Es metafórico, desgraciado!
Sebastian entró en la sala y cerró la puerta.
-¡Cómo le gusta que le secuestren! A veces pienso que lo hace adrede.
-Sí, claro, no tengo otra cosa mejor que hacer que dejarme secuestrar por esta panda de paletos.
Ciel estaba tomando el té con los franceses. A simple vista parecían inofensivos, pero no era la primera vez que la liaban parda.
-¿Cómo has encontgado nuestga base secgeta?
-Había un cartel a la puerta –dijo Sebastian señalando con el pulgar hacia su espalda.
-¿Quiege unigse al té? –preguntó un francés tendiéndole una taza a Sebastian.
-Las órdenes del joven amo eran rescatarle. No decía nada de tomar el té.
-¡Sebastian, eskaera bat da: hil itzazue!
Sebastian se quedó mudo. Ciel todavía seguía hablando en euskera por la costumbre del día anterior.
-¿En mi idioma?
Ciel resopló y repitió la orden.
-¡Sebastian, eta e una orden: su cargátelo a tos!
-Ah, vale.
-¿De qué están hablando?
Tras matar a los franceses, Sebastin y Ciel volvieron a casa. Lamentablemente, ésta estaba ardiendo como un ninot en la fallas de Valencia.
-Eh… Eh… -dijo Ciel, que no sabía si matar al servicio, a Sebastian o a sí mismo.
-¡Cagüen la hos…! –exclamó el mayordomo al ver el estropicio.
El servicio fue corriendo a disculparse, pero esta vez no hubo piedad.
-¡Sus habéis cargao la mansión! Ya la tuve que reparar dos veces. ¿Creéis que soy una especie de Dios o algo? Sus vais a enterar panda de inútiles, desgraciados…
Sebastian corría detrás de los otros sirvientes, que huían despavoridos. Mientras, Ciel se dio la vuelta y volvió con los franceses.
-¡Estaba mejor allí!
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| | | ayal92 Sirviente
Cantidad de envíos : 401 Edad : 31 Localización : Acosando a Sebastian Fecha de inscripción : 25/04/2012
| Tema: Re: En esta Mansión Uno no se Aburre Jue Oct 17, 2013 4:51 pm | |
| Me duelen las costillas, el fic es buenisimo!! La forma de hablar, las cosas que les pasan ¡¡todo!! Mencion especial a esto "Ciel no sabia si matar a los sirvientes, a Sebastian o a si mismo" Es que no puedo...quiero un omake con esto y lo quiero ya!! Toboso, ponte al trabajo!! | |
| | | Hwesta Duque
Cantidad de envíos : 1263 Edad : 31 Localización : Por ahí andaré Fecha de inscripción : 14/08/2013
| Tema: Re: En esta Mansión Uno no se Aburre Vie Oct 18, 2013 8:23 am | |
| Me alegra que os guste El siguiente es muy cortito, que apenas se me ocurría nada - Capítulo 3:
CAPÍTULO 3 Amanecía un nuevo día en la Mansión Phantomhive. Pero esta vez, Sebastian no fue a despertar a su amo a su habitación.
-Ay, la virgen. Qué cierrabares es, señor.
El niño estaba durmiendo la mona en el sofá del salón, con la ropa de calle puesta. La noche anterior se había ido de pingo por ahí y había vuelto a las tantas de la madrugada. Sebastian trató de despertarlo, con las consecuencias de hace dos días. Y como en ese momento no había sábanas que quitar, el mayordomo trajo una cazuela y un cucharón y golpeó con fuerza la cazuela, despertando a Ciel de sopetón.
-¡Ahh! ¡A mí la Guardia! Ah… Eres tú…
Ciel volvió a desplomarse sobre el sofá, por lo que Sebastian le tiró un cubo de agua fría.
-Es la hora de su baño –se burló el demonio.
-Esta te la guardo, maricón –bufó el conde.
Aquel día lo iban a pasar en Londres y para evitar que el servicio se cargara la casa de nuevo, se lo llevaron con ellos. Por el camino iban cantando “Los Hermanos Pinzones” mientras Ciel y Sebastian empezaban a perder la paciencia y resurgía su instinto asesino.
-Me han dicho que la gran vía se encuentra un lupanar…
-Y si les dejamos en uno pa` que se callen –propuso Sebastian, hablando en serio.
-No creo que los quieran.
Una vez en Londres reinó el desmadre. El servicio, emocionado, iba de acá para allá mientras Ciel y Sebastian trataban de hacer sus recados.
-¡Son peores que una panda de críos! –exclamó el conde.
-Déhame a mí.
Sebastian cortó por lo sano: ató al servicio y los dejó en la carreta en la que venían.
-No tardaremos mucho. Y como sus escapéis…
La mirada asesina del mayordomo bastó para aclarar la situación. Acto seguido se fue tras el niño.
-¿Nos vamos de cañas entonces? –dijo Sebastian una vez alcanzó a su amo.
-¡¿De qué hablas, insolente?! Eso pa` la noche, que nos vayamos de fiesta.
Tras varios recados, Sebastian acabó cargado como la mula que era a ojos de su amo. El mayordomo llevó los paquetes al carruaje en el que habían venido mientras por el camino se cagaba en todo lo que pillaba. Tras dejar el equipaje, reparó en que el servicio no estaba… aunque apareció de pronto de la nada y mirando con ojitos de cordero degollado.
-¿Lleváis aquí todo el tiempo? –preguntó Sebastian con su típico humor de siempre.
-¡Síí! –respondieron los tres al unísono.
-Muy bien. Entonces, ¡¿por qué no os vais a correr los toros?!
Sebastian les pegó un viaje a los lacayos, quienes nuevamente no captaron la indirecta y acabaron corriendo una especie de San Fermines en Londres.
-Es un buen espectáculo, al menos –comentó Ciel mientras comía palomitas.
-La verdad es que sí –Sebastiann trató de mangarle palomitas al amo, pero este se dio cuenta y le dio un manotazo-. Hay que compartir, señor.
-Contigo ni el aire –bufó Ciel terminándose las palomitas. Sebastian se deprimió al ver que se había quedado sin palomitas pero entonces se acordó de que él como demonio no necesitaba de eso.
-Hasta la noche que nos vayamos de pu… digo de fiesta, tenemos un rato. ¿Qué podemos hacer Sebastian?
Sebastian meditó durante unos segundos hasta que dio una respuesta:
-¡Al casino!
-Como pierda toda la pasta, te enteras.
Ciel y Sebastian apostaron en la tragaperras, el póker, la ruleta y todo lo que pillaron y no perdieron ni una partida, haciendo que los chulos del casino los echaran a patadas.
-¡Serán…! Sebastian, mata a esa panda de…
-No será necesario, señor. Hablando de eso, ¿nos pegamos la buena vida un rato?
De bar en bar y de fiesta en fiesta. Sebastian y Ciel iban a todas las movidas nocturnas que había, bebiendo y bailando como si no hubiera mañana.
-Desde Santurce a Bilbaaoooo.
El mayordomo y el amo tenían encima un pedo del quince. A Ciel se le había subido el calimocho y acabó bailando en una farola como una striper.
-¡Ole mi amo! –gritaba Sebastian, aplaudiendo-. Bueno, va, es la hora de irse a la cama…
-¡Eso, vámonos a la cama!
-Espere, antes tenemos que ir a buscar al servicio…
Tristemente, el servicio seguía “corriendo los toros” por lo que Ciel y Sebastian acabaron corriendo con ellos.
-¿Y qué significa exactamente correr los toros? –preguntó Ciel, más espabilado.
-Que se pierdan un rato, pero ya ve que no lo pillan, señor –respondió Sebastian corriendo a su lado.
-¡Esto son unos malditos San Fermines! ¿Dónde está la plaza de toros?
-¿Para qué quiere torear ahora?
-¡Idiota! En los San Fermines se corre delante de los toros y se les lleva hasta una plaza de toros.
-Pues me da que tendremos que correr muuucho más. En Londres no hay arenas, joven amo.
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| | | Hwesta Duque
Cantidad de envíos : 1263 Edad : 31 Localización : Por ahí andaré Fecha de inscripción : 14/08/2013
| Tema: Re: En esta Mansión Uno no se Aburre Sáb Oct 19, 2013 10:49 am | |
| Se me ocurrió recientemente un nuevo capítulo y espero sacar más paridas Enjoy - Capítulo 4:
Era un nuevo día en la mansión Phantomhive… Aunque no muy soleado que dijéramos.
-Hora de levantarse, joven amo.
-¿Cómo que hora de levantarse? Si afuera es de noche.
-El cielo está cubierto, señor, no es de noche.
-Sebastian no apagues el Sol… -dijo el niño medio adormilado.
-Todas las mañanas la misma historia, leñe –gritó el mayordomo sacudiendo las sábanas y tirando al suelo a su amo-. Ale, venga, que le recito el horario:
»Le he preparao su té de los jueves y me la suda el nombre que tenga… No se olvide de lavarse los dientes y a ver si ya le empieza a salir la pelusilla, que está en plena adolescencia y ni un pelo en la cara tiene… Y échate un agua en la cara que tienes lagañas como puños de grandes… La ropa de los jueves está sobre la cama, recién planchada y limpia. Como su se ensucie se entera, señor… De desayunar tiene las galletas del super esas que tanto le gustan… Y si luego vamos a Londres no se me pare a echarle dos duros al hombre`l violín, señor, que es que parece tonto…
-¡Basta yaa!
-¿Voy demasiado rápido?
-¡Sebastian, pareces una madre menopáusica!
-¿He de considerar eso como un insulto?
Mientras Ciel tenía clase, Sebastian venga a pelearse con el servicio.
-No me pagan lo suficiente por soportar esto –comentó el mayordomo ante el nuevo espectáculo de los sirvientes-. Coño, ¡si no me pagan ná!
Los tres sirvientes debían de estar muy aburridos porque estaban en las cocinas, dando palmas a Tanaka que “bailaba” a su manera.
-Vamos, Tanaka, sal a bailaar. Que tú lo haces fenomenal.
-¿Ya habéis terminao toas las tareas del día, mierdas secas? –preguntó Sebastian entrando de sopetón en las cocinas.
Al ver el tablao que habían montado y el espectáculo, Sebastian enarcó una ceja y puso cara de desconcierto, como si le estuvieran gastando una broma. Para evitar que el mayordomo les echara la bronca, el servicio trató de distraerlo.
-Vamos, Sebastian, sal a bailaar. Que tú lo haces fenomenaal.
Al principio coló y Sebastian se marcó unos pasitos, pero luego reparó en la tremenda idiotez que estaba haciendo y les metió un nuevo viaje a los cuatro.
-¡Iros a tomar viento un rato, cabrones!
Nuevamente y sin captar indirectas, el servicio se fue al jardín, donde empezaban a boquear como peces tratando de “tomar viento”. Sebastian suspiró.
-No sé qué hacer con ellos. Y ya se me empiezan a gastar las indirectas…
De pronto, Sebastian oyó los gritos de un gato atropellado desde el tercer piso.
-¡Ya voy, chiquitín! –exclamó subiendo las escaleras a todo correr.
Al abrir de golpe la puerta de la habitación de la que procedían los berridos se dio cuenta de que era su amo, cantando.
-Ah, hola, Sebastian. ¿Te ha atraído mi maravillosa voz?
-Eh, esto… Sí…
«Me cago en la leche jodía… Era el chavalillo cantando…»
-Reconoce que tengo el mismo timbre que Irene.
«Como no sea el de la puerta…»
Sebastian se fue de allí, dejando a su amo en clase de Música. Picado por la curiosidad, fue a la entrada a probar el timbre.
-Pues no sé si la señorita Irene tendrá este timbre…
Después de comer, tocaba el baño anual del señor.
-¿Qué mierdas es eso de ducharse una vez al año? –preguntó Sebastian mientras desvestía a su amo-. ¿No se dan cuenta de que les canta el alerón pero bien?
-La sociedad, Sebastian. Los médicos dicen que así no matamos las bacterias del cuerpo.
-¿Y las que no son del cuerpo? ¿De visita que están?
Mientras Sebastian bañaba al niño, no paraba de quejarse de la peste que desprendía, hasta tenía una pinza en la nariz y todo.
-Sebastian, creo que exageras.
-¿Exagerar? Exagerado es la roña que emana de su cuerpo. ¿Eso es un percebe?
Ciel entornó los ojos y se volvió a Sebastian con los puños extendidos y uno dando vueltas como si diera cuerda a una caja de música, que era la otra mano. Lentamente, Ciel iba levantando el dedo corazón hasta sacarlo.
-El mío va por telepatía –dijo Sebastian sacando su dedo corazón de golpe.
Como consecuencia, Ciel le mojó con el agua de la bañera. Sebastian se estremeció de arriba abajo. Le había mojado con el agua llena de mierda…
-¡¡Será hijo de…!!
Después de bañarle, media hora secándole con la toalla hasta tener que gastar unas cinco.
-¿Y sigue saliendo mierda? Definitivamente esto del baño anual…
-Sebastian deja ya que me estoy quedando escocido.
-De aquí no se mueve ni Dios hasta que limpiemos toda la roña de su cuerpo.
Dieron las dos de la mañana y Sebastian seguía dale que te pego. Ciel se acabó quedando dormido y el servicio preocupado por lo que tardaban en usar el baño.
-No sois los únicos en esta casa que lo necesitáis –dijo Brad tras la puerta.
-¡Me cagoo! ¡Me cagoo! ¡Que se me escapa! –gritaba Finny.
-¡Iros a pastar un rato, gilipollas! –dijo Sebastian desde dentro del baño.
El servicio se fue a pastar al jardín y de paso lo usaron como váter. Hasta que por fin dieron las cuatro de la mañana y Ciel estaba impecable.
-¡Aleluya! Lo que m`a costao.
-Mm… ¿Ya? ¿Mamá?
-¿Estaba dormido?
-No, fingía dormir para robarte la cartera –dijo Ciel con un marcadísimo sarcamos.
-¿Eh? ¿Qué? ¡Mamón!
Ciel puso cara de “¿En serio?” por lo que Sebastian supo que se trataba de una broma.
-Bueno, supongo que me podré ir a la cama.
-No tan deprisa, señor. Antes métase en esta burbuja de plástico.
-¿Eh? ¿Qué? ¡Las narices!
-¿Después de lo que me he tirao aquí frotando y partiéndome el espinazo voy a dejar que se manche? La próxima vez le baña su padre.
-Venga, va, hagamos un trato.
-¿Otro? No sé si le dará mucho más de si su alma...
-Ese tipo de trato no, subnormal. Un acuerdo si lo prefieres: me baño todos los días pero dejas la rueda de hamster transparente quietecita.
-Perfecto, señor. Iba a obligarle a tomar otro baño mañana de todas formas...
-¿Disculpa?
Después del baño y con el amanecer asomando, Ciel se fue a la cama. Sebastian bajó las escaleras suspirando ampliamente y preguntándose ande andaba el servicio.
-Como esté pastando...
Efectivamente, estaba pastando en el jardín.
-Mm... Bueno, me ahorro el quitar las malas hierbas del jardín. Y cortarlo. Es más nos ahorramos el cortacésped que ya tenemos a este rebaño de cabras para hacer el trabajo.
La verdad es que sí. En esta mansión están todos como cabras.
-Pa loca tú, escritora -dice Sebastian a Hwesta.
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| | | ayal92 Sirviente
Cantidad de envíos : 401 Edad : 31 Localización : Acosando a Sebastian Fecha de inscripción : 25/04/2012
| Tema: Re: En esta Mansión Uno no se Aburre Sáb Oct 19, 2013 6:36 pm | |
| LOOOOL Por favor, sigue!! Aunque no me creo que Ciel sea tan guarro, si ya he perdido la cuenta de las veces que se ha bañado en ochentaytantos capitulos. Y lo de los toros ¿que hacian alli para empezar ? XD | |
| | | Hwesta Duque
Cantidad de envíos : 1263 Edad : 31 Localización : Por ahí andaré Fecha de inscripción : 14/08/2013
| Tema: Re: En esta Mansión Uno no se Aburre Dom Oct 20, 2013 8:33 am | |
| Es que estuve leyendo sobre la época y vi que la nobleza en el s. XIX solo se bañaba una vez al año para no matar las bacterias del cuerpo. Lo de los toros... surrealismo puro y duro xDDDD Subo otro, espero que lo disfruteis. - capitulo 5:
Venga con otra mañana…
-¡Siempre igual! ¡Cada mañana la misma historia! ¡¡Estoy hasta el gorro!!
Sebastian fue al cuarto de su amo a despertarle y, nuevamente, este seguía sobando. Harto, el mayordomo sacudió las sábanas pero esta vez no cayó al suelo su joven amo, sino un montón de almohadas.
-¿Eh? ¡Metamorfosis espontánea! ¡Ay, mi joven amo!
Sebastian estaba angustiado de pronto hasta que empezó a oír ronquidos debajo de la cama. Se asomó y ahí estaba el niño, hecho un ovillo como un gatete.
-Y luego dice que mire debajo de la cama para ver si no hay monstruos… ¡Los espanta con esa carraca que tiene por cuerdas vocales! ¡Señor!
Sebastian lo agarró por el tobillo y lo sacó de ahí de un tirón. Ciel se despertó sin alterarse mucho y eso que colgaba bocabajo.
-Muy buenas.
-No conoce la palabra riesgo, ¿verdad?
-Sí, qué mono que te has preocupado por mí cuando viste las almohadas –dijo Ciel con tono cursi.
-En realidad, me preocupé más por su alma –aclaró Sebastian abriendo la mano y haciendo que Ciel cayera sobre la cama y rebotara hasta caer al suelo-. No sé cómo chupar el alma de una almohada-humano.
-De todas formas los humanos no nos convertimos así como así en almohadas –dijo Ciel con la mala leche activada.
-Por favor, he visto cosas peores en mi larga existencia como demonio.
-¿Te refieres a cuando vivías en el infierno? –preguntó Ciel incorporándose.
-Bueno… En su cuarto de baño, más concretamente…
A la hora de desayunar, el desayuno no estaba preparado principalmente porque el servicio se estaba peleando con un ratón que había robado la mantequilla. Sebastian ya empezaba desde primera hora de la mañana a flipar en colorines.
-Esto se lo cuento yo a alguien y no me cree. ¡Dejad la *pium* mantequilla y haced lo demás, hostia!
El servicio seguía a su bola. Parece que solo entienden las indirectas, Sebastian.
-Ya veo…
Sebastian tuvo que atrapar al ratón y quitarle la mantequilla para que el servicio le atendiera. El desayuno salía con retraso.
-¡Iros a deshollinar un rato la chimenea!
El servicio de la mansión salió de la cocina escopetado… Espera, eso no era una indirecta.
-No, pero así se entretienen un rato. Y a ver si con suerte se quedan atascados y no salen.
-Como te pringuen la casa…
Sebastian no reparó en esta posibilidad.
-¡Volved, piltafillas! –gritaba mientras corría detrás de los demás lacayos.
Ciel estaba tan hambriento que empezó a hurgar en los armarios a ver si pillaba algo de papeo.
-Doscientos mil armarios de ébano con bisagras de cobre y ni una puta galleta –comentó el conde, resignado.
Tendría que esperar a que Sebastian llegara. El mayordomo se hizo de rogar y hasta las once de la mañana no estuvo listo el desayuno.
-Señor, puede que un día se levante y no haya servicio –dijo Sebastian mientras su amo desayunaba.
-Hazlo y te corto los huevos.
Sebastian recogió los platos cuando Ciel terminó y se fue a la cocina a fregar. De repente, oyó un grito de damisela en apuros y corrió al lugar de origen.
-¿Qué pasa…?
Su joven amo era el que había gritado. Estaba en un rincón, temblando de arriba abajo y señalando con el dedo a Sebastian.
-¡Cuidado, Sebastian! ¡Detrás de ti!
-¿Eh? ¿Qué? ¿La policía?
-No, Mario Vaquerizo.
Un escalofrío recorrió la espalda de Sebastian quien empezó a girarse lentamente. Al ver a Vaquerizo detrás de él, retrocedió hasta el rincón de su amo, se acurrucó a su lado y ambos se abrazaron muertos de miedo.
-¿Qué os pasa, corazones? –preguntó Mario Vaquerizo.
-¿Dó-dódódó-dónde has estado todo este tiempo? –preguntó Ciel.
-En el armario, ¿dónde si no?
*badumtss*
Mario Vaquerizo se fue de allí con la intención de dar un paseo por la mansión. Hasta que no lo perdieron de vista, Ciel y Sebastian seguían temblando de tal manera que podían batir mayonesa sin batidora.
-Podemos aprovechar la mayonesa para la cena –dijo Sebastian una vez recuperado.
-Sí, si esa maricona no le da por comérsela.
-¿Cómo podemos echarle?
-Dile que van a hacer un Casino tipo Vegas en Madrid –propuso Ciel.
-Hasta el año 2015 que lo construyan…
-¡Mecachis! ¿De todas formas? ¿Qué armario es ese del que habla? ¿El de Narnia?
-Eso no importa ahora, señor. Ayúdeme a deshacerme de él.
-Oi, oi, oi. Qué casa más bizarra –comentó la celebrity volviendo al salón.
-¿Bizarra? –pensó Ciel con ganas de matarlo.
-Por cierto me encanta la alfombra de leopardo que tienes en la entrada.
-¿Alfombra de leopardo? –repitió Ciel, descolocado-. ¡Sebastian…!
Ciel sospechaba de su mayordomo y de sus locas escapadas nocturnas. El mayordomo puso la misma cara de “¿Hola?” que su amo y negó la existencia de semejante alfombra.
-Sí, la de la entrada. Venid que os la enseñe, chochetes.
Sebastian y Ciel se estremecieron de arriba abajo ante el “halago”. Temerosos y manteniendo la distancia con el cantante, amo y mayordomo fueron a la entrada.
-Veis. Esta.
-Ah, la alfombra de “animal print” –dijo Sebastian golpeándose la palma con el puño. Ahora lo entendía…
-¡¿Cómo que animal print?! –Mario Vaquerizo explotó de pronto en una terrible ira apocalíptica-. ¡Esto es el leopardo de toda la vida! ¡No me seas moderna!
-Sí, sí, lo que usted diga, señor Vaquerizo –Sebastian estaba acojonado vivo.
Mario se fue de allí para seguir cotilleando la casa.
-¿Cómo el puedes tener miedo, Sebastian? Si de un guantazo lo mandas a hacer noche en el aire.
-Oiga, que a usted le da más miedo que la ira de la Reina.
-Hay que deshacerse de él…
-Sí… ¿Tiene una revista del corazón?
-No es momento para marujear… Aunque no estaría mal…
-Noo. Para eso, no, tonto`lculo.
El plan de Sebastian consistía en atar la revista a un palo con una cuerda, enseñársela a Vaquerizo y llevarle lejos de la mansión. El cantante estaba tranquilamente sentado en la primera sala que pilló, tomándose una cerveza, cuando de repente vio la revista de cotilleos.
-Uy, ¿a ver qué le ha pasado a mi amigo Jesús Vázquez?
Mario fue a coger la revista pero esta se movió hacia atrás.
-Ey, no te escapes, maricón.
Sebastian recogía el sedal de la caña a la que habían atado la revista mientras Mario trataba de pillarla. Una vez estuvo fuera de la mansión, el mayordomo y Ciel entraron y cerraron la puerta con candado, tapiaron las ventanas con tablones de madera y montaron una barricada.
-A ver si así se marcha –dijo Sebastian, que tenía una cazuela por casco.
-Sebastian, ¿te da miedo por lo mismo que a mí?
-A la de tres. Una…
-Dos…
-¡Tres! No quiero que me vuelva maricón –dijeron al unísono.
-Por una vez estamos de acuerdo en algo.
-Sí, porque te sigo diciendo que el Atleti va a ganar la Liga este año.
-¡Y dale! ¡Que va a ganar el equipo de Algete! –saltó Sebastian, a quien el fútbol le mosqueaba muy mucho.
Ciel y Sebastian estuvieron detrás de su barricada hasta que cayó la noche. Cuando pensaron que no había peligro, Sebastian se asomó por la ventana. Vaquerizo se había ido.
-*Fiu* Ya se fue.
-¿Quién se fue? –dijo Mario apareciendo por detrás y sobresaltando a Ciel y Sebastian, quienes volvieron a un rincón a temblar.
-Sois una panda de bichos muy raros. Pero me ha gustado pasar el día aquí. Bueno, me voy a casa. Chao, Chao.
Mario se metió de nuevo en el armario y nunca más volvió a salir.
-Lo que yo digo. El puto armario de Narnia –dijo Ciel todavía abrazando a Sebastian.
-Eso o una Tardis versión cutre, de madera, que no se teletransporta…
-Mola más tu versión, Sebastian.
-¿A que sí?
Ciel cenó y se fue a acostar. Después de la “movida” con Vaquerizo, Sebastian se preguntó dónde estaba el resto del servicio. Se asomó por cada una de las chimeneas y en ninguna estaban atascados.
-Esto solo tiene una explicación… ¡Se acaba el mundo!
Entonces, Sebastian oyó música de la sala de invitados: allí estaban los demás sirvientes, cantando con… Alaska.
-¿A quién le importaaa lo que yo hagaaa?
-¡A mí! ¡Dejad de holgazanear y a trabajar! ¡He estado todo el día con ansiedad por culpa del marido de esa señora…! Por cierto, hola, Alaska.
-Hola, Sebas.
-¡He estado con ansiedad por culpa del marido de esa señora y vosotros aquí de pingoteo! ¡Me las vais a pagar!
El resto de la noche la pasaron corriendo alrededor de la mansión, el servicio tratando de evitar la ira de Sebastian y este, tratando de matarles, motosierra de Grell en mano.
-Veo que soy útil por una vez –dijo Grell observando el espectáculo-. ¡A por ellos, Bassy! ¡Ya son tuyos!
Aquí hoy no se ha aburrido nadie, excepto Alaska y Mario, que han vuelto a la Tardis/ Armario…
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| | | Hwesta Duque
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| Tema: Re: En esta Mansión Uno no se Aburre Lun Oct 21, 2013 10:37 am | |
| - Capítulo 6:
Una bonita mañana de sábado londinense… Como cada mañana, Sebastian Michaelis se dispone a despertar a su amo. Esta vez, para evitar que el niño no se levante, Sebastian ha tomado prestado el lanzallamas de Brad.
-Por mis huevos que se levanta –comentó Sebastian cargando el arma antes de entrar en el cuarto.
Una vez dentro, Sebastian corrió las cortinas. Fuera no se veía nada, solo blanco.
-Otra vez niebla… -comentó Sebastian, pero Ciel no le escuchó-. Joven amo, es hora de levantarse.
Ciel nuevamente quería seguir durmiendo por lo que Sebastian encendió el lanzallamas y apuntó debajo de la cama. Poco a poco, como si de una vitrocerámica se tratara, el colchón se fue calentando hasta que Ciel dio un bote en la cama.
-Ay, ay, mi cuulooo. ¿Qué haces, desgraciao?
-Buenos días, señor –dijo Sebastian apagando el lanzallamas-. O debería decir: “Hell-o”
Ciel lo amenazó con la mirada. Mientras tomaba su té matutino, Sebastian comentó lo de la niebla.
-Vaya, hoy que quería ir a Londres… -dijo Ciel.
-¿Tiene asuntos pendientes allí?
-Sí, cambiar mobiliario, como el piano. Suena raro.
Una enorme gota apareció en la cabeza de Sebastian, como en los animes.
«Que suena raro… Si lo afinara de vez en cuando…» pensó el demonio.
-Y, ¿por qué no quiere ir con la niebla?
-Me da miedo que salga alguna especie de bicho infernal y me coma sin que me entere.
-Eh, eh… Señor… Las novelas de Stephen King las dejamos para ochenta años en el futuro, ¿vale?
-No me digas lo que tengo que hacer. Y vete a dar de comer a las gallinas.
Sebastian se fue de allí, indignado. Antes de salir por la puerta, su amo le detuvo.
-Y trae una paletita de jamón cuando vuelvas.
«Pa`paleta ya estás tú, niña» pensó Sebastian, cambiando el género de su amo.
-¿Has dicho algo?
-No, nada, señor. De verdad, se creerá que tengo pinta de granjero… ¡Piiiitas, pitas, pitas, piiitas!
Sebastian salió afuera a echarle pienso a las gallinas, que empezaron a arremolinarse en frente de la puerta trasera y a comer como descosías.
-¡Ay! La puta que las parió… -maldijo Sebastian apartándose de la manada de gallinas-. Comen como posesas y se cagan que da gusto.
Después de dar de comer a las gallinas que supuestamente llevaban ahí siempre, Sebastian fue a servirle el desayuno a su amo.
-Leche recién ordeñada y pastel de chocolate.
-Ñam, ñam. ¡Qué ico!
Mientras Ciel desayunaba, Sebastian fue a echarle un vistazo al servicio. En la cocina, Brad estaba haciendo la comida a su manera.
-Explícame por qué tienes esas pintas.
-En las instrucciones pone “Calentar el horno”.
-¿Y crees que vistiéndote de gogó y maquillándote y bailando en una barra se va a calentar el horno? –Sebastian ya le quitaba hierro al asunto. Tenía que acostumbrarse a flipar en colores si quería seguir allí.
-¿Sabes algo mejor?
Sebastian suspiró y encendió el fuego del horno abriendo la llave del gas. Por su parte, Mey-Lin y Finny limpiaban las ventanas y acondicionaban el jardín respectivamente.
-¡Si no se ve ná hoy! –exclamó Sebastian acordándose de la niebla-. Este es capaz de cortarle la cabeza al cartero con la podadora.
Cuando Sebastian volvió a reunirse con su amo, este le dijo que se preparara que se iban a Londres.
-¿Y el servicio?
-Ve al baño, corre…
-No, señor, me refiero a los sirvientes.
-Que se queden, no pasa nada.
-Uy, que no. La última vez que los dejamos solos, dejaron la mansión como un ninot en las fallas de Valencia.
-Sí, eso es verdad…
-¡Espere, tengo un plan!
Sebastian metió a los cuatro sirvientes en un búnquer subterráneo hecho de acero inoxidable.
-Como salgan de ahí, te juro que dimito.
Por el camino a Londres, el carruaje iba dando tumbos.
-Sebastian, ve más despacio. Se me están mareando los hu…
-Lo siento, joven amo, pero con la niebla no se ve bien.
-A ver, déjame… -Ciel se asomó por la ventana para ver con horror que Sebastian iba por en medio del bosque en vez de por el camino.
-¡Sebastian! Estás yendo por medio del bosque. ¡Vuelve a la carretera!
-¿Carretera? ¿Qué carretera?
-A la derecha… No, no, a la izquierda…
-Fíese de mi instinto, señor.
-Si queremos acabar en Andorra. Haz lo que te digo.
Milagrosamente, llegaron a Londres, donde la niebla era más densa.
-Si lo llego a saber no salgo ni de la cama…
-Señor, ¿con quién habla?
-Contigo, gilipo…
Un guantazo cruzó la cara de Ciel. Quien creía que era Sebastian era en realidad otro hombre.
-Señor estoy aquí.
-¿Aquí? ¿Dónde?
-Aquí.
-¿Dónde?
-No se mueva, ya voy yo.
-¿Sebastian me acabas de tocar el culo?
-¿Justo ahora?
-Sí…
-No.
-Pues juraría que era tu mano… Sebastian, ¿eres tú?
-¡Es mi vestido, pervertido!
-¡No, señora…! –paragüazo en la cabeza-. Ay… ¡Sebastian! Ven aquí cagando leches.
-Ya estoy, señor. Era más fácil así, en verdad.
-Venga, vamos a buscar un piano nuevo.
-Sigo insistiendo en que un diapasón sería mejor…
Sebastian estaba en lo cierto, pero no cayó en la cuenta de cómo llevarían el piano a casa…
-¡Mierda! ¡Tiene razón! El carruaje explota fijo si ponemos un piano encima.
-¿Ocurre algo, Sebastian?
-Eh, no, nada…
En la tienda de música, supuestamente compraron un piano, pero Sebastian volvió para devolverlo, compró un diapasón para afinar el que tenían en casa y luego si acaso lo pintaba.
-Espero que cuele la bromita porque paso de cargar con ese bicho hasta la mansión.
Tristemente, tendrían que pasar la noche allí, en Londres, por culpa de la niebla.
-¡Me cago en…! *ejem* Demonios –exclamó Sebastian.
-Iremos a la kelly que tenemos en Lodres y pasaremos allí la noche hasta que la niebla se levante.
¿Y si mañana no se ha levantado la niebla, señor?
-Pues nos quedamos otra noche.
-¿Y si al día siguiente tampoco se ha ido la niebla?
-Nos volvemos a quedar sin problemas. La casa está bien equipada, con agua, calefacción y televisión digital terrestre. No hay nda de qué preocuparse.
-Sí, de los otros cuatro.
-Pero si les dejaste comida en el búnquer…
-Me preocupa más que se escapen, se vistan de fallera mayor y empiecen a bailar alrededor de la mansión-ninot cuando arda.
-Vuelves a reparar la mansión y listo.
-¡Un cojón! Ya he perdido la cuenta de las veces que he reconstruido la maldita casa.
Así pues, siguieron el plan y pasaron la noche en Londres. Mientras Ciel veía el cotilleo, Sebastian miraba por la ventana, rezando que se levantara la niebla para poder volver a la mansión y ver que estaba bien.
-Puedes llamarles, si quieres –propuso Ciel.
-¡No se me había ocurrido antes!
Sebastian marcó el número de la mansión, pero comunicaba.
-¿Eh? ¿Comunica? ¿A quién estarán llamando?
Tras colgar, Sebastian esperó un rato y volvió a llamar. Ahora sí daba señal.
-Digamelon –dijo Brad.
-Pandas de inútiles, ¿qué estáis haciendo?
-Pues hemos encontrado unas cartas y estamos echando una partida. Ah, y hemos pedido una pizza, no tardará en llegar.
-vale, pero recordad no salir o los bichos de la niebla sus comen.
-Sí, sí. No lo digas mucho que Mey-Lin se caga…
-¡Ahh! ¿Los bichos nos atacan?
Se oyeron golpes, ruidos y de repente se perdió la conexión.
-¿Cómo están? –preguntó Ciel sin apartar la mirada de la tele.
-Como cabras.
-No me refiero a eso.
-¡Ah! Disculpe, pues bien. Mientras se queden ahí.
Por suerte, a la mañana siguiente pudieron volver a la mansión. Allí, el servicio estaba preparando una paella.
-¡Ahg! Una paella. Eso es que vais a quemar la casa.
-Sebastian, ¿qué tiene que ver una cosa con la otra?
-En las fallas comen paella. En las fallas se queman ninots. Estos mierdas secas creen que la mansión es un ninot.
-Ya veo cómo funciona tu cerebro, Sebastian…
-Nada de eso, Sebastian. Hemos hecho una paella porque es lo que queda de comida.
-¿Perdona? ¡¿Que no hay comida?! Ahora tendré que volver a Londres a por más. ¡Sus matoo!
Mientras Sebastian corría detrás del servicio, Ciel se zampaba la paella directamente de la sartén.
-A ver quién le dice a Sebastian que hoy es San Juan…
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| | | Hwesta Duque
Cantidad de envíos : 1263 Edad : 31 Localización : Por ahí andaré Fecha de inscripción : 14/08/2013
| Tema: Re: En esta Mansión Uno no se Aburre Miér Oct 23, 2013 9:37 am | |
| - Capítulo 7:
*supiro* Ay… Una bonita mañana de domingo amanece en Inglaterra. Y como siempre, Sebastian se dispone a levantar a su amo con suavidad…
-¡Venga, vamooos! Que se enfrían los chuuurroooos.
Sebastian vio que la técnica de la cazuela y el cucharón surtió efecto en su día, así que volvió a repetirla esta vez con una vuvuzela de extra.
-¿Eh? ¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Estamos en cuartos ya?
-Buenos días, joven amo. Para hoy domingo le he preparado chocolate con churros.
Como si del mismísimo néctar se tratara, Ciel saltó de la cama y bajó corriendo a desayunar aún con el pijama puesto.
-Llego a saber esto y me ahorro el numerito –comentó Sebastian, rasgándose las vestiduras-. No pienso rasgarme las vestiduras literalmente, Hwesta.
-Ooh…
Cuando Sebastian bajó al salón, Ciel ya se había ventilado todos los churros del plato. Estaba repantingado en la silla, masajeándose su vientre hinchado de churros y de vez en cuando eructando.
-Señor, aunque sea domingo, tiene trabajo acumulado…
-Sí, lo sé, y a ti te recuerdo que tienes que preparar la cena de esta noche.
-¿Qué cena?
-He invitado a cincuenta personas a pasar la noche aquí. ¡Pijamada Phantomhive!
-Señor… No me dijo nada.
-Porque lo he planeado ahora por inspiración churrera.
La sonrisa de Sebastian se congeló en su rostro mientras por dentro explotaba.
«Ya está el niñato este tocándome los conguitos» pensó el demonio.
Era una clara venganza por recordarle a Ciel que tenía trabajo acumulado, pero Sebastian se la tenía jurada también.
-¿Griego? ¿No lo podemos dejar para mañana?
-No, señor. Cuanto antes repase griego, antes se quitará el trabajo acumulado.
-Que yo recuerde no tenía griego acumulado…
Antes de que se diera cuenta de que, en efecto, no tenía griego atrasado, Sebastian le pidió que le recitara el alfabeto.
-Vale, pero te lo voy a decir eructando, que los churros no me han sentado muy bien…
Durante media hora, Sebastian tuvo que aguantar al joven conde recitando el alfabeto a base de eructos. Encima, cada vez que se equivocaba, tenía que volver a empezar, así que la tortura se prolongó bastante más de lo que se pensaba.
-Muy bien, joven amo. Puede parar. Ahora tiene trabajo de la compañía. Le dejo solo…
Sebastian se fue de allí tan rápido como pudo y dando un portazo. Tenía que preparar todo para la noche. Y entonces, surgió la gran pregunta…
-¿Y el servicio?
Sebastian les buscó por toda la casa sin hallar rastro de ellos.
-¿Qué ha pasado? ¿Estoy flipando?
Sebastian encontró en las cocinas una nota que decía.
-“Sebastian, hoy es nuestro día libre punto Nos hemos ido a Londres punto volveremos por la noche punto Finny no escribas la palabra punto sino que pongas un punto punto
Atentamente
El servicio"
Aquello no podía estar pasando. Era música celestial para Sebastian. ¡Un día entero sin los cazurros de los sirvientes!
-Yeeeyyy. ¿Y tengo que pasar todo el día preparando la cena? A fregar, uso mi magia y me voy con los gatetes.
Sebastian lo dejó todo listo en cero coma y se fue a pasar la mañana con los gatos. Sebastian sirvió la comida y sobre la hora de té llegaron los invitados.
-Sebastian… ¿Qué coño le has puesto a las alubias?
-Nada, ¿por?
*Prrr*
-Por eso… ¡Lo has hecho adrede! –exclamó Ciel señalando con el dedo a su mayordomo, que sonreía con maldad-. Ahora estaré toda la noche pedorreándome.
-A que jode. Pues imagínese cuando le voy a despertar y se tira pedos en mi cara a modo de réplica.
Sebastian y Ciel olvidaron sus vicisitudes y se centraron en la fiesta. Sebastian recogía el equipaje de los invitados (era una pijamada, tendrían que llevar pijama) mientras Ciel les daba la bienvenida. En cuanto todo el mundo llegó, cerraron las puertas que conectaban la mansión con el exterior y…
-¡Sebastian! Enchufa el singstar. Vamos a cantar Camela.
La pijamada empezaba con una hora de singstar en la que los invitados cantaban sus canciones preferidas, desde Mago de Oz a la Supremas de Móstoles pasando claramente por Camela.
-Cuando zarpa el amooor…
-Ere un enfermo, ere un enfermo, ere un enfermo del cibelsesho…
Después de una hora de berridos y falsetes, pasaron a enchufar el rock band.
-Aquí que rulen los instrumentos, nada de acapararse la batería –dijo Ciel. Dándolo todo con Foo Fighters, Metallica, Alice Cooper… Ya después, pasaron a cenar.
-¡Pizza recién salida del horno! –anunció Sebastian con un gorrito blanco de cocinero, delantal y bigote de pega a lo italiano.
Los invitados devoraron como unas setenta pizzas. Después de esto y con la tripa hinchada, propusieron ver una peli de miedo. Durante la típica escena en la que todo está en silencio y aparece el susto mata corazones, los invitados dieron un bote al oír…
*Prr*
-¿Qué ha sido eso?
-¡Es el demonio!
Ciel siguió a su bola en el sofá, rezando porque sus cuescos sonaran pero no olieran. Desgraciadamente, un cuesco llegó a oler…
-Huele a mierda…
-¡Eso es que hay una presencia demoníaca!
-Calmaos, solo es una película –dijo Ciel.
De repente, la puerta del salón se abrió y todos dieron un brinco.
-¡El demonio!
-¡Vade retro!
Las luces se encendieron. Era Sebastian.
-¿Me ha llamado joven amo?
-No… Pero ya que estás aquí, trae todas las almohadas que pilles.
-Sí, señor.
Eran las dos de la mañana cuando Ciel tuvo una brillante idea…
-¡Guerra de almohadas!
Media hora dándose de leches con la almohadas (Sebastian también se apuntó para pegar a su amo).
-¡Ay! Eso ha dolido, Sebastian.
-Lo siento, joven amo. Apuntaré más abajo…
Una vez destrozaron todas las almohadas y dejaron la sala como la casa del tío de la Matanza de Texas, llegó la hora de irse a dormir.
-Yo me retiro ya. Sebastian les acompañará a sus habitaciones.
-Síganme, por favor.
-Eh, Sebastian…
-¿Sí, joven amo?
-¿Qué haces con el tractor dentro de la mansión?
-Es más cómodo para llevar a los invitados a sus habitaciones…
-¿Estás fumao? ¡Sácalo de aquí a la de ya!
-Vale, vale… ¡Vamos, que nos vamos! ¡Todos arriba!
Sebastian metió la cuarta y arrancó.
-Pa`lante, Sebastian –dijo Ciel, que ya que estaba aprovechó y se subió al tractor-. ¡Pa`lante!
-Se ha atascado… ¡Ahora!
Sebastian metió, ahora sí, la cuarta y se fueron todos a paso de tortuga en el tractor. Por el camino hicieron paraditas para dejar a los invitados en sus habitaciones hasta que solo quedó el joven amo.
-Tengo un tractor amarillo. Queee es lo que se llevaa ahooraaa.
-Sebastian, ¿esta cosa no puede ir más rápido?
-Es un tractor, señor, no un fórmula uno.
-La próxima vez tráete el cortacésped. Hace el mismo ruido y va más rápido. Pero, si hasta yendo a pata llegamos antes.
-Llévame esta noche a San Fernandooo. Iremos un ratito a pieee y ootro caminandoooo.
-Con que me lleves a la cama esta noche es suficiente.
A las 6 de la mañana llegaron al dormitorio del señor. 3 horas de viaje en tractor por la mansión.
-Buenas noches, joven amo.
-Buenas noches… Sebastian, ¿te importa dormir conmigo?
Sebastian enarcó una ceja y rápidamente se metió en la cama sin quitarse los zapatos siquiera.
-Como desee…
-¡Maricón! Me refiero a que te quedes ahí hasta que me duerma. ¡Subnormal!
Ciel echó a patadas a Sebastian, quien cayó al suelo. Tal y como ordenaba el niño, Sebastian se quedó allí de pie hasta que el niño se durmió. Minutos más tarde empezaba a despuntar el alba.
-Solo por tocar los huevos… ¡Hora de levantarse, joven amo!
-¿Qué dices? Si acabo de meterme en la cama.
-A las seis de la mañana, sabiendo que aquí amanece entre las seis y las seis y media.
-Que te f*****.
-Bueno, ¿se va a levantar o no?
-¡Sebastian no me toques los…!
Se podría decir que ese día Ciel hizo empalmada.
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| | | MeLargodelForo:P Rey
Cantidad de envíos : 1670 Fecha de inscripción : 18/03/2013
| Tema: Re: En esta Mansión Uno no se Aburre Miér Oct 23, 2013 1:54 pm | |
| ¡Como me he podido reír! He reído a carcajadas con cada una de las historias, sobre todo por la manera de hablar de Sebastian y Ciel, desde groserías hasta expresiones y demás... y os sirvientes, pobresitos, dales un respiro, jajajajaajaja se lo toman todo literal.... Ne! Escribe uno pero donde salga la familia de Lizzy, y Sebas se queje por lo mandona que es la tia de Ciel, y lo agudo que habla Lizzy etc..,. sería interesante de ver! | |
| | | Hwesta Duque
Cantidad de envíos : 1263 Edad : 31 Localización : Por ahí andaré Fecha de inscripción : 14/08/2013
| Tema: Re: En esta Mansión Uno no se Aburre Miér Oct 23, 2013 4:58 pm | |
| Tomo nota Tengo en mente por ahora dos | |
| | | Hwesta Duque
Cantidad de envíos : 1263 Edad : 31 Localización : Por ahí andaré Fecha de inscripción : 14/08/2013
| Tema: Re: En esta Mansión Uno no se Aburre Jue Oct 24, 2013 10:04 am | |
| - Capítulo 8:
Técnicamente hoy no amanecía ningún día, ya que los cierrabares de los nobles se fueron a las tantas de la mañana a la cama, casi con la aurora. Así pues, Ciel decidió hacer empalmada y no dormir durante un día entero.
-¡Vamos, Sebastian, dale!
-Sí, señor.
-Sí, sí, vamos… ¡Más fuerte!
-Hago lo que puedo señor. No sé cómo manejarlo…
-¡Ah…! Ahí, ahí… Vengaa. ¡Sí!
Sebastian y Ciel estuvieron toda la noche dale que te pego; echando… una partida.
-Ay, qué cansado… -murmuró Sebastian, aburrido de tanta consola.
-Venga, Sebastian, anímate. ¡Que nos hemos pasado el Templo del Agua!
-¡Qué tortura de pantalla!
-Ni que lo digas. Y maldita hada… Ahora sé cómo se siente Link teniendo una maldita voz todo el día de Dios diciéndole lo que tiene que hacer.
-No me estará comparando con esa bola de discoteca con alas, ¿verdad? –dijo Sebastian con tono amenazador.
-No… Qué va… -dijo Ciel entre a la defensiva y sarcástico.
Para desayunar, Sebastian no se comió la cabeza y calentó los restos de la cena anterior.
-¡Pizza fría! –exclamó Ciel al verla-. ¡Qué buena!
Tras despedir a los invitados de la pijamada (y de asegurarse de que no quedaba nadie extraviado en la mansión), Ciel se fue a su cuarto…
-Qué cansado… -dijo tirándose sobre la cama.
-Señor, el día acaba de empezar.
-Sebastian… -dijo Ciel con la cara hundida en las sábanas-. ¿Qué es esto?
Ciel había levantado su dedo índice. Normalmente, levantar el dedo corazón era un gesto despectivo, pero aquel… Sebastian sabía que había gato encerrado y no paraba de pensar dónde estaba la trampa.
-Un dedo, señor.
-Pa`ti un pedo.
*badumtss*
-¡Ya me estás empezando a tocar la castaña! –gritó Sebastian sacudiendo el colchón entero-. Levanta de una vez, so friki de la cama.
-Me voy a casar con mi cama…
La expresión de Sebastian cambió de pronto.
-Que no se entere la Lizzie no sea que la pifiemos…
*neeee* *neeee* *neeee*
-¡La alarma de emergencia!
-¡Alerta roja! ¡Esto no es un simulacro!
-Sebastian, canda las ventanas, tapia las puertas, las chimeneas, los desagües, los váteres… ¡Todo!
-A la orden, señor.
Sebastian preparó la casa a prueba de bombas en su típico cero coma.
-Bien, señor. ¿Está listo?
-Un momento –Ciel se puso en la cabeza una cazuela a modo de casco-. Ya estoy.
Era la tercera vez que se escondían tras una barricada improvisada con cazuelas por cascos y sartenes por espadas.
-Se aproxima…
-Lo sé… Sea lo que sea que entre por esa puerta, ¡resistiremos!
-¡Sí, joven amo!
La puerta de la mansión trataba de abrirse en vano por las cadenas y tablones que había colocado Sebastian.
-¡Oh, mierda! ¡Va a derribarla!
-¡A cubierto, señor!
Las cadenas y las maderas cedieron, de modo que la puerta principal pudo abrirse…
-¡Ciiieeeeel! ¿Eh? ¿Qué es esto? ¿Otra vez jugando a los soldaditos?
-Nos ha descubierto, señor.
-Te dije que hacer la barricada justo en frente de la puerta no era muy buena idea.
-¿Qué tramáis? –preguntó la chica asomándose a la trinchera y asustando al mayordomo y al amo.
-Li-li-lizzie…
-¡Cieeel! –Lizzie agarró a Ciel por las manos y le pegó uno de sus famosos viajes, dejándolo bien meneado.
-La próxima vez, deje que le ponga al joven amo un tarro con mayonesa.
-¿Para la cena? –preguntó Ciel, mareado.
-Sí, pa`los calamares.
-Agh… Bocata calamares… -Ciel babeaba al imaginarse la suculenta comida-. Ejem… Lizzie, ¿qué haces aquí?
-He venido porque mi madre…
-¡Ahí estás!
Como si se hubiera teletransportado, la madre de Lizzie apareció de pronto delante de Ciel, con su cara de malas pulgas de siempre.
«Esta mujer… Si yo fuera su marido, pedía el divorcio» pensó Sebastian mientras contemplaba la escena.
-Ah… Suegra…
-Tenemos asuntos muy importantes de los que hablar. Pero antes… ese mayordomo ya me está tocando el co** con su peinado…
-Eh, eh, eh… -Sebastian no sabía qué decir. Le había pillado por sorpresa.
-¡Péinate debidamente, hombre ya! –ordenó la mujera.
Sebastian sacó un cepillo de su bolsillo y se peinó como la gustaba a la suegra de su amo.
-Mu bien, sí señor. Ahora… Tú y tú –señaló a la joven pareja-, al salón. Y tú –señaló a Sebastian-, prepara té.
La madre de Lizzie se encerró con los niños en el salón, dejando a Sebastian con un palmo de narices.
-Y yo me quejo de la mala hostia de mi amo…
Tras preparar el té, Sebastian fue a servirlo, encontrándose una peculiar escena…
-¡Imbécil, roba hijas…!
-¡Oiga, un respeto…! ¡Ah! –Ciel esquivó un objeto que le había lanzado su suegra-. ¡Los barcos en las botellas no!
-¡Mamá! ¡Para!
Sebastian seguía delante de la puerta con la bandeja en las manos, flipando como nunca antes.
-Yo… Me voy…
-¡Quieto parao! –la madre de Lizzie le agarró por detrás y lo metió dentro del salón, cesando la bronca-. A lo mejor tú puedes explicarlo.
-¿Explicar el qué?
-¡Explicar por qué mi futuro yerno le quiere poner los cuernos a mi hija con una tal Cama! Se llama Camelia, ¿verdad? La hija del médico. ¡Ayy! Si lo sabía yo. Que los Phantomhive solo dan problemas…
-Eh, joven amo, ¿qué le pasa a su suegra? Está más nerviosa que Son Goku en el Ramadán.
-Lo sé, Sebastian. Parece ser que había micros por la casa y oyó lo de esta mañana, que me casaba con mi cama…
-¡Lo reconoces! ¡Encima!
La madre de Lizzie le volvió a lanzar algo más grande y pesado, algo que hasta Sebastian tuvo que esquivar.
-Josú, pisa –murmuró Sebastian mirando lo que le había lanzado-. ¿Una armadura? ¿Desde cuándo…?
La mirada asesina de la suegra de Ciel lo decía todo: él y Lizzie iban a dejar de ser prometidos. Normalmente los invitados se irían de la casa, pero en este caso la suegra echó al yerno y al mayordomo.
-¿Y yo por qué? –se quejó Sebastian.
-Ay… Esto no es bueno… -Ciel estaba en el suelo, sentado, con las manos sujetando su cabeza, compungido.
-Tiene que recuperar el corazón de la señorita Elizabeth. Cueste lo que cueste.
-Sí, y así podré recuperar mi mansión –dijo Ciel, levantándose del suelo, más animado.
-Sí, recuperar la mansión… Y echar a esa bruja de aquí.
-¿Cómo lo hacemos, Sebastian?
-Tengo una idea…
Sebastian sacó su móvil (en el manga salía algo parecido) y tecleó para llamar a alguien.
-Sí, soy yo. ¿Podrías venirte? Sí, vale. Hasta ahora.
-¿A quién has llamado? –preguntó Ciel, emocionado.
-Cieeel quiere volveeeer. Quiere volver con Elizabeeeeth. No la puede engañaaar. Es en la única que piensaaa. Por favor, perdónaleeee. Que el niño da muucha penaaa. Venga, va, aceptaleeee antes de que se corte las venaaaas. Lizzieee, Lizzieee, Lizzieeee perdonale yaaaa. Lo de la caamaa es mentiraaa, fue una trola de su suegraaa. Si algún día, Cieeeel la vuelve a cagaaaar. No lo eches de su casa, que se vaya un rato a fregar.
Sebastian había llamado a Grell y Will para que se le unieran a la tuna improvisada que habían montado. Mientras Sebastian tocaba la guitarra, Grell tocaba la pandereta y Will el laúd. Ciel estaba tras la caseta del perro, muerto de vergüenza.
-¡Si queréis cantar, al karaoke! –saltó la madre de Lizzie, que había salido al balcón.
-Como mucho láncenos el singstar –dijo Sebastian. La madre de Lizzie obedeció y le lanzó los micrófonos, los CDs, la consola… todo. Después cerró la puerta del balcón.
-¡Qué mujer! ¿Y es de la nobleza?
-Sí, Grell, sí.
-Bueno, ya que hemos cantado, aprovechemos, Bassy…
-Cuántas veces tengo que decírtelo, travelo maricón. ¡Soy un hombre muy heterosexual!
-Un besito aunque sea.
-¡Que no, cansino!
-Ay, Bassy… Eso es un cuerpo y no el de la policía.
-Vamos, Grell –dijo Will pinchándolo con el palo y llevándoselo a rastras-. Hay mucho trabajo que hacer.
-¡Bye, bye, Bassy!
-Y parecía tonto cuando lo contratamos.
Sebastian y Ciel se quedaron solos, pensando qué hacer para recuperar la casa.
-Oiga y si llamo…
-No más canciones.
-No, estaba pensando en…
-Nada de lanzallamas tampoco.
Sebastian se había quedado sin ideas. Por suerte, Lizzie seguía amando a Ciel y le tiró una cuerda para que subiera y durmiera con ella.
-No hagas caso a mi madre, Ciel. Se le pasará.
-Lo dudo mucho…
De pronto, la puerta se abrió y entró la madre de Lizzie con el equipo de la SWAT.
-Eh, mamá…
-He detectado presencia Phantomhive –dijo mirando el radar-. La señal se hace cada vez más intensa…
Como ciel no aparecía por ninguna parte de la habitación, la madre de Lizzie se asomó al balcón para ver a Sebastian, que saludó con la mano como si nada.
-Hola…
-¡Mamarracho! ¿Dónde está tu amo?
-Tras los matojos. Ya que no tenemos acceso al baño…
La madre de Lizzie se volvió a meter dentro.
-Hasta que no me dé una explicación de quién es cama, no nos vamos de aquí.
-¡Y dale! ¡Dije que me iba a casar con mi cama! –saltó Ciel saliendo de su escondite.
-¿Qué hacías en el armario?
-Esto…
-Un momento. Armario… Salir… ¡Eres…!
-¡¡No!! ¡Ni mucho menos!
-Señor, no me diga que en realidad usted… -Sebastian había aparecido de repente en el balcón.
-¡Calla, coño! Que la cagas.
Tras media hora diciéndole a su suegra que el día anterior se fue de parranda (no de burdeles) y que estaba tan cansado que quería irse a la cama pero Sebastian no le dejó, Lizzie y su madre entendieron el malentendido.
-De acuerdo, la casa es tuya. ¡Pero no vuelvas a ponerle los cuernos a mi hija!
-Sí…
Lizzie y su madre se fueron de allí en un carruaje. Cuando por fin las perdieron de vista, Sebastian descorchó el champán.
-¡Menos mal! Estaba a punto de llamar a Snake y de decirle que una de sus víboras se había escapado.
-De verdad… No me extrañaría nada que volviera a entrar en la mansión.
-¿Disculpe? ¿Quién cree que es? ¿Mary Poppins?
Y así llegó la noche del lunes. Ciel cayó rendido enseguida, obligando a Sebastian a cambiarlo y a acostarlo. Cuando el niño estuvo en la cama, el servicio había llegado.
-Demasiado bonito para ser verdad… Y para un día que tenía libre sin ellos viene la mujer esa… Espera.
Sebastian fulminó con la mirada al servicio.
-¿No deberíais haber vuelto hace más de un día?
-Lo sentimos, es que…
-La niebla era mus espesa y…
“Sol y calor de verano. Para la estación en la que estamos, esto es bastante inusual…”
Sebastian había encendido la tele, que justo estaba dando el parte meteorológico.
-Y el señor está roque… ¡Sus vais a enterar!
Ni Sebastian ni el servicio pararon de correr lo que quedaba de noche. Ni de madrugada se aburre uno aquí.
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| | | MeLargodelForo:P Rey
Cantidad de envíos : 1670 Fecha de inscripción : 18/03/2013
| Tema: Re: En esta Mansión Uno no se Aburre Vie Oct 25, 2013 2:57 pm | |
| jajajajajajjaja looooooooool *partiendose de la risa* jajajajajaja mori de risa con el capi, y "los cuernos de Ciel" jajajajajaj pobre Lizzy, pensó que la estaban engañando....
tanto miedo le tienen a la marquesa que se escondieron tras una barricada! jajajaja pobres, para esconderse tendran que levantar un muro estilo Shingeki no Kyojin o algo asi okno...
jejeje me dirverti mucho leyendo el capi, sobre todo lo de Sebastian queriendo ser completamente heterosexual.... y lo de Ciel saliendo del closet, eso si que me hizo reir mucho!!
que bueno que escribiste lo de Frances como sugeri...¡Espero con ansias el proximo cap para seguir riendo! | |
| | | Hwesta Duque
Cantidad de envíos : 1263 Edad : 31 Localización : Por ahí andaré Fecha de inscripción : 14/08/2013
| Tema: Re: En esta Mansión Uno no se Aburre Vie Oct 25, 2013 3:45 pm | |
| Jeje, me alegra mucho que te gustara Pues este es un homenaje a un gran sketch de "Cruz y Raya". Enjoy! - Capítulo 9:
Una tranquila mañana de martes, Sebastian estaba haciendo el desayuno y a punto de despertar a su amo cuando se abrió la puerta trasera y entró un hombre.
-Oiga, amigo, ¿es usted el señor Phantomhive?
-Eh, su mayordomo, ¿por?
-Porque debe una fortuna por esta mansión
Y me mandan pa`cobrarle el préstamo que solicitó.
El hombre se puso a cantar de repente a lo rap, haciendo que Sebastian se golpeara con el puño en la cara para ver si despertaba.
-Vale, vuelvo a flipar. ¿Préstamo de qué? ¿Quién es usted?
-Conoce al cobrador del frac
Pues yo soy el del rap
Y quiero el dinero del banco.
O si no se queda manco.
Sebastian trató de digerir lo que estaba pasando. Pasó olímpicamente del rapero que siguió comiéndole la oreja incluso cuando fue a levantar a su amo.
-Despierta chavalín
Paga el cheque
Con un chelín.
Y te dejo, peque.
-¡¡Gyyaaahhhh!! Sebastian, ¿quién es este flipao?
-No sé, pero tendré que llamarle a partir de ahora para que le despierte.
Ciel desayunó tranquilamente con el rapero de fondo. Estudió, trabajó e hizo vida normal… Hasta que a la hora del almuerzo empezó a hartarse.
-Se nota que Soma le ha armado de paciencia…
-¡Me estás empezando a tocar los cojo…!
-“Nesesitas” relajarte.
Toma una tila
Y antes de marcharte
Págame, anda.
-¡Sebastian!
-Sebastian
Christian
Damian
Da igual a quien llames
No te va a salvar
-Sebastian, ¿qué demonios quiere este tío? –le preguntó al oído mirando de reojo al rapero.
-Parece ser que debe dinero al banco.
-¿Dinero? ¡Si estoy forrado!
-Dice no sé qué de la reforma…
-¡Pero si eso lo hiciste tú con tu magia!
-Bancos, señor.
-Ya veo… Intenta convencerle de que se ha equivocado.
-Ya lo hice, señor. La respuesta es la misma: “Paga ya, paga ya”.
Ciel se llevó una mano a la cabeza.
-Hay que deshacerse de este tipo como sea… Y creo que sé cómo…
Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas, como las que tomó Ciel.
-De verdad, señor. Era necesario llegar a este extremo.
-Lo siento, Sebastian. Tendrás que sacrificarte.
-Ya veo…
-¡Bassy!
Ciel había llamado a Grell para que les echara un cable.
-¿Hoy también vais a montar una barricada? Entonces espera que me cambie para ser la más divina de la trinchera.
-Venga, cacho travelo…
-Grell –lo llamó Ciel, serio-. Necesitamos que te cargues a ese tipo de ahí.
Ciel señaló al rapero que seguía bailando y a su bola.
-¿Eh? ¿Por qué? ¿Figura en la lista?
-Haz una excepción por una vez.
-¡¿Qué?! ¿Y que Will me mate? Prefiero ser azotada por otro hombre –miró a Bassy-. Grr.
-¡Lo que sea, pero cárgatelo de una vez!
-Solo si Bassy me da un beso con lengua.
-¡No! Por favor, lo que sea menos eso.
-¡Sebastian, deja que te morree!
-No, se lo suplico, joven amo –Sebastian se arrodilló ante su amo y le agarró del traje-. No me comeré su alma pero, por favor, ¡no deje que me bese!
-Estais todos pa`llá
Se respira locura
Veníos para acá
Y pagad con soltura.
A pesar de las insistencias, Grell no mató al rapero y se fue de allí, disgustada.
-Bien, Sebastian, has impedido que Grell lo mate. Haz algo para remediarlo.
-¡Será cabrón!
-¿Cabrón yo? Eres tú el que me ha chafado el plan. Ya lo estás solucionando, coños ya.
Sebastian apretó los dientes y fulminó con la mirada a su amo. De repente, tuvo una idea.
-¡Ya sé!
Sebastian se acercó al rapero para decirle amablemente qué tenía que hacer para que se marchara.
-Paga ya…
-Sí, sí, sí, sí… A parte de eso. ¿Hay alguna otra manera?
-Una pelea de gallos
Contigo, payo.
-¿Pa-payo? –la vena de Sebastian empezó a hincharse; con lo serrano que era él y le llamaban así.
-Acepta, Sebastian.
-Sí, no me queda más remedio. Iré por el gallo al corral…
-¡Eh, eh, espera! –lo detuvo el rapero-. El gallo se altera. La pelea es entre tú y yo, soltando rimas a montón.
-Ah, entiendo.
-Sebastian, ¿llamo a los canis del otro día para que te dejen su ropa?
-Nah, una gorra blanca de los New York Yankees, unos pantalones tres tallas más grandes por debajo del culo y una camiseta de tirantes también holgada. Y si es del real Madrid de la temporada 2010-2011, mejor todavía.
-Y unas gafas de sol…
Sebastian acabó vestido como un rapero, listo para enfrentarse al cobrador del rap.
-Esto… ¿Tú no te ibas?
-He oído que Sebastian tiene el pantalón por debajo del culo. Por nada del mundo me pierdo yo eso.
-Ya veo… Y era necesario todo este equipo de cámaras –Ciel estaba rodeado de cámaras dispuestas a inmortalizar el trasero de su mayordomo.
-Oh, sí, enséñame ese sexy pompis, Bassy.
Abajo, Sebastian se estremecía al oír a Grell, pero tenía que centrarse en la pelea. Las reglas eran simples: cada uno lanzaba una rima y el otro tenía que responder con otra rima. El que no respondiera en diez segundos perdía.
-¡Sebastian, es una orden! ¡Gana, coño!
-¡Hostias, que sí, pesao!
-Empecemos pues, uno, dos y tres… ¡Señor mayordomo, dígale a su señor que pague, por favor!
-Lo siento mucho, cobrador. Ese préstamo no es de mi señor.
-Devuelva el dinero o le cuento al mundo entero el cabreo del banquero.
-El señor está forrado, y nunca pide prestado, aunque sea al Estado.
-¿Entonces por qué debe Ciel?
-¿Está seguro de que habla del mismo caraculo?
-¡Oye! Esta noche te quedas tú sin fo…
-Caraculo, caramulo. Me da igual, Ciel debe pagar.
-Sigo insistiendo, no estoy mintiendo, mi amo no debe ni aunque se lo lleve.
-Esto se pone interesante –dijo Grell desde su palco, siguiendo con los prismáticos el culo de Sebastian-. ¡Aaaggghhh…!
-Si tanto insiste, déjeme ver si existe algún error de mi superior.
El rapero paró de pronto y se dispuso a mirar su libro de cuentas. Mientras ojeaba la última hoja, se quitó las gafas para ver mejor. Después cerró de golpe su libro y le dijo a Sebastian:
-Mis disculpas, chaval. Lo has pasado mal. Peor ha habido un error y yo soy el perdedor. Si me disculpas me piro antes de que me peguen un tiro. Ahora sí iré a cobrar al prestamista haragán.
Dicho esto, el rapero se marchó por la puerta.
-Uff… Por fin, puedo quitarme esto… -Sebastian se dispuso a quitarse la indumentaria rapera cuando reparó en Grell-. Mejor no.
Tras cambiarse, Sebastian se reunió con su amo, que parecía más tranquilo.
-Lo has hecho bien, Sebastian.
-Gracias, joven amo.
-Sebastian, bájate los pantalones como antes…
-¡¿Estás zumbao de la vida o qué?!
En ese momento llamaron a la puerta. Sebastian abrió. Era Lau.
-Hola, conde. Por casualidad no le sobrará algo de dinerillo…
Detrás de Lau apareció el rapero de antes. La noche iba a ser muy larga si querían quitárselo de encima.
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| | | Hwesta Duque
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| Tema: Re: En esta Mansión Uno no se Aburre Jue Nov 21, 2013 4:00 pm | |
| - Capítulo 10:
CAPÍTULO 10 Amanece un nuevo día en la Mansión Phantomhive. Este día es especial porque van a empezar las obras en el ala oeste de la mansión…
*Prrr* *Brurururu* *Neeeeee*
-Pero, ¿qué coño? –exclamó el joven conde saltando de la cama.
-Tengo que llamar más a esta peña. Se despierta enseguida con el ajetreo, señor.
A su lado estaba Sebastian, con la bandeja con el desayuno en las manos.
-Serás desgraciao… ¿Qué hace esa panda de tarugos?
-Arreglar el ala oeste. ¿O es que no recuerda que quería ampliar la sala de juegos y la biblioteca?
Días Antes
-Y me amplias esto así y así.
-Pero, señor, aquí está la caseta de jardinero –replicó Sebastian, vestido de obrero.
-Mándala a tomar por culo, ya buscaremos otro sitio donde guardar las herramientas… La habitación del mayordomo estaría bien.
-¿Ehh?
-Pues… No, no me acordaba. Genial, y ¿cómo se supone que voy a trabajar con todo este ajetreo?
-Haberlo pensado antes de iniciar las obras –porque tenía las manos ocupadas, que si no Sebastian le habría hecho un corte de mangas a su amo.
-Oye, ¿qué me dices de ir a ese programa de la tele al que nos invitaron?
-¿Está seguro?
-Total, para matar el tiempo un rato…
-Como vea…
-¡Esta noche, como invitado especial a “Pastalacabra” tenemos al conde Phantomhive! Ciel y Sebastian estaban sentados a un lado de la mesa del concurso, como parte del equipo azul.
-Señor, este concurso es de preguntas y respuestas –le susurró Sebastian mientras la cámara enfocaba al presentador.
-¿Y?
-Señor, ¿le recuerdo lo catastrófico que fue su último examen? –Sebastian se llevó una mano a la frente y una enorme gota de sudor apareció a un lado de su sien.
Un par de días atrás
-Me cago en sus muertos, señor. ¡Incienso, oro y mirra!
-Pero que ya estoy “mirrando” el libro.
-Ah, ya…
Y el programa dio comienzo. El concurso consistía en, por equipos de tres miembros, realizar una serie de pruebas y el que resultara ganador pasaba al “roscón” final. Todas las pruebas iniciales resultaron ser un completo éxito para el equipo rojo, mientras que el equipo azul de Ciel y Sebastian no iba muy bien. Si ganaban, era porque al final Sebastian acertaba todas las preguntas y justo a tiempo. Así estuvieron como una hora hasta que llegaron al roscón.
-Bien, esta es la prueba final, cada uno de los participantes no famosos de cada equipo tiene un roscón. Tienen que acertar todas las preguntas para ganar la “dote”.
-Ay, la virgen… -se lamentaba Sebastian desde su asiento.
-Una cosa… ¿Qué demonios hago yo aquí? ¡Si soy el invitado!
-Eso mismo me pregunto yo –dijo el concursante del equipo de Ciel juntando las yemas de los dedos índices.
-Yo creo que lo hacen por la audiencia –comentó Sebastian para animarle-. Cuando el señor respondía, la audiencia subía un 300%
-Empecemos.
-¡¿Pero me estás oyendo, presentador maricón?!
-¿Tiene algún problema con mis inclinaciones sexuales, señor Phantomhive?
-Sí, que no se cepille a mi mayordomo –Ciel lo fulminó con la mirada.
-Demasiado tarde para eso –respondió el presentador-. Primera pregunta para el equipo rojo.
-¿Quéé? ¡Sebastian!
-Se lo está inventado, señor.
-Ya verás al llegar a casa…
Como cabía esperar, el equipo rojo acertó la mayoría de las preguntas mientras que el azul seguía con el roscón en blanco.
-Señor Phantomhive, deje de decir pastalacabra. No tiene ninguna pregunta repsondida.
-Es que es divertido. Pastalacabra, pastalacabra.
El equipo rojo acertó todas las preguntas menos una y al equipo azul le quedaba la mitad de tiempo para responder todas. Sebastian tenía que hacer algo o la reputación de su señor se iría a pique… ¡Y con ello su alma bajaría de calidad!
-Eso no lo pienso tolerar.
El demonio se deslizó a los pies de su amo, donde se agachó para no sobresalir del atril.
-Señor, le soplaré las respuestas –susurró.
Ciel estuvo a punto de gritar pero Sebastian lo paró a tiempo pegándole en la espinilla de la pierna izquierda. Ciel carraspeó y asintió con la cabeza.
-¿Está bien, señor Phantomhive?
-Sí, ¿por?
-Está llorando.
-Oh, esto… He bostezado.
El presentador parpadeó y empezó a bombardearle a preguntas. Ciel respondía con la misma rapidez gracias a la ayuda de Sebastian quien, tras completar el roscón, volvió a su asiento para asombro de los demás concursantes.
-Estaba en el baño.
Al final Ciel se llevó el premio y consiguió limpiar su reputación.
-*suspiro de alivio* Todo ha vuelto a la normalidad…
-Soy minerooo y temple mi corazón con pico y barreeenaaaa. Soy minerooo. Con caña y vino me quito las peeenaaaas.
-¡Aaagh! Había olvidado las putas obras.
Y así termina otro día en la Mansión Phantomhive.
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| | | Hwesta Duque
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| Tema: Re: En esta Mansión Uno no se Aburre Dom Nov 24, 2013 9:32 am | |
| - Capítulo 11:
Ciel desayunaba como todas las mañanas en su cama.
-Sebastian… Eres un monstruo –dijo terminando de beber su té matutino.
-Muchas gracias por el cumplido, joven amo. Veo que le ha gustado el desayuno.
-Eres un monstruo de feo, cabrón.
Sebastian se quedó con la sonrisa congelada para después empezar a estrangular a su amo.
-¡¿Qué has dicho?! ¡Repítelo si tienes hu…!
*Knock* *knock*
-Adelante –dijo Ciel, libre de las manos de Sebastian.
-Sebastian, llaman a la puerta –dijo Mey-Lin entrando en la habitación.
-¿Y no podéis abrir vosotros, cabronazos? –preguntó Sebastian, que tenía poder sobre el servicio.
-La última vez que lo hicimos, ya sabes lo que pasó y nos dijiste que te avisáramos desde entonces.
-Oh, Dios, sí… La última vez que entran las stripears en la mansión.
-No, a menos que yo lo diga –replicó el amo.
Sebastian bajó al sótano, donde solo tenían acceso los sirvientes y cogió el teléfono del telefonillo.
-¿Sí?
-Buenas, soy el fontanero, ¿me abre?
Sebastian pulsó el botón para abrir la verja y se fue de allí. Al rato volvieron a llamar.
-¿Sí?
-Buenas, soy el fontanero, ¿puede volver a abrirme que no se queda la puerta abierta?
-Fontaneros de Gran Bretaña… –pensó Sebastian mientras volvía a pulsar el botón.
Sebastian se puso a hacer el almuerzo cuando volvieron a llamar.
-Como sea ese imbécil… ¿Qué pasa?
-Buenas, ¿puede volver a abrirme? Es que no se queda…
Sebastian pulsó con rabia el botón para abrir la verja y volvió a terminar el almuerzo cuando volvieron a llamar.
-Oye, mira, que tengo las patatas en el fuego.
-Disculpe, pero la verja…
Sebastian volvió a pulsar el botón. Entonces, tuvo una idea para deshacerse del fontanero. Descolgó el teléfono y le dijo:
-Oiga, que no hace falta que venga, que ya reparamos hace un par de días el retrete. Sebastian colgó el telefonillo con una sonrisa malvada en su rostro.
-Ya me encargo luego del váter…
Mientras su joven amo se encargaba de sus asuntos con la empresa y los estudios, Sebastian desatascaba el váter y adecentaba la casa. Al mediodía, Ciel llamó a Sebastian con la campanilla que conecta su despacho con las cocinas para comunicarle una importante noticia…
*Gong* *Gong* *Goooong*
-Ciel, hermoso, ¿qué entiendes por campanilla?
-Mola más aporrear el gong, Hwesta.
-*sigh*. Sebastian, corazón, te toca…
-¿Llamaba, joven amo?
-Sí, quiero ir a comer a Londres.
-¿Disculpe? –la vena de Sebastian se hinchó peligrosamente.
-Lo que oyes, vamos a papear a Londres.
Sebastian se quedó inmóvil unos segundos, hasta que estalló cual madre hastiada por los caprichos de su hijo.
-¡Y una mierda! ¡No me he pasado toda la mañana cocinando la comida pa`que ahora me vengas con estas! ¡Eso se avisa con antelación! ¡Y seguro que en Londres no me come tan bien como aquí…!
-Vale, vale –Ciel estaba acojonado vivo por la reacción de su mayordomo-. ¿Podemos ir por la tarde a merendar?
La expresión en el rostro de Sebastian se suavizó muchísimo.
-Eso sí, joven amo.
Y así fue. Ciel comió sin apartar la vista de Sebastian y, por la tarde, ambos fueron a Londres. O se habrían ido si no hubiera sido por un pequeño incidente.
-¿Hmm? ¿Dónde las he puesto? –Sebastian rebuscaba en los bolsillos de su abrigo.
-¿Ocurre algo, Sebastian?
-Sí, no encuentro las llaves de la puerta…
Sebastian recorrió toda la casa en busca de las llaves, con Ciel a su lado, que no tenía otra cosa mejor que hacer.
-¿Dónde están las llaves? –dijo Sebastian para sus adentros.
-Matarile, rile, rile –canturreó Ciel.
Sebastian lo fulminó con la mirada.
-Esto es serio, señor, no un juego. Ahora en serio, ¿dónde están las llaves?
-Matarile, rile, ron.
*Pom* *Pom*
-Sebastian, las hostias te las podías haber ahorrado –se quejó el conde tapándose la nariz con un algodón.
-Se lo tiene merecido, por tocarme los hu…
-¡Huele a quemado! Bard ha vuelto a sacar el lanzallamas –gritó Finny pasando al lado de Sebastian y dejando caer un objeto metálico.
-Anda, aquí están las llaves –dijo Sebastian recogiéndolas del suelo-. Ya podemos irnos a Londres, joven amo.
-Ya no me apetece…
-¿Cómo dice? –el aura demoniaca de Sebastian afloró de pronto.
-¡Ah! Que vámonos, ¿no?
-¡Joven amo! ¿Y el incendio? -recordó Finny.
Sebastian desapareció de pronto para volver a apagar el fuego y de paso zurrar a Brad.
-En serio, porque me asegura que es americano, sino le digo yo que era español. Más espíritu fallero no se puede tener.
-Podría ser un pirómano, ¿no? –propuso Ciel subiendo al carruaje.
-¿Qué acabo de decir, señor?
Sebastian ocupó el asiento del conductor, pero el carruaje no arrancaba.
-¿Qué pasa ahí alante? –preguntó Ciel asomándose a la ventana.
-El caballo no quiere galopar.
-Ponte tú a correr que fijo llegamos antes.
-A sus órdenes.
Tal y como le había pedido Ciel, Sebastian desató al caballo, agarró el carruaje y echó a correr como “alma que lleva el diablo”.
*Badum tss*
Una vez en Londres, amo y mayordomo merendaron tranquilamente y se dieron un voltio por la ciudad.
-¿Y si nos quedamos de fiesta? –propuso Ciel mientras caminaban por esa calle tan grande de Londres que todos conocen…
-Se llama Gran Vía de toda la vida, Hwesta y no, joven amo. Le recuerdo que hemos dejado al servicio en la casa…
En cero coma, Ciel y Sebastian ya estaban de vuelta y la casa de una pieza.
-Uff, menos mal –resopló Sebastian, aliviado.
-Así a lo tonto hemos matado el día.
-Ya te digo.
*cric* *cric* *cric* *cric*
-¿Nos bañamos, Sebastian?
-Estaba a punto de proponérselo.
Mientras tanto, el servicio…
-Oh, vaya, otra vez han vuelto antes de lo previsto –se quejó Brad-. Chicos, dejad las investigaciones.
-Oh, vaya. Estábamos tan cerca de hacer colisionar las partículas y de descubrir el origen del universo…
-Lo podemos intentar mañana, Finny –dijo Mey-Lin.
-Sí, y yo a ver si termino la cura contra todas las enfermedades habidas y por haber.
-Mientras Sebastian no nos pille y mande todo nuestro trabajo al traste…
Pobre Finny. Al anochecer, mientras todos dormían, Sebastian dio con todo su equipo científico y lo tiró a la basura cual madre. En fin, otra vez será…
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| | | Hwesta Duque
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| Tema: Re: En esta Mansión Uno no se Aburre Lun Nov 25, 2013 3:50 pm | |
| - Capítulo 12:
*suspiro de felicidad*
Un nuevo día amanece para los Phantomhive.
-Ya vienen los Reyes Magos. Ya vienen los Reyes Magos…
*Turúúúú*
-¡Uuaaahhh! –Ciel botó en la cama del susto que le pegó el matasuegras-. ¿Pero qué coño…?
-¡Buenos días, joven amo! –dijo Sebastian sonriendo como de costumbre y con un matasuegras entre los labios.
*Turúúúú*
-¿Pero de qué vas? Si todavía no es Navidad.
-Según el Corte Británico, sí. Caminito de Belén…
-Deja de cantar o te arreo con la almohada.
Sebastian interpretó aquello como una amenaza pero aun así siguió a lo suyo.
-Olé, olé y Holanda y olé…
-¡Sebastian! ¿Vamos a ver, por qué crees que te hice merecedor de mi respeto? –Ciel se puso de rodillas sobre la cama en plan padre japonés echando la bronca.
-¿Porque lo peto? –respondió Sebastian, quien se llevó un almohadazo en toda la jeta.
-Prepara el té de una vez, so friki.
Ciel desayunó con calma y leyó el periódico.
-Esto… ¿Por qué está la página 4 quemada?
-Disculpe, señor, se me fue la mano con la plancha.
-¿Y por qué aquí no hay letras? –Ciel le enseñó una página completamente en blanco.
-Hmm, qué raro… -dijo Sebastian llevándose una mano a la barbilla, pensativo.
Ciel se quedó sin los cotilleos novedades del día. Mientras Sebastian le vestía, Ciel se dio cuenta con horror de que su camisa estaba manchada.
-Si que lo petas, sí, Sebastian. Y la cagas igual o más.
-Señor, por una manchita…
-Es tinta.
-Por una manchita de tinta…
-Tinta china.
-Por una manchita de tinta china.
-Vamos a ver, gilipollas. ¿No ves que está aquí la página del periódico que antes vimos en blanco?
Hubo un incómodo y breve silencio.
-Mire, ya puede leerla. Y si se aburre en algún momento del día…
-¡Arregla la camisa a la de ya!
-Vale, vale –dijo Sebastian marchándose con la camisa-. Qué mala hostia, por Dios. Si está forrado, podría pillarse otra sin problemas.
Sebastian bajó al sótano a lavar la camisa pero la mancha no se iba con jabón.
-Probemos lejía.
Tampoco se fue con lejía.
-Con leche. Mi madre le echaba leche a todo tipo de manchas.
Ay, Bassy, que te llevas una buena leche como se entere el amo… Y no, no se fue con leche.
-Hmm, una mancha difícil, ¿eh? Probemos el jabón rosa gay de Grell.
Nada, ahí seguía la noticia de periódico.
-Se me está agotando la paciencia. Voy a ponerla al Sol.
Tampoco funcionó.
-¿Pero qué…? Se está riendo de mí. No, si, esto me pasa por hacer el retromonguer con la plancha y el periódico.
Tras darse cuenta de que la culpa era suya, Sebastian siguió intentándolo con todo tipo de remedios tradicionales: amenazas e insultos, limón, cantándole algo, láser, cerca, volverlo a planchar con un folio debajo pa`ver si se pasaba la noticia… nada, no había manera.
-¡Me cago en…! En fin… Tendré que usar la magia.
Sebastian usó su magia para limpiar la camisa de su amo, ahora sí que quedó impoluta.
-Te vas a reír de mí. ¡Aficionada!
Cuando Sebastian subió con la camisa ya limpia, su amo estaba atendiendo asuntos de la empresa.
-Ya está –anunció el mayordomo alegre y agitando la camisa como si fuera un pompón de animadora.
-Joé, ya tardabas, macho.
Ciel se puso la camisa de nuevo y esta vez felicitó a Sebastian.
-Impecable, Sebastian. Buen trabajo.
-Gracias, joven amo.
-Lo único… Es la hora del té.
Sebastian se fue cagando hostias a la cocina para prepararle el té a su amo, quien mientras subía a su despacho. Para cuando llegó, dos minutos después, Sebastian estaba en el despacho con el té listo.
-Adelante, joven amo.
-Coño…
Ciel se sentó delante de su escritorio y tomó el té con calma. Después, bajó a la biblioteca a leer algo.
-El porno lo ha encontrado Bard, señor.
-Mecachis, digo… ¿Qué demonios? ¡Confíscaselo! Esta es una casa decente.
-Entendido, señor. Destruiré las revistas enseguida –Sebastian miró de reojo como la perreta malvada que era.
Ciel empezaba a sufrir. ¿Cómo sabía Sebastian que veía a escondidas revistas de adultos? No podía permitir que las destruyeran…
-No hace falta que las destruyas, Sebastian…
-Juju, así que las lee, ¿eh, señor?
-Sí… Pero ya lo sabías.
-Desde hace un tiempo. No conocía esa faceta suya.
-¿Eh? Si me encantan los cotilleos y el Save me.
………
-¿Cómor? –preguntó Sebastian, confuso.
-¿Cómo que “Cómor”? Yo paso del porno. Lo que me interesan son los cotilleos.
Sebastian se llevó una gran decepción en aquel momento.
-Jo, yo que pensaba que por fin le había pillado… Qué soso es, señor.
-¿Quién te crees que eres para decirme cómo tengo que ser? –replicó el amo fulminando con la mirada al mayordomo.
Sebastian se calló y se fue de allí para matar el tiempo como pudo hasta la hora de la cena. Aquella noche era especial. Ciel iba a dormir en una tienda de campaña en el salón mientras veía un programa de miedo en la tele.
-¿Está cómodo, señor? –le preguntó Sebastian.
-En la puta gloria. Una caña y ya rematamos la faena.
Ciel estaba en pijama, tumbado bocabajo con las piernas levantadas y delante del televisor. Detrás de él estaba la tienda de campaña y por el suelo había palomitas, una pizza, tacos… El típico plan de sábado por la noche, amos. Sebastian se quedó con su amo viendo “Ghost Time” el programa de fantasmas. Al principio Sebastian estaba de pie, aburrido pero poco a poco se fue acomodando, primero sentándose en el suelo hasta compartir manta con Ciel. La manta era para esconderse cuando aparecían los espíritus.
-Aaay, ahí detrás hay algo –lloró Sebastian.
-¡Aah! Se ha movido la cortina.
-¡Dios! ¡Es verdad!
Mayordomo y amo se escondieron tras la manta como nenazas.
-Sebastian, ¿cómo te puede dar miedo eso sabiendo que eres un demonio?
-¿Eh? Si me da miedo pensar cómo han hecho el montaje. Todo eso es más falso que la dentadura de Tanaka.
Jo, jo, jo.
Finalizado el programa, Sebastian apagó la televisión y acostó a su amo, que no quería irse a dormir… solo.
-Ese programa daba mucho miedo… -gimoteaba el niño tapado hasta las orejas con la manta.
-Pues no haberlo visto…
-Encima he comido mucho… Seguro que tengo pesadillas.
-¿Quiere que espere un rato con usted hasta que se duerma?
-Si te quedas aquí toda la noche es mejor.
-Eh, eh…
-¡Sebastian! ¡Esto es una orden! Quédate conmigo toda la noche, vigilando.
Y así fue. Sebastian se quedó en el salón con su amo roncando como un oso polar. Para matar el tiempo, Sebastian leía y en alguna ocasión se fue de allí para ver a los gatos.
-Me la suda que luego estornude y tenga alergia. Qué aburrimiento estar viéndole sobar…
A ver qué tal amanecen mañana.
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| | | Hwesta Duque
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| Tema: Re: En esta Mansión Uno no se Aburre Vie Nov 29, 2013 12:51 pm | |
| - Capítulo 13:
Un nuevo día amanece. El sol en el horizonte refleja con sus rayos la Mansión Phantomhive y derrite la nieve que ha caído durante la noche… Eh, ¿ha nevado?
-En la puertaaa de mi kellyy, voy a poner un petardo, pa reírme del pringao que me pida el aguinaldo.
-Sebastian… -Ciel se dio la vuelta en la cama.
-Pues si voy aaa darlo todo al que pide en Nochebuena. Le voy aa pegar una hostiiaaa y a partiirle la jetaaa.
-Sebastian… -Ciel se tumbó bocarriba.
-Venga, señoritooo. Levánteeese ya. Dese más prisa que se enfría el desayunoo. Venga, señoriitooo, vamos a Belén. Aunque como demonio entrar no me dejen.
-Sebastian… Ya te he oído… -ciel se incorporó en la cama.
-Oh, vaya. Ahora que iba a cantar el porropopopón de Raphael… -se lamentó Sebastian que tenía preparado el timbal.
-¡Madre! Menos mal que me he levantado a tiempo.
Ciel bajó a desayunar todavía adormilado. Sebastian le dejó un momento para echarle la bronca al servicio nuevamente.
-Brad, ya que tienes lanzallamas, sé útil y derrite la nieve. Finny, ¿quién te ha dado permiso para descansar en el sofá? ¡Si has venido a joder el sofá, ya te estás largando! Mey-Lin, anda y tira pa`la casa a poner carbón en la chimenea.
-Me sé de una palabra parecida a carbón que se podría usar para ti –masculló Brad a cincuenta metros de Sebastian.
-¿Qué has dicho? –Sebastian apareció de repente al lado de Brad con su típica sonrisa de simpático para después abofetearle.
-¡Sebastian! –lo llamó entonces su amo-. ¡Ven aquí cagando leches!
El mayordomo llegó tan rápido como pudo. Entonces, Ciel le comunicó que tenía visita.
-En una hora vendrá un noble conde a visitarme.
-¿En una hora? –tronó el demonio-. Ya podía haber avisado con tiempo…
-Acabo de enterarme –explicó el niño mostrando una carta abierta-. La tenía en una pila de cartas en mi escritorio.
Sebastian miró hacia la pila de cartas: facturas.
-Si es que… Vale, le daré la bienvenida y tal… ¿Cómo se llama el señor?
-Un tal Conde Mor.
-¿Conde Mor? Me suena… ¿Le conoce de algo?
Ciel negó con la cabeza.
-Que venga, jiji jaja, un té y pa`su casa.
Dicho esto, Ciel se ocupó de sus tareas del día mientras Sebastian se preparaba para recibir al Conde Mor.
-Conde Mor, Conde Mor… ¡Me suena tanto!
Cuando por fin llegó el esperado visitante, Sebastian y Ciel fueron a recibirle. Sebastian abrió la puerta del carruaje y de éste bajó el Conde Mor.
-Conde Mor, es un placer tenerle en mi mansión hoy.
-¡Yaar! El placer es mío, fristro.
Ciel se extrañó ante la jerga de su invitado.
-¿Disculpe?
-Entra en la casa que te va a hacer pupita. ¡Yaar!
La expresión de Ciel denotaba entre odio, confusión y bochorno. Por su parte, Sebastian tuvo que meterse en el carruaje para reírse a gusto. Ahora el demonio recordaba al conde. Lo había conocido cuando fueron al "Save me". Cuando salió, el mayordomo se presentó ante el invitado.
-Buenas tardes, Conde Mor. Me llamo Sebastian. Soy el Mayordomo de los Phantomhive.
-Uy, tienes cara de perder más aceite* que el coche de Locomía*.
*Perder aceite es una expresión coloquial casi vulgar que en castellano significa que alguien es homosexual.
*Locomía es un conocido grupo de música español de los 80 caracterizados por llevar enormes abanicos y trajes estrambóticos.
Ahora era Ciel el que tenía que esconderse para reírse. El invitado sin permiso ni nada, entró en la mansión mientras gritaba “¡Al ataquer!”. Ciel y Sebastian intercambiaron una mirada.
-Sebastian, sé que puedes leerme la mente: echa a este sujeto de mi mansión a la de ya.
-Señor, sé que puede leerme la mente… Miau, miau, miau, miau…
Ciel le pegó una bofetada a su mayordomo y entró en la mansión. La tarde iba a ser larga.
-Muy bien, conde Mor. ¿Le apetece echar una partida de cartas?
-Este cuadro lo he visto en casa de mi madre.
-Disculpe, pero este cuadro prerrafaelita…
-Es tan feo que para hacerle una foto voy a poner la cámara oculta.
Ciel se quedó petrificado en el sitio. ¿Quién cojones era aquel tipo?
-¡Yaar! ¡Cobarde, pecador!
Y encima el insultaba mientras se iba caminando de aquella manera tan rara. Justo pasó Sebastian, quien no se libró de un comentario del Conde.
-Tienes tanto futuro aquí como Chuck Norris en la Casa de la Pradera. ¡Yaar!
El conde se fue pasito a pasito hasta el salón. Sebastian se quedó de piedra y no se movió hasta que fue Ciel a su lado y empezó a chascar los dedos delante de su cara.
-Sebastian, ¿estás bien?
-Tan poco futuro tengo…
-Está delirando. Vamos a echarle de aquí cuanto antes.
*Splash* *Cris*
Sebastian y Ciel se asomaron por la rendija de la puerta para ver al Conde tirar la vajilla al suelo.
-¡Será maricón! La vajilla buena –Sebastian estaba fuera de sí.
-Tranquilo, Sebastian, se puede comprar… -Ciel vio con horror que el Conde había tirado al suelo una foto de sus padres-. No merece piedad…
-¡Al ataquer! Esto es más raro que el final de Furi Kuri –el conde tiró al suelo lo que fuera que tenía en la mano en aquel momento-. ¡Yaar! No puedor, no puedor, no puedro con esto…
El conde abrió entonces una cajita de metal.
-Tiene menos contenido que un huevo kinder –y la lanzó a sus espaldas, golpeando en la cara de Sebastian, que había entrado a pararle los pies.
-¡Por la gloria de madre! Si es el mayordomo. ¡Yaar!
-Señor, no sé qué ha venido a hacer aquí pero…
-Tienes menos cuello que un muñeco de nieve.
-Por favor, se me está agotando la paciencia –la vena en la frente de Sebastian empezó a hincharse.
-Estás más quemado que la azotea del Coloso en Llamas.
-Señor, cuando quiera puede darme la orden.
Ciel seguía detrás de la puerta.
-Échalo de aquí de una vez, imbécil.
Sebastian le pegó un puntapié al conde, que salió volando como el Team Rocket (Ay, esto es pegadizo).
-Eso es un chute y no lo de Oliver y Benji. ¡Yaar…! –fueron las últimas palabras del conde.
-No llevaba ni veinte minutos y ya se tenía que ir. Pobre hombre –se lamentó Sebastian, sonriendo de oreja a oreja.
Ciel cenó con calma y se fue a acostar. Por su parte, Sebastian preparaba trampas anti Conde Mor. Durante las últimas dos semanas, los Phantomhive habían ampliado la lista negra.
-A este paso, no va a entrar en la Mansión ni el apuntador.
Esperemos que mañana venga alguien menos “tocapelotas”
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| | | ayal92 Sirviente
Cantidad de envíos : 401 Edad : 31 Localización : Acosando a Sebastian Fecha de inscripción : 25/04/2012
| Tema: Re: En esta Mansión Uno no se Aburre Vie Nov 29, 2013 1:26 pm | |
| Cuando lei ese "fistro" me quede con cara de "tienes que estar de coña". Eso fue tan jodidamente bizarro!! y los villancicos, los periodicos, Finny tratando de encontrar el origen del universo, todo!1 Ahora tengo un dolor de costillas horrible, muchas gracias. Por cierto, para el proximo podrias traer algun cameo de otro anime?? | |
| | | Hwesta Duque
Cantidad de envíos : 1263 Edad : 31 Localización : Por ahí andaré Fecha de inscripción : 14/08/2013
| Tema: Re: En esta Mansión Uno no se Aburre Sáb Nov 30, 2013 11:04 am | |
| Jejej, me alegro que te gustara ^^ Oido cocina. ¿Algun anime en concreto? Iba a hacer una mezcla de los Juegos del Hambre y otro de los Titanes pero se aceptan sugerencias | |
| | | ayal92 Sirviente
Cantidad de envíos : 401 Edad : 31 Localización : Acosando a Sebastian Fecha de inscripción : 25/04/2012
| Tema: Re: En esta Mansión Uno no se Aburre Sáb Nov 30, 2013 1:39 pm | |
| pues... quiza naruto, harry potter o nanatsu no taizai por nombrar algunos. gracias por tomar en cuenta la sugerencia | |
| | | Hwesta Duque
Cantidad de envíos : 1263 Edad : 31 Localización : Por ahí andaré Fecha de inscripción : 14/08/2013
| Tema: Re: En esta Mansión Uno no se Aburre Dom Dic 01, 2013 9:11 am | |
| - Capítulo 14:
Brrr, qué frío. Amanece una gélida mañana en la mansión Phantomhive.
-¡Achús! ¡Sebastian! ¿Te has vuelto a dejar la nevera abierta? -preguntó Ciel, abrazándose para darse calor del frío que hacía.
-Dudo mucho que nuestra nevera enfríe tanto como para hacer que nieve fuera, señor.
-¿Has usado tu magia o algo?
-La cuestión es que yo tenga la culpa… He estado demasiado ocupado preparando la fiesta de esta noche…
-¿Fiesta? ¿Qué fiesta? -preguntó el conde tomando la taza que le tendía su mayordomo.
-Oh, ¿no se acuerda? Hoy era la fiesta de Navidad, señor. Y ha invitado a to Cristo.
Ciel se deprimió de pronto. No se acordaba y con aquel frío solo le apetecía estar en la cama, calentito…
-Ajo y agua, chaval –dijo Sebastian sacudiendo las sábanas y haciendo volar a su amo-. Vendrán a tomar el té y luego disfrutarán de un espectáculo de magia de la Academia de la señora Smith…
-Sí, sí, lo que tú digas… ¡Pero calienta la puta casa de una vez!
Mientras Ciel desayunaba en plan esquimal, Sebastian echaba leña a la chimenea y las deshollinaba a lo Mary Poppins. Hasta que aquello no pareció el trópico, Ciel no estuvo contento.
-Ah… Mucho mejor.
-Señor, solo falta sacar unos loros y una pantera y ya tenemos la jungla en casa.
-Sí, el circo más bien, payaso.
*Sebastian-chop*
-Un respeto a su mayordomo, señor.
Sebastian y Ciel estuvieron lo que restaba de mañana preparando las cosas de la fiesta y proucrando que el servicio no la cagara demasiado.
-Os quedáis en el sótano haciendo vuestras cositas mientras arriba nos lo pasamos teta, ¿vale? –dijo Sebastian sonriendo.
Acto seguido cerró la puerta al servicio, quienes decidieron seguir con sus investigaciones secretas. Tenían tiempo suficiente para conseguir algo.
-La reacción del núcleo casi se consigue la última vez.
-Tendré que volver a empezar con la vacuna, pero lo escribí todo a tiempo. Será coser y cantar.
-Yo voy a establecer un plan económico para que no haya crisis financiera en el mundo.
-Jo, jo, jo.
Arriba, Sebastian y Ciel examinaban la lista de invitados…
-En total son ciento y la madre… Digo 450 invitados.
-¡Hala! ¿Qué viene? ¿Media Londres a mi kelly?
El menú de la noche…
-Tiene cinco opciones, señor –dijo Sebastian mostrándole los menús como si fuera una baraja de cartas en abanico.
-Trae pa`cá –Ciel agarró los menús y los tiró al aire-. El que ha caído sobre la mesa.
Las actividades nocturnas…
-Un espectáculo de magia…
-Saca mis gafas especiales. Parecerá que estoy despierto pero en realidad estaré sobando la mona.
-Ejem, luego cenarán…
-¿Y la fiesta?
-Después de la cena y no, ni streapers, ni orgías ni leches.
-Oh… ¿En el próximo Halloween podemos reunir a los miembros de Hellfire*?
-Eh, ¿hola? Señor, pasó esa experiencia cuando le conocí y no quiere saber del tema ni en pintura. ¿Cómo le ha dado por hacer un ritual con Hellfire?
-Yo me refería a la compañía de actores no a los que me torturaron hace tres años.
Ciel acabó de cuclillas en un rincón, deprimido.
-Ánimo, señor. Hoy hay una fiesta…
…………
*Hellfire: según “Ghost Adventures” era una secta formada por nobles de Londres que se reunían en unas catacumbas para celebrar orgías y ritos satánicos (como lo que le pasó a Ciel).
Ciel estuvo el resto del día depre, hasta que empezó la fiesta. Parece que olvidó todo lo malo y se centró en pasarlo bien.
-Espero que le guste el espectáculo de magia, conde Phantomhive.
-Estoy seguro de ello, condesa-viuda Smith.
-Oh, por favor, llámeme, Maggie.
-De acuerdo, condesa-viuda Maggie Smith.
El espectáculo de magia dio comienzo y Ciel, tal y como prometió, se puso sus gafas especiales de cristal tintado y opaco y se echó la siesta. Nada más empezar, la condesa-viuda se levantó de su asiento y subió al escenario, indignada.
-No tienes ni idea –dijo arrebatándole la varita al mago que estaba en escena.
Entonces, la condesa-viuda empezó a hacer magia de verdad, lanzando conjuros tipo "Alomojora" y haciendo que las cosas flotaran en el aire. De repente, aparecieron un montón de nubes oscuras que se materializaron en mortífagos. Mientras Ciel dormía la mona, la condesa-viuda y su Academia de Magia se enfrentaban a los mortífagos.
-¡Chúpate esa, joputa!
-¡Potter, ese vocabulario!
-La emoción, profesora. Estoy on fire.
En una hora no quedaba ni mortífagos ni leches. Los invitados estaban a salvo. El conde se despertó entonces, sobresaltado y empezó a aplaudir.
-¡Bravo! ¡Un espectáculo fantástico!
-Uy, señor, lo que se ha perdido… -murmuró Sebastian riendo entre dientes.
En la cena, Ciel charlaba animadamente con la condesa-viuda.
-Me alegra que le gustara el espectáculo.
-Sí, mi parte favorita fue… esa… del medio, ya sabe.
Finalizada la cena, todos decidieron volver a casa a descansar. En cuanto Sebastian abrió la puerta, el frío y la nieve entraron en la mansión. Tan rápido como abrió la puerta, la cerró.
-Sebastian, esa es la nevera. Ábreles la puerta.
-Señor, es la puerta de la calle.
-No pasa nada –dijo la condesa-viuda sacando su varita y levantándola hacia el techo. Cuando Sebastian volvió a abrir la puerta, no nevaba ni hacía frío.
-Ha sido una velada fantástica. Hay que repetir. Y cuando quiera, puede inscribirse en mi Academia de Magia, señor Phantomhive.
-Con mucho gusto.
Cuando los invitados se hubieron ido, Ciel se depslomó sobre el sofá.
-¿Va a inscribirse en la Academia, señor? –le preguntó Sebstian ofreciéndole té.
-No voy a pagar para que una vieja chiflada me enseñe trucos de magia.
-Sí… Trucos…
-Si acaso, voy de visita algún día.
-Por cierto, la reina le ha enviado una carta –dijo tendiéndole una bandeja de plata ocn una carta y un abrecartas en ella.
-Mira que eres pijo a veces, Sebastian. ¡Esto se trae en mano no en una bandeja! Que no nos ve nadie.
-Tomo nota para la próxima vez. Y me tiro un pedo y un eructo de paso si quiere.
-Cohona… -Ciel leyó la carta con prisa y se la dio a Sebastian.
-Venga, más trabajo. Ahora tenemos que ir a no sé qué Aldea del Arce…
-Aldea de la Hoja, señor. Parece que unos piratas están acechando la zona.
-¿Piratas? ¿En una aldea en el monte?
-Una aldea de ninjas, señor.
-Si es que no valen pa`ná. *suspiro* Iremos ya si eso ya mañana.
Ciel se fue a la piltra, calentito mientras Sebastian bajaba al sótano. Justo cuando iba a abrir la puerta, hubo una explosión.
-Ay, Bard otra vez está con el lanzallamas…
En realidad tuvo lugar la fusión del núcleo y durante segundos apareció el Bolsón de Giggs, pero iba a convertirse en un agujero negro y para evitarlo tuvieron que detener la fusión. Como consecuencia no pasó nada y obtuvieron antimateria. Esto mientras el espectáculo de magia. Mientras cenaban, Mey-Lin encontró la solución financiera de por vida y Brad la cura a todas las enfermedades. Tristemente, a Tanaka se le cayó la antimateria y a volar el sótano. Sebastian siguió pensando que el servicio no valía para nada y que eran todos subnormales cuando en realidad eran genios de la ciencia.
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| | | Hwesta Duque
Cantidad de envíos : 1263 Edad : 31 Localización : Por ahí andaré Fecha de inscripción : 14/08/2013
| Tema: Re: En esta Mansión Uno no se Aburre Lun Dic 02, 2013 11:00 am | |
| - Capítulo 15:
A la mañana siguiente de haber recibido la carta de su Majestad diciendo que tenían que ir a resolver el problema de los piratas, Ciel y Sebastian fueron para allá.
-¿Y cómo encontramos el pueblo si está escondido en lo más chungo del bosque?
-Déjemelo a mí, señor.
Sebastian dio con el pueblo en menos que canta un gallo. Una vez allí, nadie fue a recibirlos, por lo que Ciel y Sebastian decidieron dar una vuelta a ver qué encontraban.
-No hay un alma…
-¡Cuidado!
Porque Sebastian se puso en medio, que si no Ciel habría recibido el impacto de un objeto volador no identificado, alias suriken.
-Perdonad, estaba entrenando… -dijo un chico vestido entero de naranja y con bigotes de gato dibujados en las mejillas.
-¿Tú? ¿Qué pinta un butanero con un suriken?
-¿A quién llamas tú butanero? –saltó el chico-. Soy un ninja.
-Lo del camuflaje… Como que no, ¿eh? –siguió burlándose Ciel.
-¿Qué pasa? ¿Tienes algún problema?
-Disculpe al joven amo, por favor. Nos han informado de que tienen problemas con piratas…
-Ah, sí. Estamos todos entrenando en el bosque para derrotarlos hoy al atardecer. ¿Sus venís?
-Eh, como que no –Ciel se daba la vuelta para marcharse cuando el niño ninja añadió:
-Tenemos ramen.
-Sebastian, nos quedamos el tiempo que haga falta.
El ninja guió al conde y su mayordomo al bosque, donde más ninjas entrenaban.
-¡Peña! He traído gente que quiere ayudarnos con los piratas.
-¿Qué? ¿Cómo han encontrado la Aldea? Tenemos que matarlos…
Ciel se sobresaltó al oír aquello. Tranqui que Sebastian por tu alma mueve Roma con Santiago.
-He sido yo quien ha encontrado la Aldea –respondió Sebastian, sonriendo.
-¿Tú? Pues te mataremos primero.
-Oh, yo no lo haría. Soy un demonio al fin y al cabo…
-Anda, como el demonio de nueve colas que tienes dentro de ti, Naruto –dijo uno de los ninjas al guía de Ciel y Sebastian.
-¿Naruto? –Ciel intentaba aguantarse la risa-. Tienes nombre de especia de ramen.
-Sí, ¿qué pasa? Tú tienes nombre de marica y no digo nada.
Ahora era Sebastian el que se tuvo que ir tras un árbol a partirse el culo de la risa.
-¡Equipo 7! Seguid entrenando –dijo un hombre adulto de pelo gris que leía un libro.
Los ninjas volvieron a la tarea mientras Ciel y Sebastian hablaban con…
-Soy Kakashi, el maestro del Equipo 7 –se presentó el ninja adulto-. Estamos entrenando para echar a los piratas.
-Hemos venido a eso, precisamente –comentó Ciel-. ¿Dónde están? Así nos los cargamos y un problema menos…
-Pues aparecen de repente, pero hemos acordado hoy una batalla al atardecer. Venid y así les conocéis.
Ciel y Sebastian no tuvieron más alternativa que esperar al atardecer para conocer a los piratas. Los ninjas esperaban en un claro del bosque hasta que aparecieron los piratas…
-¡Hola! –dijo un chico con sombrero de paja, pantalones cortos y un chaleco rojo. ¿En serio?
-Sí, son piratas, pero los de Humor Amarillo –comentó Ciel, indignado.
-Hasta usted con el parche es más aguerrido que ellos.
-Sebastian se están rifando hostias y tienes todas las papeletas –Ciel se chascó los dedos.
-Imposible, mis papeletas son para el sorteo de Navidad.
*Badum tss*
Ciel y Sebastian bajaron a recibir a los piratas.
-¿Sois los piratas que asolan la región?
-Los mismos –respondió su líder.
-Muy bien. Cárgatelos, Sebastian.
-¿Eh, qué?
Sebastian acabó con los piratas en nada.
-Ya podemos irnos a casa, señor.
-Pues venga, arreando.
-¡Eh, un momento! –gritó el jefe pirata-. No es justo, si nos hubierais defendido de los ninjas la situación cambiaría.
-Pero es que nos dijeron que teníamos que derrotaros a vosotros –explicó Ciel mostrando la carta de la reina.
-Anda, ya está la Vic tocándonos los fémures…
-¡Marchaos del pueblo, hombre ya! –gritó uno de los ninjas desde lo lejos.
-¡Que solo queremos saber dónde está el puerto!
-Ah, ¿eso era todo? ¿Y por qué asolabais la región?
-¿Qué leches decís? Queremos volver a surcar los mares.
-Pues el puerto está por ahí –Sebastian señaló a su derecha.
Los piratas se fueron en la dirección señalada. Los piratas habían sido derrotados… EN cierto modo. Ciel y Sebastian se marcharon de allí, o al menos lo intentaron.
-¡Venga, va, quedaos! –los animó Naruto.
-Que no, que tenemos muchas cosas que hacer.
-Pero si es de noche. ¡Fiesta!
-Me la suda la hora que sea. Me piro vampiro.
Al final, Ciel y Sebastian se quedaron a pasar la noche en el pueblo. Cuál sería su sorpresa al saber que al día siguiente tenían que ir a la Academia de Maggie Smith.
-¡¿Perdona?! –gritó Ciel a la narradora.
-Ay, porras…
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| | | ayal92 Sirviente
Cantidad de envíos : 401 Edad : 31 Localización : Acosando a Sebastian Fecha de inscripción : 25/04/2012
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